APOCALIPSIS, DEMOCRACIA Y AÑO NUEVO por Denes Martos
Sucedió
que se produjo un incendio detrás del escenario de un teatro La
democracia debería ser algo más Mañana
es la primera hoja en blanco de un
Ahora que ya estamos en 2013 y un par de semanas después del fin del mundo pronosticado para el 21 de Diciembre el año pasado, quizás sería hora de poner un poco las cosas en su lugar. La cuestión es que estaba en casa tratando de poner un poco de orden en mi computadora (algo que siempre es una lucha infructuosa contra el caos y siempre resulta solo en un caos medianamente mejor organizado) cuando, de repente, me salta el chat y aparece un amigo preguntando algo así como: "¿Estás vivo todavía?" De repente, no relacioné. Así que voy y le contesto: "Que yo sepa sí. ¿Por qué?" Y viene la respuesta: "Bueno, si estás vivo ya somos dos los que nos salvamos del fin del mundo". No me quedó más remedio que ir y mirar por la ventana. Buenos Aires parecía normal, dentro de la normalidad que se le puede pedir a esta Santa María de los Buenos Aires, en este país y en esta época del año. Pero sí, era cierto: aparentemente el fin del mundo había pasado de largo sin dejar rastros. La verdad es que no sé si los mayas desaparecieron porque fabricaban almanaques poco confiables. Ni siquiera estoy demasiado seguro de que el ciclo astronómico que empezó en el año 3.114 AC terminó justo hace unos días. De lo único que me pude enterar es de que un buen par de cientos de miles – y acaso algunos millones – de personas cargaron nafta el día anterior, compraron comida como para un mes y esperaron el día con una docena de velas guardadas en el cajón del aparador. Y estoy completamente convencido de que fueron millones los que anduvieron mirando sus relojes pensando que eso del fin del mundo es una reverenda estupidez pero ¿qué pasa si en serio se corta la energía eléctrica y las personas se masacran entre si después de las 12 de la noche? Bueno, en la Argentina no hay que esperar demasiado para eso. Cortes de luz podemos tener en cualquier momento y siempre hay una manifestación, un piquete, un corte de ruta, una huelga, una protesta, un tiroteo. Y si todo eso falla, siempre queda algún asalto al supermercado más cercano. Si alguien me vuelve a dar una gran perorata sobre la "oscura Edad Media" para tratar de demostrarme que el género humano ha ido evolucionando y mejorando con el tiempo, lo único que tendré que hacer para taparle la boca es mostrarle la película de todo lo que pasó durante el 2012 en la Argentina. Y si me sigue queriendo discutir, le muestro la película de Siria 2012 y sanseacabó. Lo digo en serio: ¿A título de qué nos arrogamos el derecho de burlarnos del individuo del Siglo XVI que esperaba su salvación de la compra de media docena de indulgencias? En nuestro ilustrado y cientificista Siglo XXI ya no hablamos del diablo pero basta que suban la tarifa del transporte público para que salten todos los demonios. Hay muchísima gente que ahorra su dinero para gastarlo en comprarse libros de "autoayuda" o en pagar a una "vidente" para que le arregle todos los problemas sentimentales. De última cada uno hace con su plata lo que quiere, pero el nivel cultural no es para nada superior al que existía hace mil años atrás. Me acuerdo de que una vez, alguien en el trabajo se apareció con el fascículo de un revista que tenía un gran artículo sobre la reencarnación. El artículo incluso traía una larga tabla según la cual, conociendo la fecha de nacimiento, se podía averiguar supuestamente lo que el sujeto había sido durante su vida anterior. Sí; no hay error: según el folleto bastaba con la fecha de nacimiento. Algo así como si naciste el 10 de Mayo es porque fuiste una flor y si apareciste por este valle de lágrimas un 28 de Febrero es porque llegaste después de haber sido un jarrón chino. Pues, de alguna manera se las ingeniaron para obtener la fecha de nacimiento del levemente metrosexual gerente comercial que teníamos en ese momento y, bueno, la hago corta: según la tablita resultó que en su vida anterior había sido una … Bueno, nadie se animó a comentárselo. Si la estupidez doliera, los aullidos serían insoportables . . . El solo hecho de que yo esté escribiendo esto y ustedes lo lean dentro de poco demuestra sin necesidad de mayores pruebas que todos los pronósticos sobre el fin del mundo terminaron en fracasos colosales. Algunos en dramas terribles. Es que el negocio de profeta y/o adivino tiene sus riesgos. En teoría, toda predicción constituye una apuesta al 50% y, para ser completamente justos, así como hasta cualquier estafador asume un riesgo, los adivinos también deberían asumir el de sus errores de cálculo. Es decir: si la "vidente" no consigue evitar la separación de una pareja mal avenida o bien, por el contrario, no consigue engualichar a la persona por cuyo amor sangra el corazón de el/la consultante, tendría que haber una sanción penal por mala praxis. Por lo menos. Pero demás está decir que no