EN 15 AÑOS NO
DISMINUYÓ LA DESIGUALDAD ENTRE RICOS Y POBRES
El presidente de Cáritas Argentina, monseñor Fernando María
Bargalló, obispo de Merlo-Moreno, llamó a preguntarse “cómo
combatir la pobreza de un modo significativo en el mundo que nos
toca vivir”, al reflexionar sobre el Día Internacional para la
Erradicación de la pobreza, que se recuerda el 17 de octubre,
declarado por la asamblea general de Naciones Unidas en 1992, a
fin de “generar conciencia sobre la importancia de erradicar la
indigencia y la pobreza en el mundo, especialmente en los países
en desarrollo”.
“Quince años han pasado desde
que se instituyó este importantísimo Día Internacional,
acordado por los Estados miembros, y cuyo sentido sigue tan
vigente, o más que entonces. En efecto, en estos últimos 15 años,
en lugar de disminuir la desigualdad entre ricos y pobres, entre
países desarrollados y en vías de desarrollo, la tendencia clara
ha sido la de un aumento de la inequidad, tanto dentro de cada país
como entre las naciones. Lo más paradójico de esta constatación
es que acontece en un contexto de progreso económico mundial. La
conclusión es sencilla y dolorosa. La eficiencia en la producción
de los bienes, ciertamente importante, no ha ido de la mano del
desarrollo social. Algo no está funcionando bien. Un crecimiento
económico que se obtiene con menoscabo de los seres humanos, de
grupos sociales y pueblos enteros, condenados a la indigencia y a
la exclusión, es inaceptable.
“¿Qué es lo que no funciona? Parece
claro que el problema de la pobreza no se debe a una simple falta
de recursos en el mundo para que todos podamos vivir dignamente.
Parece claro también que sus causas son hondas y estructurales,
de difícil análisis y más difícil resolución... deuda
externa, finanzas mundiales, corrupción, guerras, etc. A cada
gobierno le corresponde la principal responsabilidad en procurar
una mayor justicia y equidad social. Y a la comunidad
internacional el deber de crear condiciones comerciales y
financieras favorables al crecimiento de todas las economías
nacionales, rechazando las condiciones que sean obstáculo para
que los Estados desarrollen políticas sociales encaminadas al
crecimiento de los sectores más desprotegidos de la sociedad.
“Volvamos a la pregunta inicial. Y
personalicémosla de modo que nos cuestione a cada uno: ¿cómo
podemos combatir la pobreza de un modo significativo en el mundo
que nos toca vivir? Se me ocurren varios caminos. Expreso sólo
algunos, al alcance de la mano de cualquiera. Primero, afianzar en
nuestro corazón la “indignación ética” frente al drama de
la pobreza. Jamás acostumbrarnos a que millones de hermanos
carezcan de lo necesario para vivir dignamente. Si alguien citara
la frase de Jesús: “pobres habrá siempre entre ustedes”,
fuera de contexto y pretendiendo justificar con ella una resignación
paralizante, estaría agraviando al mismo Jesús que sigue
identificándose con los más pobres.
“Segundo, unirse a otros y otras para
combatir, con espíritu de justicia y caridad, dondequiera que
existan, las “estructuras de pecado” que generan y mantienen
la pobreza, el subdesarrollo y la degradación, sabiendo que, tal
vez, están en nuestra propia interioridad, consolidadas por actos
concretos de egoísmo e insolidaridad.
“Tercero, recordar siempre que la
economía y toda actividad humana ha de estar al servicio del
hombre, de modo que todo lo que emprendamos favorezca una sociedad
más justa y un mundo más humano.
“Por último, y especialmente para
quienes más tienen, examinar qué tan arraigada está la
“anticultura del consumismo” en nuestra vida, no sea que el
acumular bienes y placeres nos aísle en un mundo ficticio, lejos
de los hermanos y de la corresponsabilidad que tenemos por todos.
“Si no revisamos nuestros niveles de
consumo y cuántas cosas superfluas tenemos para compartir, la
amenaza a las posibilidades de vida digna no sólo permanecerá
hoy como una preocupación, sino que alcanzará también con su
sombra a las generaciones futuras”.
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