EL BOSQUE

por Cesáreo Jarabo

 

Sí, lo reconozco. Yo, que presumo de no leer la prensa, no ver la televisión y no escuchar la radio, de cuando en cuando me “amuermo” y caigo en la red.

Hoy ha sido uno de esos días, pero también hoy, como en el resto de ocasiones, me “amuermo” ante alguna cuestión marginal del sistema; tan marginal que me atrevo a decir que no es sino un a falla del propio sistema... ¿o tal vez se trata de un arma del propio sistema?... Hoy he visto una película; ciertamente hacen alguna que otra que tiene calidad humana o de denuncia (ahí se demuestra que el sistema tiene fallas, que puede ser derrotado). ¿De qué película se trata?... De “El Bosque”. Ciertamente hace meditar.

El pueblo perdido a que hace referencia no es otro que nuestra misma sociedad; una sociedad que ha nacido del miedo y que se perpetúa en el miedo, que es permanentemente engañada en aras de un buenismo que sólo acarrea incultura y sumisión, servidumbre y oscuridad. Pero en la película, los urdidores de la mentira superan a los urdidores de nuestra mentira en algo: al fin, son honestos a su modo. Mienten y ocultan, pero no hacen daño físico, mientras los urdidores de nuestra mentira hacen daño espiritual y físico.

Nos mienten como bellacos; nos fabrican una memoria histórica contraria a la verdad histórica; nos venden la muerte como vida, la esclavitud como libertad, en vicio como virtud, el homicidio como derecho, la incultura como sabiduría, con el único objetivo de darnos un mundo feliz al estilo que propone Aldous Huxley.

Y conforme avanzo en esta meditación me pregunto si acaso no han realizado esa película precisamente con el fin de hacernos creer que, a pesar de todo, ésta sociedad, como la representada en “El Bosque”, es más deseable que aquella a la que tenemos derecho como hombres libres, porque a la postre, ese es el mensaje final de la película. Los urdidores de la mentira aprovechan las fallas de la propia mentira para reforzar la mentira. Algo espectacular a lo que nos tienen acostumbrados.

Lo interesante es que la gente no piense más allá de lo permitido, que no se adentre en el bosque tenebroso del conocimiento, porque si lo hace acabará con este sistema social para el que las personas no somos más que mano de obra barata.

Pero para asegurarnos la persistencia como hombres libres, no nos queda más solución que levantar la cabeza, otear el horizonte y luchar por la libertad... Aún arriesgando nuestra propia vida.