EL BOOMERANG SIGUE EN EL AIRE

 

Más de lo mismo: la Casa Blanca trata de contentar a sus aliados árabes con subterfugios e intenta hacerse pasar por mediador pacifista ante Palestina, apoyado desde la omnímoda sombra por la Unión Europea, cuando en verdad le interesa mucho más el precio del barril de petróleo que la vida de un solo ciudadano palestino.

Nada cambió ese proceder, después de que 2007 comenzara con un tour de cinco días de Condoleezza Rice, la secretaria norteamericana de Estado, por Israel, Jordania, Egipto, Palestina, Arabia Saudí y Kuwait, en el que, además de establecer una estrategia para Palestina, intentó también instituir un frente contra Irán.

Partamos del hecho de que el momento preciso para tratar este conflicto —y cuantos puedan surgir— era antes de la contienda bélica que ya dura un siglo y es más cruenta desde la creación del Estado de Israel, en 1948, y del frustrado nacimiento del Estado árabe palestino.

Después no es misión imposible, pero debe redoblarse cuanta acción política seria ayude si en verdad se busca una resolución pacífica. Promocionar acercamientos políticos y sociales entre israelíes y palestinos, o cuando menos abrir espacios para facilitar el intercambio cultural son las bases de cualquier intento de solución.

¿Es eso lo que hace Estados Unidos?

Desde tiempos pretéritos, Norteamérica ha "exigido" a Israel el alto al fuego, la retirada de los territorios ocupados, y garantías de protección a los civiles, entre otras demandas recogidas en dispares resoluciones de Naciones Unidas.

Israel, sin embargo, sostiene su ambición de anexar Jerusalén y los territorios ocupados, de expandir los asentamientos colonialistas, de delimitar por la fuerza militar una nueva frontera e impedirle a los refugiados el regreso a sus hogares. Ni más ni menos: tres actitudes contrarias a las resoluciones.

Esa posición atasca cualquier atisbo de diálogo y es apoyada sin remilgos por Estados Unidos, sin importarle lo que piensa la Unión Europea, la ONU y Rusia, los otros tres de un cuarteto autor de la principal iniciativa de paz para la región: La Hoja de Ruta que, entre más, le exige a los palestinos el desarme de grupos irregulares bajo su autonomía, y a los israelíes cesar la construcción de asentamientos para colonos judíos en territorio palestino.

Pues bien, en días del periplo de Condoleezza Rice, las autoridades de Israel autorizaron la construcción de casas en un asentamientos de Cisjordania. Agencias de prensa y observadores calificaron el hecho como un desagravio a la administración norteamericana, como si así engañaran a la opinión pública.

Israel hace mucho que no actúa al margen de la mirada aprobatoria de su principal aliado. Y eso no va a cambiar ahora que, por solo citar un ejemplo, Estados Unidos levantó la mano para vetarle al Consejo de Seguridad una condena contra la masacre sionista en el poblado de Beit Hanoun, en Gaza, donde murieron más de 20 niños y mujeres.

Para Estados Unidos y el resto de los firmantes de La Hoja de Ruta, Palestina tiene derecho a no renunciar a su autonomía a un futuro propio, pero apoya la idea de fronteras provisionales que, bien lo saben, no van a resolver el regreso de los refugiados, el reparto de aguas, el desmantelamiento de los asentamientos judíos en Cisjordania y el futuro de Jerusalén Este, temas en verdad trascendentes.

Las últimas acciones norteamericanas, expuestas por Condoleezza, sirven para nada, principalmente porque con cierta sorna tienen a bien llagar diferencias en el seno del movimiento de resistencia islámico. Y no ve con buenos ojos la formación de una coalición nacional entre Al Fatah y Hamás, los más importantes movimientos palestinos.

Encima, le exige un estado de democracia para que pueda ser interlocutor viable en conversaciones por la paz, cuando Palestina deber comenzar primero que todo por tener un Estado propio.

Todo porque sabe Estados Unidos que por mediación de conversaciones es casi imposible negociar un resultado que complazca a Israel —y a ellos mismos—, por ejemplo, con la retención del interior de Jerusalén, un punto estratégico en la seguridad y espacio de los asentamientos principales.

Y los "esfuerzos" de la Rice no se apartaron mucho de estas prácticas. De modo que cada vez el enfrentamiento de Israel contra Palestina vuelve a vivir un capítulo idéntico al anterior. La reescritura de un guión en el que no cambian los actores y las circunstancias e intereses se turnan al ritmo del precio del crudo, con un sola corrección: el número de víctimas del terrorismo que viven esas tierras.

A fin de cuentas, tanto desprecio por la vida y dignidad humanas es caldo de cultivo para las multinacionales capitalistas (sospechosamente, muchas norteamericanas), que aprovechan el "orden" para exponenciar sus ganancias.

Cada acción política de Estados Unidos es una escaramuza para no dejar caer el boomerang que va y viene según los aires de sus intenciones y garantiza su presencia en el área. La próxima será en dos o tres semanas, ha dicho Condoleezza Rice, con una estructura tripartita: la Autoridad Nacional Palestina, Israel y Estados Unidos.