LAS
RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ALIANZA IMPERIALISTA-SIONISTA
por
Abdul Wahhab Al Kayyali - www.al-moharer.net
«Congreso
Internacional sobre Sionismo y Racismo». Bagdad, noviembre de 1976
Traducido
del inglés por Beatriz Morales Bastos
El
imperialismo es necesariamente un fenómeno racista en la medida en que es
un sistema político económico internacional basado en el concepto de
desigualdad moral y material de las naciones, lo que conlleva la sumisión
y la explotación de los gobernados por parte de los gobernantes a través
tanto del uso opresivo de la fuerza como de otros medios. Los antecedentes
históricos del imperialismo por todo el mundo lo confirman y sin este
punto de vista básico no es posible una lectura correcta del racismo y de
la historia moderna.
Las pruebas históricas indican el hecho de que el sionismo, tal como lo
conocemos, nació en el marco de las ideas y planes imperialistas de las
primeras décadas del siglo XIX europeo y fue abrazado con entusiasmo por
algunos intelectuales y activistas judíos que estaban influenciados por
los frecuentes chauvinismo e ideas racistas de la última parte del siglo.
El común denominador era el interés por encontrar soluciones para los
problemas y necesidades europeos a costa de otros pueblos, los árabes en
este caso. El uso del término 'alianza' se refiere a la asociación y a
la naturaleza del vínculo entre ambas partes y no a ninguna apariencia de
paridad entre ellas, ya que es bastante obvio que el sionismo es meramente
una de las ramas del árbol de la ideología imperialista. Las
peculiaridades de la ideología e identidad sionista tienden más a
reafirmar que a negar su carácter racista.
El sionismo como un credo político moderno y como movimiento organizado
eficaz sólo se puede concebir correctamente como una solución artificial
o temporal a tres desafíos interrelacionados a los que se enfrenta Europa
en el siglo XIX, en el auge del imperialismo occidental.
1. El crecimiento y expansión del imperialismo europeo, que necesitaba
buscar nuevas fuentes de materias primas y mercados para los productos
acabados, además de asegurar las líneas de las comunicaciones
comerciales y militares. La importancia de las tierras árabes como puerta
de África y puente hacia Asia quedó absolutamente patente con las campañas
de Napoleón (1797-1799) y los "peligros" del intento de
Mohammed Ali de formar un Estado independiente que incluyera Egipto y los
Estados Árabes. Así, la necesidad de sofocar cualquier Estado
independiente naciente, doblemente más amenazante para el imperialismo en
los inicios de la extensión del sentimiento nacionalista árabe, se hizo
cada vez más persistente mientras el "Imperio Otomano", el
"hombre enfermo de Europa", avanzaba hacia la desintegración.
2. El fracaso del liberalismo europeo y de las ideas de igualdad y
democracia para incorporar y asimilar a los judíos unido a la crisis
capitalista en Europa del este. La adopción de la industrialización llevó
a una pérdida de vocación para un gran número de judíos que no
pudieron adaptarse fácilmente a la transformación del sistema económico
feudal. Es importante señalar que el "mantenerse aparte" de los
judíos en el pasado fue un factor que contribuyó al fenómeno del
anti-judaísmo.
3. La difusión del nacionalismo expansionista agresivo y chauvinista en
Europa que acentuó la base racial del Estado nacional así como la
superioridad racial y la necesidad de expansión (Lebensraum) se desvió a
las colonias y posesiones de ultramar. Se mantuvo la superioridad, la
explotación y la dominación como una misión de civilización bajo de
noción de la "carga del hombre blanco".
El primero de estos dos retos se conoció como la "cuestión
oriental" o la "cuestión siria" y la "cuestión judía".
Las rivalidades inter-europeas y las riñas por las colonias precipitaron
las guerras y revoluciones mundiales, y se transformó en la "cuestión
colonial". La primera cuestión provocó que las principales figuras
imperialistas propusieran la idea de crear un Estado de colonos judío y
cliente en Palestina, diseñado fundamentalmente para bloquear la
realización de la unidad y la independencia es esa importante zona del
mundo y para servir a los intereses de sus patrocinadores. Los
acontecimientos de la última parte del siglo fueron propicios para la
creación de un consenso de opinión entre los imperialistas y los políticos
occidentales, con la cooperación de millonarios judíos occidentales y
anti-semitas de todas partes a favor del sionismo y de la emigración judía
a un Estado judío en Palestina, así como a favor del establecimiento de
este Estado. La interacción de los retos y la persistencia de los
problemas y de las cuestiones se introdujeron en los planes imperialistas
y llevó los acontecimientos a encontrar soluciones a expensas de los
pueblos del tercer mundo.
El crecimiento de la influencia occidental
Hacia finales del siglo XVIII se intensificó el interés de las potencias
occidentales en la zona árabe al tiempo que el anticuado Imperio Otomano
se hacía cada vez más dependiente de las potencias europeas que obtenían
privilegios, puntos de apoyo y esferas de influencia dentro del propio
Imperio. Estas potencias trataban de establecer relaciones directas con
las diferentes poblaciones y sectas religiosas en la zona. Así, Francia
se convirtió en la protectora de las comunidades católicas en Siria, Líbano
y Palestina, mientras que los cristianos ortodoxos quedaron bajo la
protección rusa.
Fue durante su campaña palestina (1799) cuando Napoleón, motivado por
sus necesidades de guerra y, más tarde, por su ambición de atraerse la
lealtad de los judíos como agentes por todo el mundo, hizo público su
llamamiento a reconstruir el Templo de Jerusalén y al "retorno"
de los judíos a Palestina por motivos políticos. La propia campaña de
Napoleon había suscitado el interés británico por Palestina ya que
suponía una amenaza para la ruta terrestre británica a India. Cuando
durante las primeras décadas del siglo XIX Mohammed Ali (Al-Kabir) de
Egipto emprendió su ambicioso plan de modernizar Egipto y construir un sólido
Estado independiente que comprendiera Egipto, la Gran Siria y la Península
Arábiga, el gobierno británico adoptó un curso de intervención militar
directa y desempeñó un papel decisivo en llevar a los ejércitos Ibrahim
Pasha (hijo de Mohammed Ali) de vuelta a Egipto.
