ACERCA DEL "ANTISEMITISMO" Informe
de Adrian
Salbuchi Contenido
La
discriminación por motivos de raza,
religión, nacionalidad, ideología, opinión pública, posición económica,
condición social o caracteres físicos, es un flagelo que debe ser combatido por toda la
Sociedad y con todos los elementos a su alcance.
Que en una nación civilizada hombres y mujeres se vean
segregados, agredidos o acosados por tales motivos es, sencillamente,
inaceptable. Claramente,
la mejor manera de combatir la discriminación en todas sus formas es
con más educación y mayor concientización entre la opinión pública
para que pueda mantenerse siempre alerta no solo ante manifestaciones
flagrantes y burdas de discriminación, sino también ante casos más
sutiles y, por ello, más corrosivos. Éstos últimos suelen basarse en
falacias y distorsiones expresadas con gran hipocresía, a menudo
encubriendo y soslayando los objetivos e intereses que persiguen
determinados grupos y organizaciones. Cabe
señalar también que si en toda comunidad es importante que ninguna
minoría sea discriminada por la mayoría, no menos vital resulta que
esa mayoría no caiga victima de la discriminación y agresión
perpetrada por alguna minoría poderosa. Esto
es particularmente relevante para la Argentina, país que ha conocido
tristes episodios en que minorías antidemocráticas perpetraron vasta
discriminación contra todo el pueblo argentino, como ocurrió entre
1976 y 1983 cuando un compacto régimen cívico-militar usurpó el
poder. Dentro
de este marco, el presente ensayo aborda uno de los fenómenos más
complejos, confusos y distorsionados sobre el que mucho se declama pero
poco se entiende: el así-llamado “antisemitismo”.
A
modo de introducción Los
avances tecnológicos aplicados a las comunicaciones y a los medios de
difusión, han hecho que éstos cobren un poder sin precedentes en la
historia humana. El
efecto conjunto y la retroalimentación mutua de los medios de difusión
masiva – prensa gráfica, radio, televisión, Internet y otros – hoy
permite formar, influir, y también deformar, la percepción colectiva de
la realidad en todos los ámbitos de la vida.
Esto lo podemos comprobar en los campos de la política, la economía,
las finanzas, la sociología, la cultura y la religión, dónde se observa
un amplio y creciente trastrocamiento de fundamentales valores éticos y
morales, como así también en los usos, buenas costumbres e idiosincrasia
de los pueblos del mundo. Como
todo proceso de acción psicológica – pues de ello se trata – su
implementación y dinámica han sido graduales, a fin de lograr creciente
acostumbramiento en la comunidad, teniendo objetivos a largo plazo que
abarcan generaciones enteras. Visto
en su conjunto, el pasado siglo XX da elocuente testimonio de lo indicado,
cuando observamos los profundos cambios experimentados a lo largo del
mismo. La
Argentina no es ajena al fenómeno descripto.
Todo lo contrario, nuestro país pareciera estar entre las naciones
elegidas como una suerte de laboratorio de experimentación tendiente a
gradualmente modificar, distorsionar e incluso invertir
sus valores éticos y morales, creencias religiosas, y alineamientos ideológicos.
En fin, se están desarticulando los ejes del imaginario colectivo
sobre los que se sustenta aquello que se ha dado en llamar la
“argentinidad”; o sea, el conjunto de ideas, estilos, símbolos y
mitos que nos identifican como Nación y como comunidad organizada en el más
amplio sentido del concepto. Cabe
señalar que aunque los multimedios son la cara visible que conduce este
fenómeno de acción psicológica, sin embargo la fuerza motriz no
inmediatamente visible que lo sostiene y financia, suele hallarse entre
entidades e individuos quienes invariablemente tienen objetivos e
intereses muy concretos. A lo
largo de más de treinta años, en la argentina uno de esos objetivos –
logrado por cierto – ha sido el de debilitar, desarticular y erosionar
al Estado Nacional en sus funciones vitales e indelegables.
En el plano de lo que podríamos denominar “el alma de nuestra
Nación”, esas funciones del Estado debieran centrarse en su obligación
de representar y defender los auténticos valores culturales, éticos,
morales, religiosos, sociales y políticos que desde hace casi cinco
siglos nutren las comunidades asentadas en estas tierras. Destacamos
que muchos aspectos de la acción psicológica colectiva promovida desde
los medios de difusión – que a menudo cobra características de
terrorismo intelectual reminiscente de las más crudas épocas de
estalinismo soviético – conforma una suerte de sorda guerra psicológica
librada contra la salud mental de los ciudadanos, ergo, contra la psicología
colectiva de nuestro pueblo. Algunos
la han dado en llamar “guerra discreta con armas silenciosas” Como
decimos, este fenómeno no es casual ni espontáneo.
Obedece a claros objetivos e intereses, las más de las veces no
explicitados, por cuanto quiénes los promueven bien saben que si hablaran
llanamente, quedaría desenmascarado el hecho de que sus metas tienden a
debilitar la fibra espiritual de nuestra comunidad, desmoralizar a amplios
sectores de nuestro pueblo, confundir a nuestra juventud y corromper las
costumbres. De
manera que si la opinión pública tomara cabal conciencia de tales
objetivos encubiertos que, encima, se hallan íntimamente ligados a los
intereses de potencias extranjeras y de organizaciones supranacionales
mayormente contrarias al Interés Nacional Argentino, entonces seguramente
habría una vehemente reacción colectiva contra tamaño ataque.
De
ahí que bien pueda comprenderse que esta guerra psicológica de alcances
planetarios se libre silenciosamente, desde “detrás del telón”, como
lo expresara magistralmente hace ya más de un siglo Benjamín Disraeli,
aquél gran primer ministro de la británica reina Victoria. Sirva
esta breve introducción para fijar el marco conceptual dentro del cual
abordaremos el tema que nos ocupa: el así llamado “antisemitismo”.
La
acción psicológica A
la acción o guerra psicológica – también conocida como
“propaganda” –, se la puede identificar según un conjunto de
características que delatan una clara metodología encaminada a persuadir
y convencer a algún sector de la población, o a toda ella, respecto de
lo buena o mala que es alguna idea o propuesta, a fin de que luego esos
sectores poblacionales adopten ciertos patrones de comportamiento con alto
grado de automaticidad. Luego
y al mejor estilo del conocido experimento del perro de Pavlov([1]),
sólo hará falta activar algún símbolo, una imagen, una palabra o un
sonido para disparar un amplio complejo de comportamientos previamente
grabados y programados en el inconsciente de la psiquis de los blancos
poblacionales. Correspondientemente,
a todo ejercicio de acción psicológica se lo suele reconocer por ciertas
características, tales como la repetición, la simplificación, la
imposibilidad de verificar su veracidad, la contradicción y – en
algunos casos – su lisa y llana irracionalidad: ·
Repetición
– La acción psicológica exige repetir una y otra vez aquella idea,
imagen o supuesta “verdad” que se pretende imponer en la psiquis
colectiva, taladrándola en los cerebros del blanco poblacional al que va
dirigida. Su meta básica consiste en condicionar determinados reflejos
al estilo del “perro de Pavlov”, aunque con mayor sofisticación y
sutileza. Se aplica así la vieja máxima atribuida a Joseph Goebbels: “miente,
miente, miente que siempre algo quedará…”
·
Simplificación
– La acción psicológica exige un altísimo nivel de unilateralidad, lo
que implica simplificar ad absurdum
temas y procesos harto complejos, en los que nunca puede haber una única verdad. Se trata
del juego de “blanco o negro”, que excluye – prohíbe, incluso –
toda gama de “gris” intermedio. Se
fracturan los temas en discusión en una oposición maniquea entre
“buenos y malos”, donde los “buenos” siempre ganan.
Cuando se trata de bandos en guerra, nos enteramos que los
“buenos” ganan justamente porque ejercen mayores niveles de violencia,
muerte y sangre (sino, ¡no hubieran ganado!).
Nos topamos así con la inadmisible contradicción de que los
“buenos” son siempre quienes ejercitan mayores cuotas de violencia física
con la que neutralizan y aniquilan a los “malos”.
Aplicado a la política, la historia y el ámbito de las ideas,
claramente estamos ante lo que muchos denominan la versión “Walt
Disney” de la realidad, convenientemente sanititarizada para consumo
masivo y simplificada hasta el infantilismo.
