BALMACEDA : 19. 09. 1891

 

por el Prof. Pedro Godoy P.  (*)

 

  

10 mil cadáveres cubren el borde costero de la V Región de Chile. Promedio de edad de los caídos: 20 años. La cifra asombra. El país apenas sobrepasa los 2 millones de habitantes. La Guerra del Pacífico, en seis años, contabiliza 5 mil bajas. El 21 y 28 de agosto son las batallas de Concón y Placilla. La Armada insurrecta capitaneada por Jorge Montt -¡tan elogiado por Ricardo Lagos!- transporta, desde Iquique, una milicia que aniquila al Ejército, según el general Izurieta, “siempre vencedor, jamás vencido”. Ambas refriegas son brutales. Quienes capitulan, en el acto, son fusilados. Los centros hospitalarios se atiborran de heridos y mutilados. La atmósfera –en todo el país- se impregna de pólvora. El odio, el rencor y el miedo tornan sombríos los rostros. Domicilios de los derrotados son objeto de allanamientos y pillajes.

 

La administración publica es “depurada” de quienes no están adscritos a la bandera contrarrevolucionaria. La Casa de Bello intervenida y privados de la cátedra los sospechosos de simpatía con el mandatario depuesto. Las cárceles se repletan. En Santiago las misiones diplomáticas asilan a personeros del régimen. Otros se refugian en buques extranjeros o huyen por los boquetes cordilleranos. Los triunfadores son asesorados por mercenarios alemanes como Emilio Korner y financistas británicos como John North. El proyecto balmacedista –salitre nacionalizado, fomento industrial y banca estatizada- queda en el ayer. Aunque amparado por la Legación de Argentina, Balmaceda se suicida. El eco de aquel disparo –a poco más de un siglo- aun retumba en el alma de la chilenidad. Es el 19 de septiembre de 1891. 

 

 

 

(*) Centro de Estudios Chilenos CEDECH

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