UN AGREGADO AL RECIENTE ARTÍCULO DE LUCAS BAFFI: LA PATAGONIZACIÓN DE LA ARGENTINA Y LA GUERRA OCULTA
por Marcos Ghío
A raíz de la reciente nota de Lucas Baffi sobre La Patagonización de la Argentina hemos recibido una serie de comentarios relativos al asombro que suscita en algunos, especialmente del exterior, el hecho de que la Argentina voluntariamente y sin recibir nada a cambio se haya desprendido de sus riquezas petroleras y energéticas beneficiando a un exiguo grupo de personas que componen nuestras oligarquías políticas y financieras que se reparten, junto a empresas multinacionales, las ganancias de tales vitales recursos y que prácticamente nadie se haya preocupado ni antes ni ahora, salvo en muy escasas excepciones, de protestar por este hecho.
Para explicar tal estado de apatía generalizado que hoy se vive habría que agregar al documentadísimo informe de Lucas Baffi el hecho de que previamente a dicho voluntario desprendimiento nuestro país tuvo por muchos años una empresa petrolera estatal, YPF, que, a diferencia de todas las restantes, sea públicas como privadas en el mundo entero, era deficitaria. Lo cual representaba un verdadero despropósito pues bien sabemos que, salvo el tráfico de droga, no existe un negocio más rentable que el petróleo, el cual con muy escasas inversiones iniciales rinde ganancias que en poco tiempo amortizan la totalidad del capital. Por lo cual, debido a este verdadero despropósito, asociado también al de otras compañías estatales también deficitarias, en nuestra sociedad se implantó con el tiempo la idea de que no resulta conveniente en ninguna circunstancia que el Estado tenga empresas propias aunque éstas, como el caso del petróleo, sean potenciales proveedoras de ganancias altísimas, las que bien administradas se trasladarían en beneficio para la sociedad toda y no para un grupo pequeño de ésta como sucede ahora.
Para explicar este hecho curioso el estudioso del tema petrolero Adolfo Silenzi de Stagni nos ha demostrado con gran documentación que la falta de rentabilidad de la empresa petrolera estatal no fue un acontecimiento casual, producto de un error en la gestión, sino que el mismo obedeció a un plan siniestro ejecutado con parsimonia durante muchos años por el cual a propósito se convirtió en ineficiente a la empresa petrolera para después justificar ante la sociedad toda su privatización. El método consistió principalmente en poner al frente de la compañía estatal a funcionarios que también lo eran de compañías privadas, como la Esso, Shell, etc. que competían con la primera de manera tramposa y desleal. De esta manera trabajaban para estas últimas convirtiendo así en deficitaria a la del Estado. A ello también hay que agregar el gran lote de funcionarios públicos ineficientes y ñoquis ubicados en sus plantas cada vez que un partido ganaba las elecciones a fin de conseguir una recompensa por su "trabajo" para la causa.
A través de toda esta serie de acciones combinadas y premeditadas se logró desprestigiar tanto a YPF como a otras compañías estatales en modo tal que aun hoy en día, cuando Lucas Baffi nos demuestra el daño que se nos ha ocasionado con la enajenación de nuestras fuentes de energía, hay muchos que descreen de que la solución pase por volver a nacionalizarlas ya que según ellos, de acuerdo a lo que se ha vivido, el Estado siempre sería ineficiente. Al respecto como aquí se ha tratado de un plan premeditado, cuyos propósitos consistieron en de debilitarnos y disolvernos como nación, expliquemos, de acuerdo a la óptica evoliana, los procedimientos utilizados.
