EL AVANCE DEL SISTEMA

por Carlos del Frade

Agencia de Noticias Pelota de Trapo

(APe).- A fines del siglo diecinueve, cuando se inició la conquista del Chaco, después del genocidio perpetrado contra el pueblo paraguayo a través de la guerra de la triple infamia impulsada por las burguesías de la Argentina, Brasil y Uruguay como tristes y macabros titiriteros del imperio inglés; los últimos pueblos libres del monte tupido y del quebrachal indómito decidieron defender su tierra al costo de sus propias vidas.

En esos lugares de verdes infinitos y variados, tobas, matacos y chiriguanos encontraban todo lo necesario para alimentarse, crecer y soñar con construir una sociedad mejor para sus hijos. Aunque las estadísticas militares y de gendarmería son por demás de mezquinas y artificiales, antropólogos e historiadores del norte santafesino y del Chaco sostienen que la masacre se tragó a miles de habitantes originarios. Una sangría que se continuó con la llegada de La Forestal y otros capitales extranjeros que necesitaban de la docilidad del nativo y cuando no lo lograban no había nadie que castigara sus abusos.

Pero las abuelas tobas, los abuelos matacos, los caciques de las comunidades que todavía resisten en el Chaco y que también se encuentran en ciudades del sur, como Rosario, suelen recordar aquellos tiempos en que la naturaleza les daba todo lo necesario para vivir y multiplicarse.

No conocían el hambre ni tampoco la miseria. Las enfermedades no superaban las crónicas orales que llegaban de las generaciones anteriores.

Esta es la historia que no solamente conocen los estudiosos de las antiguas comunidades sino que circulan entre los actuales habitantes de la región.

La riqueza de la naturaleza hacía ricos a sus pueblos primeros.

A principios del tercer milenio, después de distintas cacerías humanas que tenían como objetivo la explotación irracional de aquella riqueza natural, las consecuencias de tantos desarraigos hechos a imagen y semejanza del capital, explotan en los cuerpos de los empobrecidos de siempre, descendientes en quinta generación de las últimas familias libres del Chaco.

Para colmo de males, la frontera agropecuaria acicateada por los más de mil pesos por tonelada que las multinacionales del cereal pagan por la soja, avanza arrasando lo poco que queda del monte y bosque naturales.

La devastación de la naturaleza trae la devastación de los pueblos originales. Es casi una consigna del sistema que se repite en las diferentes latitudes del país de los argentinos.

El actual gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, ex menemista furibundo y hoy kirchnerista fanático, informó que en El Impenetrable, legendaria región de la provincia, la mayoría de las nenas y los nenes están desnutridos y que el mal de Chagas alcanza al cuarenta por ciento de la población. Abusando del lugar común, el gobernador dijo que “se trata de un problema de gravedad absoluta, con un efecto acumulativo por la falta de políticas de Estado adecuadas”, como quien por primera vez conoce la cuestión social de su propia provincia.

Según los profesionales que participaron de la investigación dijeron que “parecía que hubiesen retrocedido 500 años”.

En realidad el problema es al revés, son estos quinientos años de avance del sistema que desprecia la naturaleza y las mayorías los que han llevado a este presente. El no retroceso de la voracidad capitalista es el responsable de la miseria chaqueña. Ese es el avance que hay que detener, la marcha asesina de una sociedad manejada por y para muy pocos.

Fuente de datos:

Diario Norte - Chaco 08-02-08