La
muerte por fusilamiento del coronel Ciriaco Cuitiño, el
mazorquero de Rosas, junto a Leandro Antonio Alem, un 29 de
diciembre de 1853, tuvo un significado que va más allá del mero
castigo por los crímenes de que se lo acusaba. Tuvo una finalidad
ejemplificadora, y puso de manifiesto la intención de los
emigrados unitarios, que regresaron a Buenos Aires después de
Caseros y se apoderaron del gobierno, de destruir todo vestigio
del régimen rosista.
Denigraron,
vilipendiaron a Rosas, a su obra, a sus seguidores, y aun más,
buscaron directamente borrarlos de la historia Esta intención la
podemos verificar desde mucho antes que vencieran a Rosas, en el
deseo y predicción no cumplida de José Mármol, cuando en su poesía
“A Rosas” del 25 de mayo de 1843, maldice al “salvaje de las
pampas que vomitó el infierno” y repite en dos estrofas distintas
“ni el polvo de tus huesos la América tendrá”.
Otra
prueba tangible de este meditado plan fue la suerte que le cupo al
Caserón de Rosas en San Benito de Palermo. Inicialmente destinado a
Colegio Militar, en 1892 pasó a ser sede de la Escuela Naval , para
ser demolido en la simbólica fecha del 3 de febrero de 1899, por
orden del intendente Bulrich. En su lugar, al año siguiente, se
levantó la estatua de Domingo Faustino Sarmiento.
El
hermosísimo parque que rodeaba el caserón neocolonial tuvo mejor
destino. Durante la presidencia de Avellaneda, Sarmiento, en ese
entonces Director General de Escuelas de la provincia de Buenos
Aires, fue designado Presidente de la Comisión las obras de
remodelación del parque, al que por odio de partido denominaron
Tres de febrero. Fue fruto de una iniciativa del propio Sarmiento,
que había presentado una ley al Congreso a tal efecto.
Se
inauguró el 11 de noviembre de 1875, con planos levantados y
ejecutados por alumnos del Colegio Militar, reemplazándose la flora
autóctona plantada por Rosas, por especies exóticas, en
consonancia con la mentalidad extranjerizante de los liberales
despreciativos de lo criollo.
Aun
hoy, sin embargo, seguimos llamando Palermo al Parque Tres de
febrero, no pudiendo imponerse la vengativa disposición de
denominarlo con la fecha de la derrota de Rosas en Caseros por las
fuerzas de Urquiza y de Brasil.
Este
propósito de odio y de venganza no recayó solamente sobre Rosas
sino también sobre sus seguidores más leales. Como fue el caso de
Ciriaco Cuitiño y otros mazorqueros como Leandro A. Alem, Silverio
Badía, Manuel Troncoso, Fermín Suárez, Estanislao Porto, Manuel
Gervasio López, Manuel Leiva, Torcuato Canale, a quienes se le
iniciaron juicios sumarísimos, acusados de los crímenes cometidos
durante los años 40 y 42.(1)
Estos
juicios, que se llevaron a cabo también para escarmentar a todos
aquellos que habían participado en el sitio de Hilario Lagos, al
que los mazorqueros se habían unido, fueron juicios donde no se
cumplieron todos los requisitos formales, y en los que se buscó
eliminar al enemigo lo más pronto posible, pero con visos de
legalidad.
Ciriaco
Cuitiño era ya un hombre grande, de aproximadamente 60 años y
estaba enfermo, sufría la parálisis de uno de sus brazos. A pesar
de estos inconvenientes, su lealtad a Rosas lo llevó a unirse a
Lagos, sin haber antes cambiado nunca de bando como fue común que
hicieran muchos otros. Tal fue el caso de Troncoso y Badía, que habían
participado en la revolución del 11 de septiembre, siendo premiados
por el mismo Valentín Alsina.
La
prensa de la época, en manos unitarias, La Tribuna de los hermanos
Varela, El Nacional de Velez Sarsfield, incitaba al exterminio de
los acusados, condenándolos antes de ser juzgados.
