CENTROAMERICA: REFLEXIONES 

por el Prof. Pedro Godoy P.  -   Centro de Estudios Chilenos CEDECH (*)
 

 
Gira efectuada el mes pasado a América Central estimula a analizar el proceso de integración en aquel segmento del Nuevo Mundo. Genera recientemente interés por la deposición del Presidente Zelaya así como en 1954 es noticia  por el derrumbe del régimen del coronel Jacobo Arbenz y, en 1989, por la invasión estadounidense de Panamá. Su núcleo duro son cinco repúblicas (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica). Los anexos: Belice y Panamá.  En el siglo XIX es escenario de ensayos de unidad. Se inician -1823- con las Provincias Unidas de Centroamérica cuyo arquitecto es J. Matías Delgado y el teórico J. Cecilio del Valle.Tanto la estructura política como el nombre y la simbología se inspiran en la denominada Revolución de Mayo. Se verifica lo anotado en el pabellón patrio de aquellos países. Se disuelve muy pronto, no obstante de 1842 a 1845 surge la República Federal de Centroamérica cuyo personero es Francisco Morazán. Entre 1856 y 1857 hubo una alianza militar centroamericana que culmina con el aniquilamiento de William Walker que, con base en Managua, intenta edificar un protectorado yanqui. En los 80 del XIX surge Justo Rufino Barrios -líder insuficientemente estudiado- que, al estilo de Bismarck, por la fuerza de las armas reintenta el aglutinamiento. Muere en combate. Se refundará -la Federación- de modo transitorio con el nombre de República Mayor en 1898. Al año siguiente, un poco como revancha ante los fracasos, una asamblea estudiantil de la Subregión, presidida por el joven Salvador Mendieta, funda el Partido Unionista Centroamericano PUCA.

La situación en Suramérica es distinta. La praxis integradora muere en la cuna y el mismo Bolívar la estrangula al escindir Ecuador y Bolivia respecto a Perú. Es cierto que el Libertador anhela envolver todas esas repúblicas en lo que denomina la Gran Colombia, pero confiesa en el ocaso de su existencia que ha arado en el mar. No se registran esfuerzos reintegradores en el XIX. La excepción es el experimento de la Confederación Perú-Boliviana que articula el mariscal Andrés Santa Cruz. Lo destruye Santiago en lo que es la primera guerra fratricida al interior de nuestra América (1835-1839). También hay guerras entre Brasil y Argentina y, por cierto, la de la Triple Alianza (1865-1870) y la  Pacífico (1879-1883). En el XX está la Guerra del Chaco (1932-1936) y la de 1941 entre Perú y Ecuador. Si a eso se añaden las tiranteces por asuntos limítrofes verificamos que, a diferencia de Centroamérica, el integracionismo es un anhelo de ciertas elites. No  obstante, hay que dejar constancia del atípico esfuerzo del general Perón con el II ABC. No han existido aquí personajes como Morazán o Barrios. Mendieta. es equiparable sólo con el Haya de la Torre de los 30 que redacta "El antimperialismo y el APRA" y funda -desde Lima- filiales de tal entidad en las diversas repúblicas oponiendo, a la COMINTERN, una alternativa nacional y popular. Hoy el MERCOSUR y la UNASUR son las únicas opciones ciertas de cristalizar la tesis bolivariana.

Hoy el integracionismo en Istmania -se usa el nombre propuesto por Juan José Arévalo-  expresa en el Sistema de Integración Centroamericana SICA, en la Organización de Estados Centroamericano ODECA, en el Parlamento Centroamericano PARLACEN y en el Mercado Común Centroamericano MCCA. Incluso existe a nivel Subregional un canal de TV y un mensuario. Sin embargo, ello no logra excluir los particularismos disolventes. Incluso la Guerra de las 100 horas -también conocida como Guerra del Fútbol- supone una reyerta entre El Salvador y Honduras (1969)  que implica 6 mil bajas y 15 mil heridos. Antes (1926) se produce la Guerra del Coto entre Costa Rica y Panamá. La finalizan dos unidades de la US Navy. La United Fruit Co. juzga inconveniente a sus intereses bananeros tal conflicto. Aunque este episodio bélico es anterior vale la pena reflexionar en orden a que aquellas instituciones no logran generar la necesaria unidad de repúblicas que han vivido en el XIX  experiencias de tangible unidad. Amén de choques armados aparece el excepcionalismo de Costa Rica que se proclama "la Suiza de Centroamérica". Panamá -se estima país "bolivariano"- y no centroamericano. Hoy mismo Managua y San José riñen por la ribera del río San Juan. Antaño la tirantez entre Guatemala y México permite que se consolide Honduras Británica que luego Londres convierte en República de Belice.

Aquel excepcionalismo costarricense muy parecido al uruguayo y al chileno en el contexto suramericano no es el único obstáculo de la integración. Reiterase, pese a la maraña de organismos oficiales ya enumerados, perduran viejos prejuicios. Los braceros migrantes nicaragüenses son despreciados en Costa Rica así como los paraguayos por los porteños y los peruanos por los santiaguinos. Se les estima perezosos y sucios en el país al cual acuden para la zafra de cafe. Los prejuicios son ambientales. Se expresan en motes: "chapines" son los guatemaltecos, "guanacos" los salvadoreños, "pinoleros" los nicaragüenses, "ticos" los oriundos de Costa Rica así son "catrachos" los de Honduras y "panas"  los panameños. Tales folklorismos se complementan con las aduanas que son los templos del desmenuzamiento y, por ende, los frenos de la libre circulación de personas, bienes y capitales. Trámites como el sellado de pasaportes, revisión de equipajes y valijas, contribuciones de ingreso y egreso  a cada Estado cubren horas. Es liturgia envuelta en un poncho de desconfianzas recíprocas. Si ayer el pretexto es la guerrilla hoy es el narcotráfico. Lo concreto es que perdura y pareciera se acentúa la condición de archipiélago que exhibe América Central. Tal fenómeno implica que se diluye el legado de Morazán, Barrios, Mendieta y Sandino.
 
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