El primer ministro israelí, junto al presidente estadounidense, mantiene
su guerra contra los palestinos, especialmente contra Hamas. Y la cúpula
de la AMIA en Buenos Aires quiere condicionar la política exterior del
país.
La división de las fuerzas palestinas en dos, con el consiguiente baño de
sangre en Gaza y en menor medida en Cisjordania, ha servido magníficamente
al plan de Israel. Este no es muy imaginativo pues aplica el clásico
"divide y reinarás". Acompaña esa política con una alta dosis de plomo y
metralla, que ahora pega fundamentalmente en la militancia islámica de
Hamas en Gaza.
Desde que a mediados de junio esa organización venció militarmente a Al
Fatah del presidente Mahmud Abbas y pasó a controlar Gaza, Israel se ha
sentido a sus anchas. Es que el frente palestino está dividido entre esas
dos corrientes. Y la aparición de Hamas al frente del gobierno real en la
Franja le permite demonizarla ante una parte de la opinión mundial. Para
Israel, que estaba acorralado en ese ámbito, es un logro.
Ahora el primer ministro Ehud Olmert zafa temporalmente de ciertos
reproches de los gobiernos europeos, Estados Unidos, Rusia y las Naciones
Unidas, el llamado "cuarteto" (uno de los pocos lugares que le van
quedando a George Bush).
Agitando el espectro de Hamas, Olmert se muestra relativamente flexible
con la contraparte, con Abbas, con quien ha compartido una cumbre en el
balneario egipcio de Sharm el sheik junto a los líderes de Egipto y
Jordania, Hosni Mubarak y el rey Abdala II respectivamente.
Los gestos hacia el presidente de la Autoridad Nacional Palestina
continuaron el lunes de esta semana en Jerusalén. En una reunión bilateral
el anfitrión prometió a su visitante que liberaría a 250 presos
pertenecientes a su organización. A los otros, los de Hamas, y a muchos de
la misma Al Fatah, no les alcanzará el beneficio. Y son la mayoría, pues
en las prisiones israelitas hay 8.000 presos palestinos de distintas
organizaciones y grupos etáreos. Ahora serán liberados once menores y
algunos ancianos. Los demás tendrán que seguir esperando en un lugar
inseguro: la Corte Suprema israelí es la única en su tipo en el mundo que
legalizó la tortura.
Mientras coquetea con Abbas y le promete remover puestos militares
israelitas de control en las ciudades cisjordanas de Ramallah, Jenin,
Tulkarem y Belén, el ocupante de territorios palestinos sigue mostrando su
peor rostro para con Gaza. En este último mes ha vuelto a bombardear desde
aviones y a meter sus tanques para cañonear los objetivos fijados por
Olmert y el nuevo ministro de Defensa, el laborista Ehud Barak.
Esas incursiones y operativos dejaron un doloroso saldo de muertos y
heridos entre la población civil. Los comunicados israelitas, copiándose
de los de Bush respecto a Irak, enfatizan que los muertos son
"terroristas". Y si se prueba lo contrario, que eran civiles, son
endosados a la cuenta de los "daños colaterales".
No le dan paz
Olmert y los suyos no les dan paz a los palestinos. Ahora buscan maquillar
sus acciones de guerra en Gaza como una respuesta a la "violencia" de
Hamas tras su mini guerra civil con Al Fatah. Pero no es así. Las dos
organizaciones se enfrentaron en junio, con un saldo estimado de 135
muertos. Pero Israel viene atacando la población de la Franja y partes de
Cisjordania desde enero de 2006, cuando Hamas ganó legítimamente las
elecciones palestinas. En junio de ese año Olmert ordenó allí una
carnicería, antes de enfilar sus tanques y aviones hacia el sur del
Líbano, donde sus tropas recibieron su merecido a manos de Hizbollah.
Desde la mencionada victoria electoral de los islámicos, Israel bloqueó
todos los pasos fronterizos de Gaza, incautó los fondos pertenecientes al
gobierno de Ismail Haniyeh, etc. De resultas la vida de los palestinos es
un martirio cotidiano. En Gaza quedaban alimentos para pocas semanas según
Arnold Vercken, director de operaciones del Programa de Alimentación (WFP)
de la ONU en los territorios palestinos. El funcionario declaró: "se está
desencadenando una crisis humanitaria seria en Gaza como resultado de los
recientes disturbios y el cierre de fronteras".