Sus sellos son el fanatismo, el dogmatismo y el terrorismo
intelectual, que no tolera y procura neutralizar toda opinión contraria a
la propia. Ello explicaría
la “lógica” detrás de la amenaza lanzada a los cuatro vientos por
George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001: “A
partir de ahora, cada Nación debe decidir si está con nosotros o contra
nosotros…” ·
Inverificabilidad
– La acción psicológica suele basarse sobre mitos convenientemente
impuestos a través de la repetición, con lo que se condiciona al
imaginario colectivo de una comunidad que se ve así obligada a aceptarlos
como “la verdad”, a pesar de que no solo no existen evidencias firmes
que los avale sino, incluso, la evidencia visible a menudo demuestra todo
lo contrario. Las acusaciones
en 2002/2003 del gobierno Bush contra el régimen de Saddam Hussein en
Irak por la supuesta posesión de “armas de destrucción masiva”
conforma un ejemplo impactante, por cuanto se trató de una mentira política
propagada desde el máximo nivel del gobierno de Estados Unidos, que ya ha
costado más de 1.200.000 muertos iraquíes, amen de varios miles de
muertos entre las fuerzas invasoras, y literalmente decenas de millones de
heridos en todos los bandos.([2]) ·
Contradicción
– La acción psicológica suele proclamar una cosa para luego impulsar
exactamente lo contrario de lo que declama.
Así, se impone la “democracia” en la política, pero se
des-democratizan la economía y las finanzas.
Se promueve la “paz”, pero hoy las grandes potencias gastan más
en armas que en ningún otro momento en la historia.
Se declama la protección de los “derechos humanos”, pero esos
derechos nunca se han visto tan vulnerados como en los terribles tiempos
que vivimos. Se habla de la
“libertad”, pero se perpetran ocupaciones militares ilegales e
injustificadas como las de Afganistán, Palestina e Irak.
·
Irracionalidad
– Si conceptos como
“democracia”, “paz”, “derechos humanos” y “libertad”
han quedado mayormente vaciados de su real sentido, más complejo
resulta el caso del vocablo “antisemitismo” que – como veremos más
adelante – hoy a menudo se usa de una manera que sólo puede calificarse
de irracional ([3]).
Utilizando técnicas de
acción psicológica, a la palabra “antisemitismo” se le ha
transferido una enorme carga de emotividad negativa, ya que al desviarle
su verdadero sentido, se la utiliza para generar sentimientos de compasión
y solidaridad hacia grupos y organizaciones judías, fuera de toda
proporción, lógica y real necesidad.
Se ha llegado al punto en que hoy ser calificado de
“antisemita” o de promover el “antisemitismo” conforma un
verdadero agravio, insulto y descalificación para aquella persona,
institución o Nación que se vea así catalogada.
Ser calificado de “antisemita” es casi tan grave como serlo de
“nazi”, “fascista”, “mafioso” o asesino.
Nadie en su sano juicio y de recta conducta, puede aceptar ser
calificado de semejante manera. Confusionismo Comencemos
por señalar que entre las técnicas de acción psicológica desatadas en
torno al “antisemitismo”, tiene un lugar relevante la confusión que se promueve adrede que pretende mezclar – confundir
- cuatro categorías muy distintas entre sí: 1.
El
judaísmo,
como religión milenaria; 2.
La
etnia judía,
como colectividad social dispersa en muchos países del mundo, cuyos
miembros mantienen determinadas características culturales, sociales y
religiosas, mas difieren – a menudo agudamente – en sus alineamientos
ideológicos y políticos; 3.
El
sionismo,
como ideología política nacionalista integrada en una poderosa red
mundial de organizaciones de presión, choque y lobby, totalmente
alineadas a los intereses del Estado de Israel([4]);
4.
El
Estado de Israel,
como entidad política nacional instalado en una determinada geografía; Destacamos
que arbitraria e injustamente, las organizaciones sionistas suelen
arrogarse la representatividad de todo
el pueblo judío – entre el que hay muchos judíos anti-sionistas
que se identifican poco, incluso nada, con el Estado Israel –
pretendiendo falazmente que quienes se oponen al sionismo sean por ello
“antisemitas”. De
esta manera, cada vez que surge alguna crítica a su accionar, se escudan
diciendo que, o bien se ataca al judaísmo como religión, o al pueblo judío
como etnia, cuando en realidad lo que hoy mueve a millones de personas al
escándalo son las políticas de terrorismo de Estado practicadas sistemáticamente
por Israel contra Palestina y el Líbano, y las ingerencias indebidas e
ilegítimas de poderosas
organizaciones sionistas en los asuntos internos de distintas naciones, la
Argentina incluida. Digámoslo
claramente: ·
Es una obligación
imperiosa en toda Nación civilizada oponerse
a la discriminación por razones de religión o etnia.
En el tema que nos ocupa, resulta inadmisible discriminar al judaísmo
como religión, o a los judíos como pueblo pacífico dentro de nuestra
comunidad; sin embargo, también: ·
Es un derecho inalienable
de todo ciudadano libre-pensante el poder
criticar y desenmascarar las políticas genocidas de cualquier Estado que
las practique, y de ideologías racistas y exclusivistas.
En el caso que nos
ocupa, debe defenderse el derecho a evaluar y comentar en amplios debates
públicos, abiertos y respetuosos las bondades – o falta de ellas – de
las políticas del Estado de Israel y de las propuestas y consecuencias de
la ideología sionista, tanto para el mundo como para la República
Argentina En
nuestro país, la Ley 23.592 - contra la discriminación - es taxativa y
clara al respecto: prohíbe la discriminación por
motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión
pública o gremial, posición económica, condición social o caracteres físicos.
Cabe destacar que el así-llamado “antisemitismo” ni siquiera
es mencionado en dicha ley, lo que refleja la falta de una definición
racional del mismo, según creemos haber demostrado en el presente ensayo.
Quienes
se escudan detrás de las acusaciones – a menudo groseramente vehementes
– de “antisemitismo”, pretenden confundir una inexistente
discriminación por razones de raza, religión o nacionalidad, cuando en
realidad se soslaya que lo que amplios sectores de la opinión pública
local e internacional critican, es un conjunto de políticas y creencias
ideológicas puestas al servicio de organizaciones de presión y choque
supranacionales – las organizaciones sionistas -, y a favor de una
potencia extranjera puntual: el Estado de Israel. “Antisemitismo” Las
definiciones tradicionales indican ([5]):
·
Antisemitismo:
Doctrina o tendencia de los antisemitas. ·
Antisemita:
adj. y com. [Persona] hostil hacia los judíos, o hacia la cultura e
influencia de estos ·
Antisemítico: adj. Del antisemitismo o relativo a esta doctrina:
Estas
definiciones son harto incompletas y ambiguas.
Nos proponemos, entonces, comenzar por el principio diciendo, en
primer lugar, que no se puede ser “anti” algo, si primero no definimos
a ese “algo”. De manera
que para definir al “antisemitismo”, necesitamos antes saber qué son
el “semitismo”, el semita y lo semítico.
“Semita”
proviene de Sem
quien, según el Antiguo Testamento, fue hijo primogénito de Noé
de quien descenderían los hebreos, los asirios, los babilonios, los
elamitas, los canaanitas, así como los pueblos árabes actuales en
Oriente Medio: libaneses, iraquíes, sirios, jordanos, egipcios y
palestinos, entre otros. En
verdad, el término “semita”
comenzó a utilizarse en el siglo XIX para describir una categoría lingüística,
o sea para designar a los pueblos hablantes de lenguas
semíticas y sus culturas. Pese a carecer de toda base étnica – al
igual que sucedió con el término “ario”
popularizado por el Conde Arthur de
Gobineau
en su ensayo “Sobre la desigualdad de las razas humanas” (1855) – la
voz “semita” mutó de tener un significado lingüístico, adquiriendo
un nuevo significado pseudo-racial, por cuanto no existen “razas”
dentro de la categoría homo sapiens
que conforma, en sí, una única raza: la humana.
De manera que “semita” a lo sumo puede utilizarse para describir a una etnia o
lengua, mas no conforma ninguna “raza”. Definido
así el amplio significado del término “semita”, vemos entonces que
su contrapartida – “antisemita” – debiera definir a quiénes se
oponen a la influencia y la cultura de los semitas.