No
estuvieron ausentes los motivos personales. Especialmente en algunos
miembros del gobierno, como Lorenzo Torres y Pastor Obligado,
antiguos federales rosistas, que al haberse pasado al bando
vencedor, debían demostrar su odio a los hombres que sirvieron a
Rosas, a fin de aventar las sospechas que podrían existir sobre su
conducta, y probar su lealtad al nuevo régimen. Pastor Obligado,
gobernador de la provincia en ese momento, había sido secretario y
consejero de Cuitiño.
A
pesar de haber sido indultados por Urquiza, a pesar de la prescripción
de los hechos por el largo tiempo transcurrido, a pesar de las
seguridades y garantías para los vencidos y una amnistía otorgada
por mediación de los representantes extranjeros de Inglaterra,
Francia y Estados unidos, los mazorqueros fueron apresados al
regresar del sitio de Lagos, cuando caminaban confiados por las
calles de la ciudad con la divisa punzó y sus armas, en vez de
haber huído.
Estos
juicios fueron evidentemente parciales, con jueces que respondían a
la voluntad política ideológica de los unitarios, y que actuaban
con la decisión previa de condenar, habiéndose reemplazado los
antiguos jueces rosistas, integrantes del Superior Tribunal de
Justicia, Roque Saénz Peña(abuelo de Roque y padre de Luis),
Bernardo Pereda, Juan García de Cossio, Eduardo Lahitte y Cayetano
Campana, por magistrados adictos: Valentín Alsina, Dalmiro Velez
Sarsfield, Domingo Pica, Francisco de las Carreras, Eustaquio Torres
y Alejo Villegas.
Los
abogados que se hicieron cargo de las defensas fueron defensores de
pobres, pues nadie quería asumir esa responsabilidad. No fue el
caso de Cuitiño y Alem, que tuvieron un defensor particular.
Este
fue Marcelino Ugarte, federal, adscripto al estudio de Baldomero
García, hasta que formó el propio después de recibirse de abogado
en 1852. Tendría más tarde una destacada actuación en la vida política
nacional, pero no debe confundírselo con su hijo, del mismo nombre,
gobernador de Buenos Aires, en 1900.(2)
Su
defensa fue brillante, logrando obtener el aplauso de sus contemporáneos
en las audiencias públicas. Sin embargo, en opinión del
historiador Quiroga Micheo, la defensa pudo ser mejor. (3)
Este juicio lo malquistó con el gobierno, y por ello fue desterrado
a Montevideo, pudiendo regresar recién al año siguiente.
Además,
hubo intención manifiesta de ocultamiento, desde detalles
secundarios como el destinar un lugar reducido para la vista de la
causa, para evitar que fuera muy concurrido, y que sólo un grupo
seleccionado pudiera ingresar, hasta la desaparición del legajo del
proceso judicial, del que sólo se posee el testimonio de la
sentencia del juez en lo criminal Claudio Martínez y la argumentación
del fiscal Ferreira, publicadas por La Tribuna el viernes 30 de
diciembre de 1853, un día después de que fuera cumplida la misma.
El
espíritu de venganza guió a sus acusadores al condenarlo a
restituir al tesoro los $1000 que recibiera de Rosas por la muerte
del Coronel Lynch y sus compañeros (4),
y al pago de $2645 por uniforme de tropa, que lógicamente era deuda
del Estado, más el pago de una deuda de $6541 por simples dichos de
Justo Castrelo. Estos datos se desprenden de su testamento y juicio
sucesorio (5) , en los que su segunda
mujer, Anita Bustamante, reclamó por la injusticia de los mismos, y
por habérsele a sus herederos la restitución de $2000 que se habrían
entregado a Cuitiño en prisión, lo cual era falso, porque no había
recibido nada.
Y
para mayor humillación y para escarmiento de la población, luego
de ser fusilado, su cadáver junto al de Leandro Alem debió quedar
suspendido de la horca durante cuatro horas en la plaza de la
Concepción. Eso lo previó Cuitiño de ahí que su última voluntad
fuera pedir aguja e hilo para coserse el pantalón a la camisa
porque ni aún de muerto a un federal se le caerían los pantalones.
La
memoria del “carnicero” Cuitiño, “bárbaro antropófago”,
como lo llamaban los diarios de la época, fue tan ennegrecida y
denigrada, que nadie se ha atrevido a defenderle. El propósito de
los vencedores de borrar de la memoria colectiva todo aquello que se
relacionara con el régimen rosista, se extendió también hasta la
tumba de los vencidos. ¿Y qué ha ocurrido con la tumba de Cuitiño?