es así. Los "pronosticadores" se equivocan todos los días y, sin embargo, siguen apareciendo, se reciclan, y vuelven a la carga como si no hubiera pasado nada. Basta encender el televisor para ver como se idiotiza sistemáticamente a las capas más relegadas e ignorantes de la población. Y en muchos casos no solamente se las idiotiza sino que incluso se les saca dinero con eso. Porque hay tontos que hasta son capaces de pagar para que alguien los haga más tontos de lo que son. Es una lástima, pero está comprobado que a nadie se le puede inyectar ni buen criterio, ni sentido común, ni inteligencia. Eso es algo que sabemos desde hace por lo menos cosa de 800 años. La Universidad de Salamanca, fundada en 1218 fue la primera de Europa en recibir el título de Universidad por iniciativa de Alfonso el Sabio y el Papa Alejandro IV. En la época de su máximo esplendor acuñó el lema: "Quod natura non dat, Salmantica non præstat" lo cual en buen criollo significa: "Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta". Nuestros "trabajadores de la educación" actuales se retuercen como reptiles heridos tratando de desmentir el lema pero, a la clara luz de los resultados [1], la frase sigue siendo tan cierta hoy como lo fue hace 795 años atrás. Mientras alimentar la estupidez y la ignorancia siga siendo un buen negocio político, cada cual deberá aprender a defenderse como mejor pueda y solo queda confiar en que la selección natural ya se encargará del resto. El gran problema está en que, en nombre de un igualitarismo irreal, una solidaridad lacrimógena y un humanitarismo dogmático, a esa natural selección de los más capaces le estamos poniendo todas las trabas imaginables. Porque uno no puede menos que preguntarse: aquellos que se tragaron esta idiotez del fin del mundo según el calendario maya, o aquellos que esperan la solución de sus problemas sentimentales de una "vidente" cartomántica que anuncia sus servicios en las páginas de una revista de chimentos del espectáculo, ¿con qué criterio participarán de decisiones como, por ejemplo, las relacionadas con el futuro del país y el de todos nosotros? En realidad, desde la época de los demagogos griegos aquí se esconde el secreto que explica la gran popularidad de la democracia. En especial el de la democracia liberal postmoderna que, abultando incluso las características de la antigua demagogia griega, se ha instalado en el imaginario colectivo de millones de personas. Es la idea de que cualquiera puede opinar sobre cualquier cosa, cualquiera puede traducir esa opinión en voto y literalmente CUALQUIERA puede elegir y ser elegido para CUALQUIER puesto. Una idea que implica que ese fulano que se pasó el día esperando a que se nos cayera encima la estatería apocalíptica de los mayas, mañana puede votar y consagrar como senador o diputado a un sujeto que a su vez votará a favor o en contra de una ley de salud pública sin saber lo que es una aspirina. O que termine siendo elegido gobernador de provincia un sujeto que afirma tener un diálogo fluido con los enanitos verdes de Alfa Centauri. Mientras el voto de un ignorante valga lo mismo que el de una persona medianamente instruida – con lo cual el voto de dos ignorantes vale más que el de alguien medianamente capacitado – cualquiera de estas eventualidades, y muchísimas más que dejo de lado por amor a la brevedad, es una posibilidad cierta. Piensen solamente en un simple ejemplo: todos esos muchachos que asaltaron supermercados durante el mes pasado, votarán legisladores este año. El voto de tan solo dos de ellos valdrá más que el de cualquiera de ustedes. Incluso el voto de dos chicos de 16 años que no tienen ni la más repálida idea de como funciona un Estado pesará más que el cuidadosamente meditado sufragio de algún lector de estas líneas. ¿Y cuál es la alternativa? Pues, antiguamente, se nos dice que el rey, sus ministros y las demás autoridades establecían paternalmente qué se podía y qué no se podía; y la enorme mayor parte de la sociedad se avenía a las reglas. Y los que no lo hacían terminaban en el cadalso, o cubiertos de brea y emplumados, o quemados en la hoguera. ¿Podemos optar por eso? Es obvio que no, aunque también es muy cierto que esa visión simplista y maniquea de la monarquía está terriblemente distorsionada. Sin embargo, no menos cierto es que la democracia liberal le queda a Occidente como una camisa de fuerza puesta sobre un loco que no está loco y para colmo la camisa ni siquiera es de la medida del supuesto loco. Una de las preguntas que nadie quiere hacer – al menos no sinceramente – es la de ¿qué ganamos con dos siglos de democracia liberal? Sin ir tan lejos: desde 1983 hasta la fecha en nuestro país hemos tenido 30 años de democracia ininterrumpida. ¿Cuál es el saldo REALMENTE positivo de esas tres décadas? Si, ya sé: ante esa pregunta infaliblemente escucho el coro que repite a cuatro voces el mantra políticamente correcto de, por supuesto: "¡la libertad!" Pero, como soy un