CARTA NÚMERO 19 DE PEDRO VARELA Un
nuevo proceso —el tercero— ha tenido lugar contra esta casa en 2010.
Sumados a otras cuatro intervenciones policiales anteriores contra
diversos conferenciantes y su público, hacen un total de siete atropellos
de diversa índole contra la libertad de opinar, de informar e informarse,
de difundir la historia, el pensamiento o las ideas, de adquirir los
libros que a uno le vengan en gana, en suma. La
condena es ya conocida, 2 años y 9 meses
de cárcel, que sumados a los 7 meses de la anterior condena hacen 3 años
y 4 meses. Era de esperar. Ningún juez sustituto que tenga intenciones de
prosperar en Barcelona, puede atreverse a dictar sentencia contraria “al
viento de la historia...” si no quiere quedarse sin plaza fija. Entre
otras razones porque ellos mismos están inmersos en la ideología
dominante y algunos son ya esclavos de la corrección política. La
forma que tiene el Poder real de neutralizar a los oponentes es conseguir
forzar a la administración legislativa, ejecutiva y judicial para
convertir así al heterodoxo en “delincuente”, logrando además el
aplauso público. Los
dieciséis títulos por cuya edición he sido condenado son conocidos de
muchos. Su lectura, edición y
venta sería, según esta sentencia, delictiva. Instamos sin embargo a que
se estudien, porque sólo así puede comprenderse la parcialidad de una
persecución absurda. Si
se enteran en otros países de Europa que en España se persiguen los
libros de una eminencia en psicología como H. J. Eysenck, conocido
anti-nazi, o de un judío que era además diputado socialista en el
parlamento israelí como Israel Shamir, o los discursos históricos sin
comentario alguno que pronunció Adolf Hitler entre 1933 y 1935
(publicados incluso en Alemania hoy en día), el de un hindú cuya obra es
considerada en universidades y se vende en Francia o Inglaterra sin
problemas, o los textos de Wagner (1850), quedarán pasmados y este país
volverá a hacer el ridículo más espantoso. Deducimos
que si se condena a un editor por publicar libros prohibidos es que existe
un listado de libros prohibidos. ¿Dónde se puede consultar dicho
listado? ¿Quién decide dicho índice? ¿Quién le ha otorgado a quién
la potestad de decidir lo que el público puede o no puede leer? Y si no
existe, no hay libro que pueda prohibirse en España. Así que alguien
acabará editándolos de nuevo, tanto si les gusta como si no. Habiendo
sido condenado el editor, cabría suponer que los autores lo han sido
previamente. Pero hasta hoy no existe autor alguno condenado en España
por escribir un libro. ¿Se
aplican estas leyes contra editores, libreros, autores o escritos que
contengan parabienes o describan de forma no necesariamente negativa a regímenes
responsables de auténticos genocidios históricos? Se
habla de 1,5 millones de víctimas del Holocausto armenio, de 10 millones
de pieles rojas, 14 millones de africanos, 7 millones de ucranianos en el
Holomodor, más de 7 millones de civiles alemanes por los aliados, 3
millones de afganos por los soviéticos, 2 millones de camboyanos y varias
decenas de millones de víctimas del comunismo chino y ruso. ¿Acaso
quienes escriben, publican, venden o difunden textos sobre los diversos
regímenes e ideologías que han causado dichos genocidios, son
perseguidos judicialmente en España o en cualquier otra parte? Aún
está fresco el escándalo de Bélgica, que ha decidido retirarse de la
justicia con jurisdicción universal, porque la acusación de genocidio
contra Ariel Sharon por la masacre de Sabra y Chatila, y su posible
extradición, ha sido rechazada de plano por el Estado judío. El gobierno
español ha hecho lo propio ante las quejas de los mismos genocidas (después
de haber perseguido por medio mundo a supuestos dictadores de derechas). La
juez Doña Estela Martinez Franco no se sonroja al afirmar que, si bien
publicar un libro de una temática concreta no es determinante, publicar
varios títulos de similar contenido resulta “sospechoso”. Y si esos
libros van acompañados de las presentaciones de los mismos y se invita a
los clientes a que asistan a las conferencias, es evidente el interés del
editor por “adoctrinarlos” (como si los ciudadanos no tuvieran
criterio propio): “Edita libros de un determinado sesgo ideológico, los
vende, organiza y divulga una serie de conferencias, tiene una estética
determinada en su sala de conferencias (...)”
