HAY QUE APOYAR A LOS AMBIENTALISTAS DE GUALEGUAYCHÚ

por el Lic. Marcos Ghio

 

El tema de las papeleras y de la perseverante protesta de los ciudadanos de Gualeguaychú ha sido ya desarrollado por nosotros ampliamente en otras oportunidades, por lo que, para no ser reiterativos, nos remitimos a un artículo que publicáramos hace más de tres años.

Nuestro interés es aquí, en especial a la luz de los últimos acontecimientos, resaltar que un movimiento alternativo que no sea de izquierda, sino de derecha en un sentido estricto y tradicional (1), debería declararse sin más como anticapitalista rescatando los principios propios de las sociedades tradicionales para las cuales la economía no era el destino del hombre, en donde la vida era concebida como un medio para alcanzar una dimensión superior y que, ante el desarrollo compulsivo de la tecnología tal como acontece en nuestros días, debería sostener la defensa del medio ambiente y oponerse con todas las fuerzas a la contaminación y destrucción de la naturaleza, comprendiendo todo ello como el efecto de algo superior cual es la contaminación de la esfera espiritual en el hombre al convertírselo en una mera máquina encargada de consumir y producir. Por lo tanto la ecología, comprendida aquí como la defensa de una vida frugal y en armonía con el medio ambiente, debería ser una bandera a levantar por parte de un movimiento alternativo al sistema. Pero al respecto, debido a que competimos en materia de protesta con la izquierda, la que ya se ha apropiado de tal bandera desde hace tiempo a través del movimiento de los Verdes, debemos decir que hay dos tipos de ecologismo, uno de carácter moderno y por lo tanto convencional e izquierdista para el cual todo se reduciría a la búsqueda de tecnologías alternativas que contaminen lo menos posible dejando así intacta la mentalidad consumista y materialista y otro en cambio de carácter tradicional para el cual la contaminación del medio ambiente es tan sólo el efecto de una contaminación interior producida en el hombre por la cual se lo ha convertido en un ser puramente material y tecnológico, en tanto que para la sociedad moderna la meta de la vida es producir y consumir siempre más, lo cual proporcionaría al hombre la verdadera felicidad. Es de destacar aquí que la izquierda, especialmente la marxista, no se opone al capitalismo en cuanto a su espíritu materialista y económico, sino que solamente contrasta con sus políticas distributivas y de gestión empresarial. Más aun, ella considerará al capitalismo como algo superior a la sociedad medieval, como el producto de un progreso evolutivo y fatal que conduce necesariamente al socialismo, el cual sería un estadio superior en el proceso moderno. Esto es lo que explica que los principales regímenes comunistas del planeta, tales como China y Rusia, hoy se hayan convertido sin más en sistemas capitalistas y de mercado sin necesidad de ningún tipo de revolución en sus seno y conservando incluso el aditamento de ‘socialista’ para el mismo.

Nuestro ecologismo debe fundarse en cambio más que en una serie de consejos respecto del buen uso de la tecnología en una verdadera y propia desintoxicación por parte del hombre de todo aquel materialismo esencial que lo circunda y del cual participan por igual todas las ideologías reinantes. Debería plantearse como meta a un hombre que evitara rodearse de cosas superfluas que solamente le sirven para alienarse cada vez más; su máxima tendría que ser la frugalidad en la cual el ocio debe estar por encima del trabajo y la actividad contemplativa debe tener primacía sobre la técnica y la acción. Al respecto sigue teniendo pues vigencia la misma idea que hemos planteado en el artículo anterior escrito hace más de tres años con respecto al tema de las papeleras en el sentido de que en realidad más que pensarse en la reubicación de las mismas para que de un lugar se trasladen a otro, cambiando así el espacio de la contaminación, ya que las mismas representan siempre un peligro potencial, pues un mero y simple accidente puede producir daños irreversibles en los ríos cuya agua consumimos todos, sino lisa y llanamente su supresión en función de lo inútil que representa hoy en día esa infatuación de prensa escrita y superficial por lo general destructiva de la mente y alma de las personas. Vale aquí la misma idea con respecto al tema del analfabetismo, ya desarrollado también en aquella nota. Más que interesarnos que la gente aprenda a leer, debe preocuparnos lo que leerá. Antiguamente existían analfabetos cultos, hoy en día la gran mayoría de nuestros profesionales universitarios carece de cultura. Y ni qué decir de la gran mayoría de las personas que se satura con las imbecilidades que propalan nuestros medios masivos de difusión. Por lo cual si para editar tantas porquerías hay que contaminar los ríos tenemos argumentos de sobra para oponernos a tal destrucción del medio ambiente que es solidaria con la de las mentes de las personas.

