ENCUENTRO DE SANTO DOMINGO: EL CULEBRÓN SUDAMERICANO por Marcos Ghio - Centro de Estudios Evolianos
En todo el mundo el continente sudamericano es famoso por sus telenovelas a las que se ha bautizado con el mote de “culebrones” en tanto que sus contenidos versan sobre melodrámaticas historias propaladas durante interminables secuencias sucesivas que pueden llegar a durar meses enteros y que, a pesar de que durante el transcurso del relato la temática sea de carácter conmovedor y lacrimógeno, casi aproximándose a la tragedia, por contraste en cambio el final siempre resulta ser feliz y gratificante en tanto que los grandes problemas que habían agitado antes a los telespectadores, sumiéndolos en un continuo estado de gran ansiedad, encuentran finalmente una resolución satisfactoria y tranquilizadora. Digamos también que tales telenovelas han encontrado un fabuloso éxito de rating no solamente en los países en donde se han originado, sino que han surcado vastamente las propias fronteras habiendo sido dobladas a varios de los idiomas que se hablan en el mundo y habiendo hecho de este modo muy conocida a nuestra cultura vernácula. Pero quizás los conocedores de este género no hayan reparado aun en el hecho de que esta característica melodramática y simultáneamente de “final feliz” que posee el culebrón no es solamente algo propio de nuestras producciones televisivas, sino que es también característica usual de esta geografía del planeta y de la cual participa especialmente nuestra clase política en una manera casi más paradigmática que los personajes de nuestras telenovelas. Y ello sucede en tanto que una vez más se corrobora el hecho de que en épocas en las cuales existe una gran confusión y carencia de grandes ideales y metas, es la realidad la que termina imitando al arte y no a la inversa como tendría que suceder o también que las producciones audiovisuales que tanto entretienen a las muchedumbres son además las encargadas de señalarles a éstas de manera estereotipada lo que nuestra realidad cotidiana apenas puede presentarnos a la manera de tímidos atisbos. Los que hemos presenciado los diferentes ribetes del último encuentro iberoamericano de Santo Domingo en el que se estaba tratando una problemática tan dramática como la guerra inminente que estaba a punto de estallar entre países limítrofes como Ecuador, Venezuela y quizás también Nicaragua por un lado y Colombia por el otro, pudimos ver cómo, del mismo modo que en los aludidos culebrones, luego de una larga e interminable secuencia de al menos siete horas de debates precedidos a su vez por varias declaraciones de neto corte belicista e insultante en las que los protagonistas estuvieron a punto casi de irse a las manos, sobrevino en modo repentino e inesperado el famoso “happy end” de las aludidas producciones, todo ello en medio de abrazos, caricias y reconciliaciones entre las partes, que pusieron punto final a nuestra incrementada ansiedad. Es que lo sucedido es apenas una muestra de todo lo que sucede. En verdad toda la historia que se está viviendo en esta parte del continente se ha convertido en los últimos tiempos en un verdadero culebrón en el cual aquellos que amenazan siempre con sumergirnos en la tragedia en realidad son simplemente actores de una trama caracterizada en el fondo por lo inocuo e inofensivo que termina en forma repentina en la farsa o la comedia. En donde los personajes no son lo que verdaderamente nos muestran en la realidad, en donde sus guapeadas y amenazas no son sino coberturas de otras intenciones no siempre manifiestas, las cuales son las que nos anticipan el final que habrá de suceder. Chávez y Correa, del mismo modo que las FARC desde hace más tiempo, se nos presentan en la televisión como enemigos irreconciliables de los norteamericanos. Sin embargo lo que sucede al final de la trama es exactamente lo contrario de lo que manifiestan en sus apariciones públicas. El venezolano vive amenazando e insultando a los EEUU, sin embargo, tal como lo hemos mencionado en otras oportunidades, es uno de sus principales surtidores de petróleo y por lo tanto un sostén indispensable de su economía. Es verdad que en algún momento amenazó con cortarle su suministro en una famosa guapeada que efectuara también por la televisión, del mismo modo que en los múltiples culebrones que produce su país, en donde manifestó que lo haría si EEUU invadía Irán. Claro que él como cualquiera de nosotros sabía que eso no iba a suceder, no por sus amenazas, sino porque se ha tratado en ciertos aspectos para el primero de un país necesario para pacificar Irak y Afganistán en donde se encuentra su gran problema. Que es verdad que tiene intención de producir la bomba atómica, pero eso no puede suceder sino dentro de al menos cinco años. En cambio donde ya hay un arsenal nuclear y en peligro de caer en manos de una fuerza antinorteameriana es en Pakistán, país respecto del cual una intervención de los EEUU resulta mucho más probable. Nos preguntamos al respecto si Chávez quiere realmente ayudar a terminar con el “imperialismo yanqui” como dice tantas veces, ¿Por qué no lo conmina cortarle el suministro de su petróleo si no se retira de aquellos