LA
ACCLAMATIO COMO NUEVA-VIEJA FÓRMULA DE DEMOCRACIA DIRECTA
por
Alberto Buela (*) - alberto.buela@gmail.com
Texto
de la conferencia dictada en la CGT el 18/10/07 con relación a
algunos de los significados político-filosóficos del 17 de
octubre. Parte I
Resumen:
El primer derecho político del ciudadano es ser bien
representado dentro del sistema democrático, lo que se propone esta
comunicación es enriquecerlo mediante el uso de la acclamatio que
se ha usado desde la antigüedad. Su uso reglamentado permitiría la
profundización mayor y mejor de la representación democrática. En
la Argentina moderna esta institución de la acclamatio es
reinstalada por el peronismo a partir del 17 de octubre de 1945.
Sabido
es que nuestra sociedad postmoderna cuestiona todos los grandes
relatos o mitos de la modernidad. Así, por ejemplo, la idea de
progreso indefinido se ha mostrado como una falsa idea luego del
zafarrancho de la Segunda Guerra Mundial y su rúbrica con las
masacres atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pues el desarrollo de la
técnica se desvinculó de la moral. O dicho de otra forma, la técnica
y la moral no se desarrollaron en forma equivalente, en forma pareja
y, así, la modernidad progresó técnicamente y retrocedió en el
orden moral. Por lo tanto, la idea de progreso indefinido, enunciada
claramente por primera vez por el Abad de Saint Pierre, después de
terminada la guerra de sucesión de España y que dominara por casi
tres siglos la mentalidad europea y americana, se ha mostrado y
demostrado como una falsa idea.
Otro
de los grandes mitos de la modernidad ha sido la idea de democracia
como forma de vida, sintetizada en la frase "con la democracia,
se come, se educa y se vive", que reemplazó a la noción de
democracia como una forma de gobierno, entre otras varias, como la
monarquía, la república, la tiranía, etc.
La
democracia entendida como forma de vida ha ido vaciando lentamente
el contenido de la democracia como forma de gobierno hasta dejarla
reducida a la democracia procedimental de nuestros días, en donde sólo
interesa a los dirigentes políticos cumplir con el formalismo
democrático, dejando de lado todo contenido de valores.
La
democracia procedimental vació al Estado de todo contenido ético
licuando todos sus aparatos de poder y así, vía privatización de
todas la empresas públicas o vía anulación de las reparticiones
estatales, logró dejar de lado los tres principios que lo constituían:
la idea de bien común como principio de finalidad, la idea de
solidaridad como principio de integración y la idea de
subsidiariedad como principio supletivo o de ayuda. Quedando así
reducido a "simple regulador de los contratos jurídicos y a
represor de los sectores descontentos". No llega ni siquiera
como en el antiguo capitalismo liberal, a Estado gendarme que
garantizaba la seguridad de las personas y la propiedad privada. Hoy
la seguridad es cosa privada y la propiedad privada está
"socializada" en los countries, esos castillos modernos,
sitiados por barrios paupérrimos.
El
fracaso de la democracia procedimental con la consecuente crítica a
los partidos políticos por ejercer la representatividad popular en
forma espuria no solo porque monopolizaron dicha representatividad
sino porque la bastardearon con las oligarquías partidarias, ha
hecho surgir nuevas formas de representación políticas, en
Argentina hoy, los piqueteros que cortan las rutas, los caceroleros
que manifiestan ante los bancos y el Congreso nacional, los
desocupados que viven en los lugares públicos, los sin tierra en
Brasil, los truequistas que se manejan sin dinero porque no hay,
toda la sociedad civil argentina fue estafada por los bancos y el
gobierno de De la Rúa-Cavallo y confirmada por sus continuadores.
Ahora
bien, cual es el mecanismo por el cual estas nuevas
representatividades eligen a sus autoridades. La vieja acclamatio.
La voluntad pública del pueblo se expresa por aclamación popular,
como consentimiento de los gobernados. Dado que el pueblo existe sólo
en lo público cuanto más fuerte es el sentimiento democrático
tanto más seguro que la democracia es otra cosa distinta a la
ecuación liberal de " un hombre = un voto".
La
democracia se torna así directa y zafa del aparato estadístico y
cuantitativo del recuento de votos y las empresas de sondeos, para
expresarse lisa y llanamente por aclamación popular. Se elimina así
toda mediación entre el pueblo y sus representantes. Estos son
elegidos directa y espontáneamente por aquellos. Recordemos aquí
el discurso del éforo Stenelaidasa a favor de la guerra que nos
relata Tucídides: "El dijo que no podía determinar cuál fue
la aclamación más fuerte - su modo de decisión es por aclamación
y no por votación -" (1). En América tenemos, entre otras, la
aclamación de Irala por sus huestes como gobernador de Asunción en
1544; en Brasil la de Amador Bueno en 1651 como rey de los
paulistas. La aclamación de Perón como conductor de los argentinos
por el pueblo reunido en la Plaza de Mayo, el 17 de octubre de l945.