Ahora bien desde el momento en que redactáramos aquella nota hasta nuestros días se han producido ciertos fenómenos que queremos señalar aquí. Por un lado estamos presenciando la masiva deserción de la izquierda en el apoyo a los asambleístas de Gualeguaychú en tanto que se ha mostrado cómo su adhesión a tal causa no era incondicional, sino que estaba subordinada a otras finalidades de carácter político y partidista. No cabe duda de que los apoyos recibidos en materia internacional por parte del gobierno uruguayo hacia la candidatura del presidente Kirchner en el Unasur, deben haber repercutido sobremanera para que se resignen una serie de principios ecologistas. Y algo similar ha acontecido con el líder piquetero D’Elía quien ha renunciado a su anterior adhesión a tal causa solicitando abiertamente el levantamiento del corte del puente entre las dos naciones por razones estrictamente políticas.
Nuestra consigna debe ser al respecto que ninguna conveniencia de tal tipo puede estar por encima de un problema de principios, en especial cuando lo que está en juego es el propio medio ambiente y aun nuestra misma supervivencia como nación. En esto es que se debe diferenciar también una derecha de una izquierda. Para la izquierda los intereses, llámense políticos o económicos, siempre tendrán primacía sobre los principios. Para la derecha en cambio es lo opuesto exacto.

Pero queremos agregar a este tema de las papeleras en cuanto a su efecto contaminante otro que ha pasado desapercibido en tanto que no se lo ha relacionado con el mismo. El reciente descubrimiento de petróleo en el mar circundante de las islas Malvinas por parte de los ingleses agrega una nueva cuota de preocupación en cuanto al tema ecológico. Una vez más la fiebre consumista del capitalismo asociada a la desesperación que produce la falta de petróleo en el planeta lo ha llevado en los últimos tiempos, en su búsqueda de tan vital materia prima, a abrir pozos en la profundidad de los océanos, descuidando totalmente los daños eventuales que ello pueda producir en el medio ambiente. La superficie marítima bien sabemos que es sumamente inestable en cuanto a la posibilidad de marremotos u otros accidentes difíciles de controlar, tal como lo que está sucediendo hoy en día en las costas del Golfo de Méjico en donde un pozo petrolero a dos kilómetros de profundidad no puede ser controlado y ha producido una contaminación que ha ya superado en 8 veces a la que se produjera en las costas de Alaska con el hundimiento del superpetrolero de la Exon. Lo curioso de todo esto es que los días pasan y no se ha logrado aun resolver este problema incrementándose hora a hora los índices de contaminación hasta límites inimaginables. Nos preguntamos al respecto ¿qué pasará el día en que Inglaterra, que también se encuentra desesperada por obtener petróleo ya que no lo puede sacar regularmente del Medio Oriente por sus distintas guerras, comience a querer extraerlo de las aguas territoriales de Malvinas? ¿Actuará en este caso la Argentina con la misma frivolidad con que hoy lo está haciendo con la papelera Botnia, la que está a punto de aceptar en su funcionamiento a pesar de saberse que es un foco potencial de contaminación?


(1) Lamentablemente, debido al tremendo grado de desinformación que hoy existe, señalemos una vez más que el sentido con el cual utilizamos la palabra derecha obviamente no es el de lo que habitualmente se entiende como tal, pensemos por ejemplo en sujeto como Macri o el ingeniero Alsogaray, entre tantos. Esta corriente no se diferencia cualitativamente de la izquierda en la medida que como ésta resalta el proceso moderno de desarrollo industrial, diferenciándose tan sólo en lo secundario que es lo relativo a la manera cómo se organiza la producción y se distribuyen los bienes, pero en lo esencial, cual es su materialismo y su visión economicista de la política, los hace a ambos como de izquierda. Y son también de izquierda en tanto son democráticos e igualitarios. Ser de derecha significa en cambio oponerse al sistema democrático y sostener frente al concepto de igualdad el de la desigualdad jerárquica.