El avance de Mohammed Ali en Siria abrió la cuestión Siria (una cuestión
que todavía permanece ya que es sinónima de los esquemas y esfuerzos
occidentales por impedir la unidad árabe). Se formularon nuevas políticas
británicas. Una de las claves del nuevo enfoque fue Palestina y los judíos
una parte fundamental de su punta de lanza. En 1838 los británicos
decidieron instalar un agente consular británico en Jerusalén y al año
siguiente abrieron el primer consulado europeo en esta ciudad. Durante las
décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo XIX el gobierno británico,
que no tenía sus propios protégées, estableció una conexión con los
judíos en Palestina (unos 9.700 en total), los drusos en Líbano y las
nuevas iglesias protestantes. "Tras la protección de minorías
comerciales y religiosas yacían los principales intereses políticos y
estratégicos de los poderes" [l].
Desde su inicio la presencia británica se asoció a la promoción de los
intereses judíos. "Sin embargo, esta cuestión de la protección
británica a los judíos se convirtió, y lo siguió siendo durante muchos
años, en la principal preocupación del consulado británico en Jerusalén"[2].
La formulación y marco de la política imperial en la zona fue mejor diseñada
por su artífice, el primer ministro vizconde Palmerston. En una carta al
embajador británico en Constantinopla explicando por qué el Sultán
otomano debía fomentar la inmigración judía a Palestina, Palmerston
escribió: "... si el pueblo judío retorna bajo la autorización y
protección del Sultán, e invitados por él sería un cheque respecto a
cualquier malvado plan futuro de Mohammed Ali o de su sucesor"[3].
Hay que destacar, además, que Palmerston utilizó el término
"pueblo judío" en referencia a la unidad racial-religiosa como
si no hubiera otros vínculos entre los judíos en aquella época cuando
incluso destacados judíos hablaban de "comunidades judías" y
cuando hacía progresos el movimiento asimilacionista judío, el Haskalah.
También vale la pena señalar el uso de la palabra "retornar"
en referencia a una errónea ascendencia racial – como si la historia
hubiera permanecido inmóvil durante doscientos años – y tomando
recuerdos religiosos como un título concedido con completo desprecio (aún
es más, en una estudiada oposición directa) a los deseos de los
habitantes de esta tierra. Todo esto precedió en más de medio siglo a la
conversión del padre del sionismo al sionismo y al nacimiento oficial del
movimiento. El concepto de Palmerston tampoco fue un relámpago en el
cielo de la política imperial británica. Esta particular idea de erigir
un Estado de colonos judíos en Palestina para servir a los intereses británicos
y a una serie de pedantes morales la compartieron varios de los más
destacados primeros ministros, hombres de Estado, dirigentes militares y
aventureros imperialistas británicos. Entre ellos se incluían
Palmerston, Shaftesbury, Colonel Gawler, Disraeli, Rhodes y el coronel
C.H. Churchill, Lawrence Oliphant, Joseph Chamberlain, General Smuts,[4]
A.J. Balfour y W. Churchill, por nombrar unos pocos.
Muchos de estos patrocinadores del sionismo no eran filo-semitas, como a
veces se asume comúnmente. La postura pro-sionista de Balfour fue
iniciada por el argumento de Herzl ante la Comisión Real Británica sobre
la inmigración de los judíos a Gran Bretaña (1902) de que desviar a los
judíos hacia Palestina era la solución al problema británico. Lawrence
Oliphant proporciona un caso claro de contradicción entre las
pretensiones morales e idealistas de sionistas gentiles y su actual
motivación imperialista. Según el biógrafo de Lawrence, el hombre
"compartía mucho del anti-semitismo fácil de su época" [5].
Un ejemplo más reciente lo proporciona el presidente Richard Nixon que
proporcionó más armas y dinero a Israel que todos los anteriores
presidentes estadounidenses juntos y que, según reportajes de la prensa
sobre las cintas de la Casa Blanca, era muy capaz de hacer comentarios
irrisorios sobre los judíos en sus consejos privados.
Las semillas del imperialismo británico no brotaron inmediatamente y
tuvieron que esperar a las lluvias de unos intereses imperialistas más
amplios en la zona, la apertura del Canal de Suez en 1860 y la ocupación
británica de Chipre y Egipto en la década de los setenta y ochenta
respectivamente. Un impulso adicional fue la extensión del anti-semitismo
en el oeste de Europa y después en el este.
El crecimiento de la influencia occidental "hizo que las comunidades
judías occidentales desempeñaran un papel cada vez más importante en
Tierra Santa" [6]. Este papel se concibió dentro de los confines de
estos intereses bajo la protección de los privilegios (capitulaciones)
garantizados por el Sultán a las potencias occidentales. Fue financiado y
dirigido por ricos judíos occidentales estrechamente asociados a las
clases dirigentes en el oeste.
Las primeras organizaciones que promovieron el programa de colonización
propuesto fueron británicas y estaban inspiradas por la línea de
pensamiento de Palmerston-Shaftesbury: la Asociación Británica y
Extranjera para la Promoción del Restablecimiento de la Nación Judía en
Palestina, la Asociación para la Promoción de los Asentamientos Judíos
en Palestina, la Sociedad para la Promoción del Trabajo Agrícola Judío
en Tierra Santa. Se estableció la Crónica Judía y se convirtió en
"un importante vehículo para la popularización en círculos judíos
de la colonización de Palestina" [7]. En 1861 la Sociedad Hebrea de
Londres para la Colonización de Tierra Santa y la Alianza Francesa
establecieron la escuela agrícola de Mikveh Israel cerca de Jaffa,
obviamente con el objetivo del asentamiento a gran escala de judíos en
Palestina. Richard Stevens explicó este aumento de los intereses
franceses: "Tras la Guerra de Crimea en general hubo un renovado
interés por ampliar la influencia francesa por el Levante y varios
escritores politicos defendieron no sólo la protección de una provincia
de Líbano cristiana y autónoma, sino también una provincia autónoma de
Palestina" [8].
