ACERCA DEL "ANTISEMITISMO"

Informe de Adrian Salbuchi

 

Contenido

A modo de introducción

 

La acción psicológica

 

Confusionismo

 

“Antisemitismo”

 

Los judíos, ¿son semitas?

 

Combatiendo al “antisemitismo”

 

¿Qué es entonces el “antisemitismo”?

 

El Estado de Israel 

 

El “holocausto”

 

Conclusiones

 

Bibliografía

 

 

 

La discriminación por motivos de raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión pública, posición económica, condición social o caracteres físicos, es un flagelo que debe ser combatido por toda la Sociedad y con todos los elementos a su alcance.  Que en una nación civilizada hombres y mujeres se vean segregados, agredidos o acosados por tales motivos es, sencillamente, inaceptable. 

Claramente, la mejor manera de combatir la discriminación en todas sus formas es con más educación y mayor concientización entre la opinión pública para que pueda mantenerse siempre alerta no solo ante manifestaciones flagrantes y burdas de discriminación, sino también ante casos más sutiles y, por ello, más corrosivos. Éstos últimos suelen basarse en falacias y distorsiones expresadas con gran hipocresía, a menudo encubriendo y soslayando los objetivos e intereses que persiguen determinados grupos y organizaciones.

Cabe señalar también que si en toda comunidad es importante que ninguna minoría sea discriminada por la mayoría, no menos vital resulta que esa mayoría no caiga victima de la discriminación y agresión perpetrada por alguna minoría poderosa.

Esto es particularmente relevante para la Argentina, país que ha conocido tristes episodios en que minorías antidemocráticas perpetraron vasta discriminación contra todo el pueblo argentino, como ocurrió entre 1976 y 1983 cuando un compacto régimen cívico-militar usurpó el poder.

Dentro de este marco, el presente ensayo aborda uno de los fenómenos más complejos, confusos y distorsionados sobre el que mucho se declama pero poco se entiende: el así-llamado “antisemitismo”. 

 

A modo de introducción

Los avances tecnológicos aplicados a las comunicaciones y a los medios de difusión, han hecho que éstos cobren un poder sin precedentes en la historia humana. 

El efecto conjunto y la retroalimentación mutua de los medios de difusión masiva – prensa gráfica, radio, televisión, Internet y otros – hoy permite formar, influir, y también deformar, la percepción colectiva de la realidad en todos los ámbitos de la vida.  Esto lo podemos comprobar en los campos de la política, la economía, las finanzas, la sociología, la cultura y la religión, dónde se observa un amplio y creciente trastrocamiento de fundamentales valores éticos y morales, como así también en los usos, buenas costumbres e idiosincrasia de los pueblos del mundo. 

Como todo proceso de acción psicológica – pues de ello se trata – su implementación y dinámica han sido graduales, a fin de lograr creciente acostumbramiento en la comunidad, teniendo objetivos a largo plazo que abarcan generaciones enteras.  Visto en su conjunto, el pasado siglo XX da elocuente testimonio de lo indicado, cuando observamos los profundos cambios experimentados a lo largo del mismo.

La Argentina no es ajena al fenómeno descripto.  Todo lo contrario, nuestro país pareciera estar entre las naciones elegidas como una suerte de laboratorio de experimentación tendiente a gradualmente modificar, distorsionar e incluso invertir sus valores éticos y morales, creencias religiosas, y alineamientos ideológicos.  En fin, se están desarticulando los ejes del imaginario colectivo sobre los que se sustenta aquello que se ha dado en llamar la “argentinidad”; o sea, el conjunto de ideas, estilos, símbolos y mitos que nos identifican como Nación y como comunidad organizada en el más amplio sentido del concepto.

Cabe señalar que aunque los multimedios son la cara visible que conduce este fenómeno de acción psicológica, sin embargo la fuerza motriz no inmediatamente visible que lo sostiene y financia, suele hallarse entre entidades e individuos quienes invariablemente tienen objetivos e intereses muy concretos.  A lo largo de más de treinta años, en la argentina uno de esos objetivos – logrado por cierto – ha sido el de debilitar, desarticular y erosionar al Estado Nacional en sus funciones vitales e indelegables.  En el plano de lo que podríamos denominar “el alma de nuestra Nación”, esas funciones del Estado debieran centrarse en su obligación de representar y defender los auténticos valores culturales, éticos, morales, religiosos, sociales y políticos que desde hace casi cinco siglos nutren las comunidades asentadas en estas tierras.

Destacamos que muchos aspectos de la acción psicológica colectiva promovida desde los medios de difusión – que a menudo cobra características de terrorismo intelectual reminiscente de las más crudas épocas de estalinismo soviético – conforma una suerte de sorda guerra psicológica librada contra la salud mental de los ciudadanos, ergo, contra la psicología colectiva de nuestro pueblo.  Algunos la han dado en llamar “guerra discreta con armas silenciosas”

Como decimos, este fenómeno no es casual ni espontáneo.  Obedece a claros objetivos e intereses, las más de las veces no explicitados, por cuanto quiénes los promueven bien saben que si hablaran llanamente, quedaría desenmascarado el hecho de que sus metas tienden a debilitar la fibra espiritual de nuestra comunidad, desmoralizar a amplios sectores de nuestro pueblo, confundir a nuestra juventud y corromper las costumbres.

De manera que si la opinión pública tomara cabal conciencia de tales objetivos encubiertos que, encima, se hallan íntimamente ligados a los intereses de potencias extranjeras y de organizaciones supranacionales mayormente contrarias al Interés Nacional Argentino, entonces seguramente habría una vehemente reacción colectiva contra tamaño ataque. 

De ahí que bien pueda comprenderse que esta guerra psicológica de alcances planetarios se libre silenciosamente, desde “detrás del telón”, como lo expresara magistralmente hace ya más de un siglo Benjamín Disraeli, aquél gran primer ministro de la británica reina Victoria.

Sirva esta breve introducción para fijar el marco conceptual dentro del cual abordaremos el tema que nos ocupa: el así llamado “antisemitismo”. 

 

La acción psicológica

A la acción o guerra psicológica – también conocida como “propaganda” –, se la puede identificar según un conjunto de características que delatan una clara metodología encaminada a persuadir y convencer a algún sector de la población, o a toda ella, respecto de lo buena o mala que es alguna idea o propuesta, a fin de que luego esos sectores poblacionales adopten ciertos patrones de comportamiento con alto grado de automaticidad. 

Luego y al mejor estilo del conocido experimento del perro de Pavlov([1]), sólo hará falta activar algún símbolo, una imagen, una palabra o un sonido para disparar un amplio complejo de comportamientos previamente grabados y programados en el inconsciente de la psiquis de los blancos poblacionales. 

Correspondientemente, a todo ejercicio de acción psicológica se lo suele reconocer por ciertas características, tales como la repetición, la simplificación, la imposibilidad de verificar su veracidad, la contradicción y – en algunos casos – su lisa y llana irracionalidad:

·         Repetición – La acción psicológica exige repetir una y otra vez aquella idea, imagen o supuesta “verdad” que se pretende imponer en la psiquis colectiva, taladrándola en los cerebros del blanco poblacional al que va dirigida.  Su meta básica consiste en condicionar determinados reflejos al estilo del “perro de Pavlov”, aunque con mayor sofisticación y sutileza. Se aplica así la vieja máxima atribuida a Joseph Goebbels: “miente, miente, miente que siempre algo quedará…”  

·         Simplificación – La acción psicológica exige un altísimo nivel de unilateralidad, lo que implica simplificar ad absurdum temas y procesos harto complejos, en los que nunca puede haber una única verdad.  Se trata del juego de “blanco o negro”, que excluye – prohíbe, incluso – toda gama de “gris” intermedio.  Se fracturan los temas en discusión en una oposición maniquea entre “buenos y malos”, donde los “buenos” siempre ganan.  Cuando se trata de bandos en guerra, nos enteramos que los “buenos” ganan justamente porque ejercen mayores niveles de violencia, muerte y sangre (sino, ¡no hubieran ganado!).  Nos topamos así con la inadmisible contradicción de que los “buenos” son siempre quienes ejercitan mayores cuotas de violencia física con la que neutralizan y aniquilan a los “malos”.  Aplicado a la política, la historia y el ámbito de las ideas, claramente estamos ante lo que muchos denominan la versión “Walt Disney” de la realidad, convenientemente sanititarizada para consumo masivo y simplificada hasta el infantilismo.   Sus sellos son el fanatismo, el dogmatismo y el terrorismo intelectual, que no tolera y procura neutralizar toda opinión contraria a la propia.  Ello explicaría la “lógica” detrás de la amenaza lanzada a los cuatro vientos por George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001: “A partir de ahora, cada Nación debe decidir si está con nosotros o contra nosotros…”