Existe
además la forma negativa de acclamatio, que podemos traducir por
abucheo, que es lo que evitan los políticos profesionales cuando
esquivan ir a los lugares públicos- canchas de fútbol, teatros-
refugiándose sólo en la legitimidad estadística del escrutinio
que in illo tempore los llevó al poder pero que ya no pueden
sustentar. Los miembros del G8 son maestros consumados en este saber
esquivar el abucheo multitudinario de las grandes ciudades, replegándose
cada vez a lugares más remotos y aislados.
Esta
institución de la acclamatio utilizada durante 1500 años en la
proclamación popular de los reyes desde Roma hasta finales de la
edad media (2) ha sido recuperada en este comienzo del tercer
milenio. Pero, y aquí viene la paradoja, ha sido recuperada, desde
las sociedades periféricas sometidas al "totalitarismo democrático"
de aquellos que se apropiaron de los partidos políticos, los
aparatos culturales, los mass media y las empresas comerciales y
bancarias.
¿Y
por quiénes recuperada? Por los miembros de la sociedad civil que
se han dado espontáneamente una organización popular, eligiendo a
sus autoridades por aclamación y no por sufragio. Algo de esto
perduraba en las elecciones gremiales que casi siempre son
precedidas por una asamblea de delegados en donde se vota por
aclamación a los candidatos. La acclamatio es en los sindicatos la
condición previa de la elección formal de autoridades.
Es
digno de tener en cuenta esto, para que se pueda apreciar que las
instituciones no dan saltos, se desarrollan y se despliegan en el
tiempo regularmente.
Así,
es lógico que estas nuevas organizaciones, que se está dando la
sociedad civil comiencen naturalmente por la acclamatio, dado que aún
no se ha producido el extrañamiento de su índole en el aparato
legal-formal que modifica la forma de elegir sus representantes.
La
crisis de representatividad de la sociedad postmoderna es de tal
magnitud que sería provechoso que los jurisconsultos a cargo de la
modificación de los sistemas de elección tuvieran en cuenta la
incorporación de la acclamatio como un complemento necesario al régimen
del sufragio.
Ellos
comprenderían así, la proposición filosófica que sostiene que la
solución a los problemas de la modernidad no los ofrece ni una
modernidad más avanzada ni una postmodernidad débil y desengañada
sino un postmodernidad fuerte que hunda sus raíces en una
premodernidad vital y generosa. O en otros términos, para ser auténticamente
postmoderno hay que ser genuinamente premoderno. La restauración de
la acclamatio nueva-vieja fórmula de elección es una muestra de
ello.
Notas:
(1)
Tucídides: La guerra del Peloponeso, libro I, cap.II, parágrafo
87.-
(2)
Conocemos un estudio interesante sobre la institución de la
acclamatio, aquel de Ernst Kantorowicz: Laudes Regiae,(A study in
liturgical acclamations and medieval rule worship),Univ.California
Press, Los Angeles, 1946, en donde el autor va historiando el uso
litúrgico de la aclamación para terminar en el capítulo VII reseñando
el uso político en los tiempos modernos de la acclamatio. Sin
embargo Kantorowicz , correcto en la descripción del asunto, se
equivoca en la interpretación, o mejor aún forma parte del
pensamiento políticamente correcto al limitar la acclamatio a los
regímenes autoritarios "Political acclamations have been
resuscitated systematically in the authoritarian
countries"(p.185). Dejando de valorar el aspecto de la
participación popular en el ejercicio de una democracia directa,
tan necesaria para liberar tensiones insatisfechas , cuando las
democracias procedimentales fracasan con sus mecanismos
representativos. Desde el punto de vista politológico cabe recordar
dos trabajos que sin ocuparse específicamente de la aclamación,
nos hablan de ella. Uno, aquel de Carl Schmitt Sobre el
Parlamentarismo en donde a propósito de su crítica a la ley
electoral de Reich alemán, que adoptó las máximas liberales según
las cuales el pueblo solo puede expresar su voluntad a través de
cada ciudadano por sí mismo "sin ser observado",
olvidando afirma Schmitt que " El Pueblo es un concepto
perteneciente al derecho público. La opinión unánime de cien
millones de particulares no es ni la voluntad del pueblo ni la opinión
pública. Cabe expresar la voluntad del pueblo mediante la aclamación-
mediante acclamatio- , mediante su existencia obvia incontestada,
igual de bien y de forma aún más democrática que mediante un
aparato estadístico, elaborado desde hace medio siglo con esmerada
meticulosidad" (p.22). Otro es la de Norberto Ceresole
Caudillo, ejercito, pueblo, quien siguiendo a Schmitt va a recuperar
el valor positivo de la aclamación popular para aplicarlo al caso
de Hugo Chávez en Venezuela.
(*)
Artículos
de Alberto Buela publicados en Rebanadas
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