Para
responder a esta pregunta debemos indagar sobre otro período de la
historia argentina: el régimen peronista.
La
misma actitud que tuvieron los liberales unitarios con Rosas, fue la
que tuvieron los “gorilas” del 55 con Perón. El mismo odio
volvió a resurgir, no se lo podía ni nombrar, había que borrarlo
de la historia. Se dejaron inconclusas muchas de las obras
comenzadas durante su gobierno, como la del Hospital de Niños, el
famoso “albergue Warnes”. Y al igual que el Caserón de Palermo,
su residencia, una hermosísima construcción, suntuoso palacio de
estilo francés, que habitara durante su presidencia junto a Evita,
fue destruída. En su lugar se erigió la biblioteca nacional,
monstruo arquitectónico moderno, que fue durante muchísimos años
una obra inconclusa, y que vaya la paradoja, su estilo se denomina
“brutalismo”
El
16 de septiembre de 1955, la llamada Revolución Libertadora, de
igual título que la de Lavalle en el año 40, depuso al General Perón.
La misma se inició cuando el General Eduardo Lonardi y un grupo de
oficiales acompañados por el coronel Ossorio Arana tomaron la
Escuela de Artillería en Córdoba.
Arturo
Ossorio Arana tiene su tumba en el cementerio de la Recoleta.
Adornada por una estatua de la Libertad con una espada en la mano, y
los platillos de la balanza, símbolo de la justicia. Grabado en el
negro granito de sus paredes, el discurso fúnebre del general Pedro
Eugenio Aramburu el 6 de diciembre de 1968.
¡”No
te pares ante la tumba de este soldado!” nos dice, si no amas la
libertad, la democracia, las instituciones, “si prefieres que la
política se funde en las querellas del pasado y no sobre las
verdades que preparan el futuro”.
La
verdad es que el pasado no se puede separar del presente y
viceversa, están interrelacionados. Conocemos el presente por el
pasado, y a partir de allí nos proyectamos al futuro. Y la verdad,
confesada por los propios descendientes de Ossorio Arana es que su
tumba se levanta sobre la que fuera tumba del mazorquero de Rosas,
Ciriaco Cuitiño. Y ésta es la razón por la que nos hemos detenido
ante la tumba de este militar, y no por las frases de hueca retórica
desmentidas por los hechos.
También
transcribo la información que me brindara en carta en mi poder del
22 de enero de 1999, Clodomiro Galíndez Vega, sobre la versión
oral que le trasmitiera el Cte.Gral. Scotto Rosende, que siendo
chico, varias veces su abuela lo había llevado a una tumba sin
nombre que la identificara y que se encontraba donde está hoy el
mausoleo de Osorio Arana, y que le había dicho que allí reposaban
los restos de Cuitiño que sólo lo adornaba una vieja glicina.
En
el obituario de la Recoleta , en el registro diario de defunciones,
no se asentó el ingreso de Ciriaco Cuitiño. Pero en registro
aparte, donde se anotan todos los decesos ocurridos durante el año,
aparece para 1853, solamente un Pedro Cuitiño, en el folio 80, nº
143, Enterratorio General, era un niño. Y en 1854, Francisco Cuitiño,
folio 81, nº14. Podría haber ser éste, anotado con otro nombre?
La tumba de Ossorio Arana se encuentra en la sección 9, tablón 55.
A
pesar de la negra fama con que se ha teñido a Cuitiño, es dable
rescatar otras imágenes más benévolas sobre su figura que han
sido abandonadas al olvido. En “Tirana unitaria”, una canción
interpretada por Ignacio Corsini, antigua versión que no ha vuelto
a ser grabada, que está fuera de las selecciones de temas que
reeditan, nos pinta un Cuitiño diferente. Es el “buen
mazorquero” que defiende a la amada del soldado federal antes de
ir a pelear junto a Oribe en el sitio de Montevideo. Ella, que es
unitaria, no debe temer porque “de Cuitiño te ampara el puñal”.
A continuación la transcribimos.
Tirana
unitaria, tu cinta celeste
Até en mi guitarra de buen federal
Y en noche de luna canté en tu ventana
Más de un suspirante cielito infernal.