En aquel momento varios escritores británicos escribieron panfletos
promoviendo la idea de un asentamiento judío en Palestina. Las Melodías
hebreas de Byron, Daniel Deronda de George Eliot and Tanored de Disraeli
transmitieron un toque romántico y estimularon la aceptación pública de
la idea inspirada en los intereses británicos de un "retorno"
judío a Palestina.
Estas actitudes y esfuerzos occidentales proporcionaron los antecedentes
necesarios para la emergencia del sionismo. Como se ha indicado antes, dos
acontecimientos europeos en la segunda mitad del siglo XIX proporcionaron
las condiciones necesarias para el nacimiento de la idea sionista
concebida por el imperialismo y la implantaron en las mentes judías como
si fuera un hecho natural judío y motivado interiormente. El primero fue
el resultado directo e indirecto del crecimiento intelectual y político
del nacionalismo chauvinista europeo. No fue casual que el primero en
proponer la idea nacional judía como un credo moderno, Moses Hess,
titulara su libro Roma y Jerusalén (1862) haciendo referencia directa al
movimiento nacionalista en Italia y en el que abrazó los conceptos
racistas y las teorías racistas pseudo-científicas del siglo XIX. Hess
insistió en que los judíos debían evitar la asimilación reafirmar su
singularidad "reconstituyendo su centro nacional en Palestina".
Debido a sus intentos de lógica, Hess, como la mayoría de los pensadores
sionistas, traiciona las supersticiones intrínsecas y los rasgos mesiánicos
en que, a menudo, es sionismo no religioso cuando habla de la inminente
victoria de la idea judía presagiando así el "Sabbath de la
Historia". Lo que es de una importancia histórica primordial no es
el inmediato impacto de Roma y Jerusalén sino más bien el clima político
e intelectual que lo produjo. Para los fundadores intelectuales y políticos
del sionismo la realpolitik de los hombres de Estado europeos fue de
tremenda influencia, la de Bismarck una inspiración real.
El segundo acontecimiento europeo que empujó la idea del sionismo a un
lugar preponderante fueron los pogromos rusos en 1881. Estos pogromos
provocaron un éxodo masivo de judíos a Europa oriental y occidental, y
ocasionaron el colapso de los movimientos de asimilación del Haskalah. Su
lugar lo ocupó un nuevo movimiento, Hibbath Zion (el amor de Sion),
inspirado en el panfleto de Leo Pinsker, Auto-Emancipación (1882). Se
formaron sociedades en centros judíos para discutir la cuestión del
asentamiento en Palestina como una perspectiva inmediata y práctica, y el
restablecimiento del hebreo como una lengua viva. La primeras colonias judías
pertenecieron a una organización de estudiantes judíos rusos, conocida
como Bilu, que se formó en Kharkov con el propósito específico de
colonizar Palestina.
Herzl y el crecimiento del sionismo
A pesar del brote de organizaciones judías orientadas a la colonización,
no surgió un liderazgo central. El flujo continuo de inmigrantes judíos
a Europa occidental trajo el anti-semitismo e intensificó el interés de
destacados judíos occidentales por el destino de los judíos en Europa
del este. Una famosa familia judía, los archi-ricos Rothschild,
financiaron un intento de minimizar la inmigración judía desviándola a
Palestina; así se evitaron las nefastas consecuencias del anti-semitismo
y el judaísmo se alineó junto a los intereses expansivos imperialistas
en Oriente Próximo en la era post-Suez era [9]. Un joven judío vienés,
periodista de profesión, llamado Theodor Herzl iba a proporcionar el
liderazgo político y organizativo al nuevo movimiento.
El caso Dreyfus de 1894 fue lo que convirtió a Herzl de indiferente hacia
el judaísmo en un sionista activo. En 1896 su Der Judenstaat (El Estado
judío) suscitó el interés de los activista judíos de diferentes partes
de mundo occidental. El libro trataba la situación de los judíos y
argumentaba que sólo se podía solucionar la cuestión judía logrando la
categoría de Estado en una tierra que les perteneciera estrictamente.
Durante el año siguiente Herzl fue capaz de convocar el Primer Congreso
Sionista en Basle (agosto de 1897) y de crear la Organización Sionista
Mundial. Herzl fue elegido presidente y su programa cuidadosamente
trabajado estipulaba que el objetivo del sionismo era "una patria
segura legalmente, públicamente reconocida en Palestina" que se
consiguiera por medio de la organización, colonización y negociación
bajo el paraguas de las potencias imperialistas.
Sería difícil exagerar la importancia de las ideas de Herzl y el efecto
que tuvieron sus esfuerzos en el movimiento sionista. Como padre fundador,
dejó su impronta en todo el molde de este movimiento y se puede decir que
ha influenciado en éste más que ningún otro dirigente. Un lectura de
sus trabajos y el seguimiento de marco de pensamiento y de referencia de
acción, así como un análisis del Congreso de Basle son muy reveladores,
especialmente a la luz de sus meticulosos y cándidamente recogidos
Diarios [10]. Sus ideas, estrategias y métodos tuvieron un tremendo
impacto en el pensamiento y acción sionista, incluso hasta el punto de
convertirse en característicos del movimiento.
El sionismo de Herzl es un resultado de la cuestión judía y su visión
de su solución dentro del marco de la alianza con las potencias
imperialistas dominantes y según fue modelado por las ideologías de las
sociedades y movimientos nacionalistas-con-racismo europeos. Para Herzl
estas sociedades eran permanentemente incapaces de tolerar a los judíos
que estaban alienados por su diferencia e inconformismo, y esto era la
base tanto del anti-semitismo como de la falta de raíces de los judíos.
La solución posiblemente no podía ser reformar a estas sociedades por
medio de nociones como libertad e igualdad, ni la pérdida de la identidad
y diferencia judía, sino más bien la realización de la conformidad
sobre "una base nacional" y el alineamiento del propuesto Estado
nacional judío, que se iba a establecer sobre una tierra puramente judía
y con las potencias europeas, bajo cuyo paraguas y patronato era necesario
estar para llevar a cabo el Estado, así como también era necesario que
lo protegieran a partir de entonces a cambio de los servicios rendidos
contra terceras partes.
