CUENTO INFANTIL

(No confundir con la realidad)

     Hace mucho  tiempo, en un remoto reino, habitaba un gran pueblo este fértil país. Este pueblo era gobernado por un rey quien, cuando era sólo príncipe, había desposado a una hermosa princesa. El pueblo vivía conciente de su rol dentro de esa arcaica sociedad: los guerreros combatían, los campesinos labraban la tierra, los artesanos fabricaban con sus manos productos que, generalmente, tenían una duración tan larga como la vida de sus compradores. Y como cada uno vivía conforme con el puesto que le correspondía dentro de la estructura social y como el rey era justo, existía armonía en el reino.

     Las mujeres usaban el pelo largo, vestían faldas y gestos femeninos mostraban sus formas. Los hombres usaban el pelo corto, vestían pantalones y todos sus movimentos reflejaban virilidad.

     Pero, un aciago día, llegó al reino un extraño forastero. A pesar de ser muy rico siempre lloraba miserias. Y aunque él personalmente no trabajaba con sus manos, vivía comodamente. Llegó sin ser llamado y no se fue más. Lo que el llamaba "su trabajo" consistía en prestar dinero a aquel que no lo poseía y en la cantidad que aquel quisiese, pues el extranjero había contratado a pregoneros que difundian mensajes que hablaban de una supuesta felicidad y estandar de vida basados en la posesión de más y más objetos. Y el confiado pueblo comenzó a vaciar sus bolsas. El extranjero se llamaba a sí mismo prestamista, defensor de los pobres e impulsor del trabajo.

     Pronto comenzaron los cambios en el reino. El prestamista llamó a sus parientes y amigos a vivir en el naciente burgo. Ocuparon todos la misma calle. El pueblo descubrió entonces de qué modo subsistía (sin trabajar) el extranjero prestamista: el pueblo debía devolver más dinero que el que había pedido. En los diccionarios existía la palabra "usura" para descubrir éste abuso, pero pronto el letrado vendió sus libros para devolver un préstamo.

     Un tiempo malo llegó al reino. El pueblo comenzó a vivir el invierno permanente de la miseria. Las armas del guerrero se mellaron, el campesino debió abrir con sus manos sangrantes la dura tierra pues sus herramientas debió venderlas y el caballo tuvo que matarlo para poder dar de comer a sus hijos. El trabajo del artesano cambió y debió fabricar sus productos "en serie" y con una limitadísima vida útil. El pan que comía el pueblo era agrio, pues el mismo trigo daba frutos amargos, por la amargura de ésta época oscura. Y el arte degeneraba debido al hambre del artista.

     El rey quiso remediar ésta situación y devolver la armonía a su pueblo. Fue a hablar con el usurero (ahora se llamaba "banquero") para intentar convencerlo de que cambiara su actitud. No lo consiguió. Es más, el usurero ahora pagaba a los soldados profesionales (antes guerreros) para que lo protegieran y pagaba a los tinterillos (antes letrados) para escribir las leyes. El rey sugirió al usurero que se marchase del reino, pero éste había dictado una "ley de ciudadanía" y había emitido una "declaración de los derechos del hombre". Y no sólo eso: compró la corona al rey (quien necesitaba comer), se casó con su hija y compartió el lecho con la reina (pues el hambre pudo más que el honor). Los soldados profesionales mataron al rey y el usurero ocupó el trono.

     Como en el pueblo había brotes de rebeldía, el rey-usurero redactó una "constitución política" y anunció el inicio de un "régimen democrático" en el que un personaje, amigo o pariente suyo, era "elegido por el pueblo" en una parodia de elección en la cual el pueblo era forzado a canalizar sus energías de rebelión.

     El trabajador descubrió que la esclavitud era legal. Advino el tiempo de abogados y economistas. Ya no importó que las cosas fuesen injustas mientras resultasen legales y rentables.

     Sólo quien poseía oro era un "buen hombre" y el trabajo humano perdió cada vez más su valor. Los niños fueron educados para producir, consumir y desechar. Las doncellas ya no se casaron más por amor, sino por amor al oro. Todos acudían cada año a rendir tributo al nuevo dios y debían entregar sus ahorros en "arcas fiscales". El hombre también tuvo un precio y así era transado en la "bolsa de valores".

     El hombre fue impulsado a no ser viril y la mujer a no ser femenina. Se le dijo a la mujer que su rol no consistía en parir niños, sino que podían hacer lo mismo que el hombre. Que eran una especie de "hombre con otro tipo de aparato reproductor". Entonces las mujeres ingresaron al mundo del trabajo hasta entonces masculino (lo que redujo los costos en sueldos en las empresas del usurero) y se vistió como hombre (era más rentable fabricar ropa "unisex" en las industrias del usurero).

     Para quitar energía a la juventud, de naturaleza rebelde, se le entregaron "ideales" ambiguos y se le vendió droga (que el mismo usurero traficaba).

     El sol ya no volvió a calentar a este reino, ni las estrellas volvieron a guiar a los viajeros nocturnos. Y vivieron infelices para siempre.....

(Sólo una cosa no fue posible de ser tasada: LA ESPERANZA, que quedó, aterida por el frío, en el fondo del corazón de los hombres. LA ESPERANZA que, nacida de la nostalgia por lo primigenio, por lo natural y por lo justo, está siempre latente para destruir al usurero. Y el usurero lo sabe. Pero seguirá cumpliendo su papel, mientras pueda)

Juan Torres (Chile)