Todo en su conjunto evidenciaría un “delito” por difundir
”ideologías genocidas”... Pregunta:
¿Quién decide qué ideologías son genocidas y cuáles no? ¿El fiscal
amigo de Sos-Racismo? ¿Sus amos que les pasan el sobre a fin de mes? ¿O
tal vez una juez sustituta que necesita asegurarse las habichuelas y
conseguir plaza fija? La
sentencia, además de cárcel, condena también a Pedro Varela al pago de
todas las costas del juicio y de la acusación particular y a “una multa
de casi 3.000 euros y ordena la destrucción de todos los libros (5.000
ejemplares) y los objetos incautados en la librería” (secuestro de
2006). La
juez Doña Estela, erigida en nueva inquisidora, afirma que las obras que
este editor tiene a la venta “son unidireccionales en cuanto a su
contenido, con una absoluta falta de pluralidad” y “dirigidas hacia
una única línea de pensamiento”. ¿Y qué? Cualquier
cliente de la Libreria Europa puede confirmar que la variedad de temas es
destacable. Pero y si fuera monotemática ¿qué? ¿Cuánta pluralidad
encontramos en librerias gay, evangélicas, católicas, anarquistas,
feministas o talmúdicas? ¿Desde cuando una libreria debe ser
forzosamente plural para ser considerada tal por un juez? Una libreria
dedicada al alpinismo raramente tendrá otros libros que los propios de
montaña y una libreria jurídica de las que visita la juez, muy
improbablemente tenga libros de cocina. Nuestro
abogado preguntaba a la juez y la parte contraria durante la defensa: “¿Hemos
de obligar a los editores a compartir todos los textos que publican? ¿Eliminamos
de la historia los textos que no nos gustan?”. Las
leyes no son retroactivas. Es un principio jurídico, creo, del modelo de
Estado de derecho occidental. Pero los textos encausados en este proceso
penal han sido escritos con anterioridad a las leyes que pretenden usarse
contra su contenido. Lo
que hacen la fiscalía en Cataluña y los funcionarios de la policía
autonómica es como una iluminación de teatro. Con sus potentes focos,
los nuevos magos concentran la atención del público en la esquina que
les interesa, dejando en la oscuridad el resto del escenario. Envían al
juez sólo aquellas frases fuera de contexto que interesan para
criminalizarme, incluso sin ser siquiera el autor de los textos. El
Fiscal fue más lejos: estuvo leyendo durante largo tiempo un montón de
frases inconexas que hoy serian políticamente incorrectas, pero “olvidó”
mencionar que A) Ninguna de ellas era de Pedro Varela y B) En su mayoría
se trataba de ideas de pensadores clásicos citadas por los autores de los
libros en cuestión. De este modo consiguió que expresiones de Quevedo,
Fichte, Jung, Goethe, Schopenhauer, Wagner, Nietzsche, Gobineau,
Rosenberg, Lagarde o los clásicos griegos, románticos o hindúes,
aparecieran como opiniones personales del editor. La
sentencia es bastante pobre e incurre en contradicciones, a saber: 1) No
se puede afirmar que “no es delito editar libros”, comercializarlos,
distribuirlos, expresar opiniones, etc., pero en cambio sí lo es, según
la juez, la concurrencia de todos estos hechos. 2) La actual libertad de
empresa y el libre mercado no establecen que los negocios que se emprendan
deban garantizar ninguna pluralidad en los productos ofrecidos. Hay muchos
negocios enfocados a un determinado sector de mercado. Por otra parte, en
Librería Europa hay libros de temática muy diversa y no sólo
revisionistas o antisionistas. 3) La sentencia afirma que se comete un
delito “con ocasión del ejercicio de los derechos fundamentales y de
las libertades públicas garantizadas por la Constitución”. Si es
delito no puede ser al mismo tiempo un ejercicio de los derechos
fundamentales, etc. OBLIGAR
A LA AUTOCENSURA De
hecho, la acusación pretende que los editores y libreros se lean
absolutamente todos los textos que ofrecen al público, lo que resulta de
todo punto imposible. Y además, que los libreros y editores ejerzan
autocensura ellos mismos. Es
decir, nadie quiere erigirse en Gran Inquisidor, nadie quiere aceptar que
existe, de facto, un nuevo Índice de libros prohibidos, nadie quiere
admitir que existen, como demuestra este proceso, textos malditos, pero se
