¿FRANJA DE GAZA O CÁRCEL DE GAZA?

“Los ciclos naturales: hechos y responsabilidades”

 

La Franja de Gaza es la cárcel a cielo abierto más grande que existe en el mundo. Las paredes y alambradas de la susodicha cárcel enclaustran los 41 Km de frontera con sus vecinos Israel y Egipto. Dentro de la Cárcel de Gaza habitan más de un millón y medio de palestinos, refugiados en su gran mayoría que previamente fueron desplazados desde sus hogares en Haifa o Tel Aviv durante la Nakba en 1948, hogares de los que han sido despojados, quedando confinados en el interior de una cárcel diseñada por diferentes verdugos, entre ellos Israel, Egipto y por último nuestra querida Comunidad Internacional.

Sin querer entrar en demasiados debates políticos, ya de sobra conocidos e insuficientes para alcanzar cualquier acuerdo de paz, he querido indagar más en las condiciones medioambientales que existen en el interior de la cárcel de Gaza. El ideal balance entre ciclos naturales hace ya mucho tiempo que ha sido quebrado y poco o nada se habla de la situación actual del medio ambiente dentro de los barrotes de hormigón.

No piensen que quiero ser frívolo al hablar de medio ambiente, cuando, podrían decirme, más del 80% de la población que habita la Cárcel de Gaza se encuentra en una situación de extrema pobreza. No es mi objetivo dejar de lado la situación socio-económica, ya de lejos conocida, ni las acciones reales que permitirían disminuir o eliminar la situación de pobreza y vulnerabilidad que de modo vergonzoso, principalmente Israel, ha impulsado en su interior. Muy al contrario, este pequeño trabajo pretende relacionar el medioambiente con las condiciones de pobreza y de vulnerabilidad de los palestinos que habitan en la Cárcel de Gaza.

El ciclo del que les quiero hablar comienza con el uso de la tierra y del agua para consumo diario, tanto para beber, como para asearse, fregar, regar, alimentar a los animales, etc. Como podemos imaginarnos, un millón y medio de habitantes pueden generar diariamente una ingente cantidad de desechos. En la Cárcel de Gaza, existen solamente tres depuradoras de aguas residuales, y que acogen diariamente entre 40.000 y 50.000 m3 de aguas fecales. Sucede que las depuradoras se encuentran operando por encima de sus posibilidades, por lo que solamente una pequeña parte de lo que entra llega a ser tratado, obteniendo un efluente de aguas residuales nocivas que son descargadas directamente al mar. En resumidas cuentas, más de 80.000 m3 de aguas residuales parcialmente tratadas son lanzadas al mar de Gaza diariamente.

La costa de Gaza, también ocupada por los navíos israelíes, posee un vasto almacén de gas natural que se mantiene apartado de sus verdaderos propietarios, la población gazaui. Esto deja a la Cárcel de Gaza y a sus habitantes a merced de una situación de dependencia energética total por parte de Israel. La energía que entra en Gaza es de dos tipos, bien mediante la importación de combustible desde Israel para ser transformado en energía en la planta térmica del interior de la Cárcel de Gaza (lo cual representa un 20% aproximadamente de la energía total en la Franja de Gaza) o bien mediante la importación de energía eléctrica directamente desde Israel. Ambas fuentes energéticas se mantienen abiertas siempre que Israel lo permite. De modo que no es difícil darse cuenta de que, entre otras infraestructuras básicas, las depuradoras sólo pueden funcionar cuando Israel así lo quiere. Es curioso ver como la cadena de acontecimientos nos dirige poco a poco al culpable del lanzamiento masivo de vertidos al mar de Gaza.