La relación entre las potencias europeas y el propuesto Estado de colonos
sionista se concibió sobre una base imperialista-colonial. A pesar de
este hecho subyacente, el colonialismo sionista tienen sus propios matices
que, a cambio, lo hacen más anómalo y extremo. El primero de estos
matices era que mientras los colonialistas europeos eran una extensión de
una realidad y de un Estado nacionales ya establecidos, los colonialistas
judíos soñaban con forjar una nación o una identidad nacional a través
del propio acto de colonización. A diferencia de otros movimientos en
busca de nación éste se basaba en la religión, ya que no compartían
una lengua ni tenían normas sociales y una experiencia histórica
continuada en común [11]. Para hacerlo más viable a la mentalidad
europea, el sionismo reivindicó así la unidad racial de los judíos añadiendo
pseudo-cientifismo al anacrónico concepto de construir una nación Estado
religioso. Otra característica fue que, al tiempo que intentaba por todos
los medios el entusiasta patrocinio de las potencias occidentales más
poderosas o con más intereses, el sionismo se basó hasta la médula en
el consenso de las potencias imperialistas y occidentales. Trató de
beneficiarse, y lo logró, de la competición imperialista interna en
contradicción con otros Estados de colonos. El último de estos matices
era uno de tipo ideológico, a saber, los sionistas trataban de expulsar a
los "nativos" como su estrategia básica para un Estado nacional
puramente judío.
Cualquier examen de los escritos y de las líneas maestras de la teoría y
acción sionista revelaría el impacto preponderante y dinámico del
pensamiento y modus operandi imperialistas, así como la influencia
racista dominante de la Europa del siglo XIX. Para ilustrarlo proponemos
establecer el punto de vista y métodos de Herzl en relación a los
conceptos y problemas básicos implicados en la alianza
imperialista-sionista con referencias ocasionales a sus sucesores para señalar
la coherencia y continuidad de la estrategia y las tácticas sionistas.
Hay que señalar lo influyentes y cruciales que fueron en relación al
Estado de colonos judíos en Palestina las propuestas y pensamientos de
Palmerston y, posteriormente, el clima de imperialismo británico y de
pensamiento racista europeo.
Punto de vista de Herzl
Los conceptos fundamentales que apuntalan el pensamiento de Herzl y el
punto de vista sionista están en su libro Der Judenstaaf.
"Suponiendo que Su Majestad el Sultán nos diera Palestina, nosotros
a cambio podríamos ocuparnos de regular todas las finanzas de Turquía.
Deberíamos formar ahí una porción de las murallas de Europa contra
Asia, un puesto avanzado de la civilización opuesto a la barbarie. Como
Estado neutral, deberíamos permanecer en contacto con toda Europa, la
cual tendría que garantizar nuestra existencia" [12]. El mismo tema
se repite, de manera bastante apropiada, en la ponencia de Herzl en el
Primer Congreso Sionista: "Cada vez es mayor el interés de las
naciones civilizadas y de la civilización en general en que se establezca
una estación cultural en el camino más corto a Asia. Palestina es esta
estación y nosotros, los judíos, somos los portadores de cultura que
estamos dispuestos a dar nuestras propiedades y nuestras vidas para
realizar esta creación"[13].
Veintiún años después, el más destacado sucesor de Herzl, Chaim
Weizmann, iba a explicar al estadista imperialista británico más
dispuesto a asociarse con el sionismo, Arthur James Balfour, el previsto
plan sionista: "una comunidad de cuatro a cinco millones de judíos
en Palestina ... desde donde los judíos podrán irradiar hacia el Cercano
Oriente.... Pero todo esto presupone el desarrollo libre y sin
restricciones del hogar nacional judío en Palestina y no meras
facilidades para la colonización"[14]. Este concepto no sólo se hacía
eco de la propuesta de Palmerston, sino que también respondía a las
nacientes necesidades occidentales en la zona tras la apertura del Canal
de Suez, la ocupación británica de Egipto y la Primera Guerra Mundial.
Lo esencial del pensamiento estratégico británico se formuló en un
memorandum hecho por el Estado mayor en el Departamento de Guerra:
"La creación en Palestina de un Estado Judío que sirva de
parachoques, aunque en sí mismo este Estado sea débil, es deseable
estratégicamente para Gran Bretaña"[15]
Estrategia básica
El programa Basle, formulado por el Primer Congreso Sionista, determinó
que "el objetivo del sionismo es crear un hogar en Palestina para el
pueblo judío garantizado por ley pública". Tanto la lectura de los
diarios de Herzl como el examen de la acción sionista posterior revelará
que el término "ley pública" se refiere al patrocinio de las
potencias imperialistas. Este patrocinio se consideraba necesario en más
de un sentido. Herzl buscaba una concesión colonial con un respaldo
imperialista público y explícito ya que esto tanto establecería su
propia credibilidad entre los judíos [16] como aseguraría viabilidad y
protección a la empresa. Previó que las potencias europeas respaldarían
el sionismo por uno de tres motivos principales: (1) el interés del
imperialismo; (2) librarlas de los judíos y del anti-semitismo (en el
caso de Europa, del oeste evitar la influencia de los inmigrantes judíos
de Europa del este), y (3) utilizar la influencia judía organizada para
combatir los movimientos revolucionarios y otros factores internos.
Herzl se dirigió primero al Kaiser alemán, "el hombre que entendería
mi plan"[17], no sólo por la influencia cultural alemana entre las
filas del sionismo, sino también porque Alemania se había propuesto
empujar su camino imperialista hacia el este: "La política alemana
ha adoptado una carrera hacia el este y en más de un sentido hay algo
simbólico en el viajes del Kaiser a Palestina. Por consiguiente, estoy más
convencido que nunca de que nuestro movimiento recibirá la ayuda de donde
he estado esperando pacientemente durante los últimos dos años. Ahora
está claro que el asentamiento de una ruta más corta hacia Asia por un
elemento nacional neutral (entre los europeos) también puede tener un
cierto valor para la política oriental de Alemania" [18].
En una carta dirigida al Kaiser Herzl explicó más tarde que el objetivo
sionista y su utilidad para la política oriental alemana era que los judíos
eran los únicos colonialista europeos dispuestos a asentarse en
Palestina, y deseosos de hacerlo, ya que la tierra era pobre, y que
Palestina tenía que ser colonizada porque ocupaba una posición estratégica.