espera que los editores y libreros “comprendan” por sí mismos que hay
cosas que pueden y no pueden editar, distribuir u ofrecer al público. Habrá
que responder lo evidente. Un editor, y mucho menos un librero, carecen
del tiempo, la capacidad y aún menos la obligación de censurar los
libros que ofrecen al público. Además es el público el que decide qué
libros quiere o no quiere comprar y menos que nadie Sos-Racismo puede
erigirse en “consejero” universal de lo que la gente puede o no puede
leer. Uno puede llegar a comprender que, como su nombre indica, esta
asociación y sus colegas tenga la urgente necesidad de encontrar
“racistas” en cualquier esquina, porque viven de eso y, si no los
encuentran, los inventan. Pero dudo mucho que el público quiera
aceptarlos como guías intelectuales de sus lecturas. MAGOS
DE LA LEY Una
de las acusaciones de las que soy objeto por parte del fiscal es que
pretendería “justificar el genocidio” (léase el manido Holocausto),
dando por verdad absoluta lo que está justamente en discusión (pretenden
hacer de este tema supuestamente histórico el fundamento ideológico del
Sistema). Pero
es que hace sólo cuatro días se pretendía acusarme de lo contrario, es
decir, de “negar el Holocausto” (evidente dogma religioso). Como
el Tribunal Constitucional en Madrid admitió que, al menos en parte, no
es punible dudar de hechos que son presuntamente históricos, la nueva
Audiencia Provincial de Barcelona, en el anterior proceso, y el “Fiscal
rojo” ahora, realizan contorsionismo jurídico e intelectual,
afirmando que, aunque no puedan acusarme de “negar el holocausto”
porque no es punible (además de que muy probablemente nunca tuvo lugar
tal como nos lo cuentan), me acusan de “justificarlo”. Pero, ¿cómo
puede alguien justificar un crimen en el que no cree? Es evidente que las
reglas de la lógica tradicional han dejado de ser válidas en la justicia
política. SI
HAY MERCADO, HAY PRODUCCIÓN Efectivamente,
en la lógica del mundo capitalista en que vivimos donde hay interés hay
demanda, donde hay demanda hay mercado, y donde hay mercado hay producción.
Hoy esto es así y no de otra manera. Así
pues, si el público no tuviera interés en los libros que ofrezco, estos
libros no podrían editarse porque no podrían financiarse. Del mismo
modo, si yo dejo de editarlos, vendrán otros que lo harán por mí, si no
lo han hecho ya, como es el caso (buena parte de los títulos editados por
Ojeda han sido publicados con anterioridad por otras casas editoriales).
Por lo tanto los libros se editarán nuevamente si el público lo demanda.
De lo que se deduce que la “prohibición” y destrucción de los mismos
exigida por la juez es inútil. Los modernos medios de reproducción
digital se encargarán de ello. Muchos
de estos libros existen desde hace tiempo de servicio libre en la red. Así
pues, ¿dónde empieza el crimen? ¿Cuando leo el libro en internet? ¿Cuando
alguien se imprime una copia en la impresora de casa? ¿Cuando otro decide
imprimirse 30 copias y repartirlas entre amigos? ¿O cuando Ediciones
Ojeda realiza una impresión digital de 200 ejemplares? Como
vemos pues, en la era de las comunicaciones libres y masivas, poner
fronteras a la información abierta no sólo carece de sentido, es
inviable. PERSECUCIÓN
IDEOLÓGICA Finalmente
la sentencia delata que la condena tiene lugar porque se conoce o se
supone que se conoce la ideología del editor. Es decir se trata de una
persecución ideológica que, para lograr la aceptación de los
ciudadanos, se disfraza de persecucion criminal. “No combatimos una
ideología, combatimos la promoción del odio” afirman para
justificarse. Cualquiera
que tenga en sus manos los libros encausados, puede darse cuenta de que
los textos utilizados para condenarlos a la hoguera están sacados de
contexto. Y ninguno de los autores, que yo sepa, tienen ánimo de promover
el genocidio de nadie. Pero es que, además, todas las librerias están
llenas de libros que defienden ideologías o pensamientos deleznables,
pero el público quiere poder decidir por sí mismo qué leer y qué no. Los
vecinos más diversos, soliviantados, se acercan a nosotros estos días
