MALVINAS, IRAK Y GEORGIA: ANALOGÍAS HISTÓRICAS por Marcos Ghio - Centro de Estudios Evolianos
Siempre recuerdo que, en una cena que compartiéramos, el Gral. Galtieri me comentó ante varios testigos presenciales que en realidad no había sido el embajador norteamericano el que le diera la luz verde para invadir las Malvinas, sino el mismo presidente Reagan quien le había enviado un telegrama de apoyo. Esto mismo fue lo que le sucedió tiempo después a Saddam Hussein en Irak cuando, del mismo modo que con Galtieri, se comentó que su embajadora norteamericana también le dijo que Bush lo autorizaba para invadir Kuwait. Y hoy el presidente georgiano Saakashvili se lamenta de haber sido dejado solo luego de haber ‘invadido’ con sus tropas su provincia independentista de Osetia del Sur y no haber recibido la prevista ayuda norteamericana cuando los rusos en represalia le ocuparon la totalidad de su país. En los casos aludidos hubo otras varias semejanzas. Antes de realizar sus empresas militares, Galtieri intentó ganarse la simpatía norteamericana enviando soldados a Nicaragua para combatir contra el sandinismo del lado norteamericano; Saddam Hussein llevó adelante una guerra de ocho años contra Irán, en aquel entonces el principal enemigo de los EEUU. Más tarde ambos supusieron que iban a obtener una adecuada retribución cuando por igual pretendieron ocupar un territorio que consideraban propio, las Malvinas en el caso de Galtieri y el emirato de Kuwait en el de Saddam. Y las dos veces, a pesar de las promesas efectuadas en contrario, los dos fueron repelidos con violencia y tuvieron que irse del poder, aunque los tiempos hayan sido diferentes. En el caso de Galtieri su salida fue inmediata tras la derrota militar, por un golpe de Estado efectuado por el sector democrático de las Fuerzas Armadas, el que luego le entregaría el poder a los políticos. En el de Saddam el proceso fue más lento pues se apeló primero a una sublevación de sus compatriotas chiítas, la que fracasó, hasta llegarse finalmente, unos diez años más tarde, a la invasión directa por parte de los mismos EEUU. Y las razones por las cuales ambos gobernantes fueron eliminados fueron también similares. En Sudamérica no se iba a permitir que surgiera una potencia hegemónica con eventuales principios contrarios a los de la democracia del Norte. Por ello a la Argentina primero se le impidió expandirse a costa de Chile en las islas del Beagle y luego a costa de Inglaterra en las Malvinas. Lo mismo sucedió con Irak en el caso de Kuwait. En las dos circunstancias lo conveniente era que en esos espacios geográficos se constituyeran confederaciones de republiquetas intrascendentes y ‘competitivas’, tal como hoy puede ser el Mercosur de Chávez y de Lula en nuestro continente, pero nunca naciones poderosas que pudiesen enarbolar principios antagónicos a los de los norteamericanos o que pusiesen en peligro la estabilidad de Israel en el Medio Oriente. Y en los dos casos se aportaron argumentos similares para rechazar las ocupaciones. Sea en las islas del Beagle como en Malvinas se hizo primar muy democráticamente el principio de la voluntad de los habitantes por sobre los derechos históricos y geográficos (1) que se pudiesen alegar, lo mismo sucedió en Kuwait, un enclave petrolero y separatista proveedor de tal materia prima al primer mundo. Pero el caso de Georgia ha sido todavía más paradojal que los antes aludidos por las circunstancias especiales que está viviendo el mundo. Saakashvili, lo mismo que sus finados antecesores Galtieri y Saddam, trató de hacerse muy amigo y hasta servil de los norteamericanos a fin de ser retribuido. Envió tropas a Irak convirtiéndose en el tercer país extranjero en cuanto al número de contingentes y en la ONU apoyó todas las mociones de los norteamericanos. Luego, suponiendo que iba a ser respaldado en sus pretensiones, procedió a ocupar una de las provincias de su país que había declarado unilateralmente su independencia con el aval de los rusos. Supuso el líder georgiano, de acuerdo a lo que manifiestan actualmente en unanimidad todos los ‘geopolíticos’ que tanto abundan, que Bush es el jefe de la única potencia que existe hoy en día en el planeta y que ante su voluntad, que descartaba favorable a sus proyectos y en actitud retributiva ante sus incesantes colaboraciones, lo iba a apoyar en sus pretensiones y que el líder ruso Putin en el mismo momento en que se encontrara en Pekín inaugurando las Olimpíadas en compañía de su par Bush no se iba a animar a un ataque de