Cuentos para no creer 

"1976" - La "revolución nacional" de los Montoneros.

     Siempre discuto con mi amigo Oscar -montonero hasta la médula- sobre el mismo tema. Nunca nos ponemos de acuerdo. Oscar es fanático, casi hasta el límite con la locura, de Evita y de Perón. Él me afirma que si ellos, los montoneros, hubiesen ganado la guerra, los ideales de La Capitana y del General prevalecerían. Yo afirmo que si ellos, "los montos", hubiesen ganado la guerra y llegado al poder en el 76, la Argentina se hubiese convertido en un nuevo satélite soviético. Él me afirma y recontra afirma hasta el cansancio: "Walter, nosotros no eramos marxistas y no queríamos un gobierno con esa ideología. Luchabamos por un nacionalismo popular revolucionario. Y que esa ideología iba a prevalecer por sobre la ideología de los otros grupos guerrilleros". Le respondo -tambien hasta el cansancio- que eso no tenía ninguna importancia ya que ellos al igual que Fidel Castro en el 59 y decenas de otras guerrillas en el mundo, iban aliarse, sí o sí,  con los soviéticos. Las circunstancias y el ambiente de la década de los años 70 los iba a obligar.  Cualquiera que en aquellas épocas hubiese empuñado las armas tenia dos caminos: o estabas con los paramilitares al servicio de la CIA y de Washington o estabas en la guerrilla al servicio de Moscú. Que tanto él como muchos miles y miles de bien intencionados compañeros iban a ser "utilizados" como carne de cañon por la cúpula montonera. Él sigue negando -30 años despues de aquellos acontecimientos- dicha posibilidad. Como sé que en realidad, a pesar de haber militado en Montoneros, él tiene un pensamiento Nacional y Revolucionario (al igual que miles de ex-militantes montoneros) me tomé 20 minutos para intentar, finalmente, convencerlo. Y le conté un cuento. De ficción política. Le dije: “Oscar, sentate en el sofá, encendé un pucho, cerrá los ojos, escucha este cuento y usa la imaginación....”  

     Año 1976. Mes de marzo. Día 24. Madrugada. Los militares deponen al gobierno de Isabel y toman el poder. Todos los grupos subversivos, hasta ese momento fuera de la ley, se legitiman. Unión Soviética, China, Europa del Este, Cuba, decenas de países de África y Asia, partidos y organizaciones de izquierda de todo el mundo, grupos de Derechos Humanos y Pro-Democracia repudian el golpe militar y le dan a los grupos, que eran considerados terroristas, el status de "movimientos libertadores".

     Montoneros, grupo mayoritario de entre esos “libertadores”, encabeza la gran cruzada. Después del cruento golpe de Estado, miles y miles de argentinos se suman a los diferentes frentes guerrilleros. Montoneros, ERP, FAR, FAL y decenas de otras agrupaciones crecen a paso de gigantes. Los grupos guerrilleros de países vecinos “abastecen” a sus hermanos argentinos. Dinero y armas. El gobierno golpista responde a sangre y fuego. La represión se siente pesadamente en los sindicatos y universidades que son cerradas. Un mes después son reabiertas pero ahora con un interventor militar.

     Junio de 1976. El ERP en un vuelco espectacular domina los montes tucumanos y avanza hacia las ciudades norteñas. Montoneros, para ese entonces domina todo Buenos Aires y avanza hacia Córdoba donde espera, replegado, el General Menéndez.

     Setiembre de 1976. En un intento desesperado el gobierno militar va a EEUU a explicar la situación y a pedir ayuda. Kissinger promete ayuda y elabora el “Plan Cóndor” junto con varias dictaduras sudamericanas. A todo esto el ERP declara el nordeste argentino como “zona liberada” y pide reconocimiento internacional. Todo Europa del Este, encabezado por la URSS responde afirmativamente el mismo día. Dos días después recibe el reconocimiento de más 45 países. Obviamente, todos países con regímenes marxistas.

     Octubre de 1976. Reunión urgente en la ciudad de Puerto Strossner, Paraguay entre los cancilleres de los gobiernos militares de Uruguay, Brasil, Argentina, Chile y del país anfitrión y los embajadores yanquis en esos países. Se ponía en marcha el Plan Cóndor. Todos estos gobiernos junto con los Estados Unidos ayudarían a Argentina a librarse de la guerrilla a cualquier costo. Pero ya era tarde.