subrayando: “Yo quiero poder comprar libros en la Librería Europa o en
cualquier otra. O lo que es lo mismo, quiero comprar los libros que yo
quiera, no los que permita el Estado, donde yo decida adquirirlos”. Y
otro: “Cualquier librería está llena de ideologías deplorables, que
detesto y denigro cuando tengo la oportunidad, pero quiero ser yo el que
lo decida y no voy a aceptar listas de libros prohibidos.” Aunque
carezca de mayor importancia material, el tema de la parafernalia supone
un peligro grave. Ordenando destruir una obra de arte sólo porque
representa a Adolf Hitler (nacido en el siglo XIX) nos introduce en el
mundo de los nuevos iconoclastas. ¿Se imaginan que un juez ordenara
destruir bustos de Napoleón, Bismarck o Julio Cesar? Entre los vecinos
indignados, un señor ha jurado reproducir centenares de bustos del Führer
para ver si alguien se atreve a prohibirle su venta junto a los otros que
ofrece de Stalin, Mao y Lenin o los de auténticos genocidas como
Churchill o Truman. Otro,
que colecciona y vende cascos históricos, se preguntaba si habrían
secuestrado y ordenado destruir —como ha hecho esta juez peculiar—,
junto al casco alemán original que nos suministraba, los cascos
americanos y soviéticos que también vende. Está preocupado porque con
este precedente, un día cualquier juez excéntrico ordenará pasar una
apisonadora sobre su colección de condecoraciones de época. Si
una juez, como es el caso, decide destruir una lampara india con la esvástica
levogira (regalo de algún cliente con mal gusto), ¿ordenará destruir la
hoz y el martillo que luce, hasta hoy, en la Plaza Cataluña de Barcelona?
(local del PCC) ¿O tal vez prohibirá a los budistas o al ejército
finlandés el uso de su símbolo tadicional por excelencia? Con razón la
población hindú en Alemania obligó a la canciller Merkel a retractarse
de su intención de prohibir la representación de cualquier esvastica
histórica en el país: “Ustedes tienen problemas con este símbolo por
sólo doce años de historia, para nosotros representa varios miles de años
de cultura” afirmaban. No
podemos estar de acuerdo con que a un editor se le envie a prisión y se
incauten sus libros. No es de recibo en un Estado de Derecho. Vender
libros no puede constituir un delito. Las ideas del editor pueden ser tan
loables o tan detestables como muchas otras y no por ello habría que
perseguirle. No
se trata ya de un caso particular de confiscación, censura y destrucción
de libros revisionistas o nacionalsocialistas, católicos antijudíos o
antimasónicos, sino de la importancia del precedente que sienta. El
juicio a las ideas de un autor, un editor o un librero debe estar en manos
de los ciudadanos. El Estado no debería sustraernos el derecho de juzgar
unas ideas de acuerdo a nuestros sentimientos, pensamientos o creencias,
como individuos libres que somos, aunque les fastidie. DE
PREDADORES Y SUS SIRVIENTES Los
editores seguimos sin medio alguno de saber qué libros podemos o no
podemos editar. A falta de una oficina responsable de censurar los libros
antes de que el “delito de edición” sea cometido, al editor sólo le
queda esperar a que las fuerzas de choque de Miguel Angel Aguilar, el
“fiscal rojo” (como es conocido vox populi en Barcelona el amigo de
Sos-Racismo, entrevistado en webs “okupas” y “antifeixistes” de la
red), aparezcan de nuevo cuando les dé la gana y se vuelvan a llevar
varios miles de ejemplares bajo cualquier excusa para ser, posteriormente,
condenado por enésima vez. No en vano el fiscal Aguilar está empleado a
jornada completa exclusivamente en combatir al enemigo ideológico. Al
igual que su equipo especial de Mossos de Escuadra dedicados sólo a
combatir lo que ellos llaman “extrema derecha”. Asi que para no poner
en peligro el sueldo a fin de mes, todos ellos han de encontrar
justificaciones de su trabajo creibles. Porque
algunos de estos personajes, como ciertos amigos suyos en el mundo político
e intelectual, forman parte de los vividores que se llaman a sí mismos
“antirracistas”: Sos-Racismo, Antifa, Searchlight, Expo, Betar, UAF
(Unite against Fascism) y otros grupos parecidos cuya naturaleza ahora
