CHICOS DE LA CALLE por Alfredo Moffatt
(APe).- Los chicos de la calle son consecuencia de la destrucción de las familias más golpeadas por la brutal desocupación, que terminan disgregándose. Estos chicos se juntan en grupos, bandas, que llaman ranchadas (del argot carcelario). Como problemática psicológica y sociológica constituyen un fenómeno inédito, y no hay bibliografía de estudios y teorías sobre ellos, sólo observaciones parciales. Existieron los hogares de huérfanos, los reformatorios para transgresores, etc., pero nunca niños viviendo directamente en la calle, es decir en el lugar donde se transita, de modo que quedan físicamente dentro de la sociedad, pero excluidos socialmente. Es como si algo existiera y a la vez, no, con el agravante que se trata de niños. Aquí el mito de la niñez feliz se choca con la realidad negada. Esto genera culpa, piedad y rechazo en el habitante de la ciudad, y esas miradas atraviesan al niño, lo humillan y le crean resentimiento. La
identidad precaria que pueden construir está basada en un estilo de acción,
no en una historia; dentro de una ranchada juega como una pieza en el
grupo de la sobrevivencia y adquiere un alias, que pasa a ser su nombre:
Chapita, Pelado, Huesito... No tienen documentos, la figura de la madre es
un recuerdo lejano y pocos conocieron al padre. Como todo planteo terapéutico incluye una filosofía o ideología del ser humano, que en el caso de nuestra propuesta, tiene que ver con la elaboración de las experiencias vividas para que éstas adquieran sentido y armen un proyecto de vida, desde su elección vital. Pero lo esencial en la socioterapia de los chicos de la calle (que también incluyen a púberes y adolescentes) es que recobren la organización prospectiva de la vida, el tema del deseo y la esperanza.
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