Adjunto a la presente de nuevo el artículo sobre la reciprocidad de los cambios, ahora con un post scriptum valioso compuesto por dos cartas de los profesores Josefina Regnasco (reconocida investigadora en temas de tecnología e ideología) y de Yemil Harcha, economista chileno de la Universidad de Valparaiso. La intención nuestra fue sólo llamar la atención, hacer un planteo simple como para decir: Señores, el asunto está acá y acá (Hic Rodus hic saltus, Hegel dixit) hay que crear, inventar, producir nuevas ideas, que esto es lo más difícil, porque a la mayoría nos pasa lo de Salieri que al compararse con Mozart, se queja ante Cristo y echa el crucifijo al fuego diciendo: "Señor me diste la vocación pero no los talentos". Sino inventamos, morimos le enseñaba Simón Rodriguez a Simón Bolivar. Y en el orden económico tenemos que inventar, porque es el que maneja este mundo del homo consumans. Tenemos que inventar más que en ningún otro ámbito, sino como dice el ecnomista chileno "cuando despertemos va a ser tarde, estaremos en el imperio sonriente y musical de los imbéciles".

 

EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD DE LOS CAMBIOS

(con post scriptum de los prof. J. Regnasco y Yemil Harcha)

por Alberto Buela (*)

                                                          Al Dr. Carlos Maldonado, que se dio cuenta

 

Hace ya muchos años en 1975 publicamos uno de nuestros primeros artículos en la revista Bancarios del Provincia sobre la subordinación de la economía a la política donde enunciábamos el principio de reciprocidad de los cambios. Pasados treinta y dos años pareciera que todo sigue igual, ni los economistas ha acusado recibo de la idea ni los políticos se han honrado en meditarla. Nosotros hemos sentido hablar por primera vez de este principio en el curso de economía política que nos dictara el honorable Dr. Ciccero como materia del último año del secundario, allá lejos y hace tiempo.

El asunto consiste en lo siguiente: El proceso económico inicial nos muestra que el hombre puede producir uno o algunos productos o brindar uno o algunos servicios, pero no todos. Y como para vivir se ve obligado a consumir muchos productos o utilizar muchos servicios que él no realiza o produce, el hombre (y la mujer) se ve obligado a intercambiar sus productos o servicios por el de los otros.

De este hecho elemental surge la ley primera de la economía: La de la oferta y la demanda, la que sostiene que existe una relación de mutua dependencia entre el valor de los bienes y la demanda que de ellos se hace. Así, bienes que existen en cantidad reducida y muy demandados suben de valor, mientras que bienes poco demandados y muy ofertados bajan de valor.

En las sociedades donde rige un minimum de justicia los intercambios se realizan entre individuos diversos y bienes diversos y esto no puede ser reglado por la justicia correctiva expresada en la ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente. Por otra parte se necesita algo más que la ley de acero de la oferta y la demanda pues todo cambio económico afecta e implica cambio social.

Así mientras que tanto en la justicia distributiva como en la conmutativa el acto de la justicia aparece representado verticalmente por la acción del juez, en la justicia recíproca el acto de justicia es horizontal lo realizan las partes interesadas o en juego. Aquellas que intercambian.

La justicia correctiva o conmutativa, aquella que regula las relaciones entre las personas privadas hace que los cambios se efectúen según la ley de igualdad aritmética sin consideración de las cualidades o méritos personales (una mercadería y su precio; un trabajo y su salario). En cambio en la justicia distributiva que regula las relaciones entre la sociedad y sus miembros se debería asegurar una distribución de los bienes, proporcional a los méritos y capacidad de cada uno.

A diferencia de estas dos clases de justicia, la ley de reciprocidad de los cambios que venimos a estudiar acá, enunciada por Aristóteles en su Etica Nicomaquea dice así: “la reciprocidad (de los cambios) debe ser según la proporción y no según la igualdad aritmética” 1132 b 33, nos muestra un aspecto postergado por los economistas profesionales y jueces en lo económico. 

La importancia del análisis de la reciprocidad de los cambios para el problema de la justicia económica estiba en que se aplica en transacciones voluntarias, al contrario que la ley del Talión, que se aplica generalmente a transacciones involuntarias.