O sea, se trataría mayormente de los pueblos árabes y su
mayoritaria religión islámica, y a solo un sector muy pequeño del
pueblo judío (o sea, los sefardíes cuya descendencia puede rastrearse a
los hebreos bíblicos). Dentro
del marco de esta definición, las persecuciones y agresiones hoy se
perpetran contra los pueblos semíticos en Irak, el Líbano y Palestina
deben calificarse como genocidios antisemitas; o sea verdaderos casos de
antisemitismo. Máxime si se
considera que las potencias que los perpetran – Estados Unidos, Gran
Bretaña y el Estado de Israel – están conformadas, al menos en sus máximas
dirigencias, por líderes políticos que poco o nada tienen de
“semitas”. Todo lo
contrario: cuando observamos los caracteres físicos de líderes políticos
como George W. Bush, Dick Cheney, Ehud Olmert, Ariel Sharon, Benjamín
Netanyahu, Tony Blair, Richard Perle, John Negroponte, Douglas Feith,
Richard Armitage, Paul Bremer III, Aviador Lieberman, Donald Rumsfeld,
Gordon Brown, Ehud Barak, y Tzipi Livni, para nombrar a apenas unos pocos,
comprobamos que se trata de individuos caucásicos – “arios” según
diría Gobineau. Las más
notables excepciones son Condoleeza Rice y Colin Powell quienes,
claramente, no son ni arios ni semitas… Pero
todos sabemos que cuando los multimedios mundiales y las organizaciones
sionistas hablan de “antisemitismo”, de ninguna manera se refieren a
la violencia sistemática perpetrada contra los pueblos semíticos en
Medio Oriente por las democracias occidentales.
Incongruentemente, “antisemitismo” solo puede utilizarse para
describir la oposición a las políticas y el accionar de la comunidad judía
la que, sin embargo y como veremos a continuación, sólo porta una porción
pequeña de “sangre semítica”. En
conclusión:
·
En el ambiente de guerra psicológica hoy reinante,
“antisemitismo” no puede utilizarse para describir la realidad, o sea
la violencia concreta y verificable perpetrada contra los pueblos semíticos
(los árabes en Irak, Palestina, el Líbano y Afganistán, entre oros),
sino únicamente puede usarse para calificar un concepto falso: la
supuesta oposición al pueblo judío (sólo mínimamente semítico) y su
religión, mientras se encubre que lo que amplios sectores de opinión pública
mundial critican es la ideología del sionismo y las políticas
internas y externas del Estado de Israel.
·
Incluso, mientras que por un lado se utiliza abusivamente esta
palabra de gran poder - “antisemitismo” - para describir e identificar
a toda persona que se opone al accionar del sionismo y del Estado de
Israel, no existe, sin embargo, ningún vocablo de similar potencia e
impacto negativo que describa e identifique las agresiones perpetradas por
el sionismo y el Estado de Israel contra diversas personas, pueblos y
organizaciones. Claramente,
estamos ante un enigma que sólo puede explicarse si se comprenden las
razones por las que se pretende imponer a sangre y fuego la definición
incongruente y falseada de “antisemitismo”. Ya
el padre del movimiento universal sionista, Theodor Herzl, decía en su
obra fundacional de 1896, “El Estado judío”, que “el
antisemitismo moderno no debe ser confundido con la persecución religiosa
de los judíos que existió antaño.
De vez en cuando toma ribetes de discriminación religiosa en
algunos países pero la corriente principal de este movimiento agresivo
hoy ha cambiado. En los
principales países en los que prevalece el antisemitismo, el mismo es
resultado de la emancipación de los judíos”.
Luego
Herzl agrega algo muy importante en el contexto histórico relacionado al
surgimiento del “antisemitismo” en el siglo XX, al decir que “cuando
nos hundimos, nos transformamos en proletariado revolucionario, oficiales
subordinados de todos los partidos revolucionarios; y al mismo tiempo
cuando nos encumbramos también surge el poder terrible de la
billetera.” De estas
declaraciones pueden sacarse algunas conclusiones respecto de la evolución,
tanto del comunismo y sus violentas revoluciones en la primera mitad del
siglo XX, como del capitalismo plutocrático cuyo gigantesco poder sigue
intacto hasta nuestros días. Los
judíos, ¿son semitas? Aquí
cabe plantear entonces una pregunta fundamental que es si a los propios
judíos se los puede calificar de “semitas”, para así poder siquiera
determinar si corresponde definir como “antisemitismo” toda oposición
a sus objetivos, intereses o acciones.
Notablemente, la porción de individuos auténticamente semitas
entre las comunidades judías en todo el mundo, y muy especialmente en el
Estado de Israel, pareciera ser relativamente baja.
Ello
se debe a que únicamente los judíos sefardíes pueden reclamar una
probable descendencia de los semitas antiguo-testamentarios. Sin embargo, los sefardíes conforman una minoría numérica
y de relativamente baja representatividad e influencia dentro de las
estructuras de poder judías, tanto en el Estado de Israel como en la Diáspora.
Debe
señalarse que la mayor parte de los judíos en el Estado de Israel, al
igual que en Europa, Estados Unidos y Argentina, son de origen Ashkenazim([6]).
En última instancia, los Ashkenazim descienden de los kázaros,
pueblo euroasiático de origen caucásico que en los siglos VII, VIII y IX
logró conformar un magnífico imperio de vasta extensión pero
fuertemente descentralizado por tratarse de un pueblo eminentemente nómada.
Los
kázaros eran regidos por un rey llamado genéricamente el Khagan, quien
en el siglo VIII comprendió que la principal amenaza que se cernía sobre
su pueblo era la de verse asimilados por alguno de los dos imperios políticos,
militares y culturales euroasiáticos de la época: por una lado, el
cristiano Imperio Romano Oriental regido desde Bizancio y, por el otro, el
islámico Califato de Bagdad. Urdiendo
una compleja trama de casamientos políticos, los kázaros supieron
insertarse en el decadente poder bizantino, mas ellos siempre eligieron
mantener su orgullosa independencia, uno de cuyos pilares era no haberse
jamás subordinado ni al cristianismo bizantino ni al Islam, sabiendo en
aquellos tiempos que la religión era el factor de poder de gran
importancia política y social. Es
así que los reyes kázaros desde su ciudadela en la ciudad de Itil a
orillas del Mar Caspio, tomaron una medida revolucionaria, sin precedentes
históricos, y única: en el año 740AD, los kázaros se convirtieron en
masa al judaísmo como estrategia para frenar las peligrosas presiones
cristiana y musulmana. Con
el devenir de los siglos, el ocaso del imperio kázaro, la caída de
Bizancio, y el fortalecimiento del Islam, los descendientes de los nómades
kázaros se expandieron hacia Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Polonia e
ingresaron a Europa Central y Occidental a través de Rumania y Alemania
llegando a tener amplia presencia en muchas de las principales ciudades de
Europa. Dónde iban los kázaros,
portaban con ellos la religión de Moisés.
Conclusión:
los judíos Ashkenazim –
mayormente rubios, de ojos claros, tez blanca, y a menudo pelirrojos (auténticos “arios” dirían quienes suscriben las anacrónicas teorías
de Gobineau) poco o nada
tienen que ver con los hebreos e israelitas de la Biblia.
O sea, poca o nada sangre “semita” fluye por sus venas, y poca
justificación histórica o étnica tienen para reclamar como propia a la
Tierra Santa cananita. No
así los judíos sefardíes minoritarios, quienes al menos pueden esgrimir
una descendencia probable de los hebreos bíblicos; de aquellos judíos
expulsados por el procónsul romano Tito Augusto en el año 70AD,
iniciando así la Diáspora; su deambular por España (el vocablo sephardim
viene de la palabra hebrea para Hispania - España: Sepharad), y otras partes del Mediterráneo y de Europa.
Lo notable entonces es que hoy se aplique el vocablo
“antisemitismo” para describir toda oposición a los judíos, cuando
la mayoría de ellos – y desde luego su alta dirigencia – ni siquiera
tienen sangre “semita”, por cuanto descienden de los mayormente
“arios” kázaros euroasiáticos.([7]) Como
indicio de la candente actualidad del tema de los orígenes reales de los judíos, lo que tiene fundamental impacto
sobre la justificación que tiene el sionismo para reclamar el territorio
en el que hoy se asienta el Estado de Israel, trascribimos nuestra
traducción de tramos de un notable artículo recientemente aparecido en
el diario israelí Ha’aretz([8])
que rescata las investigaciones del historiador Shlomo Zand publicadas en
un libro ([9])
en el que asevera que el pueblo judío es “un invento”, ya que “nunca
hubo un pueblo judío, sino únicamente una religión judía, y el exilio
jamás ocurrió, de manera que no pudo haber un regreso.
Zand rechaza la mayoría de las historias utilizadas para la
conformación de la identidad nacional contenidas en la Biblia…indicando
que se trata de ficciones y mitos que sirvieron como excusa para el
establecimiento del Estado de Israel.” Luego
agrega Zand que “los primero judíos
provenientes de Ashkenaz (Alemania) no se originaron en la Tierra de
Israel y no llegaron a Europa Oriental desde Alemania, sino que se
convirtieron al judaísmo bajo el Reino de los Kázaros en el Cáucaso.