Europa, añadía, "estaría más dispuesta a permitir el asentamiento
de los judíos. Quizá no tanto debido al derecho histórico garantizado
por el más sagrado libro de la humanidad sino debido a la inclinación,
presente en la mayoría de los sitios, de dejar marchar a los judíos"
[19].
Este último argumento fue su salvoconducto para acceder a M. de Pleuwhe,
el anti-semita ministro del Interior ruso que en 1903 aprobó la idea
sionista [20].
Era inevitable que Londres se convirtiera en el centro de gravedad [21].
Gran Bretaña era la potencia imperialista más interesada en el futuro de
Palestina ya que tenía posesiones en países vecinos, así como un interés
en la ruta terrestre a India. Allí Herzl contactó con el
archi-imperialista Secretario Colonial Joseph Chamberlain, por medio de
los buenos oficios de Lord Rothschild, a quien Herzl describió como
"la fuerza más eficaz que nuestro pueblo ha tenido desde su dispersión"
[22]. Durante la entrevista con Chamberlain en octubre de 1902, la voz de
Herzl tembló mientras le explicaba su propuesta de una asociación
anglo-sionista que implicara concesiones coloniales para los judíos en
Chipre, el Arish y la Península del Sinaí para servir como "un
punto de unión para el pueblo judío en las inmediaciones de
Palestina" [23] (Más adelante se hará referencia a la lógica
imperialista-colonialista utilizada por Herzl). Herzl explicó a
Chamberlain y a Lord Lansdowne, el secretario de Asuntos Exteriores, que
patrocinando el empeño sionista el Imperio Británico no sólo "será
mayor gracias a una colonia rica" sino también diez millones de judíos:
"Todos nosotros llevaremos a Inglaterra en nuestros corazones si por
medio de este hecho se convierte en la potencia protectora del pueblo judío.
De un solo golpe Inglaterra tendrá diez millones de sujetos secretos pero
activos en todos los ámbitos de la vida por todo el mundo. A una señal,
todos ellos se pondrán al servicio de la magnánima nación que les
proporciona la largo tiempo deseada ayuda.... Inglaterra tendrá diez
millones de agentes para su grandeza e influencia. Y los efectos de este
tipo de cosas se suelen expandir desde lo político hacia lo económico"
[24].
Aquí subyace el quid pro quo sionista: los judíos se ofrecen como
agentes al poder que asume ser el protector universal y ofrecen también
el Estado de colonos judío como un Estado cliente.
Los esfuerzos de Herzl en Inglaterra incluían solicitar el respaldo de
las principales figuras colonialistas. La principal de ellas era Cecil
Rhodes y en una carta dirigida a Rhodes Herzl explicaba que aunque el
proyecto no implicaba a África sino sólo un parte de Asia menor,
"pero si hubiera estado en su camino, usted mismo ya lo habría
hecho" [25]. El dirigente sionista le preguntó retóricamente que
por qué Herzl se había dirigido a él, la respuesta fue "porque es
algo colonial" [26]. Lo que Herzl buscaba era un certificado de
Rhodes de la viabilidad y conveniencia colonial. "Yo, Rhodes, he
examinado este plan y lo encuentro correcto y practicable" y muy
bueno para Inglaterra, para Gran Bretaña. Es más, para Rhodes y su
asociación había beneficios si se unían a él.
Rhodes murió antes de que Herzl consiguiera lo que quería de él. Quince
años después el sucesor de Herzl, Weizmann, obtuvo del imperialismo británico
lo que posiblemente Herzl no pudo haber obtenido de sus simpatizantes británicos,
a saber, la protección del patrocinio imperialista para un hogar nacional
judío en la forma de la Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917.
De otros poderes siguieron avales internaciones (ley pública) y la
Declaración fue incorporada al Mandato Palestino en contra de los deseos
del pueblo árabe palestino que constituía la aplastante mayoría de la
población de Palestina [27].
Más adelante los sionistas obtuvieron la patrocinio estadounidense para
la categoría de Estado refrendada por la "ley pública" en la
forma del Plan de Partición de Palestina (1947) seguida de la Declaración
Tripartita (1950), en la que las principales potencias imperialistas
(Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) garantizaban el dilatado Estado
sionista. La resolución de Naciones Unidas de noviembre de 1975 referente
al sionismo como forma de racismo es el inicio de la rectificación de
esta situación anómala.
Tácticas básicas
El
sionismo buscaba el auto-cumplimiento por medio de la movilización de los
judíos, de negociaciones con las potencias imperialistas y de la
colonización. La primordial fuerza de movilización a favor del sionismo
fue el anti-semitismo, que, como hemos visto, atrajo a políticos gentiles
hacia el redil sionista. Herzl explicó: "No se necesitará un gran
esfuerzo para estimular el movimiento de inmigración. Los anti-semitas ya
se están ocupando de eso por nosotros" [28]. Es más, un destacado
sionista "espiritual" - Ahad Ha'am – describió el sionismo de
Herzl como "el producto del anti-semitismo y es dependiente del
anti-semitismo para existir" [29]. El gran duque de Baden dijo a
Herzl que "la gente considera el sionismo como una especie de
anti-semitismo" [30] y Herzl informó de ello sin presentar objeción.
Siempre que el anti-semitismo era débil o inexistente, el movimiento
sionista trataba de provocar el "sentimiento nacional judío"
por medio de la incitación y de la propaganda, u organizando actos
violentos anti-judíos por medio de agentes especiales, como ocurrió en
Iraq después de 1948.
Otro medio de movilizar a la opinión pública judía era apelar a los
complejos judíos por medio de ciertas nociones judías, el más destacado
de los cuales era el de "pueblo elegido". En el clima racista de
la Europa del siglo XIX esto se transformaba para que pareciera como la
noción de la "carga del hombre blanco" y vinculado al concepto
de "tierra prometida" y a la promesa de "retorno", a
pesar del hecho de los dirigentes sionistas fueran o bien no religiosos o
completos agnósticos. Moses Hess mantenía: "cada judío es un Mesías
en ciernes, cada judía una Mater Dolorosa". Ahad Ha'am afirmó:
"nos sentimos los aristócratas de la historia". Herzl declaro:
"nuestra raza es más eficaz en cada cosa que la mayoría de los demás
pueblos de la tierra" [31]. En 1957 Ben Gurion afirmó la misma ides:
"Creo en nuestra superioridad moral e intelectual para servir como
modelo de redención para la raza humana" [32].