·         Inverificabilidad – La acción psicológica suele basarse sobre mitos convenientemente impuestos a través de la repetición, con lo que se condiciona al imaginario colectivo de una comunidad que se ve así obligada a aceptarlos como “la verdad”, a pesar de que no solo no existen evidencias firmes que los avale sino, incluso, la evidencia visible a menudo demuestra todo lo contrario.  Las acusaciones en 2002/2003 del gobierno Bush contra el régimen de Saddam Hussein en Irak por la supuesta posesión de “armas de destrucción masiva” conforma un ejemplo impactante, por cuanto se trató de una mentira política propagada desde el máximo nivel del gobierno de Estados Unidos, que ya ha costado más de 1.200.000 muertos iraquíes, amen de varios miles de muertos entre las fuerzas invasoras, y literalmente decenas de millones de heridos en todos los bandos.([2])

·         Contradicción – La acción psicológica suele proclamar una cosa para luego impulsar exactamente lo contrario de lo que declama.  Así, se impone la “democracia” en la política, pero se des-democratizan la economía y las finanzas.  Se promueve la “paz”, pero hoy las grandes potencias gastan más en armas que en ningún otro momento en la historia.  Se declama la protección de los “derechos humanos”, pero esos derechos nunca se han visto tan vulnerados como en los terribles tiempos que vivimos.  Se habla de la “libertad”, pero se perpetran ocupaciones militares ilegales e injustificadas como las de Afganistán, Palestina e Irak.  

·         Irracionalidad  Si conceptos como “democracia”, “paz”, “derechos humanos” y “libertad”  han quedado mayormente vaciados de su real sentido, más complejo resulta el caso del vocablo “antisemitismo” que – como veremos más adelante – hoy a menudo se usa de una manera que sólo puede calificarse de irracional ([3]).   Utilizando técnicas de acción psicológica, a la palabra “antisemitismo” se le ha transferido una enorme carga de emotividad negativa, ya que al desviarle su verdadero sentido, se la utiliza para generar sentimientos de compasión y solidaridad hacia grupos y organizaciones judías, fuera de toda proporción, lógica y real necesidad.   Se ha llegado al punto en que hoy ser calificado de “antisemita” o de promover el “antisemitismo” conforma un verdadero agravio, insulto y descalificación para aquella persona, institución o Nación que se vea así catalogada.  Ser calificado de “antisemita” es casi tan grave como serlo de “nazi”, “fascista”, “mafioso” o asesino.  Nadie en su sano juicio y de recta conducta, puede aceptar ser calificado de semejante manera.

 

Confusionismo

Comencemos por señalar que entre las técnicas de acción psicológica desatadas en torno al “antisemitismo”, tiene un lugar relevante la confusión que se promueve adrede que pretende mezclar – confundir - cuatro categorías muy distintas entre sí:

1.       El judaísmo, como religión milenaria;

2.       La etnia judía, como colectividad social dispersa en muchos países del mundo, cuyos miembros mantienen determinadas características culturales, sociales y religiosas, mas difieren – a menudo agudamente – en sus alineamientos ideológicos y políticos;

3.       El sionismo, como ideología política nacionalista integrada en una poderosa red mundial de organizaciones de presión, choque y lobby, totalmente alineadas a los intereses del Estado de Israel([4]); 

4.       El Estado de Israel, como entidad política nacional instalado en una determinada geografía;

Destacamos que arbitraria e injustamente, las organizaciones sionistas suelen arrogarse la representatividad de todo el pueblo judío – entre el que hay muchos judíos anti-sionistas que se identifican poco, incluso nada, con el Estado Israel – pretendiendo falazmente que quienes se oponen al sionismo sean por ello “antisemitas”. 

De esta manera, cada vez que surge alguna crítica a su accionar, se escudan diciendo que, o bien se ataca al judaísmo como religión, o al pueblo judío como etnia, cuando en realidad lo que hoy mueve a millones de personas al escándalo son las políticas de terrorismo de Estado practicadas sistemáticamente por Israel contra Palestina y el Líbano, y las ingerencias indebidas e ilegítimas de  poderosas organizaciones sionistas en los asuntos internos de distintas naciones, la Argentina incluida.

Digámoslo claramente:

·         Es una obligación imperiosa en toda Nación civilizada oponerse a la discriminación por razones de religión o etnia.    En el tema que nos ocupa, resulta inadmisible discriminar al judaísmo como religión, o a los judíos como pueblo pacífico dentro de nuestra comunidad; sin embargo, también:

·         Es un derecho inalienable de todo ciudadano libre-pensante el poder criticar y desenmascarar las políticas genocidas de cualquier Estado que las practique, y de ideologías racistas y exclusivistas.   En el caso que nos ocupa, debe defenderse el derecho a evaluar y comentar en amplios debates públicos, abiertos y respetuosos las bondades – o falta de ellas – de las políticas del Estado de Israel y de las propuestas y consecuencias de la ideología sionista, tanto para el mundo como para la República Argentina

En nuestro país, la Ley 23.592 - contra la discriminación - es taxativa y clara al respecto: prohíbe la discriminación por  motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión pública o gremial, posición económica, condición social o caracteres físicos.   Cabe destacar que el así-llamado “antisemitismo” ni siquiera es mencionado en dicha ley, lo que refleja la falta de una definición racional del mismo, según creemos haber demostrado en el presente ensayo. 

Quienes se escudan detrás de las acusaciones – a menudo groseramente vehementes – de “antisemitismo”, pretenden confundir una inexistente discriminación por razones de raza, religión o nacionalidad, cuando en realidad se soslaya que lo que amplios sectores de la opinión pública local e internacional critican, es un conjunto de políticas y creencias ideológicas puestas al servicio de organizaciones de presión y choque supranacionales – las organizaciones sionistas -, y a favor de una potencia extranjera puntual: el Estado de Israel.

 

“Antisemitismo”

Las definiciones tradicionales indican ([5]):

·         Antisemitismo: Doctrina o tendencia de los antisemitas.

·         Antisemita: adj. y com. [Persona] hostil hacia los judíos, o hacia la cultura e influencia de estos

·         Antisemítico: adj. Del antisemitismo o relativo a esta doctrina:

Estas definiciones son harto incompletas y ambiguas.  Nos proponemos, entonces, comenzar por el principio diciendo, en primer lugar, que no se puede ser “anti” algo, si primero no definimos a ese “algo”.  De manera que para definir al “antisemitismo”, necesitamos antes saber qué son el “semitismo”, el semita y lo semítico. 

Semita proviene de Sem quien, según el Antiguo Testamento, fue hijo primogénito de Noé de quien descenderían los hebreos, los asirios, los babilonios, los elamitas, los canaanitas, así como los pueblos árabes actuales en Oriente Medio: libaneses, iraquíes, sirios, jordanos, egipcios y palestinos, entre otros.  En verdad, el término “semita” comenzó a utilizarse en el siglo XIX para describir una categoría lingüística, o sea para designar a los pueblos hablantes de lenguas semíticas y sus culturas. Pese a carecer de toda base étnica – al igual que sucedió con el término “ario” popularizado por el Conde Arthur de Gobineau en su ensayo “Sobre la desigualdad de las razas humanas” (1855) – la voz “semita” mutó de tener un significado lingüístico, adquiriendo un nuevo significado pseudo-racial, por cuanto no existen “razas” dentro de la categoría homo sapiens que conforma, en sí, una única raza: la humana.  De manera que  semita” a lo sumo puede utilizarse para describir a una etnia o lengua, mas no conforma ninguna “raza”.

Definido así el amplio significado del término “semita”, vemos entonces que su contrapartida – “antisemita” – debiera definir a quiénes se oponen a la influencia y la cultura de los semitas.  O sea, se trataría mayormente de los pueblos árabes y su mayoritaria religión islámica, y a solo un sector muy pequeño del pueblo judío (o sea, los sefardíes cuya descendencia puede rastrearse a los hebreos bíblicos).