Zand explica cuáles son los orígenes de la cultura yiddish: no se
trata de algo importado de Alemania sino que es resultado de la conexión
de los descendientes de los kuzari y los alemanes quienes viajaron hacia
el Este, algunos de ellos como mercaderes.
Correspondientemente, concluimos que los miembros de un conjunto
variado de pueblos y razas rubias y negras, marrones y amarillas se
convirtieron al judaísmo en grandes números.
Según Zand, la necesidad sionista de inventar para ellos un origen
étnico compartido y una continuidad histórica generó una larga serie de
inventos y ficciones, junto con la invocación de tesis racistas.
Algunas fueron inventadas por las mentes de quienes concibieron el
movimiento sionista, mientras que otras fueron ofrecidas como resultado de
investigaciones genéticas realizadas en Israel.” ¿Estamos
entonces ante una enorme falsificación de la historia por parte del
movimiento universal sionista que ha sido utilizada como una de las armas
para fundar y mantener con altísima violencia al Estado de Israel? Este creciente cuestionamiento al derecho de los sionistas
sobre el territorio palestino pareciera explicar la también creciente
vehemencia y violencia intelectual con la que atacan a todos sus críticos,
aplicándoles el sambenito de “antisemita”. Combatiendo
al “antisemitismo” Sirvan
estos datos y comentarios iniciales para poder mejor comprender ciertos
hechos relacionadas con la especie de cruzada de lucha mundial contra el
“antisemitismo” lanzada recientemente por los Estados Unidos.
Efectivamente, el 16 de octubre de 2004, el presidente George W.
Bush sancionó una ley denominada Ley de Revisión del Antisemitismo
Global (Global Anti-Semitism Review Act of 2004), mediante la cuál
se creó un área especial dentro del Departamento de Estado (la
cancillería estadounidense), que tiene como misión monitorear el
"antisemitismo" en todo el mundo. ([10]) Como medida
fundamental en la implementación de dicha Ley, el 22 de mayo de 2006 la
secretaria de Estado Condoleeza Rice nombró a Gregg Rickman como
“Enviado especial en el Depto. de Estado para monitorear y combatir
el antisemitismo” en todo el mundo.
La tarea del Sr. Rickman en su nueva función de gendarme mundial del
pensamiento, se vio facilitada por el hecho de que ni siquiera necesita
definir qué es el “antisemitismo”, toda vez que el propio
Departamento de Estado admite no saberlo con precisión; no que ello
les preocupe demasiado. El
8 de febrero de 2007, el Depto. de Estado emitió una “Working
Definition of Anti-semitism” (o sea, una “definición provisoria del antisemitismo”),
aclarando que "en su informe del 2004 sobre antisemitismo,
el Centro Europeo para Monitorear el Racismo y Xenofobia (EUMC - European
Monitoring Center on Racism and Xenophobia) señaló la falta de una
definición común del antisemitismo y consecuentemente trató de armar
una. Como resultado de ello, un pequeño conjunto de ONG's redactó
una definición provisoria.....(que) consideramos brinda una guía inicial
con la que el antisemitismo puede eventualmente ser definido y combatido
y, por ende, presentamos esta "definición provisoria" como
punto de partida en la lucha contra el antisemitismo". De
manera que Estados Unidos, firmemente avalado por las organizaciones
sionistas mundiales, pretende llevar a cabo una “lucha global
contra el antisemitismo”, sin siquiera saber cómo definirlo
con alguna precisión. Incluso, en una nota al pie en dicha
declaración oficial, el Depto. de Estado aclara que "el hecho de
que trascribamos la "definición provisoria" del EUMC sobre el
antisemitismo no debe interpretarse como que aceptemos dicha definición"
(sic!). Veamos qué dice esa “definición provisoria”
que no hace más que agregar a la confusión programada con la que el
sionismo aborda este tema: "El
antisemitismo es una cierta percepción sobre los judíos, que puede
expresarse como odio hacia los judíos. Toda manifestación retórica
y física de antisemitismo dirigida contra individuos judíos y
no-judíos y/o sus bienes, hacia instituciones comunitarias judías e
instalaciones religiosas":([11]).
Luminoso.
A renglón seguido, la cancillería norteamericana describe una
serie de creencias y opiniones que, según ella, conforman "antisemitismo"
y que, por ende, deben ser anatemizadas y combatidas a nivel
planetario, pero que en el marco de nuestro análisis no hacen más que
agregar a la confusión y profundizar la irracionalidad reinante en torno
al concepto de “antisemitismo”. Seguimos
leyendo en el sitio oficial del Departamento de Estado www.state.gov,
lo siguiente: “Ejemplos contemporáneos de antisemitismo en la vida pública, los medios, las escuelas, el trabajo y en la esfera religiosa podrían – tomando en cuenta el contexto general – incluir pero sin limitarse a, los siguientes ejemplos: ·
Hacer
comentarios mendaces, inhumanos, satanizados o estereotipados sobre los
judíos, alegando que los judíos individualmente o a través de su poder
colectivo conforman una conspiración mundial judía, o que los
judíos controlan los medios de difusión, la economía, el gobierno u
otras instituciones sociales; ([12])
·
Acusar
a los judíos como pueblo de ser responsables por los crímenes reales o
imaginados cometidos por algún individuo o grupo judío, o por incluso
por actos cometidos por no-judíos; ·
Negar
el hecho, los alcances, el mecanismo (o sea, las cámaras de gas), o la intencionalidad
genocida contra el pueblo judío a manos de la Alemania
nacionalsocialista y sus acólitos y cómplices durante la segunda guerra
mundial (o sea, el Holocausto); ·
Acusar
a los judíos como pueblo, o a Israel como Estado, de inventar o exagerar
el Holocausto; ·
Acusar
a ciudadanos judíos de ser más leales hacia el Estado de Israel, o más
leales hacia las supuestas prioridades mundiales de los judíos, por
encima de los intereses de sus propias naciones; Algunos
ejemplos de las formas en que se manifiesta el antisemitismo respecto del
Estado de Israel tomando en cuenta el contexto general podrían incluir: ·
Negar
al pueblo judío el derecho a la autodeterminación (por ej., manifestando
que la existencia del Estado de Israel conforma un proyecto racista); ·
Comparar
a las políticas actuales israelíes con las de los nazis; ·
Considerar
a los judíos responsables en forma colectiva por las acciones del Estado
de Israel” ([13]) Lo
notable de estas políticas oficiales estadounidenses, radica en el hecho
de que buena parte de esta ley está orientada a proteger y a dar una
suerte de “cheque en blanco”, ya no a una etnia, sino a una
determinada potencia extranjera: el Estado de Israel. Ello
no sorprende cuando se profundiza el análisis de las estructuras de poder
que hoy rigen en los Estados Unidos y sus principales aliados.
El autor del presente ha escrito un amplio análisis histórico y
político respecto de la influencia que detenta una nutrida red de poder
privado que desde hace casi un siglo pareciera haber copado los resortes
del poder real en los Estados Unidos.
Esta red de poder es de amplias características pluri-étnicas y
se describe en forma detallada en la obra “El cerebro del mundo: la cara
oculta de la globalización”.([14]) Más
específicamente y como consecuencia de la política exterior del gobierno
de Bush – en especial la “guerra contra el terrorismo global”, las
invasiones de Afganistán e Irak, y el apoyo sistemático e irrestricto al
Estado de Israel –, ha surgido en medios académicos de máximo nivel en
Estados Unidos un creciente debate sobre lo que algunos describen como el
“copamiento” o “secuestro” de ejes clave de la política exterior
de ese país por parte de un conjunto de poderosas organizaciones privadas
que priorizan los objetivos e intereses de una determinada ideología –
la sionista – y de una potencia extranjera – el Estado de Israel. Estas
políticas estadounidenses que pretenden monitorear y combatir el
“antisemitismo”, sin embargo, evitan sistemáticamente considerar cuáles
podrían ser la causas que generan aquello que la Ley de Revisión del Antisemitismo
Global señala como “actos de
antisemitismo en países de todo el mundo, incluyendo a algunas de las más
fuertes democracias (que han) aumentado significativamente en frecuencia y
amplitud en los últimos años”.
Según
este criterio, el “antisemitismo” surgiría espontáneamente como una
patología psicológica que afecta a prácticamente todos los pueblos, a
lo largo de siglos y milenios y en las más variadas geografías del
mundo. En
un importante informe publicado por la facultad John F Kennedy School of
Government de la Universidad de Harvard, su decano Stephen Walt y el
profesor John Mearsheimer a cargo de la cátedra de ciencias políticas de
la Universidad de Chicago, analizan con rigor y objetividad la influencia
del así-llamado “lobby israelí” no sólo sobre la política exterior
del gobierno de Bush sino, históricamente, desde hace ya varias décadas.