     Noviembre de 1976. Montoneros entra en la ciudad de Córdoba y acaba con cualquier resistencia. Los jefes militares son fusilados en las plazas en Acto Publico. La pinza se cerraba. ERP por el norte y Montoneros por el sur tenían en mente acabar definitivamente con el gobierno militar que se atrincheraba en su último reducto: Rosario. El embajador americano en Argentina huía para Montevideo y desde allí le pedía al presidente americano que envíe a los infantes de marina a la Argentina en un último intento para evitar la derrota. El embajador soviético en la Argentina repudia ante la ONU cualquier intervención armada de EEUU en suelo argentino. El gobierno americano duda. A todo esto llegan a Buenos Aires, 3.000 cubanos armados hasta los dientes en, según palabras de Fidel Castro, “misión humanitaria”.

     Diciembre de 1976. El ERP le gana de mano a Montoneros y comenzó su ataque a Rosario sin esperar a sus “primos” guerrilleros. Pero el ataque fracasa. El general que se había atrincherado en la ciudad de Rosario no solamente rechaza el avance de las huestes de Santucho, sino que envía un contraataque fulmíneo que arroja a las fuerzas erpianas hasta el norte de Santa Fe. Pero antes del desastre total, el Pepe Firmenich con 15.000 cuadros montoneros y los 3.000 cubanos avanza por el sur y cambia la historia. En una de las más encarnizadas batallas desde el comienzo de la lucha armada, la guerrilla montonera destroza el último vestigio de resistencia militar y salva al ERP de ser casi aniquilado. El triunvirato militar que gobernó Argentina por casi un año huye para Uruguay pero es interceptado por un grupo del ERP y fusilado en Corrientes. La guerra terminó. Desde la ciudad de Santa Fe se hace pública una foto que recorre el mundo: el Pepe Firmenich abrazándose con Santucho.  

*

     A mediados de diciembre los jefes guerrilleros se reúnen para formar el nuevo gobierno. Se designa al binomio Firmenich-Santucho, presidente y vice. El día 18 de diciembre es escogido para asumir las nuevas autoridades. Obviamente se prepararía una fiesta en el Congreso Nacional.

     18 de diciembre de 1976. Tres de la tarde. Domingo espectacular. En las inmediaciones del Congreso nacional, casi 200.000 personas con pancartas y banderas de todos los colores (aunque predominaba el rojo, obviamente) se acercaban a saludar al nuevo gobierno de Liberación Nacional. Casi todos con radios en las orejas. ¿Para qué? No hacía falta. En las afueras del Congreso más de 50 megáfonos transmitirían los discursos que habían preparado el gobierno y los invitados de varios países. Entonces para qué eran las radios?  Es que en algunos momentos comenzaría la disputa de la final del Campeonato Nacional de fútbol. Boca-River. River-Boca. Boca ya se había llevado el Metropolitano de ese año, dando la vuelta olímpica en el mismísimo gallinero en el mes de julio. River debía vengar la afrenta. Por eso las radios. No nos olvidemos que en Argentina, el fútbol está por encima de todo. De la vieja, de los hijos y obviamente de la política. Que el Pepe y el Mario nos disculpen por un par de horas.

     Dentro del Congreso se hacían presentes representantes de todas las agrupaciones guerrilleras del mundo entero y de decenas de líderes de países con gobiernos de izquierda. Algunos de ellos discursarían antes que las futuras autoridades nacionales. Representantes del FMLN de El Salvador y del Movimiento Armado de Mozambique conversaban amablemente mientras fumaban habanos. Habanos cubanos, claro. El presidente de China competía con su similar de Vietnam para ver quien tenía la sonrisa más falsa. El representante del Frente Patriótico Manuel Rodriguez de Chile, sin pedirle permiso a nadie, agarraba el micrófono y confirmaba que ellos eran los responsables del atentado, la noche del sábado, contra la comitiva de Pinochet. El dictador había salido ileso pero el Almirante que lo acompañaba en otro coche, pasaba a mejor vida. La ovación en el Congreso fue épica aunque lamentaban que el Chacal se hubiese salvado. Otra vez será.

     El presidente Kadafi mostraba su impecable atuendo al representante del Grupo Armado para la Liberación de Jamaica: un negro alto y flaco con cabello rastafari que fumaba un porrito. Tenia un olor a chivo tan penetrante que Kadafi casi se desmaya. El representante del MIR boliviano, le comentaba a su par de las FARC colombianas sobre las bondades de la hoja de coca.

     El representante de Corea del Norte quería agarrar el micrófono para repudiar a los delegados de China y Vietnam que habían acabado con el stock de té que había en la cocina del Congreso. Un erpiano colgando una kaleshnikov, le sacó el micrófono y para tranquilizarlo le dijo: “No te calentés, ponja. Te invito a tomar el té acá enfrente”. El coreano le explicaba que él no era “ponja”, que era coreano, mientras entraba a la Confitería El Molino. El representante de las Brigadas Rojas italianas le preguntaba al representante del Frente Guevarista de Liberación de Surinam si le conseguía alguna camiseta con la imagen del Che. Ya eran las cuatro de la tarde y terminaba el primer tiempo del súper clásico. Cero a cero.