Dentro del marco de esta definición, las persecuciones y agresiones hoy se perpetran contra los pueblos semíticos en Irak, el Líbano y Palestina deben calificarse como genocidios antisemitas; o sea verdaderos casos de antisemitismo.  Máxime si se considera que las potencias que los perpetran – Estados Unidos, Gran Bretaña y el Estado de Israel – están conformadas, al menos en sus máximas dirigencias, por líderes políticos que poco o nada tienen de “semitas”.  Todo lo contrario: cuando observamos los caracteres físicos de líderes políticos como George W. Bush, Dick Cheney, Ehud Olmert, Ariel Sharon, Benjamín Netanyahu, Tony Blair, Richard Perle, John Negroponte, Douglas Feith, Richard Armitage, Paul Bremer III, Aviador Lieberman, Donald Rumsfeld, Gordon Brown, Ehud Barak, y Tzipi Livni, para nombrar a apenas unos pocos, comprobamos que se trata de individuos caucásicos – “arios” según diría Gobineau.   Las más notables excepciones son Condoleeza Rice y Colin Powell quienes, claramente, no son ni arios ni semitas…

Pero todos sabemos que cuando los multimedios mundiales y las organizaciones sionistas hablan de “antisemitismo”, de ninguna manera se refieren a la violencia sistemática perpetrada contra los pueblos semíticos en Medio Oriente por las democracias occidentales.  Incongruentemente, “antisemitismo” solo puede utilizarse para describir la oposición a las políticas y el accionar de la comunidad judía la que, sin embargo y como veremos a continuación, sólo porta una porción pequeña de “sangre semítica”. 

En conclusión:

·         En el ambiente de guerra psicológica hoy reinante, “antisemitismo” no puede utilizarse para describir la realidad, o sea la violencia concreta y verificable perpetrada contra los pueblos semíticos (los árabes en Irak, Palestina, el Líbano y Afganistán, entre oros), sino únicamente puede usarse para calificar un concepto falso: la supuesta oposición al pueblo judío (sólo mínimamente semítico) y su religión, mientras se encubre que lo que amplios sectores de opinión pública mundial critican es la ideología del sionismo y las políticas internas y externas del Estado de Israel. 

·         Incluso, mientras que por un lado se utiliza abusivamente esta palabra de gran poder - “antisemitismo” - para describir e identificar a toda persona que se opone al accionar del sionismo y del Estado de Israel, no existe, sin embargo, ningún vocablo de similar potencia e impacto negativo que describa e identifique las agresiones perpetradas por el sionismo y el Estado de Israel contra diversas personas, pueblos y organizaciones.

Claramente, estamos ante un enigma que sólo puede explicarse si se comprenden las razones por las que se pretende imponer a sangre y fuego la definición incongruente y falseada de “antisemitismo”.

Ya el padre del movimiento universal sionista, Theodor Herzl, decía en su obra fundacional de 1896, “El Estado judío”, que “el antisemitismo moderno no debe ser confundido con la persecución religiosa de los judíos que existió antaño.  De vez en cuando toma ribetes de discriminación religiosa en algunos países pero la corriente principal de este movimiento agresivo hoy ha cambiado.  En los principales países en los que prevalece el antisemitismo, el mismo es resultado de la emancipación de los judíos”. 

Luego Herzl agrega algo muy importante en el contexto histórico relacionado al surgimiento del “antisemitismo” en el siglo XX, al decir que “cuando nos hundimos, nos transformamos en proletariado revolucionario, oficiales subordinados de todos los partidos revolucionarios; y al mismo tiempo cuando nos encumbramos también surge el poder terrible de la billetera.”  De estas declaraciones pueden sacarse algunas conclusiones respecto de la evolución, tanto del comunismo y sus violentas revoluciones en la primera mitad del siglo XX, como del capitalismo plutocrático cuyo gigantesco poder sigue intacto hasta nuestros días.

 

Los judíos, ¿son semitas?

Aquí cabe plantear entonces una pregunta fundamental que es si a los propios judíos se los puede calificar de “semitas”, para así poder siquiera determinar si corresponde definir como “antisemitismo” toda oposición a sus objetivos, intereses o acciones.  Notablemente, la porción de individuos auténticamente semitas entre las comunidades judías en todo el mundo, y muy especialmente en el Estado de Israel, pareciera ser relativamente baja. 

Ello se debe a que únicamente los judíos sefardíes pueden reclamar una probable descendencia de los semitas antiguo-testamentarios.  Sin embargo, los sefardíes conforman una minoría numérica y de relativamente baja representatividad e influencia dentro de las estructuras de poder judías, tanto en el Estado de Israel como en la Diáspora. 

Debe señalarse que la mayor parte de los judíos en el Estado de Israel, al igual que en Europa, Estados Unidos y Argentina, son de origen Ashkenazim([6]).    En última instancia, los Ashkenazim descienden de los kázaros, pueblo euroasiático de origen caucásico que en los siglos VII, VIII y IX logró conformar un magnífico imperio de vasta extensión pero fuertemente descentralizado por tratarse de un pueblo eminentemente nómada. 

Los kázaros eran regidos por un rey llamado genéricamente el Khagan, quien en el siglo VIII comprendió que la principal amenaza que se cernía sobre su pueblo era la de verse asimilados por alguno de los dos imperios políticos, militares y culturales euroasiáticos de la época: por una lado, el cristiano Imperio Romano Oriental regido desde Bizancio y, por el otro, el islámico Califato de Bagdad. 

Urdiendo una compleja trama de casamientos políticos, los kázaros supieron insertarse en el decadente poder bizantino, mas ellos siempre eligieron mantener su orgullosa independencia, uno de cuyos pilares era no haberse jamás subordinado ni al cristianismo bizantino ni al Islam, sabiendo en aquellos tiempos que la religión era el factor de poder de gran importancia política y social. 

Es así que los reyes kázaros desde su ciudadela en la ciudad de Itil a orillas del Mar Caspio, tomaron una medida revolucionaria, sin precedentes históricos, y única: en el año 740AD, los kázaros se convirtieron en masa al judaísmo como estrategia para frenar las peligrosas presiones cristiana y musulmana.  

Con el devenir de los siglos, el ocaso del imperio kázaro, la caída de Bizancio, y el fortalecimiento del Islam, los descendientes de los nómades kázaros se expandieron hacia Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Polonia e ingresaron a Europa Central y Occidental a través de Rumania y Alemania llegando a tener amplia presencia en muchas de las principales ciudades de Europa.  Dónde iban los kázaros, portaban con ellos la religión de Moisés. 

Conclusión: los judíos Ashkenazim – mayormente rubios, de ojos claros, tez blanca, y a menudo pelirrojos (auténticos “arios” dirían quienes suscriben las anacrónicas teorías de Gobineau) poco o nada tienen que ver con los hebreos e israelitas de la Biblia.  O sea, poca o nada sangre “semita” fluye por sus venas, y poca justificación histórica o étnica tienen para reclamar como propia a la Tierra Santa cananita. 

No así los judíos sefardíes minoritarios, quienes al menos pueden esgrimir una descendencia probable de los hebreos bíblicos; de aquellos judíos expulsados por el procónsul romano Tito Augusto en el año 70AD, iniciando así la Diáspora; su deambular por España (el vocablo sephardim viene de la palabra hebrea para Hispania - España: Sepharad), y otras partes del Mediterráneo y de Europa.   Lo notable entonces es que hoy se aplique el vocablo “antisemitismo” para describir toda oposición a los judíos, cuando la mayoría de ellos – y desde luego su alta dirigencia – ni siquiera tienen sangre “semita”, por cuanto descienden de los mayormente “arios” kázaros euroasiáticos.([7])

Como indicio de la candente actualidad del tema de los orígenes reales de los judíos, lo que tiene fundamental impacto sobre la justificación que tiene el sionismo para reclamar el territorio en el que hoy se asienta el Estado de Israel, trascribimos nuestra traducción de tramos de un notable artículo recientemente aparecido en el diario israelí Ha’aretz([8]) que rescata las investigaciones del historiador Shlomo Zand publicadas en un libro ([9]) en el que asevera que el pueblo judío es “un invento”, ya que “nunca hubo un pueblo judío, sino únicamente una religión judía, y el exilio jamás ocurrió, de manera que no pudo haber un regreso.  Zand rechaza la mayoría de las historias utilizadas para la conformación de la identidad nacional contenidas en la Biblia…indicando que se trata de ficciones y mitos que sirvieron como excusa para el establecimiento del Estado de Israel.”