Tirana
unitaria, le dije a Cuitiño
que tu eras más santa que la Encarnación
y el buen mazorquero juró por su daga
que por ti velaba la Federación.
Tirana
unitaria, los valses de Alberdi
quién sabe hasta cuándo bailaremos más
ni tus ojos negros buscarán los míos
en las misas de alba de San Nicolás.
Tirana
unitaria, me voy con Oribe
y allá en las estrellas del cielo oriental
seguiré cantando, tus ojos no teman
porque de Cuitiño te ampara el puñal
Tirana
unitaria, las rosos del barrio
te hablarán del día que te dije adiós
y los jazmineros soñarán los sueños
que en días felices soñamos los dos.
Tirana
unitaria, dame la magnolia
que aromó en la noche que me vio partir
bésame en los labios paloma porteña
que me siento triste, triste hasta morir.
Tirana
unitaria, no olvides los versos
de aquella mañana, de aquella canción
que cantamos juntos el día de mayo
que supo el secreto de mi corazón.
Tirana
unitaria, mi vieja guitarra
seguirá cantando tu sueño de amor
y mi alma en las noches de luna
soñará
por verte, por verte
en la tierra del Restaurador.
Pero
es este otro poema, de Jorge Luis Borges, referido específicamente
a Cuitiño, que a pesar de estar teñido de la versión unitaria,
nos muestra la complejidad de los seres humanos, y valoriza uno de
los rasgos que justamente más lo caracterizó: “esa Federala
manera de vivir y de morir”.
CUITIÑO
Nada
como esa Federala manera de vivir
y de morir.
Yo
pienso
escucho
presiento a Ciriaco Cuitiño
fuerte como una taba,
llegando con el pingo sudoroso y tordillo
hasta sus Quilmeños arrabales mazorqueros.
Venía entre los caminos gastados de la madrugada
hasta sus dioses,
sus fantasmas,
sus lugares de guitarra, de sangre
y qué se yo.
Así persistía
Cuitiño
con su apellido de tendero gallego
su mala fama,
su escapulario bendito y su degüello.
La refalosa crecía entre sus venas
y la federación por sus sombras.
¡Ah,
Coronel Cuitiño!
Te colgaron como una res estúpida,
fusilado y todo,
con tu fama de taita
y tu Rozas, Rozas.
¡Que
el juicio final
te encuentre sin cuchillo!
La
indiferencia, el silencio, el ocultamiento, el olvido, la
tergiversación de los hechos, han sido los mecanismos a que han
recurrido los que manejan los hilos del poder para dominar a los
pueblos. Uno de los mayores criminales de la historia, el comunista
Pol Pot, arrasó con las topadoras, los cementerios de Camboya, para
que el pueblo olvidara sus muertos, es decir su pasado. Acá
inventaron “los desaparecidos”, muertos sin tumba.
Por
eso, este artículo lleva por título “Una tumba para Ciriaco
Cuitiño”. Se merece su tumba, o una tumba, o un epitafio, porque
es parte de nuestra historia, que no debemos dejar caer en el
olvido, de cualquier forma que la interpretemos.
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(*)
Historiadora.
(1)
GONZÁLEZ ESPUL, Cecilia: “Ciriaco Cuitiño, un personaje
tenebroso”, en Revista de investigaciones históricas Juan Manuel
de Rosas, Nº33, Bs.As., octubre/diciembre 1993.-
(2)
cfr. ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo: “Marcelino Ugarte”, 1822-1872
“Un jurista en la época de la organización nacional” , Buenos
Aires, Ministerio de Educación, Instituto de Historia del Derecho,
UBA, 1954.-
(3)
Quiroga Micheo, Ernesto: “El mazorquero Leandro Antonio Alen, ¿culpable
o inocente?”, Todo es Historia, Nº302, Año XXVI, septiembre de
1992.-
(4)
ibdm. Págs. 20/21...”fue un enfrentamiento policial que impidió
la fuga de un grupo de hombres a Montevideo, el 4 de mayo de 1840,
para incorporarse al ejército de Lavalle financiado por los
franceses, que bloqueaban el puerto de Buenos Aires.
(5)
AGN, juicio sucesorio de Ciriaco Cuitiño, año 1871, legajo Nº4886.-
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