"OPERACION
CONDOR" (1966)
por
La Gazeta - www.lagazeta.com.ar
Alrededor
de las seis de la mañana del miércoles 28 de septiembre, 18 jóvenes
argentinos, entre los que había una mujer, tomaron el control del vuelo
648 de Aerolíneas Argentinas que la noche antes había despegado del
aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio del Operativo
Cóndor.
Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y
afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, era el jefe del comando. Lo
secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido,
apodado El Chicato a causa del grueso aumento de sus lentes.
Ambos entraron con pistolas a la cabina y le ordenaron al comandante del
Douglas DC-4, Ernesto Fernández García, que cambiara el derrotero.
"Ponga rumbo uno-cero-cinco", dijo Cabo. El piloto obedeció y
enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.
La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la
tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de
la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi
(1958-1961). Un tío de la muchacha, Roberto Verrier, fue ministro de
Economía durante tres meses de 1957, en tiempos de la "revolución
libertadora".
Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Andrés Castillo, de 23 años;
Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años,
metalúrgico; Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo,
21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez,
20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara,
20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado;
Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado;
Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante;
y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era
de 22 años. Todos eran peronistas.
Hacía tres meses que el general Juan Carlos Onganía estaba en el poder en
nombre de una autodenominada "revolución argentina". Noventa días
antes, un pelotón de la Guardia de Infantería de la Policía Federal había
desalojado de la Casa Rosada al presidente Arturo Umberto Íllia, de la Unión
Cívica Radical del Pueblo (UCRP), quien había llegado al gobierno con poco
más del 20 por ciento de los votos y con el peronismo proscrito.
Onganía, a quien sus compañeros de promoción apodaban El Caño -recto y
duro por fuera, hueco por dentro- había proclamado que "la Revolución
Argentina tiene objetivos pero no tiene plazos". Dos periodistas habían
aportado su intelecto para desplazar a Íllia e instaurar a Onganía: Jacobo
Timerman, desde la revista Confirmado, y Mariano Grondona, en Primera Plana.
El primero hoy está considerado casi como "un héroe del cuarto poder";
el segundo, es un lamentable neodemócrata televisivo.
Esa mañana del 28 de septiembre, el general Onganía ignoraba lo que estaba
sucediendo en el archipiélago sur. Una de sus mayores preocupaciones era
la preparación del partido de polo que jugaría con Felipe de Edimburgo,
el príncipe consorte inglés, quien se hallaba de visita en Buenos Aires.
Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. Se cree
que muchos de ellos eran mercenarios belgas que combatieron el ex Congo en
los primeros años de la década del 60. También había una Fuerza de
Defensores Voluntarios. Seis ex comandos ingleses que participaron de la
Segunda Guerra Mundial entrenaban una o dos veces por año a los
voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los milicianos poseía su
fusil, la provisión de municiones y el equipo militar; algunos guardaban
el arma en la propia casa.
Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero
ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo
suplantaba el vicegobernador.
"El condor" en Malvinas
Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el
radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que
conmovió a millones de argentinos: un avión Douglas DC-4 había
descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800
metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y
de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133
años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.
Los muchachos descendieron del avión y desplegaron siete banderas
argentinas. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del
gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se
divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El
objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró
en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo
Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de
cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y
nativos armados.
Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los
comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero. El sacerdote
católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes
pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director
del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers,
mientras los "cóndores" permanecían en el avión.
Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa
en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional. Al día
siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina
y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante
Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos
fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la
parroquia católica.
El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a
los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur
argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes peronistas
fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río
Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un
juez, se limitaron a responder: "Fui a Malvinas a reafirmar nuestra
soberanía". Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de
nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez
permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales
como militantes de la Juventud Peronista.
María Cristina Verrier, hija de un juez, y Dardo Cabo, hijo de un famoso
dirigente gremial, se casaron en la cárcel.
El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados
en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado
en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron "privación de la
libertad", "tenencia de armas de guerra", "delitos que
comprometen la paz y la dignidad de la Nación", "asociación ilícita",
"intimidación pública", "robo calificado en
despoblado" y "piratería". Así trató la dictadura
militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes
definió como "facciosos".
Los "cóndores"
Estas fueron las 18 personas que formaron parte del "Operativo Cóndor",
con sus edades y ocupaciones al momento del hecho: Dardo Manuel Cabo, 25 años,
periodista y metalúrgico; Alejandro Armando Giovenco, 21, estudiante
(subjefe del grupo); Juan Carlos Rodríguez, 31, empleado; Pedro Tursi,
29, empleado; Aldo Omar Ramírez, 18, estudiante; Edgardo Jesús Salcedo,
24, estudiante; Ramón Adolfo Sánchez; María Cristina Verrier, 27,
periodista y autora teatral; Edelmiro Ramón Navarro, 27, empleado; Andrés
Ramón Castillo, 23, empleado; Juan Carlos Bovo, 21, obrero metalúrgico;
Víctor Chazarreta, 32, metalúrgico; Pedro Bernardini, 28, metalúrgico;
Fernando José Aguirre, 20, empleado; Fernando Lizardo, 20, empleado; Luis
Francisco Caprara, 20, estudiante de ingeniería; Ricardo Alfredo Ahe, 20
estudiante y empleado y Norberto Eduardo Karasiewicz, 20, obrero metalúrgico.
Casi cuatro décadas después, ningún libro de historia o manual escolar
recuerda la gesta. La Academia liberal, mitrista y sarmientina, continúa
en la jefatura de la "policía del pensamiento".
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