LA
AUTÉNTICA BEATA LAURA VICUÑA PINO
por
el prof. Pedro Godoy P.
Centro
de Estudios Chilenos CEDECH
Hay conmoción. Laura Vicuña no sólo posee como segundo
apellido Pino, sino también es muy distinta al retrato
oficial. Este la presenta blanca, de perfil caucásico, ojos
celestes... El resto se lo imagina el lector: una niña
"bien" que son conocidas como "pilolais"
-antaño "pitucas" o "jaibonas"- son
retoños de la clase alta. Copan las páginas de la sección
denominada "vida social" de El Mercurio. Aquellas
entre las cuales se reclutan las Miss, las animadoras de TV
y las modelos. Sin embargo, "salta la liebre" y se
verifica que tales rasgos europeos que nuestro pueblo -por
efecto de la colonización cultural- juzga
"elegantes", "finos" y
"bellos" por ser europeos no corresponden a
lo cierto. De Junín de los Andes donde es alumna del
Colegio María Auxiliadora llegan fotografías. En
ellas está nuestra América con los rasgos criollos que
evidencian el mestizaje. Labios gruesos, boca ancha,
pelo retinto, ojos tirantes -"achinados"- y
negros, pigmento morenoide, vestuario modesto de alumna y
apenas una niña. No olvidemos fallece a los 12 años.
Desde
otro ángulo a Laura se atribuyen milagros y es venerada por
la religiosidad popular igual que Ceferino Namuncura Burgos,
el Gauchito Gil y la Difunta Correa son símbolos de la
unidad chilenoargentina. Laura nace en Chile, vive y
fallece en Argentina. Es posible que su padre sea un
refugiado político que escapa de la contrarrevolución de
1891 aquella que tumba al Presidente Balmaceda. Un deber es
congratular al sacerdote Ciro Bruña cuya investigación
permite el rescate de fotos de la beata y recupera su
biografía. Otro prelado, Pedro de la Noi expresa
"ahora -gracias al P. Bruña- tenemos la imagen exacta
de una niña latinoamericana". Se ha impuesto lo verídico
por sobre ese afán europeizante. Afán que se nos
internaliza con una litografía de un Jesucristo con facha
de anglosajón y una María blancoide. Sin embargo, es
nuestra fe popular la que autoctoniza las imágenes y la
Virgen de Guadalupe así como la de Andacollo son morochas.
Con ello se acercan al genotipo semítico que
efectivamente tuvieron.
La
guerra cultural por la liberación de nuestra América
obliga no sólo a nacionalizar la economía -por ejemplo,
petróleo o cobre-, no sólo a nacionalizar la política
-v.gr. reducir o suprimir el influjo de las potencias
hegemónicas-, sino también nacionalizar la cultura.
Este frente ha sido descuidado en parte por ignorancia y
en no pequeña medida por la incapacidad -salvo la excepción
de Haya y Ramos- de nacionalizar determinadas teorías políticas
proveniente del Viejo Mundo o generar otras con sello
propio. El mundo académico -pese a los enjuiciamientos de
Simón Rodríguez y de José Martí- continúa siendo,
porfiadamente, una estructura descastadora. Mayor perjuicio
ejerce la TV. De allí la trascendencia simbólica
que posee el rescate de la verdadera Laura Vicuña Pino
-medularmente nacional y popular- a quien se despoja de la
postiza estampa de adolescente euroelegante. Hoy resurge,
tal cual fuera, una niña criolla que el mundo creyente
popular estima orlada de la santidad.