países hoy invadidos efectivamente? Tales como Irak, Afganistán y Somalia. ¿Por qué no nos lanza una amenaza similar en el caso de Pakistán, el país efectivamente a punto de ser invadido? La realidad es en cambio que, como sabía que Irán no corría peligro alguno, es por ello que lanzó esa amenaza. Y del mismo modo sucede con su socio Correa, también autoproclamado antiimperialista como Chávez. El mismo cuenta con el privilegio adicional de ser el presidente del único Estado del planeta que tiene al dólar como su signo monetario, es decir un país que ayuda como ningún otro a los EEUU a mantener en pié su moneda, cosa que ni siquiera nuestro mal habido ministro Cavallo, creador de nuestro famoso y deletéreo plan de Convertibilidad, se animara a hacer. Pero está el problema de las FARC, la guerrilla marxista-leninista- castrista que aun queda en el planeta, de la cual nadie duda de que sea efectivamente antinorteamericana, de la misma manera que lo fueron nuestros montoneros y nuestros erpianos trotskistas. Y del mismo modo el compromiso de los mentados gobiernos “antiimperialistas” con la misma haría también evidente por extensión su adhesión a la causa en contra de los EEUU. Sin embargo lo sucedido en la reciente acción del presidente Uribe en su acción represiva en el territorio ecuatoriano y la posterior exhibición del atacado campamento guerrillero por parte del gobierno de este último país nos debería llevar a la reflexión. En primer término digamos que ese emplazamiento no era una cosa precaria y provisoria, sino que demostraba ser una construcción de larga data y que era prácticamente imposible que tal gobierno ignorara su existencia. Por lo cual, si es verdad que desde tal territorio se desarrollaban acciones militares en contra del vecino país Colombia, el mismo tuvo todas las razones a su favor para efectuar dicho ataque y consideramos que no tenía por qué disculparse como hizo posteriormente su presidente. La famosa “soberanía nacional” nunca puede ser considerada como un límite absoluto, especialmente cuando la misma es utilizada como cobertura para justificar una agresión. Pero hay otro detalle que habría que agregar a lo dicho. La exhibición de los elementos encontrados en el campamento guerrillero (insistimos que la misma fue hecha por el gobierno ecuatoriano que brindaba hospitalidad a tal grupo armado) nos muestran que se trataba de personas que se encontraban muy lejos de una vida ascética y alejada del consumismo. Ello es otra señal indicativa de que el marxismo no es la antítesis del capitalismo, sino simplemente un capitalismo que no ha logrado alcanzar aun su consumación. Nuestros montoneros y erpianos hoy apoltronados en cargos del sistema, pactando con los regímenes del planeta en paridad de condiciones y participando de sus ganancias, son una prueba prospectiva de lo que tal grupo solamente expresa larvadamente y a escondidas en dicha selva. Y esto siempre lo tuvo en claro el “imperialismo”. Cuando en 1986 reculó a nuestro país el ideólogo mundialista Henry Kissinger y se le expuso lo paradojal de nuestra democracia recién inaugurada, con una cuota tan importante de ex guerrilleros o colaboradores de los mismos, incluido un presidente que había sido su abogado defensor en épocas de la “represión”, el aludido manifestó que no había que preocuparse por ello pues el verdadero enemigo de la democracia no era el marxismo, sino el fundamentalismo *. Este último a diferencia del primero rechaza lo esencial del capitalismo que es la economía como destino. El judeo-norteamericano tenía muy en claro que el marxismo no patea el tablero, sino simplemente trata de conquistar un espacio en el mismo. Por lo cual es comprensible que hoy en día por caminos diferentes Bush y Chávez colaboren en las guerras que tales ideologías materialistas llevan a cabo en Irak, Afganistán, Somalia, etc. contra tal peligro del cual nos hablaba proféticamente Kissinger. Pero hay que ser realistas. ¿A quién apoyar en este culebrón sudamericano en el que los que parecen enemigos en realidad son íntimos amigos? No nos cabe la menor duda de que a Uribe, pues el marxismo es el peor enemigo en tanto que es el encubierto, el que agrupa detrás de falsos objetivos a personas que podrían dirigir sus impulsos “antiimperialistas” hacia un rumbo más efectivo y saludable. Es el enemigo funcional del sistema. Uribe, del mismo modo que nuestros militares del Proceso, a pesar de ser, tal como dice Chávez, un “lacayo de los norteamericanos”, en la práctica no los benefician al destruir esta falsa disyuntiva, en última instancia funcional a sus intereses. Lo dicho por Kissinger no es una expresión aislada. Por algo será que EEUU ha tolerado por casi 50 años a un régimen marxista a pocos metros de su territorio y ha cruzado en cambio un océano y dos continentes para combatir al enemigo fundamentalista.
*Puede verse al respecto nuestra nota “Nosotros, los fundamentalistas”, publicada originariamente en las revistas Cabildo y Patria Argentina en agosto de 1987. En la actualidad se lo puede encontrar como capítulo en nuestra recopilación Rebelión Fundamentalista, Ed. Heracles, 2002.
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