Es que lo justo en toda transacción económica es que cada parte ofrezca “proporcionalmente” a lo que recibe y no “igualmente”, de ahí que es injusto cambiar un paquete de cigarrillos por un automóvil o una computadora por una cerveza, incluso más allá de la razón de necesidad que pueda obligar al intercambio, habida cuenta que cada hombre en el ámbito económico reviste el doble carácter de productor y consumidor.

En el intercambio de bienes económicos el valor del producto o servicio está dado no solo por la calidad y cantidad de trabajo humano para su realización(hecho rescatado por la teoría económica marxista) sino también por la capacidad del bien de satisfacer una “necesidad humana”.(verdaderas o, en su defecto,  falsas,  como son las creadas por la publicidad).

La ley de reciprocidad de los cambios, decíamos en ese primerizo trabajo de hace 32 años, viene a responder a la pregunta que dice: ¿Cómo debe ser el intercambio para que el productor-consumidor tenga interés y posibilidades de seguir produciendo y consumiendo? [1]. El cambio debe realizarse de tal manera que al final del mismo tanto el productor como el consumidor, tanto el que vende como el que compra, puedan conservar, incrementado o disminuyendo aquello que tenían antes de la transacción en forma proporcional.

Nuestra experiencia en muchas charlas con economistas, recuerdo una con Eric Calcagno (padre del actual embajador argentino en Francia), prestigioso economista del campo nacional y popular, quien ante mi ponencia respondió que la economía no se ocupa de los problemas morales, reduciendo así el principio de la reciprocidad de los cambios a un postulado ético. ¡Qué grave error!. ¡Qué visión limitada e Ilustrada de la economía!. Y eso que se trata de un emblemático economista “nacional”, imagínense Uds. qué sucede con los economistas liberales que son mayoría. Con justa razón afirmaba don Arturo Jauretche que: la economía es demasiado importante par dejarla en manos de los economistas.

En nuestro último trabajo Notas sobre el peronismo, hemos sostenido que: “Perón propuso en su libro de economía Los Vendepatria la capitalización del pueblo y la morigeración de la ley de oferta y demanda del capitalismo salvaje, por la vieja ley griega de reciprocidad de los cambios, según la cual luego de un trueque comercial justo las dos partes deben quedar en posiciones medianamente equivalentes de las que tenían antes de dicho trato comercial, y no una empobrecida y la otra, enriquecida a costa de la primera”.[2]

Así funciona el principio de reciprocidad de los cambios en la economía y si miramos con atención vemos como las leyes recientes de defensa del consumidor y las nuevas secretarías de Estado creadas al efecto se apoyan en este principio fundamental de la economía, ignorado por los economistas.

Si bien, “el verdadero valor de cambio es la necesidad [3] y la que determina a  un bien como “bien escaso”, sin embargo, es la moneda la que realiza la intermediación proporcional entre bienes diversos, valorando en tres dólares un café y en diez un almuerzo.

Así la moneda que es una medida convencional viene a traducir  la verdadera medida que es: la necesidad, pues “si de nada tuviesen necesidad los hombres, o las necesidades no fuesen semejantes a todos, no habría cambio” [4]

 Vemos como el precio según la ley de reciprocidad de los cambios no puede quedar librado al monoteísmo del mercado y su ley de la oferta y la demanda sino que tiene que estar regulado además por la reciprocidad proporcional de toda transacción económica justa. Y como el valor de los bienes económicos no es un valor absoluto sino relativo en tanto bien útil dentro de ciertos límites, que imponen los fines objetivos de la naturaleza humana, nada impide que los bienes económicos(algunos, sobre todo los estratégicos)  sean fijados por una instancia superior jurídica o política en vista a los verdaderos intereses del bien común general del pueblo de la nación.

 

Post Scriptum

 

Carta de Josefina Regnasco(*) (19/9/07)

(*) principal investigadora universitaria en tecnología e ideología

Estimado Alberto:

He leído con sumo interés este artículo, aunque no se si lo he entendido correctamente. Me parece que el principio de reciprocidad sería un criterio interesante para contraponer a la voracidad del mercado, pero lo que no se es cómo podría fijarse el valor ( o el precio) de un producto para que responda a esta reciprocidad.