entendemos y en ocasiones con excelentes conexiones en las fiscalías o
magistraturas. Son las tropas de choque del Predador. Acaban con los
grupos de solidaridad local. Actúan como un disolvente, desintegrando la
sociedad tradicional. Son sionistas fervorosos, obedecen devotamente a lo
que diga la ADL de Foxman; y reciben apoyo de financieros judíos (como
bien podría hacer un Basat-Cohen con ciertos periodistas en Barcelona). Sólo
así puede entenderse que nuestro fiscal en Barcelona, fanático hasta el
paroxismo, más pareciera un acusador a la soviética recién salido de
uno de los famosos juicios-espectáculo organizados durante las purgas
estalinistas en el “paraíso” de la izquierda (alguien me dijo
recientemente que a la larga un hombre inteligente no puede ser de
izquierdas, yo añadí que si es realmente inteligente tampoco puede ser
liberal de derechas). Esta
situación, según el fiscal, supone un “delito continuado de
genocidio”. Yo diría más bien un “delito sin solución”, por
cuanto resulta de todo punto imposible dejar de cometer el supuesto
delito. Cuando
se quiere matar al perro se le acusa de tener la rabia. Sólo así se
consigue el aplauso público cuando lo que se pretende realmente es
doblegar al cimarrón, al maverick, aniquilar al oponente, al heterodoxo,
al incrédulo, al que no se deja dominar, al diferente. Utilizando para
tales acciones —siempre que se dejen— a togados y magistrados, porque
mezclar a los tribunales por medio siempre viste más que el simple
vapuleo policial y mediático. En
realidad las muy fanáticas e intolerantes ideas de extrema izquierda han
llegado al poder, y vestidos ahora con uniforme de fiscal, policía u ONG,
su intención declarada es eliminar a su enemigo. La
gente habla incluso de un ajuste de cuentas ideológico, en una campaña
de acoso y derribo contra Libreria Europa, Ediciones Ojeda y Pedro Varela
(y lo que representa) iniciada hace ya 20 años con dudoso éxito, de ahí
que redoblen los esfuerzos con rabia acumulada. Durante
años nos enviaban a sus chusmas en manifestaciones lacrimógenas o a
tirar piedras, a romper cristales, a quemar libros y destruir
instalaciones, a agredir, simplemente, para intimidar, tal vez suponiendo
que tenian delante amedrentados tenderos. Pero no han hecho sino
fortalecernos interiormente. Ahora, acomodados en el poder, nos lanzan
leyes hechas al efecto y
envian a sus empleados uniformados. Esa
es la percepción de la realidad que tiene la gente. Y la percepción,
como sabemos, tiene una importancia grande. MAGOS
DE LA PALABRA El
problema es que la ideología dominante, experimentada en la manipulación
del lenguaje político y ejerciendo un control cada vez más total en el
mundo de las ideas, está absolutamente en manos de los Maestros del
Discurso (1). Todo el imaginario difundido entre nosotros durante las últimas
décadas —pero que arrastramos desde hace más de un siglo—, no es
otro que el defendido por “el judaísmo, la masonería y el marxismo”
(según el célebre discurso del anterior Jefe del Estado, cuyo mensaje ha
sido ridiculizado socialmente como única forma de combatirlo, pero la
realidad cotidiana no hace sino darle la razón) (2). Esa
ideología imperante, fundamentada en mera propaganda, da por hecho lo que
está precisamente en discusión. Y así se puede ir acorralando a
quienes, ejerciendo oposición, por pequeña que ésta sea, no tienen la más
mínima intención de dejarse abatir. La
izquierda española y en general la clase política y mediática, incluida
la derecha liberal o centrista, por ejemplo, utiliza vocablos demoledores
para el contrario. Ante cualquier razonamiento del adversario ya sea
liberal o conservador pero máxime si es identitario, utilizan en España
los típicos conceptos de bloqueo: facha, fascista, franquista,
ultraderecha, con lo cual, sin necesidad de mayores argumentos, se deja al
otro acorralado contra las cuerdas y a la defensiva. En ocasiones
importantes, como es el caso de esta casa, se añaden los aún más
demoledores vocablos paralizantes: nazi, racista, antisemita, genocida…
Con ellos no hay interlocutor que no quede helado al instante, sin