Luego agrega Zand que “los primero judíos provenientes de Ashkenaz (Alemania) no se originaron en la Tierra de Israel y no llegaron a Europa Oriental desde Alemania, sino que se convirtieron al judaísmo bajo el Reino de los Kázaros en el Cáucaso.  Zand explica cuáles son los orígenes de la cultura yiddish: no se trata de algo importado de Alemania sino que es resultado de la conexión de los descendientes de los kuzari y los alemanes quienes viajaron hacia el Este, algunos de ellos como mercaderes.  Correspondientemente, concluimos que los miembros de un conjunto variado de pueblos y razas rubias y negras, marrones y amarillas se convirtieron al judaísmo en grandes números.  Según Zand, la necesidad sionista de inventar para ellos un origen étnico compartido y una continuidad histórica generó una larga serie de inventos y ficciones, junto con la invocación de tesis racistas.  Algunas fueron inventadas por las mentes de quienes concibieron el movimiento sionista, mientras que otras fueron ofrecidas como resultado de investigaciones genéticas realizadas en Israel.”

¿Estamos entonces ante una enorme falsificación de la historia por parte del movimiento universal sionista que ha sido utilizada como una de las armas para fundar y mantener con altísima violencia al Estado de Israel?  Este creciente cuestionamiento al derecho de los sionistas sobre el territorio palestino pareciera explicar la también creciente vehemencia y violencia intelectual con la que atacan a todos sus críticos, aplicándoles el sambenito de “antisemita”.

 

Combatiendo al “antisemitismo”

Sirvan estos datos y comentarios iniciales para poder mejor comprender ciertos hechos relacionadas con la especie de cruzada de lucha mundial contra el “antisemitismo” lanzada recientemente por los Estados Unidos.  Efectivamente, el 16 de octubre de 2004, el presidente George W. Bush sancionó una ley denominada Ley de Revisión del Antisemitismo Global (Global Anti-Semitism Review Act of 2004), mediante la cuál se creó un área especial dentro del Departamento de Estado (la cancillería estadounidense), que tiene como misión monitorear el "antisemitismo" en todo el mundo. ([10])

Como medida fundamental en la implementación de dicha Ley, el 22 de mayo de 2006 la secretaria de Estado Condoleeza Rice nombró a Gregg Rickman como “Enviado especial en el Depto. de Estado para monitorear y combatir el antisemitismo” en todo el mundo.  La tarea del Sr. Rickman en su nueva función de gendarme mundial del pensamiento, se vio facilitada por el hecho de que ni siquiera necesita definir qué es el “antisemitismo”, toda vez que el propio Departamento de Estado admite no saberlo con precisión; no que ello les preocupe demasiado. 

El 8 de febrero de 2007, el Depto. de Estado emitió una “Working Definition of Anti-semitism” (o sea, una “definición provisoria del antisemitismo”), aclarando que "en su informe del 2004 sobre antisemitismo, el Centro Europeo para Monitorear el Racismo y Xenofobia (EUMC - European Monitoring Center on Racism and Xenophobia) señaló la falta de una definición común del antisemitismo y consecuentemente trató de armar una.  Como resultado de ello, un pequeño conjunto de ONG's redactó una definición provisoria.....(que) consideramos brinda una guía inicial con la que el antisemitismo puede eventualmente ser definido y combatido y, por ende, presentamos esta "definición provisoria" como punto de partida en la lucha contra el antisemitismo". 

De manera que Estados Unidos, firmemente avalado por las organizaciones sionistas mundiales,  pretende llevar a cabo una “lucha global contra el antisemitismo”, sin siquiera saber cómo definirlo con alguna precisión.  Incluso, en una nota al pie en dicha declaración oficial, el Depto. de Estado aclara que "el hecho de que trascribamos la "definición provisoria" del EUMC sobre el antisemitismo no debe interpretarse como que aceptemos dicha definición" (sic!).  Veamos qué dice esa “definición provisoria” que no hace más que agregar a la confusión programada con la que el sionismo aborda este tema: 

"El antisemitismo es una cierta percepción sobre los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos.  Toda manifestación retórica y física de antisemitismo dirigida contra individuos judíos y no-judíos y/o sus bienes, hacia instituciones comunitarias judías e instalaciones religiosas":([11]). 

Luminoso.  A renglón seguido, la cancillería norteamericana describe una serie de creencias y opiniones que, según ella, conforman "antisemitismo" y que, por ende, deben ser anatemizadas y combatidas a nivel planetario, pero que en el marco de nuestro análisis no hacen más que agregar a la confusión y profundizar la irracionalidad reinante en torno al concepto de “antisemitismo”.  Seguimos leyendo en el sitio oficial del Departamento de Estado www.state.gov, lo siguiente:

“Ejemplos contemporáneos de antisemitismo en la vida pública, los medios, las escuelas, el trabajo y en la esfera religiosa podrían – tomando en cuenta el contexto general – incluir pero sin limitarse a, los siguientes ejemplos:

·         Hacer comentarios mendaces, inhumanos, satanizados o estereotipados sobre los judíos, alegando que los judíos individualmente o a través de su poder colectivo conforman una conspiración mundial judía, o que los judíos controlan los medios de difusión, la economía, el gobierno u otras instituciones sociales; ([12]) 

·         Acusar a los judíos como pueblo de ser responsables por los crímenes reales o imaginados cometidos por algún individuo o grupo judío, o por incluso por actos cometidos por no-judíos;

·         Negar el hecho, los alcances, el mecanismo (o sea, las cámaras de gas), o la intencionalidad genocida contra el pueblo judío a manos de la Alemania nacionalsocialista y sus acólitos y cómplices durante la segunda guerra mundial (o sea, el Holocausto); 

·         Acusar a los judíos como pueblo, o a Israel como Estado, de inventar o exagerar el Holocausto; 

·         Acusar a ciudadanos judíos de ser más leales hacia el Estado de Israel, o más leales hacia las supuestas prioridades mundiales de los judíos, por encima de los intereses de sus propias naciones;

Algunos ejemplos de las formas en que se manifiesta el antisemitismo respecto del Estado de Israel tomando en cuenta el contexto general podrían incluir:

·         Negar al pueblo judío el derecho a la autodeterminación (por ej., manifestando que la existencia del Estado de Israel conforma un proyecto racista); 

·         Comparar a las políticas actuales israelíes con las de los nazis; 

·         Considerar a los judíos responsables en forma colectiva por las acciones del Estado de Israel” ([13])

Lo notable de estas políticas oficiales estadounidenses, radica en el hecho de que buena parte de esta ley está orientada a proteger y a dar una suerte de “cheque en blanco”, ya no a una etnia, sino a una determinada potencia extranjera: el Estado de Israel.

Ello no sorprende cuando se profundiza el análisis de las estructuras de poder que hoy rigen en los Estados Unidos y sus principales aliados.  El autor del presente ha escrito un amplio análisis histórico y político respecto de la influencia que detenta una nutrida red de poder privado que desde hace casi un siglo pareciera haber copado los resortes del poder real en los Estados Unidos.  Esta red de poder es de amplias características pluri-étnicas y se describe en forma detallada en la obra “El cerebro del mundo: la cara oculta de la globalización”.([14])

Más específicamente y como consecuencia de la política exterior del gobierno de Bush – en especial la “guerra contra el terrorismo global”, las invasiones de Afganistán e Irak, y el apoyo sistemático e irrestricto al Estado de Israel –, ha surgido en medios académicos de máximo nivel en Estados Unidos un creciente debate sobre lo que algunos describen como el “copamiento” o “secuestro” de ejes clave de la política exterior de ese país por parte de un conjunto de poderosas organizaciones privadas que priorizan los objetivos e intereses de una determinada ideología – la sionista – y de una potencia extranjera – el Estado de Israel.

Estas políticas estadounidenses que pretenden monitorear y combatir el “antisemitismo”, sin embargo, evitan sistemáticamente considerar cuáles podrían ser la causas que generan aquello que la Ley de Revisión del Antisemitismo Global señala como “actos de antisemitismo en países de todo el mundo, incluyendo a algunas de las más fuertes democracias (que han) aumentado significativamente en frecuencia y amplitud en los últimos años”. 

Según este criterio, el “antisemitismo” surgiría espontáneamente como una patología psicológica que afecta a prácticamente todos los pueblos, a lo largo de siglos y milenios y en las más variadas geografías del mundo.

En un importante informe publicado por la facultad John F Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, su decano Stephen Walt y el profesor John Mearsheimer a cargo de la cátedra de ciencias políticas de la Universidad de Chicago, analizan con rigor y objetividad la influencia del así-llamado “lobby israelí” no sólo sobre la política exterior del gobierno de Bush sino, históricamente, desde hace ya varias décadas. 

