Cuentos para no creer "1976" - La "revolución nacional" de los Montoneros.
Año
1976. Mes de marzo. Día 24. Madrugada. Los militares deponen al
gobierno de Isabel y toman el poder. Todos los grupos subversivos, hasta
ese momento fuera de la ley, se legitiman. Unión Soviética, China,
Europa del Este, Cuba, decenas de países de África y Asia, partidos y
organizaciones de izquierda de todo el mundo, grupos de Derechos Humanos
y Pro-Democracia repudian el golpe militar y le dan a los grupos, que
eran considerados terroristas, el status de "movimientos
libertadores".
Montoneros,
grupo mayoritario de entre esos “libertadores”, encabeza la gran
cruzada. Después del cruento golpe de Estado, miles y miles de
argentinos se suman a los diferentes frentes guerrilleros. Montoneros,
ERP, FAR, FAL y decenas de otras agrupaciones crecen a paso de gigantes.
Los grupos guerrilleros de países vecinos “abastecen” a sus
hermanos argentinos. Dinero y armas. El gobierno golpista responde a
sangre y fuego. La represión se siente pesadamente en los sindicatos y
universidades que son cerradas. Un mes después son reabiertas pero
ahora con un interventor militar.
Junio
de 1976. El ERP en un vuelco espectacular domina los montes tucumanos y
avanza hacia las ciudades norteñas. Montoneros, para ese entonces
domina todo Buenos Aires y avanza hacia Córdoba donde espera,
replegado, el General Menéndez.
Setiembre
de 1976. En un intento desesperado el gobierno militar va a EEUU a
explicar la situación y a pedir ayuda. Kissinger promete ayuda y
elabora el “Plan Cóndor” junto con varias dictaduras sudamericanas.
A todo esto el ERP declara el nordeste argentino como “zona
liberada” y pide reconocimiento internacional. Todo Europa del Este,
encabezado por la URSS responde afirmativamente el mismo día. Dos días
después recibe el reconocimiento de más 45 países. Obviamente, todos
países con regímenes marxistas.
Octubre
de 1976. Reunión urgente en la ciudad de Puerto Strossner, Paraguay
entre los cancilleres de los gobiernos militares de Uruguay, Brasil,
Argentina, Chile y del país anfitrión y los embajadores yanquis en
esos países. Se ponía en marcha el Plan Cóndor. Todos estos gobiernos
junto con los Estados Unidos ayudarían a Argentina a librarse de la
guerrilla a cualquier costo. Pero ya era tarde.
Noviembre
de 1976. Montoneros entra en la ciudad de Córdoba y acaba con cualquier
resistencia. Los jefes militares son fusilados en las plazas en Acto
Publico. La pinza se cerraba. ERP por el norte y Montoneros por el sur
tenían en mente acabar definitivamente con el gobierno militar que se
atrincheraba en su último reducto: Rosario. El embajador americano en
Argentina huía para Montevideo y desde allí le pedía al presidente
americano que envíe a los infantes de marina a la Argentina en un último
intento para evitar la derrota. El embajador soviético en la Argentina
repudia ante la ONU cualquier intervención armada de EEUU en suelo
argentino. El gobierno americano duda. A todo esto llegan a Buenos
Aires, 3.000 cubanos armados hasta los dientes en, según palabras de
Fidel Castro, “misión humanitaria”.
Diciembre
de 1976. El ERP le gana de mano a Montoneros y comenzó su ataque a
Rosario sin esperar a sus “primos” guerrilleros. Pero el ataque
fracasa. El general que se había atrincherado en la ciudad de Rosario
no solamente rechaza el avance de las huestes de Santucho, sino que envía
un contraataque fulmíneo que arroja a las fuerzas erpianas hasta el
norte de Santa Fe. Pero antes del desastre total, el Pepe Firmenich con
15.000 cuadros montoneros y los 3.000 cubanos avanza por el sur y cambia
la historia. En una de las más encarnizadas batallas desde el comienzo
de la lucha armada, la guerrilla montonera destroza el último vestigio
de resistencia militar y salva al ERP de ser casi aniquilado. El
triunvirato militar que gobernó Argentina por casi un año huye para
Uruguay pero es interceptado por un grupo del ERP y fusilado en
Corrientes. La guerra terminó. Desde la ciudad de Santa Fe se hace pública
una foto que recorre el mundo: el Pepe Firmenich abrazándose con Santucho. * A mediados de diciembre los jefes guerrilleros se reúnen para formar el nuevo gobierno. Se designa al binomio Firmenich-Santucho, presidente y vice. El día 18 de diciembre es escogido para asumir las nuevas autoridades. Obviamente se prepararía una fiesta en el Congreso Nacional.
