¡LES DIJE QUE NO HAGAN OLAS!

por Denes Martos

 

 

La pesadilla norteamericana

 

Los norteamericanos están en problemas. Serios problemas. No han llegado, por supuesto, a los niveles de catástrofe que tuvieron en 1929 pero, de algún modo, la pesadilla del ’29 está rondando por la mente de todos los decisores norteamericanos. Y es natural que así sea. Por estos lares diríamos: “El que se quema con leche, ve la vaca y llora”. Pues últimamente los norteamericanos están viendo vacas por todos lados. Y no precisamente de las gordas.

Puesta en cifras, la pesadilla del ’29 podría resumirse, más o menos así: Desempleo 3% a comienzos de 1929; más del 8%  en 1930;  25% en 1933. Caída del PBI: 35%. Caída del nivel general de la bolsa 75%.

¿Y cómo estamos hoy? Bueno; bastante lejos de eso – todavía y por suerte. En 2007 desempleo norteamericano estuvo por el 4,5%. Empezó a trepar en el 2008 y hoy está por encima del 8%. Número más, número menos, Obama puede ponerse contento si a fines de este año consigue decir que su desocupación se duplicó en dos años. En realidad, lo que los analistas más optimistas esperan es una desocupación norteamericana de cerca del 10% para fines del 2009. Aunque una cosa es dar con un analista optimista y otra bastante diferente es encontrar un analista optimista que crea en su propio optimismo. La producción norteamericana ya está en su piso más bajo de los últimos siete años y las fábricas están trabajando al 67% de su capacidad instalada.

Todo lo cual no impide que la codicia del sistema siga tan campante, como si nada hubiera sucedido. AIG, la compañía de seguros en la que el Estado norteamericano tuvo que bombear miles de millones para mantenerla a flote, no tuvo mejor idea que gastarse la friolera de 165 millones de dólares. . . ¡a que no adivinan en qué! – Ni lo intenten. No se les ocurriría jamás: en PREMIOS a sus gerentes principales. Sí. Exactamente. A los mismos que fundieron a la compañía. ¿Se entiende ahora por qué la plutocracia capitalista norteamericana está en crisis?

De todos modos, una cosa es cierta. Esta vez los genios de la economía financiera recuerdan la lección de 1929. En aquella oportunidad, para desarmar la burbuja especulativa, bajaron la liquidez y subieron las tasas. Ahora hicieron todo al revés. Algo así como “sin con hielo no funcionó, probemos con fuego”. El problema es que entre morir congelado o morir incinerado, en el resultado final no hay mucha diferencia. Digamos que la incineración hace más fácil el transporte de los restos del cadáver. Pero eso es prácticamente todo.

 

El impacto global

 

El resto del mundo tampoco está descorchando botellas de champaña.

Los ingleses no están para nada contentos. La economía británica perdió casi 3 trillones de dólares en lo que va de la crisis. Para tener una idea de lo que esto significa, imagínense que vendría a ser algo así como si cada inglés hubiese perdido unos 56.000 dólares (hasta ahora). Los británicos, entre desastre bursátil y otras complicaciones, ya llevan perdido el equivalente a 18 meses del PBI.

También los chinos están con dolores de cabeza. Sus reservas bajaron en más de 80.000 millones de dólares y están empezando a pensar seriamente en qué van a hacer con los 727.000 millones de dólares en Bonos del Tesoro norteamericano y los 100.000 millones de dólares en acciones norteamericanas que tienen – o tenían – hasta hace algunos meses atrás. Y no es cosa de menospreciar el impacto de los chinos: China el primer acreedor de los EE.UU. en todo el mundo. Obama ya se apuró a asegurarles que pueden confiar plenamente en su gestión. Lo que falta saber todavía es si Wen Jiabao le creyó. Suponiendo que lo haya tomado en serio.

En América Latina también hay nubarrones. En conjunto, la región venía creciendo a un poco más del 5% anual en los últimos cinco años. Pero los vientos han cambiado. Nadie que no tenga el lápiz mágico de Guillermo Moreno para “dibujar” números cree que la región crecerá mucho más del 1% este año. Y hay pronósticos mucho más pesimistas todavía. Por ejemplo, varios analistas ven a un Brasil creciendo a apenas el 0.8% y a una región que puede no llegar a crecer en absoluto sino contraerse en hasta un 4%. Y eso a pesar de lo que insisten en declamar los gobiernos que todavía siguen tratándonos hacer creer en tasas de crecimiento del 5% o del 8% y continúan aplicando la vieja receta según la cual está prohibido ser pesimista. De lo que ciertos políticos se olvidan es que nadie les pidió que sean optimistas. Con un poco de realismo práctico nos conformaríamos.