Walt y Mearsheimer llegan a un conjunto de conclusiones que parecieran demostrar que organizaciones pro-sionistas y pro-Israel como AIPAC – American Israeli Public Affairs Committee – habrían logrado “torcer ejes fundamentales de la política exterior de Estados Unidos para que priorice el interés nacional del Estado de Israel por encima del interés nacional de los propios Estados Unidos de Norte América”.  Este paper de Harvard publicado en marzo 2006, fue luego ampliado a una extenso libro([15]) generando un muy saludable debate en altos círculos académicos y políticos en la superpotencia del norte, hoy inmersa en una crisis sin precedentes en su política exterior debido a los gravísimos errores políticos, militares y económicos cometidos por sus máximos dirigentes. 

Con el fin de facilitar la lectura del presente informe, incluimos en el “Anexo I” una descripción de algunos de los ejes principales esgrimidos en el informe Walt/Mearsheimer quienes, como era previsible, hoy son ruidosamente acusados de “antisemitas” por los grandes medios de prensa casi exclusivamente pro-israelíes de Estados Unidos. 

Sin embargo, cabe destacar que figuras de altísimo prestigio como el ex-presidente Jimmy Carter y el geopolítico y ex-asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski no solo salieron en defensa de Walt y Mearsheimer, sino que han declarado abiertamente que hoy resulta importante para Estados Unidos que se abra un amplio debate público sobre lo que muchos analistas consideran conforma una indebida ingerencia de los lobbies pro-Israel dentro del gobierno de ese país.  Como era de prever, también a Carter y Brzezinski el amarillismo periodístico les colocó el sambenito de “antisemitas”.  

Otros intelectuales como Samuel Huntington, aunque no suscriben explícitamente las tesis de Walt y Mearsheimer, sin embargo señalan que resulta peligroso pretender acallar opiniones sobre temas políticos utilizando técnicas como las que se describen en el presente informe.

 

¿Qué es entonces el “antisemitismo”?

Estas notables definiciones del “antisemitismo”, únicamente aplicable a los judíos, que hoy hace el gobierno estadounidense obligan a tratar de identificar de dónde surge esa animosidad universal contra una comunidad numéricamente tan pequeña.   Y, como vemos, tan universal y ubicua es esa animosidad “antisemita” que la superpotencia estadounidense ha creído necesario legislar a nivel mundial para monitorearla y combatirla. 

Aclaremos, en primer lugar, que si bien las persecuciones contra los judíos tuvieron una base religiosa en siglos pasados, ya hoy no puede decirse que el “antisemitismo” se refiera al ámbito de lo religioso, al menos no en Occidente y, desde luego, tampoco en nuestro continente, dónde felizmente la discriminación religiosa ha mermado casi por completo. 

En rigor de verdad, la verdadera y agresiva discriminación religiosa que hoy existe en Occidente no va dirigida contra el judaísmo, sino principalmente contra la religión islámica.  Particularmente, desde los eventos del 11 de septiembre 2001, cuando Estados Unidos y sus aliados lanzaron su “guerra contra el terrorismo fundamentalista islámico”, entre cuyas armas observamos un amplio proceso de guerra psicológica que busca estereotipar y satanizar al Islam como religión, y a todos los pueblos árabes musulmanes de Medio Oriente.

Otro factor importante es el hecho de que hoy en día la religión judía no genera animosidades entre las comunidades modernas, por la sencilla razón de que se trata de una religión no-evangelizadora y no-militante.  Mucho más intrusivas – y por ende “molestas” y fastidiosas para mucha gente – son, por ejemplo, algunas de las confesiones y sectas cristianas pentecostales y evangelistas militantes, que procuran ganar adherentes, a menudo con un estilo vulgar a través de la televisión, la radio e incluso casa por casa. 

De manera que decir que el “antisemitismo” es un delirio persecutorio contra la religión judía, tampoco resiste un análisis serio, amen de que en todos los países del mundo lamentablemente hoy exista una multitud de actos criminales y delictivos – todos condenables por cierto – que incluyen la profanación de cementerios, las agresiones personales y actos vandálicos de todo tipo perpetrados por inadaptados y criminales contra amplios sectores de ciudadanos de todas las religiones, razas, etnias y clases sociales.  Este triste fenómeno no solo afecta a las comunidades judías, sino que la creciente violencia en nuestras ciudades es un fenómeno mundial que afecta a todos los ciudadanos, y es alimentado por un complejo conjunto de factores que abarcan desde las adversas condiciones sociales reinantes hasta la instigación a la violencia, la inmoralidad y las perversiones de todo tipo instigados por los medios de difusión masiva, a menudo con la excusa de “entretener” al pueblo ([16]). 

Lo que hoy se denomina “antisemitismo” ya Herzl lo había descripto como “la cuestión judía”, muy en boga en la Europa del siglo XIX cuando Herzl lanzara el movimiento sionista universal.  En “El Estado Judío”, Herzl señala que “la cuestión judía existe en todo lugar dónde vivan judíos en cantidades perceptibles.  En los lugares en que la cuestión judía no existe, es portada por los judíos en el curso de sus migraciones.  Esto es así en cada país y lo seguirá siendo, aún en aquellas naciones altamente civilizadas – por ejemplo, en Francia – hasta que a la cuestión judía se le halle una situación de bases políticas.  Los desafortunados judíos están llevando actualmente las semillas del antisemitismo a Inglaterra; y ya las han introducido en América” ([17])

Por su parte, el sociólogo judío francés Bernard Lazare escribiendo también a fines del siglo XIX decía,“en todos los lugares en los cuales los judíos… se han establecido, en todos ellos se ha desarrollado el antisemitismo, o más bien el anti-judaísmo, pues antisemitismo es una palabra mal elegida, que sólo ha tenido razón de ser en nuestro tiempo, cuando se ha querido ampliar la lucha del judío y de los pueblos cristianos y darle una filosofía al mismo tiempo que una razón más metafísica que material.  Si la hostilidad y hasta repugnancia sólo se hubieran manifestado con respecto a los judíos en una época y en un país sería fácil desentrañar las causas limitadas de estas cóleras; pero por el contrario, la raza judía ha sido objeto del odio de todos los pueblos en medio de los cuales se ha establecido. Ya que los enemigos de los judíos pertenecían a las razas más diversas, vivían en países muy apartados los unos de los otros, estaban regidos por leyes diferentes y gobernados por principios opuestos, no tenían ni el mismo modo de vivir ni las mismas costumbres y estaban animados por espíritus disímiles que no les permitían juzgar de igual modo todas las cosas, es necesario, por lo tanto, que las causas generales del antisemitismo siempre han existido en el mismo Israel y no en quienes lo han combatido.”([18])

Efectivamente, un rápido repaso histórico consigna un mismo patrón de segregación, persecución y expulsión de las comunidades judías en a través del tiempo y la geografías planetaria: en la antigüedad, en Babilonia, Egipto, Judea e Israel (a manos de los romanos); en la Edad Media, hubo expulsiones en las islas británicas en el siglo XIII, en España y Portugal en el siglo XV; en épocas más recientes se produjeron persecuciones en Francia, Rumania, Rusia, Hungría, Serbia, Ucrania, Polonia, Alemania, y Austria a lo largo de los siglos XIX y XX, y en la actualidad son combatidos por los países islámicos en Medio y Lejano Oriente. 

Paralelamente y con mucha menor intensidad, también ha habido episodios dolorosos de rechazo y conflicto en países de América como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, México, y Perú; algo notable en Latinoamérica que ha sabido acoger a todas las razas del mundo con un alto grado de libertad y tolerancia. 

Este fenómeno casi universal de rechazo a los judíos, está explícita reconocido por la legislación contra el “antisemitismo” sancionada por EEUU, lo que obliga a plantear una pregunta – obvia e incómoda – que es sistemáticamente ignorada por quienes propagan la falacia confusionista del “antisemitismo”: ¿Es razonable suponer que, a través de siglos y milenios, todos los pueblos que han tenido contacto con el pueblo judío sufran de alguna suerte de patología psicológica – denominada “antisemitismo” –  que los lleva a rechazar e incluso expulsar violenta e irracionalmente a los judíos de su seno? 

Semejante aseveración pareciera unilateral e incompleta, pues no evalúa la alternativa – bastante más verosímil, por cierto – de que puedan existir patrones de comportamiento social entre ciertos sectores de las comunidades judías que generan tal rechazo. 