atreverse a mediar palabra. No es nuestro caso. Es
fruto de una muy estudiada magia del idioma o ingeniería lingüística
que precede a la ingeniería jurídica y finalmente a la ingeniería
social en marcha, incluyendo el proceso de sustitución de la población
autóctona y su aniquilamiento, que debe aceptar voluntariamente y sin
rechistar. EPILOGO Digámoslo
claro, tener la Libreria Europa abierta en pleno centro de la Barcelona
masónico-izquierdista no viste. Ahora sólo se trata (hace ya décadas
que lo intentan a cualquier precio) de encontrar el modus operandi para
acabar con la alteridad ideológica. El
antropólogo Teodorov decía recientemente que “la democracia no se
puede imponer a la fuerza”. Pero esa es precisamente la intención del
Poder, acusándonos de presuntos “delitos de opinión” por ofrecer al
público la opinión de otros. Confirmando
lo que ya dijera Schopenhauer, afirmaba el conocido abogado Michael
Mansfield: « En cuanto a la verdad, por muy difícil que sea, siempre
acaba saliendo a la luz.» (3). ”Se me hace muy difícil aceptar de por
sí la palabra de las autoridades. Como vimos recientemente en el caso de
Irak, nos pueden engañar si confiamos en todo lo que nos dicen. Yo
prefiero desconfiar y examinar.” Santo
Tomás Moro, en la inolvidable versión fílmica de Fred Zinnemann “Un
hombre para la eternidad”, con guión de Robert Bolt, advertía a los
magistrados que se supeditaban al poder para forzar su condena: “Hay que
otorgar al mismísimo diablo el beneficio de la ley, por propia
seguridad”. Como Enrique VIII, el Poder hace la ley a su medida y como
él está dispuesto a ejecutar a los que considera peligrosos por no ceder
a los chantajes ideológicos. Mi
lucha por la libre edición y difusión de información heterodoxa ya no
es sólo en beneficio de una determinada tendencia o versión de los
hechos. Porque si hoy persiguen, prohíben y ordenan destruir los libros
que yo difundo, sentando jurisprudencia y un precedente peligrosísimo, ¿cuánto
piensan que tardará el Poder real en censurar y perseguir a otros por
difundir libros o ideas de cualquier otro tipo que no comulguen con la
ideología dominante? Estos
son los hechos. Pero, ¿qué quieren impedir que se sepa, realmente, para
semejante escándalo jurídico, político y social? Ese es el tema de
nuestra próxima carta. Los
Predadores, los Amos del dinero y las voluntades, los que están postrados
ante el becerro de oro y son los dueños de este mundo, hacen pedazos
cualquier oposición, o por lo menos, eso intentan. “Os
envío como ovejas en medio de lobos”, dijo bien Nuestro Señor, ahora
que se recuerda su Pasión. Cuándo los Predadores y sus sirvientes
anestesian a las ovejas, censurando información, es que pretenden
devorarlas. La respuesta es perdonar a nuestro enemigo, orar más, amar más
y luchar más haciéndoles frente. Pero
para imponer la rendición sin condiciones hacen falta dos. Uno lo
suficientemente fanático, prepotente y estúpido para exigirla. Y otro
dispuesto a aceptarla. En sus cálculos olvidaron que este último no
existe. Pedro
Varela NOTAS: (1)
Término certeramente acuñado por nuestro autor Israel Shamir en su
excelente libro “Los Maestros del discurso: El yugo de Sión” y el
ahora condenado a la hoguera “La lluvia verde de Yasuf” (Pídalo
llamando al Telf.: 932370009). (2)
El 1 de octubre de 1975, en su último discurso en la Plaza de Oriente de
Madrid, Francisco Franco aún afirmaría: “Una conspiración masónico-izquierdista
de la clase política, en contubernio con la subversión
terrorista-comunista en lo social”. (3)
El Periódico, (11.3.2010). Mansfield llevó el atentado de Lockerbie.
Evidencia las deficiencias del sistema judicial. Famoso por su defensa de
los ‘seis de Birmingham’ y los ‘cuatro de Guildford’, 10 inocentes
que pasaron 17 y 14 años en la cárcel por atentados que no cometieron:
“Estos casos sacaron a relucir la corrupción en las pruebas, incluso en
las pruebas científicas... también la poca fiabilidad de las
confesiones”. “Por muy garantista que sea el sistema, siempre hay
riesgo de error”. “Aprendí que hay que cuestionar las cosas.” COMO
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