tipo insoportable, no puedo menos que seguir preguntando: ¿y qué ganaron real, positiva y concretamente 40 millones de argentinos (y no solo un par de miles de políticos y algunos supuestos intelectuales o artistas) con esa tan ovacionada y grandiosa libertad? ¿La posibilidad de putear a cualquiera y no hacerse cargo de las puteadas? ¿La posibilidad de cortar cualquier ruta o calle y no hacerse cago del desquicio? ¿La posibilidad de hacer una seguidilla de huelgas que le joroban la vida a miles y acaso a millones de personas mientras los verdaderos responsables ya las tienen previstas como parte de sus costos operativos? ¿La posibilidad de desfilar con pancartas, tocar el bombo durante media hora, tirar algunas bombas de estruendo, pintarrajear algunas paredes, protestar a grito pelado y después volver a casa mientras al gobernante de turno, o bien no se le mueve ni una pestaña, o bien lo arregla todo echándole la culpa a otro mediante un "relato" construido para la ocasión? ¿O votar cada par de años por alguno de los políticos profesionales que permitieron y hasta en algunos casos fomentaron los problemas que ocasionaron todo lo anterior? A veces me pregunto qué pasaría si alguien le ofreciera a la gente, digamos, 10.000 dólares a cambio de su derecho a votar. ¿Cuántos estarían dispuestos a vender su "irrevocable e inalienable" derecho al voto por una cifra así? Mi apuesta es que, por lo menos un 30% del padrón. Agréguenle un cero a la derecha y me juego por el 60%. Y al que me venga con que eso se debe a la pobreza y a la marginalidad le agrego uno o dos ceros más y le apuesto a que incluso me compro más de la mitad de los votos de las clases mejor acomodadas. ¿Acaso la felicidad humana aumenta o disminuye por el hecho de que las personas puedan votar o ser votadas? ¿Especialmente cuando sabemos que, sea quien fuere el que resulte votado, a la hora de decidir las cosas pesa más una "Banelco" como la del amigo Flamarique que la supuesta convicción de los decisores? ¿A quién representan realmente todos esos señores y señoras que dicen ser democráticamente elegidos representantes del Pueblo? Comparando la antigüedad con lo que sucede hoy en día es evidente que los profetas de la modernidad no consiguieron eliminar con su iluminismo el oscurantismo en las masas; lo único que consiguieron fue volcar ese oscurantismo sobre el resto de la sociedad. Le dieron voz y voto a todos aquellos a los que ya ni siquiera se les puede decir la verdad porque se ha impuesto la moda de declarar que toda verdad es relativa y depende del color del cristal con el que se la mire. Aunque el cristal sea opaco y no se vea absolutamente nada a través de él, lo mismo da. O sea: la Verdad ya no existe y cualquier tarugo – que, como dice Joaquín Sabina, no sabría escribir la "O" ni con un canuto – tiene "derecho" a desafiar y discutir la validez de "la verdad" de cualquier otro. Y a esa disputa entre sordos y mayormente ignorantes se lo llama diálogo democrático. La democracia liberal ni siquiera admite que tiene todas estas limitaciones. Todo lo contrario. Considera como el mayor logro de la Historia la virtual obligación de apañar y endiosar a los mediocres declarándolos iguales a todos los demás. Los corteja, los seduce, se pone de rodillas ante ellos, rebaja el lenguaje hasta hacerlo inteligible para el más retrasado y mendiga sus votos prometiéndoles cielo y tierra con cualquier cantidad de paradisíacos bienes a condición de que entre estos bienes no haya uno solo que sea moral y que todos estén referidos a lo que se puede tocar, comer, llevar o consumir de alguna manera. Y ni hablemos de que esas hermosas promesas jamás se cumplen y la única alternativa ofrecida por el sistema es esperar otro par de años para que los mismos políticos vuelvan a hacer las mismas promesas que otra vez dejarán sin cumplir de la misma manera y con las mismas excusas. En fin, la cuestión es que el apocalipsis maya no se produjo. Lo más gracioso del caso es que los mayas nunca anunciaron ese apocalipsis. Esa reverenda tontería solo existió en la "interpretación" de algunos atorrantes, unos cuantos idiotas y millones de crédulos ignorantes. Pero no importa; ya aparecerán los que dirán que los que hicieron los cálculos se equivocaron por un año, o por un par de años, y que el "verdadero" fin del mundo vendrá en el 2013, o en el 2020 … o el 22/02/2222. O que, en realidad y como quizás apuntaría Leonardo Castellani, no se trata de una fecha fija sino de un proceso apocalíptico gradual que ya empezó, solo que no nos dimos cuenta todavía. ¡Hay tantas cosas de las cuales todavía no nos dimos cuenta! O no queremos darnos cuenta. Sea como fuere, comenzó el 2013. ¡Menos mal que el 31/13/2013 es una fecha imposible!
[1] A fines de Diciembre del 2012, en el examen de ingreso a la Facultad de Medicina de La Plata, solo 318 alumnos de un total de 1149 — es decir solo un 27,67% — aprobó la prueba.
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