Insistimos: la pregunta es odiosa pero hace a la esencia misma del problema ya que su planteo permitiría empezar a desentrañar cuáles serían las verdaderas causas del así-llamado “antisemitismo” que tanto preocupa al gobierno estadounidense y a las organizaciones sionistas mundiales. 

Tal pregunta, que tiene algo del enigma de “si vino primero el huevo o la gallina”, pareciera tener tan sólo dos respuestas posibles:

1.       Todos los pueblos del mundo que han convivido con los judíos a través de la historia, y aún hoy, son culpables y psicológicamente enfermos al tiempo que los judíos son sus victimas inocentes, o 

2.       Existen ciertos patrones de comportamiento propios de cierta cultura, idiosincrasia y tradiciones judías que, tarde o temprano, generan resistencia y rechazo entre las sociedades en las que esas comunidades judías procuran insertarse.   

Conclusión:

Si lo primero es correcto, entonces el “antisemitismo” es una enfermedad que afecta a toda la humanidad, salvo los judíos; 

Si lo segundo es correcto, entonces el “antisemitismo” surge como reacción ante el comportamiento asocial de ciertos sectores judíos, especialmente sus dirigencias.  

He ahí la pregunta…

El Estado de Israel

Según muchas organizaciones sionistas, y sus voceros y simpatizantes en los multimedios y otros círculos, el “antisemitismo” se habría mutado manifestándose hoy a través de la crítica a las políticas internas y externas del Estado de Israel.  Claramente, este concepto reviste alta peligrosidad pues si la acusación de “antisemita” sirve como arma silenciadora, descalificadora y de censura de las opiniones e ideas de un amplio sector de la comunidad, entonces estaríamos ante una situación altamente nociva pues se estaría haciendo crecientemente difícil, y profesionalmente riesgoso, realizar análisis, diagnósticos y criticas objetivas de la geopolítica del Estado de Israel. 

De esta manera, Israel adquiere una condición de privilegio ante otros Estados, lo que es  conceptual y políticamente grave, dado que se trata de una Nación en permanente guerra con sus vecinos, que también ha logrado influir en forma indirecta pero riesgosa, sobre la política exterior de la República Argentina.  Efectivamente, en torno al episodio de la voladura de la sede de la AMIA-DAIA en julio de 1994, a fines de 2006 el gobierno argentino acusó sorpresivamente a un ex-presidente iraní y siete de sus ministros de haber sido responsables de ese atentado terrorista, en base a “inteligencia” provista por los servicios secretos de Estados Unidos e Israel.  Los orígenes de esa denuncia del gobierno Kirchner son muy dudosas y poco claros, por lo que en noviembre de 2006 el autor del presente cursó una “Carta Abierta” al entonces presidente Néstor Kichner solicitándole aclare cuáles son las razones y los compromisos asumidos por su gobierno con las organizaciones sionistas internacionales.  En el Anexo III incluimos el texto de dicha Carta, que jamás fue contestada...

Según esta lógica perversa, hoy se puede criticar – incluso vehementemente – las políticas de naciones como Estados Unidos, Gran Bretaña o Argentina, sin que ello implique una condena a sus pueblos – ni mucho menos a sus creencias religiosas.  Pero no se puede criticar a Israel políticamente, porque ello significa cometer “antisemitismo” según se lo describe vagamente como discriminación o persecución de los judíos como etnia y religión. 

En rigor de verdad, sostenemos que rara vez los pueblos son “enemigos” entre sí.  Usualmente, son sus dirigencias las que operan de manera adversarial hacia determinados grupos, pueblos, naciones, ideologías e individuos.  Cuanto más poderosas son esas dirigencias, mayores cuotas de violencia política, psicológica y física pueden esgrimir contra sus adversarios.

El núcleo de este pensamiento, entonces, pretende equiparar al sionismo y al Estado de Israel, con toda la comunidad judía mundial: una falacia perversa por cuanto el sionismo y el Estado de Israel son construcciones ideológica y política respectivamente, mientras que pueblo judío conforma una etnia de presencia global que, con distintos grados de intensidad, practica la religión judía. 

No todos sus miembros se identifican con los intereses y lineamientos ideológicos del sionismo y de Israel.  Sería tan absurdo presuponer que la etnia judía se alinee 100% detrás de una ideología política y un Estado determinado, como sería absurdo presuponer que quienes no pertenecen a esa etnia sean todos contrarios a dicha ideología sionista y al Estado israelí. 

En consecuencia, podemos concluir que no todo judío es sionista y no todo sionista es judío.  Para ampliar detalles sobre esta problemática íntimamente ligada a la ideología sionista, incorporamos como “Anexo II” al presente informe el texto del Capítulo VI de la obra del autor “Bienvenidos a la jungla: dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial”([19]).

La República Argentina - verdadero crisol étnico - tiene una pequeña comunidad judía del orden de los 200.000 habitantes según fuentes oficiales judías([20]), que convive pacíficamente con las demás comunidades – sean mayoritarias como la española e italiana, o minoritarias como la de los alemanes, sirio-libaneses, armenios, chinos, ingleses, chilenos, peruanos, paraguayos, bolivianos, húngaros, coreanos, escandinavos, galeses, árabes, y muchas otras. 

Todos juntos conformamos un único Pueblo – el argentino –, lo que no impide que cada argentino tenga la capacidad y el derecho de criticar – ¡muy justificadamente por cierto! – a nuestros circunstanciales gobernantes, sin por ello arriesgar que se nos acuse de “anti-argentinismo” o, peor aún, de “anti-catolicismo” por ser la Argentina una Nación católica, al menos en sus orígenes([21]).

Esto es particularmente grave por cuanto Israel se encuentra en estado de guerra permanente desde su fundación forzada en 1948.  Su creación fue realizada a costa de los palestinos cuya matanza, expulsión hacia otros países musulmanas – notablemente el Líbano, Siria, Jordania y Egipto – y su posterior ocupación por las fuerzas armadas del Estado de Israel, al margen de conformar una cruel injusticia y flagrante violación del derecho internacional, mancha de vergüenza a toda la humanidad. 

La realidad es que el Estado de Israel fue forjado por la fuerza de las armas a través de operaciones terroristas, tanto contra las autoridades del gobierno británico entonces a cargo del Mandato de Palestina, como contra los propios pobladores palestinos.  Aquellas operaciones armadas fueron organizadas y ejecutadas por organizaciones terroristas como el Irgun Zvai Leumi, el Grupo Stern y La Hagannah (luego integradas para conformar el núcleo de las Fuerzas de Defensa Israelí – o sea, su ejército nacional), y por líderes guerrilleros como Menahem Beguin e Isaac Shamir (luego elevados al rango de primer ministros israelíes).   

 

El “holocausto”

Resulta también necesario aclarar que si el “antisemitismo” es una de las herramientas en esta suerte de “terrorismo intelectual” esgrimido por el sionismo, entonces la otra es lo que el escritor e investigador judío-norteamericano Norman Finkelstein denomina “La Industria del Holocausto”([22]) debido, según él, a la manera vergonzosa como las dirigencias sionistas y el Estado de Israel lo utilizan como instrumento para captar apoyo entre la opinión pública mundial.  Este uso ilegítimo Finkelstein lo denomina “la explotación del sufrimiento judío”, palabras textuales del subtítulo de su obra.

Ese apoyo luego se concreta en enorme asistencia económica, política, financiera, diplomática y militar, especialmente del gobierno de Estados Unidos y de las organizaciones pro-Israel – tanto judías como no-judías – de todo el mundo. 

Nadie duda que el así denominado “holocausto judío” conforma una de las grandes y terribles persecuciones y matanzas del siglo XX, pero no fue ni la única ni la mayor.  Cabe recordar asesinatos masivos como el genocidio armenio a manos de los turcos entre los años 1915 y 1917; la destrucción de 3.000.000 de campesinos kulaks por los comisarios políticos soviéticos de José Stalin; los 5.000.000 de camboyanos masacrados por el terrorismo de Estado de Pol Pot y el Khmer Rouge en Camboya entre 1975 y 1979; los 2.000.000 de vietnamitas muertos durante las invasiones de EEUU y China, y los bombardeos norteamericanos entre 1961 y 1975; el millón de civiles muertos en 1945 por los bombardeos norteamericanos sobre las ciudades abiertas de Dresde, Hiroshima y Nagasaki (éstas dos últimas con bombas atómicas); y los 40.000.000 de muertos que se estima costó la revolución comunista china llevada a cabo por Mao Tse-Tung entre 1945 y 1949. 