 

El amperímetro ruso

 

La industria rusa también está con problemas. La producción industrial en Rusia, entre febrero del 2008 y febrero del 2009 cayó un 13%. La industria manufacturera cayó más del 18%, la extracción de materias primas un 6% y casi otro tanto la producción de energía y combustibles. Hoy, Rusia está produciendo menos de la mitad de automotores que el año pasado y la industria de la construcción enfrenta serios problemas.

Pero yo no diría que el dato relevante está en esas cifras. Por supuesto: a Rusia la crisis le ha pegado como a todo el mundo y los números rusos reflejan bastante bien lo que – detalle más, detalle menos – está pasando en todos lados. Lo contrario sería casi un milagro.

Con todo, el dato a tener en cuenta y a retener no es ése. A lo que hay que prestar atención – y mucha – es a lo que dijo Medvedev el 16 de Marzo en relación con las fuerzas armadas rusas: a partir de 2011 Rusia tiene previsto comenzar un reequipamiento a gran escala de sus Fuerzas Armadas – incluyendo el arsenal nuclear. La excusa oficial es la presión que la OTAN está ejerciendo sobre las fronteras de Rusia. Pero, detrás de la excusa (que no deja de ser pasablemente buena porque la presión es bastante real) hay algo que cualquier analista con dos dedos de frente no puede dejar de percibir.

Porque, lo que Medvedev nos está diciendo es que Rusia se prepara para una guerra. Y que los rusos tienen previsto empezar a ponerse al día en materia de armamento recién a partir del 2011 es algo que a Medvedev no se lo cree ni Putin. Como que a Putin no se lo creería ni su propia madre.

La gran pregunta aquí es: ¿Rusia está previendo ser atacada o se está preparando para un ataque? No piensen en un ataque directo a Rusia por parte de algún otro país. Difícilmente alguien sería tan idiota como para empezar con eso. Pero no resulta en absoluto fantasioso imaginar un conflicto en el que se viesen perjudicados los intereses rusos, obligando prácticamente a Putin a tomar medidas – ya sea para intervenir o para adelantarse en forma preventiva. Y, en todo caso, lo que la decisión rusa obliga a pensar es que, incluso en el mejor de los casos, Putin se está preparando para negociar fuerte. Muy fuerte. Y no lo haría si los muchachos de la KGB no estuviesen viéndose venir tiempos en los que un buen par de misiles le van a hacer mucha falta al Kremlin.

Además, no lo haría porque el sobredimensionamiento del gasto militar fue una de las causas del colapso de la economía soviética. Políticamente a Putin le convendría mucho más mantener el área del equipamiento militar en una cuidadosa proporcionalidad con el resto de su economía y apostar por la consolidación política de su esfera de influencia. Puede ser que también especule con usar la industria militar para reactivar su economía, pero si hay alguien que sabe que ese recurso tiene sus muy severos límites ese alguien es un heredero del imperio soviético como Putin. De modo que si ahora está dispuesto a invertir una generosa cantidad de millones de rublos es porque la información que maneja le está indicando que es necesario.

Y eso no es bueno.

 

¿Y por casa como andamos?

 

Mal.

Las exportaciones industriales están un 35% abajo. El índice de producción industrial está más del 10% abajo. Maquinarias y equipos vienen cayendo desde hace cinco meses; la tasa anual de caída ya es prácticamente del 40%. A pesar de los geniales planes de nuestro gobierno, los automotores cayeron un 56% y los electrodomésticos principales un 10%. De la cosecha, por ahora prefiero no hablar.

En febrero las empresas despidieron a 9.000 trabajadores y suspendieron a otros 41.000.  Unas 570.000 personas participaron en huelgas o paros de diferentes clases y por distintos motivos. La deuda externa asciende a casi el 50% del PBI y viene creciendo por más malabarismos que se hagan para mantener silencio sobre este hecho. Durante el año pasado creció en más de 1.200 millones de dólares. La deuda del Estado, al cierre del 2008, trepó a U$S 146.000 millones. Y a todo esto, el país tendría que pagar (teóricamente) este año unos 28.000 millones de dólares por vencimientos de deuda.

No es cuestión de tomar estos números demasiado al pie de la letra porque, como todos ustedes saben, en economía hay que ver siempre quién hace los números y – sobre todo – cómo los hace. Pero después de esto, ¿alguien tiene alguna duda de por qué los Kirchner han querido adelantar las elecciones? Si ahora todavía tienen la popularidad que les queda, ¡imagínense lo que deben estar esperando para Octubre! En la casi increíble ineptitud del matrimonio presidencial, el adelantamiento de las elecciones significó un clarísimo mensaje para cualquiera que tenga que tomar decisiones en la Argentina: los Kirchner quieren elecciones ahora porque calculan que para Octubre van a estar mucho peor.

Lo malo es que muy probablemente tengan razón.