La segunda táctica - las negociaciones con los imperialistas –
implicaba insistir en los intereses comunes contra terceras partes sobre
la base de la asociación, el uso del engaño y el chanchullo. Durante sus
negociaciones con Chamberlain sobre la colonización judía de Chipre,
Herzl traicionó su punto de vista y su método colonialista: "Una
vez que establezcamos la Compañía Judía Oriental, con un capital de
cinco millones de libras, para colonizar el Sinaí y El Arish, los
chipriotas empezaran a querer también esa lluvia dorada en su isla. Los
musulmanes se irán, los griegos venderán encantados sus tierras a un
buen precio y emigrarán a Atenas o Creta" [33].
La táctica de colonización era un rasgo aún más elocuente de la
naturaleza del sionismo ya que explica su naturaleza colonial, su
dependencia del imperialismo y sus actitudes racistas respecto a los
nativos árabes así como su deliberado papel reaccionario en la zona. Los
nombres y propósitos de los primeros instrumentos de creación de una
nación y colonización hablan de la naturaleza del movimiento sionista:
el Trust Colonial Judío (1898), la "comisión de colonización"
(1898), la Compañía Palestina de Desarrollo de la Tierra. Desde el
principio los colonialistas sionistas trataron de adquirir tierras en
localizaciones estratégicas, de expulsar a los campesinos árabes y de
boicotear el trabajo árabe; todo ello estrechamente relacionado con la
esencia del sionismo, la creación de una nación judía sobre tierras
"puramente" judías, tan judía como Inglaterra era inglesa, por
usar su famosa expresión [34]. La misma noción estaba claramente implícita
en el concepto de Palmerston de un Estado colonial judío barrera.
Estos aspectos del sionismo se hicieron más pronunciados mientras se
desarrollaba la invasión colonial sionista. También aquí estas
tradiciones sionistas debieron sus orígenes a Herzl y a su mente dominada
por el colonialismo-racismo: "La expropiación voluntaria se llevará
a cabo por medio de nuestros agentes secretos... entonces venderemos sólo
a judíos y todo el negocio inmobiliario se tratará sólo entre judíos"
[35].
¿Qué pasa con el destino de los nativos? "Trataremos de hacer
desaparecer a la población que no tiene un céntimo a través de las
fronteras procurándoles empleo en los países de tránsito, al tiempo que
se les niega el empleo en nuestro propio país.... Los dueños de
propiedades vendrán de nuestra parte. Tanto el proceso de expropiación
como la expulsión de los pobres se deben llevar a cabo discreta y
cautamente" [36].
Pero antes de hacerlos desaparecer, Herzl tenía un trabajo para ellos:
"Si nos mudamos a una zona en la que hay animales salvajes a los que
los judíos no estamos acostumbrados – grandes serpientes, etc.... -
usaré a los nativos, antes de darles empleo en los países de tránsito,
para exterminar a los animales"[37]. Cuando más tarde descubrió que
las colonias sionistas necesitaban operaciones de drenaje a gran escala,
decidió utilizar a los árabes; unas fiebres habían atacado a los
trabajadores y no quería exponer a los sionistas a estos peligros [38].
Pero, ¿qué ocurría si los árabes se negaban a que los hicieran
desaparecer del país que ellos consideraban naturalmente el suyo?
Posiblemente Herzl no podía haber ignorado lo que todas las empresas
coloniales y colonialistas poseen como condición previa para su empresa:
"Fuera de este proletariado de intelectuales formaré el personal
general y los cuadros del ejército que se necesitan para buscar,
descubrir y conquistar la tierra"[39]. Este proyectado ejército
incluiría "una décima parte de la población masculina; menos no
bastaría internamente"[40]. Es más, la vida en su propuesto Estado
sionista tendría que ser paramilitar: "Organizar cuanto sea posible
los batallones de trabajo junto con las filas militares "[41].
Nadie puede acusar a Herzl de no llevar a cabo las conclusiones lógicas
de este plan: expulsar a los nativos sería una tarea formidable y la insólita
ración de una décima parte de la población masculina para propósitos
internos era lo indicado. El trabajo reglamentado es el corolario para un
Estado-guarnición, la ciudadela avanzada de la "civilización"
occidental en lo que Herzl consideraba los "mugrientos rincones"
[42] de Oriente.
El uso de la fuerza es lo que las bayonetas imperialistas británicas
tuvieron que hacer en Palestina para hacer respetar el hogar nacional judío
sionista tras el nefasto matrimonio anglo-sionista declarado el 2 de
noviembre de 1917. Weizmann no perdió tiempo al enfrentar a los británicos
con los hechos de la vida imperialista en Palestina tan pronto como en
1919: "¿Aplicarán los británicos la auto-determinación en
Palestina, que está a cinco horas de Egipto, o no? Si no, tendrá que ser
por la fuerza ... Sí o no: equivale a eso" [43]. En este punto, como
en otras muchas cuestiones, Weizmann se encontró a sí mismo en la misma
tribuna que los principales politicos imperialistas [44].
Expansionismo sionista
Los anales de la historia sionista están repletos de dirigentes sionistas
que superan a otros dirigentes sionistas en la importancia del poder
militar y el papel de la acción militar y del terror en la construcción
y salvaguarda del Estado sionista: Joseph Trumpeldor, Vladimir Jabotinsky,
Menahem Begin, Ben Gurion y todos los generales transformados en políticos.
En algunos de sus escritos y revelaciones los dioses de la máquina de
guerra terrorista afirman que la violencia y la coacción son la columna
vertebral del plan para hacer cumplir el programa sionista, además de su
adulación por el poder en reacción a la debilidad judía en la historia
europea. Esto era así necesariamente porque los sionistas habían
invadido el país, expulsado a la mayoría de su población y conseguido
esto por medio del uso de la fuerza y del terrorismo [45] y seguían
llevando a cabo sus esquemas expansionistas por medio de guerras y ocupación
militar. El Estado- guarnición tenía que expander el dominio de la
ciudadela como un mecanismo interno (económico, política y psicológico)
así como intimidar a los árabes a beneficio de los planes imperialistas
en la zona.
