El
22 de septiembre de 1866, Bartolomé Mitre, general en jefe de la Triple
Alianza, ordenó el asalto a la formidable posición fortificada enemiga
de Curupaytí con 9.000 soldados argentinos y 8.000 brasileños, la flor
y nata del ejército, el apoyo del cañoneo de la escuadra imperial y la
cooperación de las fuerzas orientales de Venancio Flores. De toda la
guerra del Paraguay ésta es la primera batalla planeada por Mitre y
también la primera (y única) dirigida directamente por él.
La iniciativa del ataque fue directamente el propio Mitre, según
informe que le envía a Julián Martínez, Ministro interino de Guerra,
donde le decía haber ordenado el ataque “sobre las líneas de
fortificación de Curupayty, artilladas por cincuenta y seis piezas y
guarnecida pro catorce batallones”… “un total de más de dieciocho
mil hombres” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de
septiembre de 1866. Partes oficiales – AGM.t.II.p.333)
El ataque al frente terrestre de Curupaytí se iniciaría con un
bombardeo de la escuadra de modo de inutilizar sus defensas y ahuyentar
las fuerzas de la trinchera. Después seguiría el ataque de las fuerzas
de tierra. El ataque estaba previsto para la madrugada del día 17 de
setiembre de 1866, pero se postergó por el mal tiempo reinante. Se
realizó recién el día 22.
A las 7 de la mañana , la escuadra brasileña se movió para tomar la
posición dispuesta por el almirante Tamandaré a fin de iniciar el
bombardeo. Entre los navíos había cuatro nuevos acorazados a vapor. El
fuego de la escuadra se prolongó hasta el mediodía sin resultados
apreciables. Las cubiertas del terreno impedían a los artilleros
efectuar correctamente sus tiros. El duelo de artillería duró cuatro
horas y Los paraguayos contestaban al fuego de la escuadra logrando
mantener a los buques alejados de las fortificaciones.
La escuadra brasileña “arrojó cerca de cinco mil bombas”
(según Thompson) que de todos modos no arrojó el resultado previsto
por el optimista comandante Tamandaré, que el día anterior había dado
seguridades del caso: “Amanhá descangalharé tudo isto en duas
horas” (Thompsom, Jorge.”La guerra del Paraguay”. Impr.
Americana. Buenos Aires 1869)
Al mediodía el almirante Tamandaré suspendió el fuego contra la
fortificación del frente terrestre y se concentró sobre el frente
fluvial. Comenzó entonces el ataque terrestre cuya dirección estaba a
cargo del general Mitre.
El mariscal Francisco Solano López destinó a su mejor hombre de
guerra, el general José E. Díaz, vencedor de Estero
Bellaco y Boquerón
, que preparó en poco tiempo la defensa del campo, cortando árboles de
"abatíes" dispuestos por sus enormes raíces para
dentro, ocultando unas 50 bocas de fuego.
Cumpliendo con el plan previsto por Mitre, los Aliados se lanzaron con
brío impresionante sobre las trincheras paraguayas, pero sufrieron una
marcha pesada por el terreno fangoso bajo el fuego de la artillería
paraguaya, hasta estrellarse contra las defensas de "abatíes"
que el “genio” de Mitre no había previsto.
Las dos columnas centrales, encargadas del ataque principal sufrieron
desde el primer momento un fuego intensísimo de la artillería
paraguaya mientras su marcha se veía entorpecida por el terreno fangoso
por los tres dias anteriores de lluvia y las malezas. Lograron salvar
los obstáculos mediante el uso de fajinas y escalas que llevaban para
tal fin y se lanzaron al asalto de la trinchera principal, pero se
encontraron con una laguna y una inabordable barrera de malezales que
les hizo imposible continuar su avanzada. En esta marcha, sufrieron pérdidas
enormes.
La tercera columna, al mando del coronel Rivas siguió avanzando a pesar
de los obstáculos, pero su ataque fracasó y los pocos hombres que
lograron penetrar en la posición fueron prácticamente ultimados. La
cuarta columna, al mando del coronel Martínez, también fue detenida al
borde de la laguna y la línea de malezales.
El combate se sostenía tenazmente sin que los asaltantes lograran el
menor éxito sobre las tropas paraguayas.
Según parte del propio Mitre, “fue contenido el ímpetu del ataque
por la línea de abatíes que se componía de gruesos árboles
enterrados por los troncos, y que en más de treinta varas obstruían el
acceso a la trinchera…fue necesario reforzar el ataque con la segunda
línea de reservas parciales, comprometiendo en las dos columnas de
ataque central veinticuatro batallones”…las líneas de abatíes no
han sido forzadas nunca en asalto franco, ni aun por las primeras tropas
del mundo” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de
septiembre de 1866. Partes oficiales) lo que demuestra la imprevisón de
Mitre de no reconocer el terreno previamente...salvo que pretendiera
realizar una hazaña mayor “que las primeras tropas del mundo”.