De entre todo este salvajismo monstruoso que en el siglo XX se estima le costó la vida de más de 100 millones de personas de todas las nacionalidades, resulta evidente sin embargo que el así llamado “holocausto” judío tiene una cobertura periodística gigantesca – notas, documentales, películas, dramatizaciones - y hoy, incluso, se lo impone como materia obligatoria en los planes de estudio oficiales primarios y secundarios en Estados Unidos, Canadá, Francia y Alemania, entre otras naciones.   Así, el “holocausto” judío pareciera ser el único genocidio que cuenta con una suerte de marca registrada que lo separa de otras matanzas en masa, facilitando así su propagación urbi et orbi, al dársele un carácter sagrado, teológico y único. 

Los crecientes llamados para que se investigue la dimensión real del “holocausto” judío con mayor rigor histórico se deben a que el mismo ha sido utilizado como sustento ideológico de la geopolítica del Estado de Israel.  Efectivamente, las imágenes del sufrimiento de los judíos europeos entre 1933 y 1945 a manos del nacionalsocialismo alemán, que han sido sistemáticamente grabadas a fuego en el imaginario colectivo de todo el mundo, conforman el poderoso argumentó máximo con el que se ha pretendido justificar la manera como se creó el Estado de Israel en 1948, y la manera como ese Estado y sus dirigencias se comportan hasta nuestros días. 

Claramente, si una investigación seria y equilibrada – aún pendiente de realización – llegara a concluir que dicho “holocausto” no fue ni de las características ni de la dimensión que el mito o la “industria del Holocausto” – según palabras de Finkelstein – le atribuyen, entonces amplios sectores de la opinión pública mundial concluirán que el Estado de Israel no se debiera haber fundado de la manera como lo fue: a través de la conquista militar, el terrorismo, el robo de territorios ajenos y la expulsión violenta de sus tierras de millones de palestinos hasta nuestros días. 

Así comienzan a ser entendibles las poderosas razones políticas que obligan al sionismo a mantener permanentemente avivada la memoria de aquellas terribles imágenes de persecución de los judíos europeos, y del “antisemitismo” que supuestamente la causara.   Hasta hoy, sin embargo, nadie acierta a explicar un hecho absolutamente simple e insólito: si la Alemania de Hitler fue responsable por el genocidio judío, ¿por qué han debido pagar esas culpas alemanas los palestinos, entregando su sangre y su territorio a los sionistas?  Claramente, los palestinos jamás tuvieron nada que ver con Hitler y el nacionalsocialismo alemán.  

Si realmente se deseara hacer justicia internacional, entonces ¿porqué no re-fundar un Estado sionista independiente en alguna porción de territorio alemán cedida a tal efecto, al tiempo que se devuelve Palestina a los palestinos?  Innegablemente, ello conduciría a una rápida pacificación de todo Medio Oriente, amen de representar una reparación histórica justa y sensata, y de ser un paso concreto hacia la paz mundial.

Conclusión: si quedara evidenciado que la realidad del “holocausto” y del “antisemitismo” no concuerdan con lo que las dirigencias sionistas e israelíes pretenden hacernos creer, entonces el Estado de Israel jamás debiera haber sido fundado de la manera como lo fue ni la comunidad internacional debiera tolerar su comportamiento actual.   

Conclusiones

Hemos pretendido describir el marco conceptual que permite comprender las razones por las que al “antisemitismo” se lo utiliza como una herramienta o arma dentro de las estrategias amplias y de alcances planetarios orientadas a promover y consolidar los objetivos, intereses y el poder de determinadas organizaciones políticas y Estados extranjeros. 

Visto desde esta óptica, se entiende porqué la acusación de “antisemitismo” es utilizada para acallar, censurar y descalificar a quienes pretenden criticar u oponerse a ese conjunto de objetivos e intereses señalados. 

Los individuos y las organizaciones que promueven tales intereses y objetivos suelen estar íntimamente ligados a las organizaciones sionistas mundiales – varias de las cuales operan en la República Argentina –, y a potencias extranjeras, notablemente el Estado de Israel y Estados Unidos.

 

Bibliografía

·         Carter, Jimmy – Palestine: Peace or Apartheid?  Simon & Schuster, Nueva York, 2006

·         Dunlop, Douglas Morton – Profesor de Historia de Medio Oriente, Columbia University, “The History of the Jewish Khazars” (1954, Princeton Uiversity Pres.)

·         Finkelstein, Norman – profesor de teoría política en la City University of New York, Hunter College, “The Holocaust Industry: Reflections on the Exploitation of Jewish Suffering” (Nueva York, 2000) – Hay versión en castellano: “La industria del Holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío” (Siglo Veintiuno de Argentina Editores, Buenos Aires, 2002).

·         Herzl, Theodor, “The Jewish State” – Doubleday, Nueva York, 1988

·         Koestler, Arthur - The Thirteenth Tribe: The Khazar Empire and its Heritage” – Picador Books, Londres 1977

·         Lazare, Bernard - “El Antisemitismo. Su Historia y sus Causas”, Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1974

·         Mearsheimer, John y Walt, Stephen – “The Israel Lobby and US Foreign Policy” - Farrar, Straus and Giroux, New York, 2007

·         Poliak, Abraham N – Catedrático de Historia del Medio Oriente, Universidad de Tel-Aviv – “The Khazar Conversion to Judaism” (1941, en el periódico hebreo “Zion”).

·         Salbuchi, Adrian – “Bienvenidos a la jungla: dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial” – Editorial Anábasis – Córdoba, 2005

·         Salbuchi, Adrian – “El cerebro del mundo: la cara oculta de la globalización” – Ediciones del Copista, 4ta edición, Córdoba, 2003.

 

© Adrian Salbuchi, Buenos Aires, Marzo 2008 –


([1])Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936) – Científico ruso quien recibiera el Premio Nobel de Medicina (en Fisiología) en 1904 por sus investigaciones sobre las leyes de conformación de los reflejos condicionados.  Su estudio más conocido lo realizó sobre perros a los que se alimentaba repetidamente haciendo sonar previamente una campanilla.  Tras una determinada cantidad de repeticiones, los perros aprendieron a asociar el sonido de la campanilla con su inminente alimentación.  Pavlov demostró que, una vez condicionado este reflejo a través de la repetición, con solo hacer sonar la campanilla lograba que los canes comenzaran a salivar y su sistema digestivo se activase, aún cuando no recibieran alimento alguno.  Estas lecciones fueron luego desarrolladas con mucha mayor sofisticación para lograr el “lavaje mental” de victimas y prisioneros, por parte de chinos, soviéticos, coreanos, estadounidenses y británicos en distintas guerras y persecuciones.  Ver http://nobelprize.org/educational_games/medicine/pavlov/readmore.html

([2]).  Casos análogos pueden verse en la “guerra contra el terrorismo” liderada por Estados Unidos, Gran Bretaña y el Estado de Israel, dónde los máximos atentados terrorista parecen tener ciertas características en común: nada parece poder probarse en forma fehaciente y las irregularidades exceden el marco de lo aceptable.  Este patrón de circunstancias alimenta razonables sospechas de que muchas “evidencias” han sido fabricadas y colocadas en la escena del crimen, creando así falsas pistas que desvían las investigaciones hacia enemigos políticos de las dirigencias anglo-estadounidense-israelí. 

Este sello que denominamos “inverificabilidad” – o sea, la carencia de evidencias concretas y creíbles, el cúmulo de irregularidades, mentiras y confusión, etc. – afecta a casos de altísimo perfil como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington DC; del 11 de marzo de 2004 en la estación ferroviaria de Atocha en Madrid; del 7 de julio de 2005 en los subterráneos y ómnibus de Londres; y, en nuestras latitudes, los ataques terroristas contra la embajada del Estado de Israel en marzo 1992 y la sede de la AMIA-DAIA en julio de 1994.  

Existe cierta compleja “lógica” detrás de este tipo de atentado terrorista que muchos sospechan podrían ser del tipo “false flag”, o sea “bandera falsa”.  Ello significa que bien podría tratarse de auto-atentados realizados por sectores extremos dentro de las propias naciones victimas con el fin de poder inculpar a determinados enemigos políticos contra quienes se pretende accionar militarmente, pero sobre quienes se carece de una excusa creíble ante la opinión pública local y mundial, que justifique atacarlos.  Recomendamos el informe del Capital de Inteligencia del Ejército de EEUU, Eric H. May “False Flag Prospects, 2008 – Top Three US Target Cities” aparecido en GlobalResearch de Canadá – http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8165 con cinco muy interesantes links a YouTube para que el lector luego saque sus propias conclusiones.