El expansionismo no era ajeno a Herzl, un admirador tanto del
expansionismo alemán como del imperialismo británico: "Pedimos lo
que necesitamos – cuantos más inmigrantes, más tierra"[46].
La historia de la expansión sionista es una larga historia [47], basta
con leer la declaración que reproducimos a continuación a la luz del
objetivo sionistas de la reunión de todos los judíos del mundo y
recordar las palabras de los principales dirigentes de Israel en 1956 y
1967 que en esencia reflejan otro de los lemas de Herzl: "Área:
desde el nacimiento del Nilo al Eúfrates"[48].
Estas actitudes forman parte del sionismo. Jay Gonen, un académico israelí,
escribe sobre "el problema árabe": "Desde los mismos
inicios del empeño sionista la mayoría de los sionistas hicieron gala de
un punto débil en su visión de los árabes, un punto débil que era una
falta total de visión y que más tarde se convirtió en una visión
distorsionada"[49]. Insultaban a los árabes con insultos racistas y
estaban convencidos de que "sólo entendían el lenguaje de la
fuerza, una visón sesgada que persistió durante muchos años y que se
hizo especialmente pronunciada después del Holocausto" [50]. Además,
los israelíes estaban convencidos de que "la fuerza física es la única
realidad política tangible que tiene peso y es significativa en los
asuntos de las naciones... la actual visión política israelí está
mayoritariamente conceptualizada en términos de tanques,
bombarderos" [51].
No es accidental la preponderancia del complejo de Massada o fortaleza
israelí. Tampoco lo era la absurda retórica de Golda Meir cuando el 15
de junio preguntó 1969 con seguridad "Los palestinos... ¿dónde están?
No existe esa cosa" [52]. El informe Koenig [53] es meramente la
manifestación más reciente, en modo alguno la más extrema, de las
actitudes sionistas respecto a los árabes de Palestina.
Sin embargo, sería tanto erróneo como peligroso pensar que las actitudes
racistas-colonialistas sionistas respecto a los árabes palestinos están
divorciadas del más amplio contexto de la actitud imperialista-sionista
respecto a la unidad árabe y al futuro árabe en su conjunto. En varias
ocasiones Herzl trató de presentar el sionismo como el punto de encuentro
entre el cristianismo y el judaísmo en su postura común contra el islam
y la "barbarie" de Oriente. Una lectura concienzuda de Herzl
revela que tanto para él como para otros imperialistas el término
"islam" se refiere a los árabes y no a otros pueblos islámicos.
Esto se hizo más evidente cuanta los sionistas se aliaron con la Revolución
Otomana en 1908 "en su batalla común contra el incipiente movimiento
nacional árabe e independencia árabe" [54]. En 1919 en una reunión
secreta a la que asistieron Weizmann y varios oficiales británicos de
alto rango se discutió el tema de manera muy franca. Ormsby-Gore, que más
tarde se convirtió en el secretario colonial y, por consiguiente, en el
gobernante real de Palestina, estaba a favor de animar a los
no-musulmanes, europeos y judíos a desarrollar y estabilizar el Oriente
Cercano con vistas al hecho de que el Islam era el peligro principal.
Desde entonces la Organización Sionista proporcionó el elemento humano
necesario para ocuparse del puesto avanzado palestino en la lucha de
Europa contra el Islam: "Es del interés de Inglaterra ayudar a la
Organización Sionista y a cualquier otra organización que pueda cooperar
con ellos en el desarrollo práctico de la colonización en
Palestina" [55].
La idea de la balcanización se implementó en la división de la nación
árabe de después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el sionismo
continuó trabajando para la creación de Estados sectarios más pequeños,
esta vez en cooperación con los imperialistas franceses. Durante los años
treinta [del siglo XX] tuvo lugar un acercamiento de los sionistas a los
dirigentes maronitas pro-franceses. En 1941, mientras los sionistas
empezaban a presionar para que se declarara su Estado, un asociado de Ben
Gurion, Berl Katznelson, afirmó: "Debemos decir a los pueblos árabes:
en nosotros, judíos, ustedes ven un obstáculo en su camino hacia la
independencia y la unificación. Nosotros no lo negamos" [56].
Después de 1948 el Estado sionista trabajó en la creación de una
"nacionalidad drusa" por medio de la legislación estatal y de
la segregación de otros sectores de la población árabe en Palestina. En
1965 el más destacado portavoz sionista, el entonces ministro de Asuntos
Exteriores Abba Eban escribió un importante artículo en Foreign Affairs,
que presentaba una correcta y edulcorada versión del pensamiento y
estrategia sionista. Eban reiteró la oposición sionista a la unidad árabe
afirmando que la zona es un mosaico y que, por consiguiente, el Estado judío
es una parte natural del escenario. Más recientemente los sionistas han
estado muy activos en la guerra civil libanesa. Su apoyo a los
aislacionistas maronitas ya no es un secreto.
Desde el punto de vista imperialista la oposición sionista a la unidad árabe
es la razón de ser de Israel; desde el punto de vista sionista es un sine
qua non. Visto en el más amplio contexto imperialista, Israel es
esencialmente una herramienta, una apuesta, contra la liberación, la
unidad y el progreso árabes. Históricamente el sionismo buscó aliar judíos
y gentiles imperialistas contra y a expensas de los árabes. Buscaban
causar el conformismo judío adoptando las mismas nociones reaccionarias
que agravaron la situación judía en Europa. El sionismo acepto y emuló
(en otros lugares) las nociones de los enemigos europeos de los judíos:
nacionalismo chauvinista, anti-semitismo y gobiernos reaccionarios. Con la
ayuda del occidente imperialista recrearon el ghetto en oriente en la
forma de una nación-estado agresiva ajena y reencarnaron el papel
tradicional de ser un agente del señor feudal convirtiéndose en el
agente de la potencia imperialista dominante, sólo que esta vez, para
variar, pudieron desempeñar el papel de opresor. Ésta es la razón por
la que el sionismo consideraba el anti-semitismo como unos de sus mejores
amigos porque constituyen dos caras de la misma moneda: el sionismo
representa un movimiento escapista reaccionario, un veredicto negativo
sobre las sociedades humanas y su incapacidad para tolerar al judío
meramente porque es diferente.