Walt
y Mearsheimer llegan a un conjunto de conclusiones que parecieran
demostrar que organizaciones pro-sionistas y pro-Israel como AIPAC –
American Israeli Public Affairs Committee – habrían logrado “torcer
ejes fundamentales de la política exterior de Estados Unidos para que
priorice el interés nacional del Estado de Israel por encima del interés
nacional de los propios Estados Unidos de Norte América”.
Este paper de Harvard
publicado en marzo 2006, fue luego ampliado a una extenso libro([15])
generando un muy saludable debate en altos círculos académicos y políticos
en la superpotencia del norte, hoy inmersa en una crisis sin precedentes
en su política exterior debido a los gravísimos errores políticos,
militares y económicos cometidos por sus máximos dirigentes.
Con
el fin de facilitar la lectura del presente informe, incluimos en el
“Anexo I” una descripción de algunos de los ejes principales
esgrimidos en el informe Walt/Mearsheimer quienes, como era previsible,
hoy son ruidosamente acusados de “antisemitas” por los grandes medios
de prensa casi exclusivamente pro-israelíes de Estados Unidos.
Sin
embargo, cabe destacar que figuras de altísimo prestigio como el
ex-presidente Jimmy Carter y el geopolítico y ex-asesor de Seguridad
Nacional Zbigniew Brzezinski no solo salieron en defensa de Walt y
Mearsheimer, sino que han declarado abiertamente que hoy resulta
importante para Estados Unidos que se abra un amplio debate público sobre
lo que muchos analistas consideran conforma una indebida ingerencia de los
lobbies pro-Israel dentro del gobierno de ese país.
Como era de prever, también a Carter y Brzezinski el amarillismo
periodístico les colocó el sambenito de “antisemitas”.
Otros
intelectuales como Samuel Huntington, aunque no suscriben explícitamente
las tesis de Walt y Mearsheimer, sin embargo señalan que resulta
peligroso pretender acallar opiniones sobre temas políticos utilizando técnicas
como las que se describen en el presente informe. ¿Qué es entonces el “antisemitismo”? Estas
notables definiciones del “antisemitismo”, únicamente aplicable a los
judíos, que hoy hace el gobierno estadounidense obligan a tratar de
identificar de dónde surge esa animosidad universal contra una comunidad
numéricamente tan pequeña. Y,
como vemos, tan universal y ubicua es esa animosidad “antisemita” que
la superpotencia estadounidense ha creído necesario legislar a nivel
mundial para monitorearla y combatirla.
Aclaremos,
en primer lugar, que si bien las persecuciones contra los judíos tuvieron
una base religiosa en siglos pasados, ya hoy no puede decirse que el
“antisemitismo” se refiera al ámbito de lo religioso, al menos no en
Occidente y, desde luego, tampoco en nuestro continente, dónde felizmente
la discriminación religiosa ha mermado casi por completo.
En
rigor de verdad, la verdadera y agresiva discriminación religiosa que hoy
existe en Occidente no va dirigida contra el judaísmo, sino
principalmente contra la religión islámica.
Particularmente, desde los eventos del 11 de septiembre 2001,
cuando Estados Unidos y sus aliados lanzaron su “guerra contra el
terrorismo fundamentalista islámico”, entre cuyas armas observamos un
amplio proceso de guerra psicológica que busca estereotipar y satanizar
al Islam como religión, y a todos los pueblos árabes musulmanes de Medio
Oriente. Otro
factor importante es el hecho de que hoy en día la religión judía no
genera animosidades entre las comunidades modernas, por la sencilla razón
de que se trata de una religión no-evangelizadora y no-militante.
Mucho más intrusivas – y por ende “molestas” y fastidiosas
para mucha gente – son, por ejemplo, algunas de las confesiones y sectas
cristianas pentecostales y evangelistas militantes, que procuran ganar
adherentes, a menudo con un estilo vulgar a través de la televisión, la
radio e incluso casa por casa. De
manera que decir que el “antisemitismo” es un delirio persecutorio
contra la religión judía,
tampoco resiste un análisis serio, amen de que en todos los países del
mundo lamentablemente hoy exista una multitud de actos criminales y
delictivos – todos condenables por cierto – que incluyen la profanación
de cementerios, las agresiones personales y actos vandálicos de todo tipo
perpetrados por inadaptados y criminales contra amplios sectores de
ciudadanos de todas las religiones, razas, etnias y clases sociales. Este
triste fenómeno no solo afecta a las comunidades judías, sino que la
creciente violencia en nuestras ciudades es un fenómeno mundial que
afecta a todos los ciudadanos, y es alimentado por un complejo conjunto de
factores que abarcan desde las adversas condiciones sociales reinantes
hasta la instigación a la violencia, la inmoralidad y las perversiones de
todo tipo instigados por los medios de difusión masiva, a menudo con la
excusa de “entretener” al pueblo ([16]).
Lo
que hoy se denomina “antisemitismo” ya Herzl lo había descripto como
“la cuestión judía”, muy en boga en la Europa del siglo XIX cuando
Herzl lanzara el movimiento sionista universal.
En “El Estado Judío”, Herzl señala que “la
cuestión judía existe en todo lugar dónde vivan judíos en cantidades
perceptibles. En los lugares
en que la cuestión judía no existe, es portada por los judíos en el
curso de sus migraciones. Esto
es así en cada país y lo seguirá siendo, aún en aquellas naciones
altamente civilizadas – por ejemplo, en Francia – hasta que a la
cuestión judía se le halle una situación de bases políticas.
Los desafortunados judíos están llevando actualmente las semillas
del antisemitismo a Inglaterra; y ya las han introducido en América” ([17]) Por
su parte, el sociólogo judío francés Bernard Lazare escribiendo también
a fines del siglo XIX decía,“en
todos los lugares en los cuales los judíos… se han establecido, en
todos ellos se ha desarrollado el antisemitismo, o más bien el anti-judaísmo,
pues antisemitismo es una palabra mal elegida, que sólo ha tenido razón
de ser en nuestro tiempo, cuando se ha querido ampliar la lucha del judío
y de los pueblos cristianos y darle una filosofía al mismo tiempo que una
razón más metafísica que material.
Si la hostilidad y hasta repugnancia sólo se hubieran manifestado
con respecto a los judíos en una época y en un país sería fácil
desentrañar las causas limitadas de estas cóleras; pero por el
contrario, la raza judía ha sido objeto del odio de todos los pueblos en
medio de los cuales se ha establecido. Ya que los enemigos de los judíos
pertenecían a las razas más diversas, vivían en países muy apartados
los unos de los otros, estaban regidos por leyes diferentes y gobernados
por principios opuestos, no tenían ni el mismo modo de vivir ni las
mismas costumbres y estaban animados por espíritus disímiles que no les
permitían juzgar de igual modo todas las cosas, es necesario, por lo
tanto, que las causas generales del antisemitismo siempre han existido en
el mismo Israel y no en quienes lo han combatido.”([18]) Efectivamente,
un rápido repaso histórico consigna un mismo
patrón de segregación, persecución y expulsión de las comunidades judías
en a través del tiempo y la geografías planetaria: en la antigüedad, en
Babilonia, Egipto, Judea e Israel (a manos de los romanos); en la Edad
Media, hubo expulsiones en las islas británicas en el siglo XIII, en España
y Portugal en el siglo XV; en épocas más recientes se produjeron
persecuciones en Francia, Rumania, Rusia, Hungría, Serbia, Ucrania,
Polonia, Alemania, y Austria a lo largo de los siglos XIX y XX, y en la
actualidad son combatidos por los países islámicos en Medio y Lejano
Oriente. Paralelamente
y con mucha menor intensidad, también ha habido episodios dolorosos de
rechazo y conflicto en países de América como Estados Unidos, Canadá,
Brasil, Argentina, Chile, Colombia, México, y Perú; algo notable en
Latinoamérica que ha sabido acoger a todas las razas del mundo con un
alto grado de libertad y tolerancia.
Este
fenómeno casi universal de rechazo a los judíos, está explícita
reconocido por la legislación contra el “antisemitismo” sancionada
por EEUU, lo que obliga a plantear una pregunta – obvia e incómoda –
que es sistemáticamente ignorada por quienes propagan la falacia
confusionista del “antisemitismo”: ¿Es razonable suponer que, a través
de siglos y milenios, todos los pueblos que han tenido contacto con el
pueblo judío sufran de alguna suerte de patología psicológica –
denominada “antisemitismo” – que
los lleva a rechazar e incluso expulsar violenta e irracionalmente a los
judíos de su seno? Semejante
aseveración pareciera unilateral e incompleta, pues no evalúa la
alternativa – bastante más verosímil, por cierto – de que puedan
existir patrones de comportamiento social entre ciertos sectores de las
comunidades judías que generan tal rechazo.
