DE BOLÍVAR A CHÁVEZ: DE LA TRAGEDIA A LA COMEDIA

por Marcos Ghio

 

Prescindiendo plenamente del impacto emocional que ha causado en el mundo entero el fallecimiento del líder venezolano Hugo Chávez, bosquejaremos aquello que consideramos como lo esencial de su figura.

Chávez se calificó a sí mismo de bolivariano, es decir se consideró un seguidor y un promotor contemporáneo del principal proyecto de Simón Bolívar de querer constituir una gran patria latinoamericana que pudiese convertirse en una potencia importante en el planeta. Tanto lo obsesionó tal figura que, aprovechando su poder, hizo desenterrar su salma con la finalidad expresa de querer demostrar lo que sus seguidores más fanáticos sostenían: que el mismo había sido envenenado por las ‘fuerzas imperialistas’ a fin de coartar su proyecto. Es de destacar al respecto que, a pesar de los minuciosos estudios efectuados utilizando todos los avances de la tecnología moderna, nunca pudo llegar a demostrarse en manera alguna tal hipótesis, por lo cual, para encubrir el fracaso, se derivó la atención hacia el develamiento de la fisonomía real del ‘prócer’ la que sí en cambio se pudo determinar por tales procedimientos. Pero hubo otro descubrimiento complementario que fuera soslayado para la opinión pública, aunque trascendiera en un primer momento causando un verdadero estado de sorpresa y conmoción. Se pudo saber así que la salma bolivariana se encontraba envuelta en una bandera británica, país este último que es preciso reconocer que gozó de grandes simpatías por parte sea de Bolívar como de su predecesor Miranda. Es de recordar al respecto que ambos hicieron hasta lo imposible por granjearse la simpatía del imperio de Albión para llevar a cabo sus proyectos ‘libertadores’. Se conserva al respecto una famosa esquela de Bolívar en la cual le proponía a su majestad la reina el establecimiento de una colonia en Centroamérica, la que posteriormente fuera Honduras británica, a fin de poder garantizar mejor la práctica del librecomercio en tal nuevo mundo ‘liberado’. Y este fenómeno, que entre otras cosas contara con los ponderados aportes de la masonería, fue un hecho muy generalizado entre los movimientos independentistas del siglo XIX de nuestro continente. El famoso plan de operaciones, elaborado por Mariano Moreno en la gestación de la Revolución de Mayo, tenía como premisa principal también el establecimiento del libre comercio con Inglaterra que había sido expresamente prohibido por el virrey Cisneros. De la misma manera que otros próceres como Alberdi y Sarmiento repudiaban en sus obras al gaucho y al español por su carácter perezoso, monacal y poco productivo como en cambio expresaba el yanqui, producto privilegiado y arquetípico del capitalismo gestado en Gran Bretaña. Y no es de extrañar al respecto que las tribus aborígenes de América fueran los principales aliados de los realistas en contra de tal ‘independencia’ ya que en el fondo los pueblos originarios de nuestro continente tenían más simpatía hacia una concepción del mundo que privilegiaba la trascendencia antes que con el oscuro materialismo que encerraba al hombre dentro del universo del consumo y la producción. Fue justamente un famoso ejército de indios el que resistiera hasta el final en contra del 'libertador' Bolívar.

Pero los siglos pasan en forma vertiginosa y ahora nos encontramos con circunstancias diferentes, pero, tal como dijera Carlos Marx, la historia suele repetirse en modo tal que lo que antes se nos aparecía bajo la forma de una tragedia vuelve a suceder nuevamente pero esta vez como una divertida comedia. Y esto es justamente lo que se está produciendo ahora. Una vez más en materia de bolivarianismo se suele hablar de conjuras y envenenamientos, antes con arsénico, tal como se decía en el caso de Bolívar, o inyectando células cancerinógenas como ahora en el de Chávez. Y como siempre en los dos casos tales conspiraciones quedarán con el tiempo en el olvido una vez más por la falta de pruebas convincentes. Y ello no porque sea imposible que tales acontecimientos pudiesen suceder, sino porque habría que preguntarse en los dos casos: ¿por cuáles razones el imperio en sus diferentes figuras iba a envenenar a aquel que en el fondo lo favorecía? En el primer caso proponiéndole establecer una colonia propia y aliada de su gobierno y practicando su misma concepción del mundo. Y en el segundo, en donde ya el imperialismo no es más Inglaterra sino los EEUU: ¿por cuál razón este último iba a eliminar a la gallina de los huevos de oro, es decir al gobernante del país que le surtía diariamente de un millón de barriles de petróleo?

Y éste es el aspecto que resulta más risueño del fallecido Chávez. Nos hemos cansado de escucharle verborrágicos discursos ‘en contra del imperialismo’, pero ha sido justamente gracias a sus generosos aportes petroleros que este último ha podido llevar a cabo sin inconvenientes sus campañas tan denostadas en Irak y Afganistán. Curiosamente, a cambio de tan vital recurso, Chávez ha recibido en abundancia un papel pintado de color verde que es a su vez la moneda de curso en el país gobernado por su socio, también ‘antiimperialista’, Correa. Cuando se le preguntó al primero cómo podía explicar tal incongruencia, manifestó que una cosa era la economía y otra la política, lo cual nos recordaba a un coetáneo suyo, ex militar carapintada argentino que, luego de embolsar una importante suma de dinero de un denostado hombre público, explicó que no se podía hacer política sin dinero. Faltó por supuesto alguien que en su momento le contestara que un revolucionario verdadero, además de no negociar nunca con alguien del sistema, no le vende petróleo a los EEUU, sino que por el contrario lucha por destruirle su capacidad energética. Es de recordar al respecto que Bin Laden, hijo de un empresario del petróleo, además de emplear la totalidad de su fortuna para combatir al ‘imperio’, en vez de hacer negocios con éste se encargaba de destruirle los oleoductos pues sostenía que solamente minándolo en su capacidad energética se lo podía vencer. Es que en el fondo, a pesar de sus rimbombantes discursos, Chávez no quería vencer a los norteamericanos, sino negociar con ellos para ser respetado como un igual. Es decir no quería salir del sistema, de la misma manera que su antecesor Bolívar. No por nada era ‘bolivariano’.

Pero en honor de este último hay que reconocer que aunque fuera un inapreciable aliado del británico, al menos combatió con valor y decisión en el campo de batalla en contra del imperio español al que logró vencer. Chávez en cambio no libró batalla alguna, salvo en sus interminables discursos, en contra del tan denostado imperio norteamericano, al que no le ahorró epíteto descalificatorio alguno en el momento mismo en que lo llenaba de barriles de petróleo. Tal como decía Marx, una vez más la historia se repite pasando de la tragedia a la comedia*.

*Aunque en honor a la verdad debemos reconocer que Chávez, quien quiso amoldarse en vida al sistema internacional vigente, fue un militar de agallas en el orden interno, superando en esto en mucho a sus referentes peronistas carapintadas de la Argentina. Así pues, luego de su primer fallido golpe de Estado, manifestó su intención de no rendirse y de luchar hasta el final en una nueva intentona, la cual le fue finalmente exitosa. Luego, ya en el poder, ante un golpe similar que lo sacó por unas horas del mando, no se escapó del mismo 'para evitar derramamientos de sangre', sino que persistió hasta el final logrando así derrotar a la maniobra enemiga.