18
de diciembre de 1976. Tres de la tarde. Domingo espectacular. En las
inmediaciones del Congreso nacional, casi 200.000 personas con pancartas
y banderas de todos los colores (aunque predominaba el rojo, obviamente)
se acercaban a saludar al nuevo gobierno de Liberación Nacional. Casi
todos con radios en las orejas. ¿Para qué? No hacía falta. En las
afueras del Congreso más de 50 megáfonos transmitirían los discursos
que habían preparado el gobierno y los invitados de varios países.
Entonces para qué eran las radios? Es que en algunos momentos comenzaría
la disputa de la final del Campeonato Nacional de fútbol. Boca-River.
River-Boca. Boca
ya se había llevado el Metropolitano de ese año, dando la vuelta olímpica
en el mismísimo gallinero en el mes de julio. River debía vengar la
afrenta. Por eso las radios. No nos olvidemos que en Argentina, el fútbol
está por encima de todo. De la vieja, de los hijos y obviamente de la
política. Que el Pepe y el Mario nos disculpen por un par de horas.
Dentro
del Congreso se hacían presentes representantes de todas las
agrupaciones guerrilleras del mundo entero y de decenas de líderes de
países con gobiernos de izquierda. Algunos de ellos discursarían antes
que las futuras autoridades nacionales. Representantes del FMLN de El
Salvador y del Movimiento Armado de Mozambique conversaban amablemente
mientras fumaban habanos. Habanos cubanos, claro. El presidente de China
competía con su similar de Vietnam para ver quien tenía la sonrisa más
falsa. El representante del Frente Patriótico Manuel Rodriguez de
Chile, sin pedirle permiso a nadie, agarraba el micrófono y confirmaba
que ellos eran los responsables del atentado, la noche del sábado,
contra la comitiva de Pinochet. El dictador había salido ileso pero el
Almirante que lo acompañaba en otro coche, pasaba a mejor vida. La
ovación en el Congreso fue épica aunque lamentaban que el Chacal se
hubiese salvado. Otra vez será.
El
presidente Kadafi mostraba su impecable atuendo al representante del
Grupo Armado para la Liberación de Jamaica: un negro alto y flaco con
cabello rastafari que fumaba un porrito. Tenia un olor a chivo tan
penetrante que Kadafi casi se desmaya. El representante del MIR
boliviano, le comentaba a su par de las FARC colombianas sobre las
bondades de la hoja de coca.
El
representante de Corea del Norte quería agarrar el micrófono para
repudiar a los delegados de China y Vietnam que habían acabado con el
stock de té que había en la cocina del Congreso. Un erpiano colgando
una kaleshnikov, le sacó el micrófono y para tranquilizarlo le dijo: “No te calentés,
ponja. Te invito a tomar el té acá enfrente”. El coreano le
explicaba que él no era “ponja”, que era coreano, mientras entraba a la Confitería El
Molino. El representante de las Brigadas Rojas italianas le preguntaba
al representante del Frente Guevarista de Liberación de Surinam si le
conseguía alguna camiseta con la imagen del Che. Ya eran las cuatro de
la tarde y terminaba el primer tiempo del súper clásico. Cero a cero.
A
esta altura, el humo de los habanos cubanos no dejaba ver una mierda
dentro del recinto. Hasta que Obregón Cano agarrando el micrófono le
pidió a los presentes que hasta que terminase el acto dejasen de fumar.
Le respondieron con una silbatina impresionante. El representante del
Frente para la Liberación del Congo le preguntaba al líder soviético,
Leonid Brezniev, si le vendía cinco mil ametralladoras. Eso sí. A
pagar en dos años. El ruso, cuando vio que iba a ser “gratarola”,
fue tajante: “Niet”
El
camarada Abimael Guzmán de la agrupación Sendero Luminoso del Perú,
distribuía ejemplares del libro rojo de Mao. En los tribunas del
Congreso, un grupo de compañeros peronistas gritaban: “....Montoneros,
Montoneros, los soldados de Perón".