Los residuos fecales descargados al mar acaban cercenando la vida marina, eliminando diferentes especies y reduciendo sus cantidades. Esto afecta directamente a los 3.700 pescadores que viven de las capturas diarias para que sus familias puedan sobrevivir. El efluente lanzado al mar debilita y empobrece directamente a este grupo social y a las de todo un mercado del que dependen más de 6.000 trabajadores y sus familias. Dicho mercado lleva existiendo cientos de años y, hasta que el bloqueo se implementó por parte de Israel en 2005, siempre había gozado de buena salud. El área de pesca al que los pescadores tienen acceso se ha ido reduciendo ilegalmente por parte de Israel desde 2002, de las 20 millas náuticas que Israel y Palestina aceptaron en los Tratados de Oslo a las actuales 3 millas náuticas, de modo que actualmente los pescadores no pueden salir a faenar más lejos de esas 3 millas náuticas, pues corren el riesgo, y créanme que es un riesgo elevado, de ser tiroteados, arrestados y encarcelados en prisiones israelíes. Sus barcas son confiscadas y los motores de las mismas, que valen en ocasiones hasta 4.000$ son retenidos en puertos israelíes y vendidos posteriormente.

Cabe mencionar que durante su última intervención militar Operación Plomo Fundido en la que murieron 1.326 personas (de las cuales 540 eran mujeres, niños y niñas), el ejército Israelí destruyó de forma premeditada parte de las instalaciones de tratamiento de agua (además de hospitales, centros de atención médica, ambulancias, etc.). Queda claro que las autoridades israelíes no tienen la menor intención de que la población gazaui deje de descargar agua fecal contaminada a su propia costa.

Toda la población gazaui extrae, mediante pozos, el agua de consumo humano del nivel freático. Este agua proviene de un acuífero que hay inmediatamente debajo del suelo de la Cárcel de Gaza. La cantidad de agua que se extrae diariamente se encuentra muy por encima de lo que, de modo natural, recibe el acuífero de agua dulce, bien proveniente de la lluvia o de otros afluentes subterráneos. De este modo, cada vez existe menos agua dulce en el subsuelo de la Cárcel de Gaza, lo que conlleva, en última instancia, la intromisión de agua salada marina proveniente de la costa, ya que la presión marina es mayor que la existente en el interior de la exhausta cuenca interna gazaui. Como podemos ver en el gráfico, la mayoría de la superficie gazaui contiene más de 500 ppm de cloruro sódico (comúnmente conocido como sal y mezclado con otras sales en menores proporciones), por lo que la mayoría de la población de la Cárcel de Gaza consume agua con cantidades excesivas de sal (la concentración de sal en agua recomendada por la OMS es de 20 ppm), y, lo más increíble de todo, están consumiendo irónicamente agua cargada con sus propias excretas que, previamente, habían sido descargadas al mar.

En última instancia, esta elevada concentración de sal solo permite cultivar aquello que aguante concentraciones salinas elevadas, como los tomates (la Cárcel de Gaza era conocida por exportar tomates cherries de alta calidad a Europa hasta que Israel cerró todas las salidas a su exportación). Todo esto resulta en un suelo altamente salinizado, que ha alcanzado niveles de pH de entre 8 y 9 donde la agricultura se limita a pocos vegetales y en ningún caso sacia la necesidad de obtener una dieta variada de la población, obligando a los habitantes a importar alimentos de Israel.

Las autoridades israelíes niegan toda posibilidad de desalinización del agua del mar, no permiten la entrada de suficiente cemento para reparar las depuradoras, no distribuyen agua a las poblaciones ocupadas, como es su deber en virtud de la legislaron internacional de los derechos humanos al ser la potencia ocupante en todo el Territorio Ocupado Palestino (Franja de Gaza y Cisjordania)

Al principio del texto nos podríamos preguntar, ¿qué repercusión tiene la situación medioambiental dentro de la Cárcel de Gaza? Mucha y está íntimamente ligada con la situación de pobreza extrema en la que viven sus prisioneros y prisioneras.

Perdónenme la expresión, pero existen muy pocas cárceles en el mundo donde al encarcelado se le obligue a beber, de modo público, y retransmitido por televisión en abierto, sus propias heces. Queda claro que Gaza se ha transformado en una amplia alfombra donde probar todo tipo de juegos (como hacen los niños cuando son pequeños), pero en este caso juegos militares, y bajo la cual esconder la, literalmente, mierda que sus culpables, las elites políticas, económicas y militares israelíes, pero sin olvidarnos de la responsabilidad de la Comunidad Internacional y de Egipto, y en última instancia de la Autoridad Nacional Palestina, situación que ninguno quiere que salga a la luz.”