En tanto que Israel es una regresión de la idea de la religión como base
para una nación-Estado, es un anacronismo. En tanto que es una invasión
de la tierra árabe aliada con occidente, es otra cruzada condenada al
fracaso. En tanto que es un Estado racista-colonial, es un enemigo del espíritu
de la época de la liberación y de la igualdad. Así, los pueblos del
Tercer Mundo han empezado a moverse en la dirección de negar al sionismo
la legitimidad internacional de la que injustamente disfruta desde la
declaración de su Estado. En tanto que está naturalmente aliado a las
potencias imperialistas en su lucha contra los derechos de los árabes y
el futuro árabe, se derrumbará con el fracaso del imperialismo en la
tierra árabe como fue derrotado en otros lugares.
El veredicto de la historia es claro: en este siglo no hay lugar para el
racismo, el sionismo y el imperialismo. Los pueblos del Tercer Mundo
reivindicarán sus derechos y se liberarán, y con ello liberarán a todas
las sociedades del peso de la desigualdad y de la opresión.
Notas:
1 - Albert Hourani, "Ottoman Reform and the Politics of
Notables", en Beginning of Modernisation in the Middle East: The
Nineteenth Century, ed. William Polk and Richard Chambers (Chicago, 1968),
pp. 41-68.
2
- Albert Hyamson, The British Consulate in Jerusalem in Relation to the
Jews of Palestine, 1838-1914 (londres, 193941) pt.l, p. xxxiv.
3
- Viscount Palmerston a Viscount Ponsonby, 2 de agosto de1840, P.O. 78/390
(No 134), Public Record Office.
4
– Véase el excelente estudio de Richard Stevens, Weizmann y Smuts
(Beirut, 1976).
5
- Véase Philip Henderson, The Life of Lawrence Oliphant, Traveller,
Diplomat, and Mystic (Londres, 1956).
6
- Ben Halpern, The Idea of a Jewish State (Cambridge Mass., 1961), p. 107.
7
- A. Taylor, The Zionist Mind, (Beirut, 1974).
8
- Richard Stevens, Zionism and Palestine Before the Mandate (Beirut,
1972), p. 6.
9
– Los propios Rothschild estuvieron muy implicados en el Canal de Suez.
Fue Disraeli, con dinero de los Rothschild, quien adquirió la parte británica
de la compañía de Suez que más tarde provocó la invasión británica
de Egipto.
10
- Raphael Patai, ed. y Harry Zohn, trans., Diaries of Theodor Herzl (New
York and London, 1960).
11
– Para una completa discusión sobre el tema, véase Godfrey Jansen,
Zionism, Israel and Asian Nationalism (Beirut, 1971), pp. 12-79.
12.
Patai, ed., Diaries p. 213.
13
– Citado en Jansen, Zionism, p. 83.
14
- "Note on the Interview with Mr. Balfour", 4 de diciembre de
1918, P.O. 371/ 3385, PRO.
15
- "The Strategic Importance of Syria to the British Empire",
General Staff, War Office, 9 de diciembre de 1918, P.O. 371/4178
begin_of_the_skype_highlighting 371/4178 end_of_the_skype_highlighting,
PRO.
16
- Patai, ed., Diaries, pp. 223, 240-41 and 445.
17
- Ibid., p. 187.
18
- Ibid., pp. 63940.
19
- Ibid., p. 642.
20
– Ibid., p. 1535.
21
- Ibid., p. 276.
22
- Ibid., p. 1302.
23
- Ibid., p. 1362.
24
- Ibid., pp. 1365-66.
25
- Ibid.,p. 1194.
26
- Ibid.,
27
– Para una historia detallada de la resistencia árabe palestina al
sionismo y al imperialismo, véase Abdul Wahhab Kayyali, Tarikh Falastin
al-Hadith [Modern History of Palestine] (Beirut, 1970).
28
- Patai, ed., Diaries, p. 152.
29
- A. Hertzberg, The Zionist Idea (New York, 1959), p. 24.
30
- Patai, ed., Diaries, p. 657.
31
– Citado en Junsen, Zionism, pp. 33-34.
32
- Véase Patai, ed., Diaries, pp. 70, 322, 568 etc.
33
- Ibid., p. 1362.
34
- Véase Kayyali, Tarikh Falastin.
35
- Patai, ed., Diaries, p. 89.
36
- Ibid., p. 88.
37
– Ibid., p. 89.
38
- Ibid., p. 740-741.
39
- Ibid., p. 28.
40
– Ibid., p.38.
41
- Ibid., p.64.
42
- Ibid., p. 1449.
43
– 10 de mayo de 1919, Central Zionist Archives, Z/16009.
44
- Véase Balfour al primer ministro, 19 de febrero de 1919, P.O. 71/4179
begin_of_the_skype_highlighting 371/4179end_of_the_skype_highlighting.
45 – Para un informe detallado del terrorismo sionista, véase Who Are
the Terrorists, (Beirut, 1974).
46 - Patai, ed., Diaries, p. 701.
47
- Para un informe detallado, véase al-Matame al Sahhiyoniyyah
al-Tawsuuyyah [Zionist Expansionism] (Beirut, 1966).
48
- Patai, ed., Diaries, p. 711.
49
- Jay Gonen, A Psychohistory of Zionism (New York, 1975), p. 182.
50
- Ibid., p. 180.
51
- Ibid., p 181.
52
– Previamente la propaganda sionista había hecho circular el
completamente falso lema de "Una tierra sin hombres para unos hombres
sin tierra" en referencia a Palestina y los judíos.
53
- Al Hamishmar, 7 de septiembre de 1976.
54
- Véase Kayyali, Tarikh Falastin, cap. 2.
55
– 10 de mayo de 1919, C.Z.A. Z/16009.
56
- Gonen, Psychohistory, p. 186.
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