El heroísmo y sacrificio de las tropas aliadas, no fue suficiente para
vencer ni la “línea de abatíes” ni “la impericia de Mitre”. El
propio general en jefe lo admite en sus partes:
“En esas circunstancias, habiéndonos puesto de acuerdo con el barón
de Porto Alegre, y viendo que no era posible forzar ventajosamente la línea
de abatíes, para llevar el asalto general sino comprometiendo nuestras
últimas reservas y que una vez dominada la trinchera no se obtendrían
los frutos de tal actora parcial desde que no se conservasen tropas
suficientes para penetrar en orden el interior de las líneas y hacer
frente allí a las reservas del enemigo, acordamos mandar replegar
simultáneamente y en orden las columnas comprometidas den el ataque” (Ibidem)
Menos mal que “acordaron mandar replegar” porque casi
exterminan su propio ejercito, atropellando una “línea de abatíes”,
como el Quijote lo hiciera contra los molinos de viento.
El propio Mitre, aunque escatimando las cifras, da cuenta del desastre
sufrido:
“Nuestras pérdidas han sido considerables y sensibles…las
computo en tres mil (en realidad fueron tres veces más) entre muertos y
heridos” ...” Por parte del ejercito argentino se comprometieron
diez y siete batallones en el asalto, cayendo muertos o heridos la mayor
parte de los jefes que los condujeron” (Ibidem) También da parte
del desastre el hermano del general en jefe, general Emilio Mitre, que
comandaba el 2° Cuerpo en el asalto: “V.E. sabe los
prodigios de inaudito valor que los cuerpos todos del ejército hicieron
en esta jornada. Es pues, inoficioso que el que firma haga de ellos
elogios tan justamente merecidos. Basta dejar establecido que de los
tres Batallones de este 2° Cuerpo que cargaron sobre la trinchera, solo
ha quedado en aptitud de combatir una tercera parte de cada uno de
ellos, para probar el denuedo y la bravura de que se hallaban animados,
y dieron sangrientas pruebas Cuando a las tres de la tarde, próximamente,
ordenó usted la retirada, estos tres bizarros cuerpos se retiraron en
el mayor orden posible, a pesar de estar ya muertos de o heridos sus
jefes y oficiales” (Del general Emilio Mitre al al General en jefe
de los Ejércitos Aliados, Brigadier General D. Bartolomé Mitre.
Campamento de Curuzú, 27 de setiembre de 1866. Partes oficiales –
AGM.tII.p.334)
No cabe duda alguna de “los prodigios de inaudito valor” y
del “denuedo y la bravura de que se hallaban animados”
aquellos miles de soldados y oficiales que iban al seguro sacrificio
contra una "línea de abatíes", sin rebelarse para linchar a
sus comandantes que los mandaban a una muerte inútil e inevitable.
La retirada se efectuó a las 17hs y el ejército aliado estaba de
regreso en Curuzú, cuando los paraguayos salieron entonces de sus
trincheras para recoger el botín abandonado por el asaltante, desnudar
a los muertos y ultimar a los heridos graves.
En la crónica que hace el paraguayo general Resquín afirma que
“cuando las fuerzas del ejército aliado se retiraron en completa
derrota, dejaron en el campo de más de ochomil cadáveres e
innumerables heridos, sin contar los que pudieron recoger”. Las
bajas paraguayas las sitúa en “un jefe, tres oficiales y
diecinueve hombres de tropa muertos, alcanzando los heridos a siete
oficiales y setenta y dos hombre de tropa” (Resquín, Datos históricos.
p. 80-81) Es decir, 92 bajas paraguayas contra alrededor de 10.000 bajas
aliadas.
Las cifras del contrate demuestran la improvisación e impericia de
Mitre, contra la efectiva defensa comandada por don José
E. Díaz , que
fue ganando sus galones de general a lo largo de las hazañas producto
de su inteligencia, serenidad y valor.
El emperador de Brasil, pidió el reemplazo del general en jefe, bajo
excusa de los levantamientos de rebeldía en montoneras producidas en
las provincias del interior, que se pronunciaban por intermedio de Felipe
Varela contra
la Guerra del Paraguay y del propio Mitre y su poítica hacia las
provincias interiores
En la sangrienta batalla de Curupaytí el impacto de un casco de granada
le destrozó la mano derecha a un ciudadano argentino alistado hacía
unos meses como voluntario. Evacuado a Corrientes, la amenaza de la
gangrena obligó a amputarle el brazo por encima del codo. Se trataba de
un joven dibujante y cronista de 26 años, teniente segundo del ejército,
que se llamaba Cándido López. Menos de un año después cumplió su
promesa de enviarle al médico que le amputó el brazo un óleo suyo
fruto de una prodigiosa reeducación de su mano izquierda. El sería, a
través de sus cuadros, el documentalista histórico de la Guerra de la
Triple Alianza.(Ver biografía de Cándido
López
,"El manco de Curupayty")
También, en Curupaytí perdió la vida Dominguito, hijo adoptivo de
Domingo F. Sarmiento.