No vaya a creerse que la actitud de Israel hacia los palestinos de
Cisjordania es mejor. Solamente que por el momento trata de golpear
centralmente en Gaza. Pero no hay que olvidar que de allí los israelitas
se retiraron en setiembre de 2005 mientras que en Cisjordania, la presa
mayor, aún están con sus colonias ilegales y sus tropas. Además siguen
levantando allí avanzó el "muro del apartheid", pese a las objeciones de
la ONU y la Corte Internacional de La Haya.
El titular de la ANP, Abbas, parece decidido a avanzar contra Hamas, del
brazo de Olmert y los socios extranjeros del "Cuarteto". De allí que
dialogue a menudo con el premier judío y tenga cortado el teléfono con
Haniyeh, el dirigente de Hamas desconocido como primer ministro. En su
lugar Abbas tomó juramento a Salam Fayad, economista formado en Estados
Unidos y la Universidad Americana de Beirut que trabajó para el Banco
Mundial y el FMI.
Olmert busca negociar con Abbas, Fayad y otros moderados, aunque estirando
los plazos de modo de no llegar nunca al punto clave: la devolución de los
territorios según las fronteras de 1967, incluida Jerusalén oriental.
Mientras el juego se limite a declaraciones a favor del diálogo en
abstracto, sin llegar a ese momento de definiciones, todo andará más o
menos bien entre Olmert y Abbas. Incluso a fin de año serían parte, junto
a gobernantes árabes, de una Conferencia Internacional sobre Medio Oriente
que ha convocado el decadente Bush.
Pero los palestinos no necesitan hojas de ruta ni palabras que se lleva el
viento. Más allá de matices, quieren un Estado independiente con Gaza y
Cisjordania, con capital en Jerusalén este; con gobierno y fuerzas armadas
propias. Y eso es lo que Israel no está dispuesto a conceder. Ni el
gobernante Kadima de Olmert y el flamante presidente Shimon Peres, ni los
laboristas de Ehud Barak ni el Likud de Benjamin Netanyahu harían algo así,
sin importar si del otro lado están Abbas, Haniyeh u otro.
Tiran contra Irán
En líneas generales, desde que el Estado de Israel surgió en mayo de 1948
rapiñando tierras palestinas que no estaban dentro de la zona adjudicada
por las Naciones Unidas, en adelante, esta es la parte que más obstruyó a
una solución pacífica en Medio Oriente.
Se precia de ser la única democracia en la zona pero ya se observó que su
máximo tribunal de justicia tiene legalizada la tortura de los prisioneros,
preferentemente palestinos. El premier Yitzhak Rabin fue muerto por sus
propios neonazis.
Dice ser el pueblo elegido y tener derechos bíblicos pero actúa como
dependiente del mandato de la Casa Blanca y es un portaaviones
estadounidense en la región.
Olmert habla de paz pero mantiene una ocupación militar sobre territorios
ajenos. Pretende que el mundo crea su versión de que Hamas es la
encarnación de la violencia. Pero las estadísticas informan que en 2006
ese Estado exportó por 3.400 millones de dólares en armas, "ubicándose
como el cuarto traficante de armas más grande del mundo, superior incluso
a Gran Bretaña" (Naomí Klein, 20/6).
Los especialistas coinciden en que Israel dispone entre 200 y 300 armas
nucleares, algo imposible de testear porque no es parte del Tratado de No
Proliferación y los inspectores de la ONU no llegan al lugar por la
protección de Washington. No obstante, Olmert secunda a Bush en su campaña
contra Irán, amenazando a este país con un ataque militar si avanza en su
programa nuclear pacífico.
En la campaña contra Irán se produce la convergencia entre Israel y su
embajada en Argentina y las asociaciones israelitas como Daia y AMIA. En
los actos recordatorios de 2006 de los atentados terroristas en Buenos
Aires, la cúpula israelita dio la palabra al embajador de Israel, que
justificó la barbarie en El Líbano. En ese acto y en el de ayer, los
dirigentes de la AMIA reclamaron al gobierno argentino la ruptura de
relaciones con Irán.
Además de improcedente, el tono del reclamo agrega un nuevo elemento a
quienes dicen que los dirigentes israelitas de cualquier nacionalidad se
creen elegidos. "Irán no colabora con la investigación y, sin embargo, el
intercambio comercial sigue su curso. ¿Acaso el atentado no fue un ataque
a la Argentina toda, a su soberanía? ¿Acaso su soberanía depende de su
balanza comercial?", le espetó Luis Grynwald al presidente argentino.
¿Quién votó a la AMIA para que digite la política exterior argentina?