Insistimos:
la pregunta es odiosa pero hace a la esencia misma del problema ya que su
planteo permitiría empezar a desentrañar cuáles serían las verdaderas
causas del así-llamado “antisemitismo” que tanto preocupa al gobierno
estadounidense y a las organizaciones sionistas mundiales.
Tal
pregunta, que tiene algo del enigma de “si vino primero el huevo o la
gallina”, pareciera tener tan sólo dos respuestas posibles: 1.
Todos los pueblos del mundo que han convivido con los judíos a
través de la historia, y aún hoy, son culpables y psicológicamente
enfermos al tiempo que los judíos son sus victimas inocentes, o
2.
Existen ciertos patrones de comportamiento propios de cierta
cultura, idiosincrasia y tradiciones judías que, tarde o temprano,
generan resistencia y rechazo entre las sociedades en las que esas
comunidades judías procuran insertarse. Conclusión: Si
lo primero es correcto, entonces el “antisemitismo” es una enfermedad
que afecta a toda la humanidad, salvo los judíos;
Si
lo segundo es correcto, entonces el “antisemitismo” surge como reacción
ante el comportamiento asocial de ciertos sectores judíos, especialmente
sus dirigencias. He
ahí la pregunta… El
Estado de Israel Según
muchas organizaciones sionistas, y sus voceros y simpatizantes en los
multimedios y otros círculos, el “antisemitismo” se habría mutado
manifestándose hoy a través de la crítica a las políticas internas y
externas del Estado de Israel. Claramente,
este concepto reviste alta peligrosidad pues si la acusación de
“antisemita” sirve como arma silenciadora, descalificadora y de
censura de las opiniones e ideas de un amplio sector de la comunidad,
entonces estaríamos ante una situación altamente nociva pues se estaría
haciendo crecientemente difícil, y profesionalmente riesgoso, realizar análisis,
diagnósticos y criticas objetivas de la geopolítica del Estado de
Israel. De
esta manera, Israel adquiere una condición de privilegio ante otros
Estados, lo que es conceptual
y políticamente grave, dado que se trata de una Nación en permanente
guerra con sus vecinos, que también ha logrado influir en forma indirecta
pero riesgosa, sobre la política exterior de la República Argentina.
Efectivamente, en torno al episodio de la voladura de la sede de la
AMIA-DAIA en julio de 1994, a fines de 2006 el gobierno argentino acusó
sorpresivamente a un ex-presidente iraní y siete de sus ministros de
haber sido responsables de ese atentado terrorista, en base a
“inteligencia” provista por los servicios secretos de Estados Unidos e
Israel. Los orígenes de esa
denuncia del gobierno Kirchner son muy dudosas y poco claros, por lo que
en noviembre de 2006 el autor del presente cursó una “Carta Abierta”
al entonces presidente Néstor Kichner solicitándole aclare cuáles son
las razones y los compromisos asumidos por su gobierno con las
organizaciones sionistas internacionales.
En el Anexo III incluimos el texto de dicha Carta, que jamás fue
contestada... Según
esta lógica perversa, hoy se puede criticar – incluso vehementemente
– las políticas de naciones como Estados Unidos, Gran Bretaña o
Argentina, sin que ello implique una condena a sus pueblos – ni mucho
menos a sus creencias religiosas. Pero
no se puede criticar a Israel políticamente, porque ello significa
cometer “antisemitismo” según se lo describe vagamente como
discriminación o persecución de los judíos como etnia y religión.
En
rigor de verdad, sostenemos que rara
vez los pueblos son “enemigos” entre sí.
Usualmente, son sus dirigencias las que operan de manera
adversarial hacia determinados grupos, pueblos, naciones, ideologías e
individuos. Cuanto más
poderosas son esas dirigencias, mayores cuotas de violencia política,
psicológica y física pueden esgrimir contra sus adversarios. El
núcleo de este pensamiento, entonces, pretende equiparar al sionismo y al
Estado de Israel, con toda la comunidad judía mundial: una falacia
perversa por cuanto el sionismo y el Estado de Israel son construcciones
ideológica y política respectivamente, mientras que pueblo judío
conforma una etnia de presencia global que, con distintos grados de
intensidad, practica la religión judía.
No
todos sus miembros se identifican con los intereses y lineamientos ideológicos
del sionismo y de Israel. Sería
tan absurdo presuponer que la etnia judía se alinee 100% detrás de una
ideología política y un Estado determinado, como sería absurdo
presuponer que quienes no pertenecen a esa etnia sean todos contrarios a
dicha ideología sionista y al Estado israelí.
En
consecuencia, podemos concluir que no
todo judío es sionista y no todo sionista es judío.
Para ampliar detalles sobre esta problemática íntimamente ligada
a la ideología sionista, incorporamos como “Anexo II” al presente
informe el texto del Capítulo VI de la obra del autor “Bienvenidos a la
jungla: dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial”([19]). La
República Argentina - verdadero crisol étnico - tiene una pequeña
comunidad judía del orden de los 200.000 habitantes según fuentes
oficiales judías([20]),
que convive pacíficamente con las demás comunidades – sean
mayoritarias como la española e italiana, o minoritarias como la de los
alemanes, sirio-libaneses, armenios, chinos, ingleses, chilenos, peruanos,
paraguayos, bolivianos, húngaros, coreanos, escandinavos, galeses, árabes,
y muchas otras. Todos
juntos conformamos un único Pueblo – el argentino –, lo que no
impide que cada argentino tenga la capacidad y el derecho de criticar –
¡muy justificadamente por cierto! – a nuestros circunstanciales
gobernantes, sin por ello arriesgar que se nos acuse de
“anti-argentinismo” o, peor aún, de “anti-catolicismo” por ser la
Argentina una Nación católica, al menos en sus orígenes([21]). Esto
es particularmente grave por cuanto Israel se encuentra en estado de
guerra permanente desde su fundación forzada en 1948.
Su creación fue realizada a costa de los palestinos cuya matanza,
expulsión hacia otros países musulmanas – notablemente el Líbano,
Siria, Jordania y Egipto – y su posterior ocupación por las fuerzas
armadas del Estado de Israel, al margen de conformar una cruel injusticia
y flagrante violación del derecho internacional, mancha de vergüenza a
toda la humanidad. La
realidad es que el Estado de Israel fue forjado por la fuerza de las armas
a través de operaciones terroristas, tanto contra las autoridades del
gobierno británico entonces a cargo del Mandato de Palestina, como contra
los propios pobladores palestinos. Aquellas
operaciones armadas fueron organizadas y ejecutadas por organizaciones
terroristas como el Irgun Zvai Leumi, el Grupo Stern y La Hagannah (luego
integradas para conformar el núcleo de las Fuerzas de Defensa Israelí
– o sea, su ejército nacional), y por líderes guerrilleros como
Menahem Beguin e Isaac Shamir (luego elevados al rango de primer ministros
israelíes). El
“holocausto” Resulta
también necesario aclarar que si el “antisemitismo” es una de las
herramientas en esta suerte de “terrorismo intelectual” esgrimido por
el sionismo, entonces la otra es lo que el escritor e investigador judío-norteamericano
Norman Finkelstein denomina “La Industria del Holocausto”([22])
debido, según él, a la manera vergonzosa como las dirigencias sionistas
y el Estado de Israel lo utilizan como instrumento para captar apoyo entre
la opinión pública mundial. Este
uso ilegítimo Finkelstein lo denomina “la explotación del sufrimiento
judío”, palabras textuales del subtítulo de su obra. Ese
apoyo luego se concreta en enorme asistencia económica, política,
financiera, diplomática y militar, especialmente del gobierno de Estados
Unidos y de las organizaciones pro-Israel – tanto judías como no-judías
– de todo el mundo. Nadie
duda que el así denominado “holocausto judío” conforma una de las
grandes y terribles persecuciones y matanzas del siglo XX, pero no fue ni
la única ni la mayor. Cabe
recordar asesinatos masivos como el genocidio armenio a manos de los
turcos entre los años 1915 y 1917; la destrucción de 3.000.000 de
campesinos kulaks por los comisarios políticos soviéticos de José
Stalin; los 5.000.000 de camboyanos masacrados por el terrorismo de Estado
de Pol Pot y el Khmer Rouge en Camboya entre 1975 y 1979; los 2.000.000 de
vietnamitas muertos durante las invasiones de EEUU y China, y los
bombardeos norteamericanos entre 1961 y 1975; el millón de civiles
muertos en 1945 por los bombardeos norteamericanos sobre las ciudades
abiertas de Dresde, Hiroshima y Nagasaki (éstas dos últimas con bombas
atómicas); y los 40.000.000 de muertos que se estima costó la revolución
comunista china llevada a cabo por Mao Tse-Tung entre 1945 y 1949.
