Primero denunciaron a Francisco de Narváez, luego a Claudia
Rucci, después a Felipe Solá, finalmente a Mauricio Macri.
Cualquier estudioso de la estadística de mediocre conocimiento
sabe que es imposible que lo antedicho no viole la ley de las
casualidades.
Más allá de la ironía, no hay manera de que tanta cantidad de
denuncias en tan pocas horas sea algo meramente casual,
especialmente estando tan cerca de las elecciones legislativas del
28 de junio.
Sorprende cómo la Justicia trabaja de manera tan eficiente cuando
se trata de indagar a la oposición política y demora tanto a la
hora de juzgar los eventuales delitos de funcionarios oficiales. Sólo
por mencionar un caso -la verdad es que casi no existen
funcionarios kirchneristas que no estén salpicados en algún
expediente penal-, el secretario de Transporte, Ricardo Jaime,
posee una veintena de causas judiciales en su contra que duermen
el sueño de los justos.
Ni
hablar de los expedientes que involucran al matrimonio Kirchner y
de los cuales no se conocen avances sustanciales en los últimos años.
Por suerte para el oficialismo, la mayoría de esas causas
terminarán siendo cerradas por prescripción temporal.
Sin embargo, cuando se trata de los referentes de la oposición,
los jueces parecen más prestos que nunca a la hora de agilizar
sus fojas judiciales, especialmente aquellos que ostentan sus
cargos en el fuero Federal, cuyos sueldos son engrosados por los
millonarios fondos de la ex SIDE.
Esto último, sumado a la presión que ejerce el Consejo de la
Magistratura de la mano de personajes de la talla de Carlos Kunkel
y Diana Conti, explica el alineamiento casi castrense de la
Justicia para con el oficialismo.
El tiro por la culata
Para que una operación política sea creíble,
debe tener visos de probabilidad y cierta coherencia. En el caso
de De Narváez se hizo todo de tal manera que, los mismos
referentes que en un primer momento pidieron que el candidato del
PRO-Peronismo se bajara de su propia candidatura, hoy lo apoyan y
piden que el juez Federico Faggionato Márquez sea destituido. Tal
es el caso de ciertos integrantes del radicalismo, los cuales en
un primer momento descreyeron de la inocencia de De Narváez y
actualmente admiten que la embestida contra su persona es una
burda operación de prensa. El mismísimo Enrique Olivera, por
caso, aseguró que la operación es idéntica a la que le hicieron
a él en el año 2005.
Para tristeza del kirchnerismo, hasta el ex jefe de Gabinete
Alberto Fernández opinó que la indagatoria al candidato
colombiano es "dañina e innecesaria". Y el colmo llegó
de la mano del secretario general del Ejecutivo bonaerense, José
Scioli, quien se pronunció a contramano del discurso oficial y
también cuestionó la citación judicial de De Narváez. "Me
parece que esto embarra el comicio, no me parece bueno para la
democracia y no es lo que la gente está buscando", dijo el
funcionario.
La indignación puede percibirse por doquier. "La verdad que
no me gustaba De Narváez y de hecho no iba a votarlo, pero después
de ver lo que está haciendo el kirchnerismo, me decidí
finalmente a votarlo", confesó hace unas horas el colega Héctor
Yemmi a este cronista en pleno set de televisión.
Es lo mismo que pasará con muchos de los votantes indecisos: en
la medida que el oficialismo persista en sus sucias operaciones,
su preferencia se inclinará en favor del PRO-Peronismo.
Como decía mi abuela, "la gente mastica vidrio, pero no lo
traga".
Periodismo servicial
No sólo lo peor de la Justicia ha mostrado su
cara: lo más corrupto del periodismo vernáculo también se ha
sumado a la operación sucia del Gobierno. El pasquín oficial Página/12
-otrora un diario prestigioso y hoy satirizado en el ambiente
periodístico como el Boletín Oficial 2- ha hecho su
aporte a la miserabilidad humana. Primero fue Horacio Verbitsky,
quien publicó sin cambiar una coma los artículos que gentilmente
le proveyó el jefe de prensa de la Aduana, Pedro López. Luego
apareció la pluma de una periodista "todo servicio"
-nunca mejor el término-, Nora Veiras, con supuestas primicias
extraídas del expediente de Faggionato Márquez y la reproducción
de correos electrónicos privados de De Narváez. Todo aportado
por las oficiosas usinas de la ex SIDE.
Un paréntesis: ¿cómo es posible que a Página/12 el juez
de Campana le permita ver la causa judicial de marras y a otros
medios no? Peor aún, ¿no debería Faggionato Márquez hablar a
través de sus sentencias, como todo funcionario judicial,
especialmente en el marco de un expediente que se nutre sólo de
declaraciones reservadas?
Es increíble la cantidad de recursos a los que ha apelado el
kirchnerismo para llevar adelante su lamentable operación política,
no midiendo los costos -económicos y de los otros- que esto
conllevará a futuro. Se han usado recursos del Estado, se ha
apelado a la utilización de espías oficiales y se han contratado
oportunos hackers para intervenir los correos electrónicos
de los candidatos de la oposición.
Nada ha quedado librado al azar y todo tiene que ver con todo: los
fondos de la ex SIDE son los que adornan a la mayoría de los
jueces Federales; a su vez, los periodistas que operan a favor del
gobierno cobran del mismo organismo; y los que hacen hackeos y
seguimientos de los candidatos de la oposición, son agentes de
esa misma dependencia.
¿Quién paga por todo ello? el Estado, es decir, la sociedad
toda. Una vergüenza total.
Concluyendo
Todo lo que sucede en estos días, fue
oportunamente anticipado por Tribuna de periodistas. Se
publicó inclusive que las denuncias irían recrudeciendo a medida
que se acercara el 28 de junio y se detallaron los señalamientos
puntuales que se harían contra De Narváez, Felipe Solá y
Mauricio Macri.
Todos esos datos provinieron de fuentes oficiales, tanto de Casa
de Gobierno, como de tres ministerios de gran relevancia oficial.
Todos los informantes coincidieron en decir que, lo que vendría,
era parte de oportunas "operaciones políticas" con la
intención de "dañar la imagen de la oposición". El
comentario no deja lugar a dudas respecto a la intencionalidad de
las denuncias de estos días.
Sin embargo, lo más importante no tiene que ver con este último
punto, sino con la mácula que quedará en el ámbito político a
partir de estos sucios incidentes. El estereotipo de la sociedad
sobre aquellos que se relacionan con el mundo político-partidario,
no suele ser de lo más elogioso y, luego de los acontecimientos
de las últimas semanas, la valoración social se volverá aún más
negativa.
Por eso, cuando todo esto pase, ¿quién reparará el daño que se
ha provocado a la poca credibilidad política que existía hasta
hoy?