LA FE MODERNA DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA

Publicado por Diego Urioste

 

El historiador alemán Christophorus Cellarius dividió en tres las edades de la historia[1]: Antigüedad, Edad Media y Edad Moderna. Pese a la dificultad de periodización de la historia y al eurocentrismo de esta división, es útil para introducir nuestra época -la cuarta- denominada en los países latinos de Europa[2] Edad Contemporánea.

La historiografía sitúa el paso entre la Edad Moderna y la Edad Contemporánea en 1789, comienzo del proceso revolucionario francés y baluarte de los demás cambios sociales, económicos, políticos, filosóficos y artísticos que se desarrollarían desde entonces a nuestros días. El crisol de experiencias y cambios experimentados durante esa época conformaría el concepto de la modernidad, suprafilosofía de nuestra época.

 

Modernidad y Edad Contemporánea

El proceso filosófico de la Modernidad es un flujo sumatorio de hechos históricos, reivindicaciones sociales, vanguardias filosóficas e innovaciones tecnológicas. Una cosmovisión rupturista que alimentó múltiples revoluciones en todo el mundo, cambiando las estructuras económicas y sociales y la superestructuras políticas e ideológicas[3]. El concepto de modernidad es esencialmente la razón sobre todas las cosas.

La divinización de la razón como leitmotiv del progreso humano tiene sus orígenes en el antropocentrismo, la Ilustración y el positivismo entre otros, y culmina en el liberalismo y el triunfo del capitalismo. Todo aquello que no se explique a través de la razón es rechazado y repelido intelectualmente por la modernidad. El racionalismo primigenio es su principal impulso, primer y único eje de pensamiento y el tamiz, el cedazo, de cualquier idea.

La modernidad, suprafilosofía de la Edad Contemporánea, se opone por lo tanto a la fe y a las supersticiones. Esta idea, en el plano de la masa social, persiste de un modo aun más simple y primitivo. La idea común es que todo aquello intangible e inexplicable por la razón humana o por la experiencia[4] no existe y debe ser rechazado por irracional.

 

La “Fe Antigua”

La “Fe Antigua”, en contraposición con la “Fe Moderna”, es la convicción de una verdad, una creencia basada en la absoluta e inquebrantable confianza en algo. La fe es el opuesto al racionalismo (superado el empirismo), una convicción que no se basa sustancialmente en una evidencia perceptible o tangible.

Dentro del concepto de fe antigua están todas las religiones, desde el panteísmo y paganismo hasta las religiones abrahámicas, pasando por las no-teístas o animistas. Un conjunto de creencias y dogmas compartidos por una mínima comunidad religiosa o/y social con ánimo trascendental. En el catolicismo la fe es la primera de la tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios; las otras dos son la esperanza y caridad.

La idea moderna rechaza lo antiguo por el simple hecho de serlo, ya sea desde la perspectiva “neocon” (genuflexión liberal) o del progresismo[5]. La fe es igualmente refutada por la modernidad al ser una convicción no racional; la impugnación de la “fe antigua” por lo tanto es doble, múltiple. Sin embargo el sistema de la modernidad, contradictoriamente, se basa en una creencia generalizada no asentada en algo perceptible, pero a diferencia de las religiones -fe antigua- no tiene ánimo trascendental.

 

La “Fe Moderna” en el sistema de la Edad Contemporánea

El sistema predominante de la Edad Contemporánea es la falsa democracia dependiente de un capitalismo global. Las democracias occidentales han sustituido el poder popular, legitimador del sistema de mayorías, por el de las finanzas y el mercado, de ahí que se hable de falsa democracia. Los designios de los estados por lo tanto no emanan de una voluntad ciudadana -en su sentido más amplio- sino de los intereses de las oligarquías económicas. Por lo tanto el sistema se asienta sobre la idea de finanzas y mercado, en el dinero.

Según la retórica moderna, el dinero es algo tangible y por lo tanto real, no admite discusión. Sin embargo la realidad es que la creencia en el dinero, en el mercado y en el sistema financiero es más fe que aseveración objetiva, puesto que al igual que la fe antigua, no se basan en algo que se pueda percibir de manera precisa sino que precisa de una convicción colectiva: la “Fe moderna”.