     A esta altura, el humo de los habanos cubanos no dejaba ver una mierda dentro del recinto. Hasta que Obregón Cano agarrando el micrófono le pidió a los presentes que hasta que terminase el acto dejasen de fumar. Le respondieron con una silbatina impresionante. El representante del Frente para la Liberación del Congo le preguntaba al líder soviético, Leonid Brezniev, si le vendía cinco mil ametralladoras. Eso sí. A pagar en dos años. El ruso, cuando vio que iba a ser “gratarola”, fue tajante: “Niet”

     El camarada Abimael Guzmán de la agrupación Sendero Luminoso del Perú, distribuía ejemplares del libro rojo de Mao. En los tribunas del Congreso, un grupo de compañeros peronistas gritaban: “....Montoneros, Montoneros, los soldados de Perón".  Un representante del Movimiento Armado Revolucionario de Namibia, que los observaba, decía mientras los señalaba con el dedo: “Montañeros, Montañeros”. El representante de Tupamaros le aclaraba con voz calma: “No botija, no son Montañeros. Son Montoneros. Mon-to-ne-ros”. El negro que sonreía y mostraba sus enormes y perfectos dientes blancos y que no entendía ni jota del castellano, asentía con la cabeza y repetía: “Montañeros, Montañeros”. El yoruga, sin perder la paciencia le decía al namibio: “Tá negro, tá. Son Montañeros”.

     Los representantes del violento Partido Fracción Roja del Japón le explicaban a quien quisiera oír (y que entendiese japonés) sobre las bondades del harakiri. En fin, todo era una fiesta dentro y fuera del Congreso Nacional. No hace falta aclarar que todos los representantes de los grupos guerrilleros estaban armados hasta los dientes a pesar del clima cordial. Miles de banderas rojas con el martillo y la hoz copaban el recinto del Congreso. Apenas se veía un flaco con una pequeña bandera argentina.

     Ya llegaba la hora de la “coronación”. Santucho le coloca la banda presidencial al Pepe Firmenich y lo rubrica con un gran abrazo. En las tribunas cientos de erpianos se abrazaban efusivamente con sus “primos” montoneros. Ahora, era el tiempo de los discursos. Le pidieron a Fidel que sea breve. Castro que había preparado un discurso de 175 paginas, obedeció. El líder cubano advirtió que el nuevo eje La Habana-Buenos Aires-Moscú haría temblar al imperialismo yanqui. Ovación total. Firmenich puso cara de no haber entendido lo que se había dicho. Después habló Santucho. Recordó al valiente Che Guevara. Nueva ovación. Ahora le tocaba el turno al flamante presidente electo. Y el Pepe fue bien claro. Habló de Evita. Ovación de los cuatro costados. Recordó la epopeya de la batalla por Rosario. Otra ovación. Santucho emocionado le dio un abrazo. Otra ovación. Y el Pepe terminó su discurso con varias frases sueltas. “Compañeros de todo el mundo: llegó La Hora de los Pueblos”, afirmaba. Ovación. Continuaba con: “Es la hora de la Revolución Nacional”. Otra ovación. Y seguía: “Patria o Muerte”. Ovación impresionante. Y terminó con un “Ni yanquis....(ovación)....ni marxistas: Peronistas”. Silencio total.

     Todos en el recinto se miraban unos a los otros. Sin entender nada. Uno de los representantes del Partido Fracción Roja del Japón se hacia el harakiri. El representante del MIR boliviano, en lugar de mascar la hoja de coca y luego escupirla, se la tragó. Khadafi, que es musulman, se puso tan nervioso que se hizo la señal de la cruz. De repente, dos mil armas de todos los calibres apuntaron para el ojo derecho de Firmenich que, recién ahí, se dio cuenta que su última frase no fue muy afortunada que digamos. Santucho haciéndose el boludo dio cinco pasos para la izquierda, intentando tomar distancia del Pepe. El flaco que tenía la banderita argentina en la tribuna, la dobló despacito y se la guardó debajo de la camisa sin que nadie se diera cuenta.

     El Pepe no tuvo tiempo de pedir un confesor. Apunten! Fuego! El estruendo fue tan grande, que las miles de palomas que tomaban agua en la fuente que se encuentra en las afueras del Congreso Nacional, se pegaron tal cagazo que se  fueron para Plaza de Mayo.

     Afuera del Congreso, otro estruendo. Boca, con gol de tiro libro del “Chapa” Suñe, se la ponía en un ángulo al Pato Fillol y le ganaba a River uno a cero en la cancha de Racing coronandose bicampeón argentino de 1976.

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Walter Romero