DEMOCRACIA Y MERCADO. EL BUSTO DE ALFONSÍN

 

por Marcos Ghío  -  Centro de Estudios Evolianos

 

 

Días pasados, al inaugurarse el busto del ex presidente Alfonsín en la Casa Rosada, en ocasión de conmemorarse los 25 años de nuestra primera elección democrática, hubo un coro de protestas y burlas relativas a la poca fidelidad que el escultor había guardado respecto de la figura de quien inaugurara tal nefasto sistema que nos fuera impuesto colonialmente por los ingleses tras la victoria de Malvinas y con la complicidad de nuestra dirigencia.

 

Nosotros discrepamos con las interpretaciones negativas desparramadas por todos los medios de prensa respecto de la labor llevada a cabo por nuestro artista. Consideramos en cambio que, en tanto el arte debe tener principalmente una función educativa, muy probablemente el escultor haya querido indicarnos con su obra, al mostrarnos un Alfonsín que no era tal, el gran contraste existente entre lo que el principal promotor de tal forma de vida se cansara de decirnos respecto de las ventajas que presentaba el sistema que nos prometía y la realidad que en cambio nos ha tocado vivir.  Es de recordar al respecto que el pueblo argentino, luego de la dura frustración que viviera con la derrota de Malvinas, se sentía sumamente predispuesto a creer en ciertas promesas salvadoras que lo sacaran de tal estado de desazón, por lo que recibió con sumo entusiasmo las propuestas que el aludido Alfonsín procedió a formular en aquel entonces cuando explicaba que la Democracia era la gran solución y panacea para los argentinos, la que habría de sanearlos definitivamente de la tremenda frustración vivida, y que fuera expresado a través de los famosos apotegmas declamados en la plaza pública de que 'con la Democracia se come, se educa, se cura, etc', es decir que era la solución definitiva por la que se alcanzaba a vivir en la felicidad plena.

 

Hoy, luego de 25 años de tal infierno vivido por los argentinos, en un contraste muy similar y tan sabiamente resaltado por el escultor del busto aludido, la realidad nos muestra que no solamente no ha sucedido lo que se prometió, sino que incluso las cosas están mucho peor ahora de cuando Alfonsín nos señalara todo lo que iba a suceder una vez que se consumara su panacea. La miseria y la indigencia que vive el país es algo que se ve a simple vista y que por más que existan, como sustitutos de los versos alfonsínicos, las estadísticas de Moreno para intentar convencernos de lo contrario, uno ve cada día que pasa más gente pidiendo limosna o durmiendo en la calle. La educación de nuestra juventud ha alcanzado una degradación tal que ni siquiera las hipótesis más pesimistas de aquellas épocas podían imaginar. Los floggers, los cumbios, los emos, y una interminable lista de 'tribus' a través de las cuales 'se expresa' esa avalancha de jóvenes tapizados de piercings y tatuajes (prescindiendo en esta descripción del estado de sus neuronas mentales), que salen de nuestros sistemas escolares a través de la denodada acción ejercida por nuestros 'trabajadores de la educación', son la más cabal expresión de los 'logros' de la democracia prometida por Alfonsín hace 25 años también en dicha esfera. Y ni que hablar de la salud de nuestra población con la aparición de nuevas enfermedades anteriormente desconocidas, vinculadas muchas de ellas con la transmisión sexual, en una frenética actividad incitada especialmente por nuestros 'destapes' en los cuales nuestros medios democráticos como la televisión coadyuvan de manera exacerbada en forma cotidiana con su permanente incitación al vicio y a la vulgaridad, así como el consumo irrefrenable de drogas fuertes que convierten a sus consumidores en verdaderos zombies, cuando no en delincuentes irrecuperables.

 

Y podríamos seguir esta lista interminable de destrucciones generadas por ese siniestro sistema promovido en forma paradigmática por el mencionado Alfonsín, el cual es por tal razón uno de los principales responsables del terrible genocidio vivido por nuestro país en el último cuarto de siglo. Pero volviendo a la ceremonia aludida y al desajuste existente entre el busto y la realidad, cumpliendo así el arte con la función de hacernos ver lo que no se puede observar en nuestra vida cotidiana a primera vista, digamos que muchas veces, cuando se alcanzan situaciones de gran paradigma como la descripta, suele suceder también que sea la realidad la que participa de esta misma ceremonia artística con hechos que terminan siendo en cambio los que imitan al arte. Así pues es de señalar cómo el mismo día en que Alfonsín era homenajeado en su promoción de este sistema perverso y con gran sagacidad el artista lo ponía en ridículo resaltándonos la contradicción entre el real y el ficticio, es decir el crudo contraste entre la gran felicidad que les prometía a los argentinos y la triste realidad que hoy se vive, ese mismo día se derrumbaban en forma estrepitosa las bolsas de todo el mundo y la economía de mercado entraba en una crisis que sigue extendiéndose desde hace varias jornadas y cuyo desenlace es tan desconocido como el de la cacareada democracia nuestra inaugurada hace unos infaustos 25 años luego de nuestra descomunal derrota de Puerto Argentino.

 

Es que en realidad Mercado y Democracia son principios solidarios basados en una misma convicción religiosa, la fe en la naturaleza impoluta del hombre, la que puede alcanzar a realizarse de manera plena, es decir lograr la felicidad que prometía Alfonsín (y que luego Menem profundizó cuando propuso entrar en 'relaciones carnales' con tal filosofía del mercado, ley de convertibilidad mediante), solamente si se eliminan todos los remanentes de 'autoritarismo' o de 'intervención estatal'. Así como el moderno cree en la sabiduría innata del pueblo que tiene la capacidad espontánea de gobernarse a sí mismo y por lo tanto ser 'soberano' y en esto consiste propiamente la Democracia, también cree que la actividad económica debe quedar librada a sí misma en tanto que los intereses que lidian entre sí en el seno el Mercado dan como resultado irreversible el bienestar de todos, por una especie de armonía preestablecida y benefactora que regiría las acciones y que, a través de una muy sagrada alquimia, convertiría el egoísmo de los mercaderes en generosidad y bienestar colectivo, del mismo modo que en la democracia el voto del flogger, gracias siempre a tal misteriosa ley, alcanza a tener el mismo valor que el del sabio o del especialista, otorgándonos así fatalmente la "felicidad". Todo lo cual lamentablemente para ellos acaba de romperse en un contraste tan tajante entre la utopía y la realidad semejante al busto que le esculpieran a Alfonsín.