CRISTINA
REINA PERO NO GOBIERNA: UN PASEO POR LAS NUBES
por
Carlos Machado - karlos_585@hotmail.com
A poco más de cuarenta días de haber heredado de su esposo la
conducción de la República, la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner ha dado una acabada muestra de cuánto está capacitada
para ejercer ese liderazgo y lo que sabe hacer para regir los
destinos del país: nada.
Su inacción es total. Su actividad no ha pasado de algunas
reuniones protocolares, alternadas con audiencias a ciertas figuras
de la farándula y el jet-set internacional y su aparición en
algunos actos de inauguración de alguna obra pública. En medio de
ello no pasaron sus primeros veinte días de gobierno para que se
tomara vacaciones. En tanto, los verdaderos actos de gobierno,
aquellos en los que un presidente debe mostrar su fibra y sus
habilidades, siguen en la dulce espera. Con pronóstico reservado aún
en cuanto a que lleguen a ver la luz.
Es que Cristina no hizo más que confirmar las expectativas de
muchos observadores, locales e internacionales, acerca de sus reales
capacidades de gestión. Demostró, hasta ahora, que no es lo mismo
sentarse en una banca del Senado -cuando se decidía a ocuparla- y
dar gritos defendiendo una ley oficialista que ocupar la Casa Rosada
y dedicarse a gobernar.
Para colmo, comenzó el ejercicio de la presidencia con dificultades
inmediatas, que no le dejaron tomar el suficiente aire como para ir
acostumbrándose de a poco a asumir que ya estaba en la cumbre del
poder. Se relajó demasiado, respaldándose, como todo el mundo sabía
que iba a ocurrir, en Néstor Kirchner, quien, como también sabía
todo el mundo, iba a estar desde el arranque detrás del trono.
Como se recordará, al día siguiente de asumir la presidencia le
hicieron piquetes en sus narices recordándole que debía aumentar
el monto de las dádivas sociales a los que viven de éstas y a los
punteros que las administran, incluidos los respectivos aguinaldos.
Trabajo, entonces, para su cuñada Alicia Kirchner, la ministra de
Desarrollo Social que maneja una de las más grandes cajas
oficiales.
Debió enfrentar también las embestidas del titular de la CGT, Hugo
Moyano, quien le avisó que si no se acordaba de los trabajadores éstos
se pasarían "a la vereda de enfrente". Allí
apareció Súper-Néstor para atajar la munición del camionero,
palmearle a éste la espalda y recomponer un poco la situación.
Sólo dos días después de atrapar de manos de su esposo el bastón
de mando, le estalló en la cara el arresto en Miami de los
implicados en el caso de la maleta dolarizada que pretendieron
silenciar a su eventual portador, Guido Alejandro Antonini Wilson,
respecto de que ese dinero provenía de oscuras arcas venezolanas y
su destino había sido la campaña electoral de la ahora presidenta.
Un mal recuerdo, esa maleta, que volvía a aparecer desde las
sombras donde los Kirchner y Hugo Chávez creían haberlo confinado
y que amenaza ahora con mantener, por largo tiempo, negros
nubarrones sobre los gobiernos argentino y venezolano. Con el
agregado de que Cristina hizo la pésima jugada -probablemente muy
mal asesorada- de pelearse con Estados Unidos llamando "operación
basura" al accionar del sistema judicial más independiente
e incorruptible del mundo. Claro, algo a lo que precisamente no están
acostumbrados en este país.
Tras cartón, casi finalizando el año 2007, los Kirchner debieron
afrontar el papelón que significó haber enviado entusiastamente a
Néstor, con sus mocasines y una camisa de campaña, a la
selva colombiana a formar parte de la "troupe" de
Chávez en el fallido rescate inicial de las rehenes de las FARC,
cuyos entretelones y final todos conocemos.
Fueron demasiados cachetazos en continuado para iniciar una labor
presidencial con algo de compostura. Y que, como no podía ser de
otra manera, hicieron que la presidenta continuara en la tesitura
habitual con la que ella y su esposo transitaron la anterior
administración, ante su miedo visceral a las preguntas: no hay
conferencias de prensa, no hay periodistas informando desde la casa
de gobierno.
Directamente, no hay información.
Las deudas, los aviones y el tren bala
En lo poco que va de este nuevo año, el transitar de
Cristina por la presidencia continúa dentro de los carriles de la
incomodidad, mientras ella prosigue empecinadamente sin poner los
pies sobre la tierra.
La crisis de Aerolíneas Argentinas no se detiene, y el
país debe acostumbrarse a ver en las noticias la moneda corriente
de los escándalos de vuelos suspendidos, de pasajeros acampando
obligadamente en los aeropuertos, cada vez más hartos y haciéndose
oír con creciente violencia, y con centenares de turistas
extranjeros que juran no volver a poner un pie en estas tierras.