De
entre todo este salvajismo monstruoso que en el siglo XX se estima le costó
la vida de más de 100 millones de personas de todas las nacionalidades,
resulta evidente sin embargo que el así llamado “holocausto” judío
tiene una cobertura periodística gigantesca – notas, documentales, películas,
dramatizaciones - y hoy, incluso, se lo impone como materia obligatoria en
los planes de estudio oficiales primarios y secundarios en Estados Unidos,
Canadá, Francia y Alemania, entre otras naciones.
Así, el “holocausto” judío pareciera ser el único genocidio
que cuenta con una suerte de marca registrada que lo separa de otras
matanzas en masa, facilitando así su propagación urbi et orbi, al
dársele un carácter sagrado, teológico y único.
Los
crecientes llamados para que se investigue la dimensión real del
“holocausto” judío con mayor rigor histórico se deben a que el mismo
ha sido utilizado como sustento ideológico de la geopolítica del Estado
de Israel. Efectivamente, las
imágenes del sufrimiento de los judíos europeos entre 1933 y 1945 a
manos del nacionalsocialismo alemán, que han sido sistemáticamente
grabadas a fuego en el imaginario colectivo de todo el mundo, conforman el
poderoso argumentó máximo con el que se ha pretendido justificar la
manera como se creó el Estado de Israel en 1948, y la manera como ese
Estado y sus dirigencias se comportan hasta nuestros días. Claramente,
si una investigación seria y equilibrada – aún pendiente de realización
– llegara a concluir que dicho “holocausto” no fue ni de las
características ni de la dimensión que el mito o la “industria del
Holocausto” – según palabras de Finkelstein – le atribuyen,
entonces amplios sectores de la opinión pública mundial concluirán que
el Estado de Israel no se debiera haber fundado de la manera como lo fue:
a través de la conquista militar, el terrorismo, el robo de territorios
ajenos y la expulsión violenta de sus tierras de millones de palestinos
hasta nuestros días. Así
comienzan a ser entendibles las poderosas razones políticas que obligan
al sionismo a mantener permanentemente avivada la memoria de aquellas
terribles imágenes de persecución de los judíos europeos, y del
“antisemitismo” que supuestamente la causara.
Hasta hoy, sin embargo, nadie acierta a explicar un hecho
absolutamente simple e insólito: si
la Alemania de Hitler fue responsable por el genocidio judío, ¿por qué
han debido pagar esas culpas alemanas los palestinos, entregando su sangre
y su territorio a los sionistas? Claramente,
los palestinos jamás tuvieron nada que ver con Hitler y el
nacionalsocialismo alemán. Si
realmente se deseara hacer justicia internacional, entonces ¿porqué no
re-fundar un Estado sionista independiente en alguna porción de
territorio alemán cedida a tal efecto, al tiempo que se devuelve
Palestina a los palestinos? Innegablemente,
ello conduciría a una rápida pacificación de todo Medio Oriente, amen
de representar una reparación histórica justa y sensata, y de ser un
paso concreto hacia la paz mundial.
Conclusión:
si quedara evidenciado que la realidad del “holocausto” y del
“antisemitismo” no concuerdan con lo que las dirigencias sionistas e
israelíes pretenden hacernos creer, entonces el Estado de Israel jamás
debiera haber sido fundado de la manera como lo fue ni la comunidad
internacional debiera tolerar su comportamiento actual.
Conclusiones Hemos
pretendido describir el marco conceptual que permite comprender las
razones por las que al “antisemitismo” se lo utiliza como una
herramienta o arma dentro de las estrategias amplias y de alcances
planetarios orientadas a promover y consolidar los objetivos, intereses y
el poder de determinadas organizaciones políticas y Estados extranjeros.
Visto
desde esta óptica, se entiende porqué la acusación de
“antisemitismo” es utilizada para acallar, censurar y descalificar a
quienes pretenden criticar u oponerse a ese conjunto de objetivos e
intereses señalados. Los
individuos y las organizaciones que promueven tales intereses y objetivos
suelen estar íntimamente ligados a las organizaciones sionistas mundiales
– varias de las cuales operan en la República Argentina –, y a
potencias extranjeras, notablemente el Estado de Israel y Estados Unidos. Bibliografía ·
Carter,
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Palestine: Peace or Apartheid? Simon
& Schuster, Nueva York, 2006 ·
Dunlop,
Douglas Morton –
Profesor de Historia de Medio Oriente, Columbia University, “The History
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Norman – profesor de teoría política
en la City University of New York, Hunter College, “The Holocaust
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Holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío”
(Siglo Veintiuno de Argentina Editores, Buenos Aires, 2002). ·
Herzl, Theodor, “The Jewish State” – Doubleday, Nueva York,
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Koestler,
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The Thirteenth Tribe: The Khazar Empire and its Heritage” – Picador
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Lazare,
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Mearsheimer,
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– “The Israel Lobby and US Foreign Policy” - Farrar, Straus and
Giroux, New York, 2007 ·
Poliak,
Abraham N – Catedrático de Historia del
Medio Oriente, Universidad de Tel-Aviv – “The Khazar Conversion to
Judaism” (1941, en el periódico hebreo “Zion”). ·
Salbuchi,
Adrian – “Bienvenidos a la jungla:
dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial” – Editorial Anábasis
– Córdoba, 2005 ·
Salbuchi,
Adrian – “El cerebro del mundo: la
cara oculta de la globalización” – Ediciones del Copista, 4ta edición,
Córdoba, 2003. ©
Adrian Salbuchi, Buenos Aires, Marzo 2008 – ([1])Ivan
Petrovich Pavlov (1849-1936) – Científico ruso quien recibiera el
Premio Nobel de Medicina (en Fisiología) en 1904 por sus
investigaciones sobre las leyes de conformación de los reflejos
condicionados. Su estudio
más conocido lo realizó sobre perros a los que se alimentaba
repetidamente haciendo sonar previamente una campanilla.
Tras una determinada cantidad de repeticiones, los perros
aprendieron a asociar el sonido de la campanilla con su inminente
alimentación. Pavlov
demostró que, una vez condicionado este reflejo a través de la
repetición, con solo hacer sonar la campanilla lograba que los canes
comenzaran a salivar y su sistema digestivo se activase, aún cuando
no recibieran alimento alguno. Estas
lecciones fueron luego desarrolladas con mucha mayor sofisticación
para lograr el “lavaje mental” de victimas y prisioneros, por
parte de chinos, soviéticos, coreanos, estadounidenses y británicos
en distintas guerras y persecuciones.
Ver
http://nobelprize.org/educational_games/medicine/pavlov/readmore.html ([2]).
Casos análogos pueden verse en la “guerra contra el
terrorismo” liderada por Estados Unidos, Gran Bretaña y el Estado
de Israel, dónde los máximos atentados terrorista parecen tener
ciertas características en común: nada parece poder probarse en
forma fehaciente y las irregularidades exceden el marco de lo
aceptable. Este patrón de circunstancias alimenta razonables sospechas
de que muchas “evidencias” han sido fabricadas y colocadas en la
escena del crimen, creando así falsas pistas que desvían las
investigaciones hacia enemigos políticos de las dirigencias
anglo-estadounidense-israelí. Este
sello que denominamos “inverificabilidad” – o sea, la carencia
de evidencias concretas y creíbles, el cúmulo de irregularidades,
mentiras y confusión, etc. – afecta a casos de altísimo perfil
como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y
Washington DC; del 11 de marzo de 2004 en la estación ferroviaria de
Atocha en Madrid; del 7 de julio de 2005 en los subterráneos y ómnibus
de Londres; y, en nuestras latitudes, los ataques terroristas contra
la embajada del Estado de Israel en marzo 1992 y la sede de la
AMIA-DAIA en julio de 1994.
Existe
cierta compleja “lógica” detrás de este tipo de atentado
terrorista que muchos sospechan podrían ser del tipo “false
flag”, o sea “bandera falsa”.
Ello significa que bien podría tratarse de auto-atentados
realizados por sectores extremos dentro de las propias naciones
victimas con el fin de poder inculpar a determinados enemigos políticos
contra quienes se pretende accionar militarmente, pero sobre quienes
se carece de una excusa creíble ante la opinión pública local y
mundial, que justifique atacarlos.
