CAFETERÍA CATHOLIC

por Alberto Buela


Como todo el mundo sabe el clan de los Kennedy en Estados Unidos es un clan católico, a su manera pero católico al fin. Y es dentro de este clan que surgió la expresión del título del artículo que podemos traducir como: católico a la carta.

El título es así nomás con una palabra en castellano y otra en inglés. ¿Será  indicio de la colonización del castellano sobre el inglés? Deo volente.

La expresión engloba a todos aquellos católicos, o mejor, sedicentes  católicos, que seleccionan de los dogmas y enseñanzas de la Iglesia aquellos en que quieren creer y dejan los otros de lado. Así el divorciado irá a comulgar y dejará de lado su situación, el abortista, abortará y se dirá católico. En nuestro país el caso emblemático es la diputada Lilita Carrió, católica portadora de un crucifijo al cuello más pesado que collar de melones, que cuando llegó la hora de votar a favor o en contra del gaymonio se abstuvo porque no quería aparecer de acuerdo con la Iglesia. Ni que decir del centenar y medio de diputados, nominalmente católicos la mayoría, entre los que estaba Kirchner el ex presidente, transformados en adalides del matrimonio homosexual.

Esto es “cafetería catholic” y estos son nuestros dirigentes peronistas ortodoxos, peronistas disidentes, peronistas kirchneristas, peronistas revolucionarios como Pino Solanas, socialistas, democristianos, conservadores y liberales. Sin contar con el apoyo explícito e irrestricto de las madres de Plaza de mayo, los piqueteros y el secretario general de la CGT para quien “los gays trabajan más que nosotros”. 

Para la sanción de esta ley no se abrió ningún debate en nuestra sociedad, como ocurrió meses atrás con la ley de medios. Todos los factores de poder consensuaron en que la ley debía ser sancionada. La colectividad judía, la más poderosa de la Argentina, guardó silencio de radio, mientras que la Iglesia solo ensayó una tímida advertencia.

Podemos sacar alguna explicación para poder terminar con alguna conclusión?

Vamos a intentarlo.

Es conocido que existen dos Apocalipsis: el conocido de San Juan y uno breve de San Pablo (II Tes.6-9). Es de este último que nos vamos a ocupar. San Pablo emplea allí la teoría del katechón, en griego impedimento u obstáculo, para señalar que hay que impedir la venida e instauración del reinado de Satanás en este mundo. Hoy diríamos que hay que evitar la llegada de los males pues éstos se multiplican más rápidamente que los bienes. Y él distingue allí además “qué se retiene o impide” (la llegada de Satanás), “quién lo impide o retiene” (la Iglesia). Los antiguos teólogos como San Agustín de Hipona vieron en el Imperio Romano el katechón, otros teólogos vieron en la evangelización de todos los pueblos el impedimento al Anticristo. Y así siguió la historia.

Hoy en día ya no tenemos más vigente al Imperio Romano, la Iglesia católica está como perro cascoteado con esto de la pedofilía y además ha perdido, al menos en Argentina, el rumbo y sentido de su acción apostólica. Es que ella misma se ha transformado con los años respecto de las enseñanzas de Roma en una Cafetería Catholic. Las sectas, las iglesias protestantes, los cultos le han pasado por arriba. Quedan a lo más unos curitas en las villas, que con el tiempo se terminan acollarando con alguna criollita linda. La Iglesia desde un punto de vista profano está liquidada, habrá que ver si Dios tiene previsto algo mejor para ella.

¿Qué quedaba, al menos en la sociedad argentina, que pudiera presentarse como katechon a la venida de los males? Lo poco que nos restaba del Imperio Romano, parte del sistema de leyes que nos gobiernan, una de las cuales es la ley de matrimonio (matri=madre) y de propiedad privada o patrimonio (pater=padre).

De modo tal que esta ley de “matrimonio homosexual” o gaymonio, da al traste (nunca mejor el término) con la ley de matrimonio, entendido desde los lejanos tiempos de Roma hasta ayer nomás, como la unión de un hombre y una mujer con el objeto de tener hijos y formar una familia para que ésta, integrada a otras, conforme la comunidad política nacional.

¿Qué nos está permitido esperar a los argentinos? Que como somos un pueblo mistongo, como solía decir Castellani, ni siquiera se barrunta una nueva Sodoma. Va a resultar algo de una hibridez lamentable, todo mezclado por la calle como el tango Cambalache de Discépolo: don Bosco con Napoleón y Carnera con San Martín. Travestis y travestas, gays y gayas, primogenitor A  y B, y pobres chicos y chicas yendo al colegio diciendo que su mamá se llama  Ramón.

Lo más lamentable que este zafarrancho político institucional de proporciones de difícil estimación, por la enormidad desproporcionada del error, no lo paga nadie, no lo paga ningún adulto sino que sus víctimas van a ser los pobres niños y niñas inocentes y desprotegidos de la sociedad.

Heidegger, seguramente el filósofo más significativo del siglo XX, cuando las tropas rusas estaban a las puertas de Berlín, dijo: que el final no se demore.

 

Cfr. El excelente artículo de Aurelio Agustino: Ted Kennedy, o los estragos del catolicismo a la carta, en Razón Española Nº 158, Madrid, nov-dic. 2009