a) Sugestión positivista. En enemigo de la Argentina y por extensión de la especie humana, sabe que para poder llegar a manejar al hombre hay que destruir su dimensión espiritual, que es aquella que lo hace libre y capaz de no ser determinado por los influjos del medio. Es en función de ello que con una gran pertinacia ha logrado con el tiempo inculcar una sugestión entre la inmensa mayoría de las personas la cual se ha convertido en un verdadero hábito. La misma consiste en hacernos creer que solamente existe aquello que se percibe a través de nuestra experiencia sensitiva. Que por lo tanto no hay ideas, principios, metas superiores, fines trascendentes por los cuales vivir y luchar. Que en todo caso, si las mismas existen, apenas son términos a los cuales nosotros les otorgamos un valor. Que por lo tanto "la realidad, positiva y tangible, es la única verdad" y que los ideales en cambio no la poseen. Y digamos también al respecto que resulta afín con la sugestión positivista el dogma hoy implantado universalmente de la "muerte de las ideologías", las cuales son ilícitamente confundidas con los ideales. Tener "ideología" no significa otra cosa en este caso puntual que tener principios. Y hoy, gracias a la sugestión positivista implantada por doquier, esto se ha convertido en un lujo que no nos podemos dar ante las "urgencias" de la vida cotidiana, compuesta de una suma de experiencias positivas, las que habitualmente son de carácter económico y material. Por ello es que bajo el influjo de tal sugestión la actitud que se adopta hoy en día es el fatalismo, que consiste en rendirse ante los hechos consumados, los que son reputados como "la única verdad" ante la que hay que doblegarse y ofrecer pleitesía.
b) Asociada y derivada de dicha primera y esencial técnica de guerra oculta* es que tenemos el segundo procedimiento que ha logrado aplicarse con sumo éxito en nuestra sociedad, en especial en los últimos tiempos y como una derivación de una extremada agudización del primero. Éste consiste en la confusión de un principio con sus representantes ocasionales. En tanto que el hombre se ha hecho ciego ante realidades superiores y universales como ser los principios y las instituciones que los expresan, éste sólo puede percibir individuos. La Iglesia es por ejemplo para él el cura que conoce, el Estado es el político que frecuenta diariamente a través de la televisión, las Fuerzas Armadas, el militar que puntualmente le denuncia la prensa. Y al respecto como la persona ya no puede distinguir entre individuos e instituciones, así como por el anterior procedimiento no puede hacerlo entre experiencias positivas y principios universales, entonces la técnica concurrente consiste en: c) la estereotipación de una de las partes que componen el todo. En este caso el procedimiento consiste, a través de los medios masivos de difusión, en sembrar el desprestigio hacia aquella institución que se quiere destruir poniendo el acento exagerado en alguno de sus representantes deficientes. Y así como en la televisión cuando se quiere afear a alguien se ponen siempre en evidencia sus defectos físicos, aun cuando éstos fuesen escasos, o a la inversa cuando se lo quiere exaltar, en el caso de las instituciones se sobreactúa especialmente con respecto a aquellos representantes que no hayan estado a la altura del principio que representan. Ello lo podemos ver cuando en el caso de la Iglesia por ejemplo se pone el acento especial sobre un sacerdote que pueda ser pedófilo y en cambio no se dice nada de todos aquellos que no lo son, olvidando o desconociendo así aquella máxima fundamental de que "la excepción confirma la regla". Pero justamente como no hay principios tampoco hay reglas, las que son suplantadas por las excepciones. Lo mismo sucede con las demás instituciones que se quiere destruir. En el caso específico que ha tratado Lucas Baffi relativo a la privatización de nuestro petróleo ha acontecido que en razón de la confusión entre el principio y su representante, como el Estado ha sido ineficiente alguna vez y se ha logrado ponerlo en sustancial relieve, entonces lo que se ha logrado es que se considere que en ningún caso podría llegar a ser diferente. Digamos que el Estado concebido como principio es una institución que se encuentra ubicada por encima de los intereses económicos de las partes y cuando esto no sucede entonces dicha circunstancia no agota mínimamente su esencia, sino simplemente la desvirtúa. Tal es lo que quería decirnos -y nosotros no hacemos más que resaltarlo- Lucas Baffi con su esclarecedora nota.
* Este tema ha sido magistralmente tratado por Julius Evola en su obra Los hombres y las ruinas. Parte en la misma de la concepción tridimensional de la historia por la cual, además de los actores visibles y los hechos que suceden, existe una tercera dimensión oculta que actúa entre los bastidores del proceso histórico. La misma está constituida por un enemigo del hombre como especie tratando de lograr su aniquilación y destrucción en sus principales creaciones, las civilizaciones y las naciones. Las técnicas de la guerra oculta son los procedimientos aplicados para su destrucción en una tarea varias veces milenaria.
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