Recomendamos el informe del Capital de Inteligencia del Ejército
de EEUU, Eric H. May “False Flag Prospects, 2008 – Top Three US
Target Cities” aparecido en GlobalResearch de Canadá – http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8165
con cinco muy interesantes links a YouTube para que el lector luego
saque sus propias conclusiones. Una
vez consumados atentados terroristas de tamaña magnitud, los propios
perpetradores luego se arrogan el derecho de definir cuáles naciones
y organizaciones son “terroristas” y cuáles no.
Práctica particularmente peligrosa cuando esos propios Estados
– notablemente Estados Unidos de Norte América, Estado de Israel y
el Reino Unido de la Gran Bretaña –han aplicado y aplican
terrorismo de Estado a nivel global desde hace décadas (incluso
siglos en el caso del Reino Unido) ([3])
Brillante ejemplificación de lo que señalamos es el concepto llamado
"Newspeak" - literalmente, "la jerga de las
noticias" – sobre el cual nos alertara Leslie Blair (alias,
George Orwell) en su fundamental obra "1984", escrito hace
sesenta años, por allá por 1948. "Newspeak" es el
uso y abuso de eufemismos, sofismas y frases hipócritas y
rebuscadas, para soslayar, disimular y ocultar la verdad.
Lentamente, Newspeak va acostumbrando al Pueblo a lo más
terrible que le puede ocurrir: aceptar, convivir y adoptar a la
mentira como si fuera verdad.
([4]) Entre estas organizaciones que operan como una red mundial
resaltamos a entidades y “lobbies” tales como: ·
Estados
Unidos:
AIPAC (American Israeli Public Affairs Committee), American Jewish
Congress, B’Nai B’Rith, ADL (Anti-Defamation League), American
Jewish Committee, Conference
of Presidents of Major American Jewish Organizations, y la
Zionist Organization of America; ·
Mundiales:
Congreso Mundial Judío, Comité Mundial Judío, Organización
Sionista Mundial, Agencia Judía, · Argentina: AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas) y OSA (Organización Sionistas Argentina) ([5]) Ver Diccionario
de la lengua española Espasa-Calpe S.A., Madrid, 2005) ([6]) Nombre hebreo de Alemania, también utilizado para
describir a Armenia y el Monte Ararat – (Génesis 10,3., I Crónicas
1,6 / Jeremías 51,27) ([7])
Koestler, Arthur - The Thirteenth Tribe: The Khazar Empire and its
Heritage” – Picador Books, Londres 1977 ([8])
Artículo An Invention called “The Jewish people” (un invento
llamado “el pueblo judío”) por el investigador Tom Segev en
Ha’aretz, 28 de febrero de 2008 -
– www.haaretz.com/hasen/spages/959229.html
([9])
Zand, Schlomo - profesor de la Universidad de Tel Aviv – “When and
How was the Jewish People Invented” – Resling, Tel Aviv, 2007, en
idioma hebreo. ([10])
08-Oct-04, 108th Congress of the United States, 2nd
Session, S.2292 ([11])Anti-[S]emitism
is a certain perception of Jews, which may be expressed as hatred
toward Jews. Rhetorical and physical manifestations of anti[-S]emitism
are directed toward Jewish or non-Jewish individuals and/or their
property, toward Jewish community institutions and religious
facilities." http://www.state.gov/g/drl/rls/56589.htm ([12])Según esta definición,
el ex-presidente Jimmy Carter,
el geopolítico y ex-asesor de seguridad nacional Zbigniew
Brzezinski, el ex-investigador
estadounidense en la comisión de la ONU que buscó pero no halló las
inexistentes armas de destrucción masiva en Irak Scott
Ritter; el investigador
israelí Israel Shamir; el
investigador judío estadounidense Norman
Finkelstein, y altos miembros
de las facultades de Ciencias Políticas de Harvard y Chicago, entre
muchos otros individuos e instituciones, deberán considerarse como
"antisemíticas". Queda claro que al confundir categorías religiosas,
políticas y étnicas, se abre el camino a una peligrosa dictadura del
pensamiento so pretexto que toda crítica al accionar político-militar
del Estado de Israel o al accionar político-económico de las
entidades y lobbies sionistas
en todo el mundo podrá acallarse al considerarlo como una acto
“contra los judíos” como religión o etnia, lo cual es una
falsificación absoluta y una tergiversación de la realidad. ([13])
www.state.gov/g/drl/rls/56589.htm
- Fact Sheet - Office to Monitor and Combat Anti-Semitism, February 8,
2007 ([14]) Ver del autor, “El cerebro del mundo: la cara oculta de
la globalización”, Ediciones del Copista, 4ta. Edición, Córdoba,
Argentina, 2003, 472 páginas. ([15])
Mearsheimer, John J – Walt,
Stephen M. – “The Israel Lobby and US Foreign Policy” –
Farrar, Straus and Giroux, New York, 2007 ([16]) Indudablemente, sería muy saludable y sano para todos los pueblos del mundo que se realizara una investigación a fondo sobre quienes son los que desde “el mundo del entretenimiento” promueven y financian esta suerte de condicionamiento psicológico masivo hacia crecientes cuotas de violencia y perversión desde centros industriales “del entretenimiento” como Hollywood, Nueva York, y también entre nuestros multimedios locales. ([17])
Herzl, The Jewish State, Nueva York, Doubleday, 1988 ([18])
Bernard Lazare,
“El Antisemitismo. Su Historia y sus Causas”, escrito en 1894 -
Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1974. Páginas 11 y 12): ([19]) Salbuchi – “Bienvenidos a la jungla: dominio y
supervivencia en el Nuevo Orden Mundial” – Editorial Anábasis, Córdoba,
2005. ([20])
Según el sitio en Internet del Museum of the Jewish People (www.bh.org.il -
Beth Hatefutsoth / The Nahum Goldman Meseum of the Jewish Diaspora),
se indican las siguientes cifras: ·
La población judía mundial es
de 13.295.200 almas, lo que representa el 0,2% de la población
mundial de 6.500.000.000). ·
La población judía en la
Argentina es de 198.000 almas,
lo que representa el 0,5% de la población nacional de 39.000.000. A
su vez, ssegún
el Departamento de Educación Sionista de la organización israelí The
Jewish Agency for Israel (www.jafi.org.il),
la población mundial judía en 2002 era de 13.296.000 personas, de
las cuales el 37,8% (5.025.000) vive en el Estado de Israel y el 62,2%
restante (8.271.100 personas) viven en la Diáspora en decenas de países
de todo el mundo. De esta
población total en la Diáspora, 5.700.000 viven en los Estados
Unidos (lo que representa aproximadamente el 2% de la población
estadounidense de casi 300 millones de personas); una cifra apreciable
reside en Europa y el 2,7% del total – 369.800 personas – viven en
Sud América. Estas
cifras oficiales también indican que en la República Argentina viven
195.000 judíos (de los cuales 175.000 residen en la ciudad de Buenos
Aires).
http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Judaism/jewpop.html ([21]) Cabe señalar un elemento fundamental en este debate, que
es el de la necesidad de hacer prevalecer el sentido común y
autocontrol. En temas
relacionados con discriminaciones y “anti” esto o aquello, debe
haber límites lógicos y sensatos fijados por el buen sentido común
y autocontrol de todas las personas.
Cada uno de nosotros se puede sentir, en alguno u otro rubro o
campo, como una “minoría”, sea por sus orígenes sociales, posición
económica, alineamiento ideológico, o contextura física.
Ello no significa, sin embargo, que tengamos el derecho a
saltar como “leche hervida” cada vez que algo no nos complace,
descalificando a quienes opinan distinto a nosotros acusándolos de
ser “anti”…lo que fuera! A
modo de ejemplo, a nadie sorprenderá saber que el autor del presente
ensayo es nieto de italianos por parte de padre y madre.
Sería ridículo, sin embargo, que armara una batahola dado que
cada tanto los canales de televisión locales e internacionales
proyectan ese magnífico tríptico cinematográfico que es “El
Padrino” de Mario Puzzio, con los talentosos actores Al Pacino,
Marlon Brando y Robert De Niro, aduciendo que en las mismas “se
estereotipa a todos los italianos como asesinos, mafiosos, mentiros y
violentos” con lo que “me siento herido, ofendido y afectado”
por semejante “campaña de anti-italianismo” propagada desde la
televisión. Cualquiera
que oyera decir semejante estupidez seguramente haría callar rápidamente
al tonto (o pícaro) que la propalara… ([22]) Finkelstein, Norman - profesor de teoría política en la
City University of New York, Hunter College, “The
Holocaust Industry: Reflections on the Exploitation of Jewish
Suffering” (Nueva York, 2000) – Publicado también en
castellano bajo el título “La industria del Holocausto: reflexiones
sobre la explotación del sufrimiento judío” (Siglo Veintiuno de
Argentina Editores, Buenos Aires, 2002).
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