represalia. Tal es así que cuando invadió Osetia no se preocupó ni siquiera por destruir el túnel que comunicaba a dicho país con Rusia debido a la seguridad que le daba la alianza con los EEUU. Pero, tal como hiciera notar nuestro colaborador Walter Preziosi, Saakashvili en una nueva manifestación de ingenuidad parecida a la de nuestro Galtieri, ignoraba los acuerdos de Sochi efectuados este mismo año entre los dos líderes en cuestión. A pesar de ser Rusia la ‘gran enemiga’ de los EEUU, tal como nos hacen creer en unanimidad los servicios de inteligencia de ambas naciones y en coro lo repiten políticos caricaturescos como Chávez y Fidel Castro, por otra parte grandes ‘aliados’ del primero, los dos concuerdan en algo fundamental, la lucha en contra de un enemigo común que es el fundamentalismo islámico al que se califica como la nueva versión el fascismo en esta época, repitiendo así la gran alianza que ambas naciones efectuaran durante la Segunda Gran Guerra. Y ello se ha expresado en cuestiones muy concretas: 1) Putin prestó sus bases militares para bombardear al movimiento talibán en Afganistán, luego ha brindado armas a aliados de los norteamericanos en la actual guerra en tal país, no habiendo descartado nunca enviar contingentes militares en caso de que la situación se haga muy crítica. 2) En segundo lugar, no opuso resistencia más que verbal a la invasión a Irak y junto con China se ha manifestado dispuesto a ponerle freno a las pretensiones de Irán de construir la bomba atómica. 3) En la actualidad vive en el propio territorio el problema del fundamentalismo islámico con el recientemente creado Emirato del Cáucaso que comprende, además de la república de Chechenia, tradicionalmente en rebelión, también las de Ingushetia y Daguestán entre otras. Muy probablemente para fortalecer su posición en tal región haya convenido con los norteamericanos una acción invasora en Georgia. Su meta principal era, del mismo modo que en los casos de Galtieri y Saddam, lograr la caída del gobierno de Saakashvili y sustituirlo por uno subordinado a sus intereses a fin de poder organizar mejor su guerra contra el fundamentalismo eliminando un foco de discrepancia interna. Pero el nuevo presidente ruso Medvedev, que no es Putin y carece aun de la habilidad necesaria para manejar dichas situaciones, cometió el grave error de manifestar, luego de su exitosa contra-invasión de represalia, que su meta era el derrocamiento de ese gobierno, creyendo que, como el mismo no era lo suficientemente popular, iba a lograr de este modo impulsar así un movimiento opositor. Ello hubiera sido lo mismo que si M. Thatcher hubiera dicho que el objetivo de su guerra era el derrocamiento del gobierno militar, lo cual bien sabemos que era así, pero el haberlo dicho hubiera perjudicado su causa. Estas declaraciones del premier ruso hicieron en modo tal que Saakashvili capitalizara para sí el rechazo que el pueblo georgiano tiene hacia Rusia y de este modo se encuadrara detrás de su jefe de Estado y salvándose así por el momento del destino que le correspondió a su par argentino. Esperemos que después de esto el gobernante georgiano haya aprendido la lección. Pudo comprobar que EEUU dejó hacer a los rusos y protestó solamente cuando éstos estaban a punto de tomar la capital ya que aparentemente no era lo convenido y no pudo hacer a menos que lamentarlo públicamente. Pudo también escuchar a Gates diciendo que su país no iba a intervenir militarmente en ningún caso. Es decir: manos libres a su aliado íntimo. Por último pudo escuchar un “sano consejo” por parte de la Europa democrática a través del novio de la modelo top Carla Bruni, y a cargo también de presidencia de la Unión Europea, cuando lo fue a visitar para instarlo a firmar un plan de paz en el que se aceptaba todo lo que solicitaban los rusos. “No tienes elección Misha, fueron sus palabras textuales, sé realista, cuando los rusos lleguen aquí para destituirte, ninguno de tus amigos vendrá aquí para salvarte” (2). Es que además Europa depende del petróleo ruso.
(1) Quizás no se recuerde lo suficiente que el argumento fundamental por el cual el mediador británico fallara a favor de Chile en el conflicto por el Beagle fue que cuando visitó las islas en cuestión comprobó que en una de ellas se encontraban viviendo 30 chilenos. Un argumento parecido al que sostiene Inglaterra en el caso de Malvinas. (2) Bernard-Henri Levy, Georgia la nueva Chechenia, en Corriere della Sera 20/08/08.
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