Una vez consumados atentados terroristas de tamaña magnitud, los propios perpetradores luego se arrogan el derecho de definir cuáles naciones y organizaciones son “terroristas” y cuáles no.  Práctica particularmente peligrosa cuando esos propios Estados – notablemente Estados Unidos de Norte América, Estado de Israel y el Reino Unido de la Gran Bretaña –han aplicado y aplican terrorismo de Estado a nivel global desde hace décadas (incluso siglos en el caso del Reino Unido)

([3]) Brillante ejemplificación de lo que señalamos es el concepto llamado "Newspeak" - literalmente, "la jerga de las noticias" – sobre el cual nos alertara Leslie Blair (alias, George Orwell) en su fundamental obra "1984", escrito hace sesenta años, por allá por 1948.  "Newspeak" es el uso y abuso de eufemismos, sofismas y frases hipócritas y rebuscadas, para soslayar, disimular y ocultar la verdad.   Lentamente, Newspeak va acostumbrando al Pueblo a lo más terrible que le puede ocurrir: aceptar, convivir y adoptar a la mentira como si fuera verdad.  

([4]) Entre estas organizaciones que operan como una red mundial resaltamos a entidades y “lobbies” tales como:

·          Estados Unidos: AIPAC (American Israeli Public Affairs Committee), American Jewish Congress, B’Nai B’Rith, ADL (Anti-Defamation League), American Jewish Committee, Conference of Presidents of Major American Jewish Organizations, y la Zionist Organization of America;

·          Mundiales: Congreso Mundial Judío, Comité Mundial Judío, Organización Sionista Mundial, Agencia Judía,

·         Argentina:  AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas) y OSA (Organización Sionistas Argentina)    

([5]) Ver Diccionario de la lengua española Espasa-Calpe S.A., Madrid, 2005)

([6]) Nombre hebreo de Alemania, también utilizado para describir a Armenia y el Monte Ararat – (Génesis 10,3., I Crónicas 1,6 / Jeremías 51,27)

([7]) Koestler, Arthur - The Thirteenth Tribe: The Khazar Empire and its Heritage” – Picador Books, Londres 1977

([8]) Artículo An Invention called “The Jewish people” (un invento llamado “el pueblo judío”) por el investigador Tom Segev en Ha’aretz, 28 de febrero de 2008 -  – www.haaretz.com/hasen/spages/959229.html 

([9]) Zand, Schlomo - profesor de la Universidad de Tel Aviv – “When and How was the Jewish People Invented” – Resling, Tel Aviv, 2007, en idioma hebreo. 

([10]) 08-Oct-04, 108th Congress of the United States, 2nd Session, S.2292

([11])Anti-[S]emitism is a certain perception of Jews, which may be expressed as hatred toward Jews. Rhetorical and physical manifestations of anti[-S]emitism are directed toward Jewish or non-Jewish individuals and/or their property, toward Jewish community institutions and religious facilities."  http://www.state.gov/g/drl/rls/56589.htm

([12])Según esta definición, el ex-presidente Jimmy Carter, el geopolítico y ex-asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, el ex-investigador estadounidense en la comisión de la ONU que buscó pero no halló las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak Scott Ritter; el investigador israelí Israel Shamir; el investigador judío estadounidense Norman Finkelstein, y altos miembros de las facultades de Ciencias Políticas de Harvard y Chicago, entre muchos otros individuos e instituciones, deberán considerarse como "antisemíticas".   Queda claro que al confundir categorías religiosas, políticas y étnicas, se abre el camino a una peligrosa dictadura del pensamiento so pretexto que toda crítica al accionar político-militar del Estado de Israel o al accionar político-económico de las entidades y lobbies sionistas en todo el mundo podrá acallarse al considerarlo como una acto “contra los judíos” como religión o etnia, lo cual es una falsificación absoluta y una tergiversación de la realidad.

([13]) www.state.gov/g/drl/rls/56589.htm - Fact Sheet - Office to Monitor and Combat Anti-Semitism, February 8, 2007

([14]) Ver del autor, “El cerebro del mundo: la cara oculta de la globalización”, Ediciones del Copista, 4ta. Edición, Córdoba, Argentina, 2003, 472 páginas.

([15]) Mearsheimer, John J – Walt, Stephen M. – “The Israel Lobby and US Foreign Policy” – Farrar, Straus and Giroux, New York, 2007

([16]) Indudablemente, sería muy saludable y sano para todos los pueblos del mundo que se realizara una investigación a fondo sobre quienes son los que desde “el mundo del entretenimiento” promueven y financian esta suerte de condicionamiento psicológico masivo hacia crecientes cuotas de violencia y perversión desde centros industriales “del entretenimiento” como Hollywood, Nueva York, y también entre nuestros multimedios locales.  

([17]) Herzl, The Jewish State, Nueva York, Doubleday, 1988

([18]) Bernard Lazare, “El Antisemitismo. Su Historia y sus Causas”, escrito en 1894 - Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1974. Páginas 11 y 12):

([19]) Salbuchi – “Bienvenidos a la jungla: dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial” – Editorial Anábasis, Córdoba, 2005.

([20]) Según el sitio en Internet del Museum of the Jewish People (www.bh.org.il - Beth Hatefutsoth / The Nahum Goldman Meseum of the Jewish Diaspora), se indican las siguientes cifras: 

·          La población judía mundial es de 13.295.200 almas, lo que representa el 0,2% de la población mundial de 6.500.000.000). 

·          La población judía en la Argentina es de 198.000 almas, lo que representa el 0,5% de la población nacional de 39.000.000. 

A su vez, ssegún el Departamento de Educación Sionista de la organización israelí The Jewish Agency for Israel (www.jafi.org.il), la población mundial judía en 2002 era de 13.296.000 personas, de las cuales el 37,8% (5.025.000) vive en el Estado de Israel y el 62,2% restante (8.271.100 personas) viven en la Diáspora en decenas de países de todo el mundo.  De esta población total en la Diáspora, 5.700.000 viven en los Estados Unidos (lo que representa aproximadamente el 2% de la población estadounidense de casi 300 millones de personas); una cifra apreciable reside en Europa y el 2,7% del total – 369.800 personas – viven en Sud América.  Estas cifras oficiales también indican que en la República Argentina viven 195.000 judíos (de los cuales 175.000 residen en la ciudad de Buenos Aires). http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Judaism/jewpop.html

([21]) Cabe señalar un elemento fundamental en este debate, que es el de la necesidad de hacer prevalecer el sentido común y autocontrol.  En temas relacionados con discriminaciones y “anti” esto o aquello, debe haber límites lógicos y sensatos fijados por el buen sentido común y autocontrol de todas las personas.  Cada uno de nosotros se puede sentir, en alguno u otro rubro o campo, como una “minoría”, sea por sus orígenes sociales, posición económica, alineamiento ideológico, o contextura física.  Ello no significa, sin embargo, que tengamos el derecho a saltar como “leche hervida” cada vez que algo no nos complace, descalificando a quienes opinan distinto a nosotros acusándolos de ser “anti”…lo que fuera! 

A modo de ejemplo, a nadie sorprenderá saber que el autor del presente ensayo es nieto de italianos por parte de padre y madre.  Sería ridículo, sin embargo, que armara una batahola dado que cada tanto los canales de televisión locales e internacionales proyectan ese magnífico tríptico cinematográfico que es “El Padrino” de Mario Puzzio, con los talentosos actores Al Pacino, Marlon Brando y Robert De Niro, aduciendo que en las mismas “se estereotipa a todos los italianos como asesinos, mafiosos, mentiros y violentos” con lo que “me siento herido, ofendido y afectado” por semejante “campaña de anti-italianismo” propagada desde la televisión.  Cualquiera que oyera decir semejante estupidez seguramente haría callar rápidamente al tonto (o pícaro) que la propalara…

([22]) Finkelstein, Norman - profesor de teoría política en la City University of New York, Hunter College, “The Holocaust Industry: Reflections on the Exploitation of Jewish Suffering” (Nueva York, 2000) – Publicado también en castellano bajo el título “La industria del Holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío” (Siglo Veintiuno de Argentina Editores, Buenos Aires, 2002).