Un representante del Movimiento Armado Revolucionario de Namibia,
que los observaba, decía mientras los señalaba con el dedo: “Montañeros,
Montañeros”. El representante de Tupamaros le aclaraba con voz
calma: “No botija, no son Montañeros. Son Montoneros.
Mon-to-ne-ros”. El negro que sonreía y mostraba sus enormes y
perfectos dientes blancos y que no entendía ni jota del castellano,
asentía con la cabeza y repetía: “Montañeros, Montañeros”.
El yoruga, sin perder la paciencia le decía al namibio: “Tá
negro, tá. Son Montañeros”.
Los
representantes del violento Partido Fracción Roja del Japón le
explicaban a quien quisiera oír (y que entendiese japonés) sobre las
bondades del harakiri. En fin, todo era una fiesta dentro y fuera del
Congreso Nacional. No hace falta aclarar que todos los representantes de
los grupos guerrilleros estaban armados hasta los dientes a pesar del
clima cordial. Miles de banderas rojas con el martillo y la hoz copaban
el recinto del Congreso. Apenas se veía un flaco con una pequeña
bandera argentina.
Ya
llegaba la hora de la “coronación”. Santucho le coloca la banda
presidencial al Pepe Firmenich y lo rubrica con un gran abrazo. En las
tribunas cientos de erpianos se abrazaban efusivamente con sus
“primos” montoneros. Ahora, era el tiempo de los discursos. Le
pidieron a Fidel que sea breve. Castro que había preparado un discurso
de 175 paginas, obedeció. El líder cubano advirtió que el nuevo eje
La Habana-Buenos Aires-Moscú haría temblar al imperialismo yanqui. Ovación
total. Firmenich puso cara de no haber entendido lo que se había dicho.
Después habló Santucho. Recordó al valiente Che Guevara. Nueva
ovación. Ahora le tocaba el turno al flamante presidente electo. Y el
Pepe fue bien claro. Habló de Evita. Ovación de los cuatro costados.
Recordó la epopeya de la batalla por Rosario. Otra ovación. Santucho
emocionado le dio un abrazo. Otra ovación. Y el Pepe terminó su
discurso con varias frases sueltas. “Compañeros de todo el mundo:
llegó La Hora de los Pueblos”, afirmaba. Ovación. Continuaba
con: “Es la hora de la Revolución Nacional”. Otra ovación.
Y seguía: “Patria o Muerte”. Ovación impresionante. Y
terminó con un “Ni yanquis....(ovación)....ni marxistas: Peronistas”.
Silencio
total.
Todos
en el recinto se miraban unos a los otros. Sin entender nada. Uno de los
representantes del Partido Fracción Roja del Japón se hacia el
harakiri. El representante del MIR boliviano, en lugar de mascar la hoja
de coca y luego escupirla, se la tragó. Khadafi, que es musulman, se
puso tan nervioso que se hizo la señal de la cruz. De repente, dos mil armas de
todos los calibres apuntaron para el ojo derecho de Firmenich que, recién
ahí, se dio cuenta que su última frase no fue muy afortunada que
digamos. Santucho haciéndose el boludo dio cinco pasos para la
izquierda, intentando tomar distancia del Pepe. El flaco que tenía la
banderita argentina en la tribuna, la dobló despacito y se la guardó
debajo de la camisa sin que nadie se diera cuenta. El Pepe no tuvo tiempo de pedir un confesor. Apunten! Fuego! El estruendo fue tan grande, que las miles de palomas que tomaban agua en la fuente que se encuentra en las afueras del Congreso Nacional, se pegaron tal cagazo que se fueron para Plaza de Mayo. Afuera del Congreso, otro estruendo. Boca, con gol de tiro libro del “Chapa” Suñe, se la ponía en un ángulo al Pato Fillol y le ganaba a River uno a cero en la cancha de Racing coronandose bicampeón argentino de 1976. |
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Walter Romero |