El dinero es un intermediario, un bien de intercambio que no tendría validez si no fuese por su representabilidad económica, fruto de un consenso mundial. Objetivamente, un papel pintado o un plástico magnetizado no son más que eso, pero es el Pacto Social y la creencia en el sistema lo que les da valor. Antiguamente el valor del dinero estaba respaldado por toda clase de metales preciosos, cuyo valor a su vez era subjetivo y poco seguro ya que no existía garantía de valor absoluto y constante; sin embargo hoy en día el dinero y su valor se explica sólo por si mismo: se trata de fe y no de algo racional.

El sistema bancario, otro de los pilares sobre el que reposa el sistema, es más fruto de una fe colectiva (llamado pacto social) que de una estructura racionalista y objetiva. La principal actividad de la banca es la de guardar fondos ajenos en forma de depósitos, y es con estos fondos que conceden préstamos y créditos a otros clientes. El dinero que se mueve en los bancos es ficticio, no existe garantía real de su existencia porque los fondos que mueve la banca no existen en dinero físico en su totalidad, de ahí la imposibilidad de que todo el mundo saque a la vez el dinero de su cuenta en el banco. El sistema se basa por lo tanto en una creencia colectiva más que en algo real y tangible.

Prueba de la ficción financiera fue la crisis argentina del 2001, llamada la del “corralito”. El gobierno restringió la extracción de dinero efectivo -contante y sonante- de las cuentas corrientes y cajas de ahorro para evitar la salida de capitales en forma de dinero del sistema bancario para evitar el colapso del sistema. Esto significa que el propio gobierno tuvo que impedir a los ciudadanos disponer del dinero que había sido depositado en los bancos -confiando lógicamente en que seguiría estando en su cuenta- porque los propios bancos no disponían de ese dinero (que en principio era de los propietarios de las cuentas). Esta realidad refuta la idea de infabilidad del sistema financiero, probando que este se asienta en una fe social y colectiva y no en un sistema real y objetivo.

El propio sistema de pensiones actual en España está basado en este frágil sistema, sólo que en vez de depositar la confianza en la banca, se deposita en el estado -que a su vez depende de la banca-. La idea del sistema de pensiones es la del ahorro para la jubilación, algo que nada tiene que ver con la realidad ya que el dinero de las pensiones no se ahorra (no se aparca ni se guarda) sino que se reutiliza y convierte en otro flujo de dinero. Recientemente se ha aprobado la inversión de parte del fondo de pensiones en la Bolsa[6], lo que significa especular con los ahorros de los ciudadanos. La confianza en el sistema de pensiones también puede definirse como fe, y no como confianza objetiva ya que no existe verdad real para ello.

La supuesta racionalización y objetivización de la vida en la Edad Contemporánea no es más que una operación de marketing. En realidad, se ha cambiado la fe trascendente por una fe material endeble y peligrosa. Pese al cientifismo sobre el que se presupone que se basa el sistema actual, la verdad muestra que vivimos en unas estructuras económicas de ficción, basadas en una fe, creencias y supersticiones “modernas”, pero mucho más primitivas  que la “fe antigua” y trascendental. El sistema, en conclusión, es un “bluf” de la modernidad cuyos pilares carecen de estabilidad real, sino que reposan sobre la confianza subjetiva generalizada.

 

[1] “Historia Medii Aevi a temporibus Constanini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta”, Christophorus Cellarius (1688)
[2] Utilizo “países latinos de Europa” para diferenciar el término latino clásico (Lacio y posterior romanización europea) y el uso actual de “latino” referido a aquellos países del mundo donde se hablan lenguas derivadas del latín.
[3]Perspectiva marxista de la organización estructural.
[4]La separación entre racionalismo y empirismo fue posterior, en la masa siguen perviviendo conjuntamente.
[5]La Iglesia Progresista y El Retablo de las Maravillas (
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[6]”El Gobierno aprueba la ley que permitirá invertir parte del Fondo de Pensiones en Bolsa”, noticia publicada en El Mundo 08/06/2007 (
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