Como pretendida solución a estos conflictos, la presidenta no ha
tenido mejor idea -y siempre, creemos, mal asesorada- que convocar a
"consultas" a los propietarios del Grupo Marsans -y
por lo tanto de Aerolíneas Argentinas-, los españoles Gonzalo
Pascual y Gerardo Díaz Ferrán, para que negocien con los gremios
aeronáuticos tratando de darle una solución al acuciante problema.
Ambos empresarios acudieron rápidamente al llamado presidencial y
se entrevistaron con el jefe de Gabinete, el "todo
terreno" Alberto Fernández.
Sin embargo, los españoles prometieron negociar con los gremios
pero no prometieron más aviones, una de las graves fallas que
inciden en el déficit de los vuelos y de la paciencia de los usuarios.
Concretamente, faltan aviones y Pascual y Díaz Ferrán no quieren cumplir
con sus compromisos de inversión. Ello pese a que el Estado español
le había entregado oportunamente al Grupo Marsans 758 millones de dólares
para pagar deudas, renovar la flota y reactivar a la compañía, dólares
que por su parte habrían tomado un rumbo incierto.
Es que ambos son en realidad unos sinvergüenzas que en España están
afrontando un juicio por desvío de fondos públicos, estafa procesal
y delito fiscal, entre otras causas, y cuyo único y urgente fin es
desembarazarse de Aerolíneas, vendiéndola en cuanto puedan -pese a
que lo vienen desmintiendo- y salir huyendo. Probablemente el "brillante
negocio" lo encararía el gobierno argentino, tomando Aerolíneas
en la desesperante situación en que se encuentra y luego hacer la consabida
alharaca de que la compañía de bandera nacional fue "recuperada
para el país". Sin aclarar o tergiversando los datos reales,
obviamente, sobre cuánto le significaría al país el gasto por semejante
mercadería en mal estado.
Para continuar con las tribulaciones de Cristina Fernández de Kirchner,
se acerca el momento en que hay que tomar, definitivamente, una
decisión acerca de la deuda con el Club de París. Una deuda ya
vencida que rondaba los 6.700 millones de dólares pero que con los
intereses y los recargos punitorios se acerca a los 10.000 millones
de esa moneda. El gobierno argentino no cuenta con esos montos, pero
podría volver a recurrir, como lo hizo cuando saldó la deuda con el
FMI, a las reservas del Banco Central, actualmente estimadas en 46.000
millones de dólares. De todas maneras, en el ministerio de Economía
se viene analizando la conveniencia o no de esa medida y, por lo tanto,
en si "pagamos o no pagamos", al menos por un tiempo
más.
Mientras, desafiando a los tenedores de bonos en default -que
en su mayoría son italianos, alemanes, japoneses y en menor medida
españoles y norteamericanos, y por lo tanto ciudadanos de países
que integran el Club de París y que presionan a sus gobiernos para
que aprovechen la publicitada recuperación económica de la
Argentina y le reclamen a ésta el saldo de sus deudas- Cristina
acaba de anunciar, con bombos y platillos, el fastuoso proyecto del "tren
bala".
Sin embargo ocurre que la empresa francesa Alstom, con cuyos
directivos la presidenta firmó hace horas dicho proyecto, necesitan
a su vez -como consignó en una reciente edición el sitio "La
Política On Line"- solicitarle fondos a la Societé Genérale.
Y ésta es una entidad financiera oficial de Francia, país
integrante del Club de París. Por lo cual se deduce, por carácter
transitivo, que si la Argentina no cumple primero con las deudas de
tenedores de bonos de default, dejando en una incómoda
posición a los correspondientes países frente a sus ciudadanos
perjudicados, difícilmente esos países vuelvan a prestarle dinero
a la Argentina o a cualquier empresa vinculada con un proyecto
argentino.
En definitiva, Cristina sigue con su paseo por las nubes mientras sólo
parece ver pasar de costado la serie de problemas que la entornan,
quizás confiando ciegamente en Súper-Néstor -siempre firme tras
las bambalinas del poder- y sus consejos salvadores.
Problemas que en su mayor parte no serán pasajeros.
La situación con los gremios no está del todo clarificada; el caso
Antonini Wilson se vuelve cada vez más amenazador en la medida en
que los fiscales de Miami ya han presentado las pruebas -filmaciones
y grabaciones a los imputados- y que aseguran que hay más, mientras
el juicio definitivo se llevaría a cabo en dos meses; el
empecinamiento en que Argentina siga "pegada" a un Hugo Chávez
cada vez más devaluado y comprometido con las actividades
terroristas y de narcotráfico de las FARC aleja incesantemente al
país de un mundo en constante progreso al que debió enganchar su
vagón; la situación de crisis de Aerolíneas Argentinas ha
alcanzado aristas muy ríspidas; y las idas y vueltas sin resolver
el tema de la deuda con el Club de París puede hacer que, de
rebote, el tan publicitado proyecto del "tren bala"
quede reducido a un inofensivo balín de aire comprimido.
No son pocas dificultades para una presidenta de la que se espera
que se decida a poner los pies sobre la tierra. |