No se si esta perspectiva de la reciprocidad tiene algo que ver con la Economía de Equivalencia, que Dieterich Stefens y Arno Peters habían comenzado a elaborar, ( no se si habrán continuado), reconociendo sus dificultades. Entre éstas, estaba la dificultad para calcular el valor de un producto y según éste, fijar su precio.(problema que ninguna teoría económica pudo resolver, por lo que dejaron el tema librado al mercado).

Aunque la teoría marxista reconoce como criterio el valor-trabajo, ¿cómo calcular el valor del trabajo requerido para producir un kilo de pan?. Porque no sólo hay que calcular el valor del trabajo del panadero: está el del agricultor, el del obrero de la fábrica de tractores, el del productor de gasolina, el del chofer del camión que transporta la harina, etc.etc. (Por eso es que Marx reconocía que en este intercambio estaba implícita la equivalencia, aunque los actores económicos no lo supieran ("no lo saben, pero lo hacen", afirmaba, por lo cual reconocía en la categoría de mercancía "supuestos metafísicos").

En efecto, el mercado equilibra, en un proceso extendido en el tiempo, precio y valor, pero cuando los equipara, ya no hay ganancia, razón por la cual la economía capitalista es un sistema ultratensionado que no puede estar nunca en equilibrio.

Además, está otro problema, que la teoría económica elude: el de la externalización de gastos. Y otro problema: ¿de qué manera calcular el ahorro social para construir puertos, escuelas, hospitales...? También veo en la teoría de la reciprocidad, algo que me parece muy interesante, y es su similitud con el principio de las sociedades originarias, de no tomar nada de la naturaleza que no le sea de alguna forma devuelto, según el también llamado "principio de reciprocidad".

Estas observaciones llevan también a cuestionar el concepto de hombre y de naturaleza subyacentes a las actuales teorías económicas, dado que los economistas ignoran hasta qué punto sus teorías están condicionadas por principios filosóficos erróneos.

Bueno, el tema da para seguir charlando... Un abrazo. Josefina



Carta de Yemil Harcha (*) 20/9/07

(*) profesor universitario de economía en Chile

Estimado amigo Alberto:

Soy profesor de economía hace 30 años y su intuición sobre la reciprocidad económica es muy correcta, con una salvedad que el tiempo no me permite profundizar ahora: la ley de la oferta y la demanda no es sino la pantalla ideológica de la guerra económica que los ricos han declarado a los pobres hace tiempo. No hay en el mundo real nada parecido. Es mas, mientras más lo pienso, más seguro estoy de que no hay nada en la vida real que pueda ser llamado mercado, pues este requiere una serie de condiciones modelisticas que no existen realmente. Es otro cuento más. Y cuando despertemos va a ser tarde, estaremos en el imperio sonriente y musical de los imbéciles. Lo que si el modelo podría ser usado en otro ambiente, socialista por ejemplo. Pero jamás entre bandidos.

Calcagno fue profe mío y también de Atilio Borón que Ud conocerá, y probablemente se inoculó con el bichito "cuentitativista" que oculta magistralmente a esas consideraciones tan vagas como necesarias: la ética, el Estado y la justicia.

Todo porque no sabemos suficientes matemáticas como para mandarlos a freir monos con sus manidas y torcidas ecuaciones made in usa. Que cualquier estudiante de matemáticas de doctorado francés con claridad y caridad política, podría destruir de una plumada. Si gusta podemos profundizar el tema.

Si me permite mandaré su articulo a los asesores de Chávez porque están justamente trabajando muy constructivamente este tema. Lo que es Kirchner parece que ya se entrego al sistema...y el sistema lo perdonó. O estoy muy errado (herrado?). Y el pobre Lula? Y el pobre Mercosur?

Gracias por sus útiles reflexiones. Y.H.

 

(*) CeeS (Centro de estudios estratégicos suramericanos)- Federación del Papel

alberto.buela@gmail.com

Casilla 3198 (1000) Buenos Aires



[1] Buela, Alberto: La subordinación de la economía a la política, en Bancarios del Provincia N° 339/40, Bs.As. oct-nov. 1975

[2] Buela, Alberto: Notas sobre el peronismo, Buenos Aires, Ed. Grupo Abasto, 2007, pp.16-17

[3] Aristóteles: Etica Nicomaquea, “toúto d´esti te aletheia he jréia” , 1133 a 26.-

[4] Aristóteles: Idem ut supra, 1133 b 23