 

Navegar en una tormenta

 

No soy muy navegante que digamos, pero hasta una rata de tierra como yo sabe que pilotear un avión en medio de un temporal no es para cualquiera. Hablando en términos estrictos, si los Kirchner no son buenos pilotos de tormenta habría poca justicia en echarles eso en cara. Un avión es un bicho muy caprichoso, bastante difícil de dominar en medio de un huracán. Hace falta más que simple profesionalidad para mantenerlo estable. De modo que, si sólo fuese que en medio de esta crisis la pareja presidencial estuviese mostrando signos de nerviosismo y cierta desorientación, la cosa sería como para dejarse de embromar y criticonear. En ese caso, la consigna lógica sería cerrar filas y ayudar; incluso al precio de tragarse algunos sapos. Pero el problema no está en que los Kirchner tienen problemas para pilotear una tormenta. El problema está en que ni siquiera saben para qué sirve el timón.

¿Qué harían ustedes con un país que está condenado a enfrentar una tormenta global como la que indican los datos que acabamos de ver? Por supuesto, no puedo saber desde aquí lo que harían ustedes, pero se me ocurre que lo razonable sería sumar en vez de restar, juntar en vez de dividir, acordar en lugar de enfrentar, organizar la cosa en vez de – perdónenme el folklorismo – enquilombarla hasta volverla prácticamente inmanejable. Aunque más no sea por simple sentido común, supongo que lo indicado en una situación como ésta es fortalecer el frente interno para aguantar en la mejor posición posible el embate del temporal externo. Pero claro; como alguien dijo alguna vez, lo que pasa es que para ciertas personas el sentido común es el menos común de todos los sentidos.

Repito: no sé qué harían ustedes. Pero en la Argentina el gobierno se pelea con el campo y trata de llevar todo el mundo a pelearse con un sector al que le caben muchas críticas pero que produce una de las pocas cosas que podemos exportar masivamente. En la Argentina se  les dice a los embajadores que vendan y luego el gobierno frena las exportaciones, en parte porque no sabe cómo manejar los precios internos y en parte porque tiene miedo de quedarse sin caja si no mantiene impuestos exorbitantes sobre lo que se exporta. La Argentina necesita desesperadamente inversiones y la fantástica solución del gobierno consiste en tratar de hacer regresar al país toda la plata negra, evadida y malhabida que se depositó en paraísos fiscales – con el agravante que, bajo las condiciones existentes, ni loco alguien traería la plata colocada afuera. Porque hasta aquellos que la colocaron allí sin cometer ninguna trastada grave lo hicieron justamente para protegerse de las condiciones existentes. Y de los famosos dinerillos de Santa Cruz ni hablemos.

En la Argentina los políticos se llenan la boca hablando de unidad nacional y el gobierno no tiene mejor idea que acusar a sus propios ex-aliados de traidores mientras la oposición solamente se une si hay una ventajita electoral que lo justifique. La Argentina necesita sostener la producción para evitar el desempleo y al gobierno no se le ocurrió nada mejor que armar planes para cambiar un par de heladeras, calefones, bicicletas y algún autito; todo eso, por supuesto, con un procedimiento burocrático tan hipercomplicado que se necesitan dos gestores, un abogado, un contador y tres asesores impositivos para poder cumplimentarlo con alguna remota esperanza de éxito. En la Argentina se asesina, se roba, se patotea, se viola y se secuestra mientras los genios del Derecho discuten preciosismos jurídicos acerca de los derechos humanos de los asesinos, los ladrones, los patoteros, los violadores y los secuestradores; con lo que los asesinados, los robados, los patoteados, los violados y los secuestrados apenas si consiguen que en una comisaría les acepten la denuncia porque, como todo el mundo sabe, las puertas de la justicia argentina son giratorias. Y se aceitan con plata.

Y ahora, el último invento del genial matrimonio es sobornar a gobernadores e intendentes con una coparticipación “trucha” para quitarle respaldo a los dirigentes del campo.

 

Preguntas tontas

 

¿Es tan difícil sentarse y diseñar un plan estratégico para la Argentina que prevea medidas contra la recesión, el desempleo y la desinversión? ¿Es tan difícil construir un ambiente de confianza entre gobernantes, productores, distribuidores, vendedores y consumidores? ¿Es tan difícil detectar, investigar y mandar presos a los corruptos? ¿Es tan difícil construir un Estado eficiente, orientado a objetivos concretos y metas claras, que recaude bien y que – sobre todo – gaste bien, sin ahorcar impositivamente a nadie y sin despilfarrar lo recaudado en estupideces y en arreglos inconfesables? ¿Es tan difícil hacer cumplir sencillamente la ley? ¿Es tan difícil redactar un cuerpo de normas jurídicas, severas pero coherentes y justas, que no tenga más agujeros que un colador y que sirva para algo más que para garantizarle buenos honorarios al gremio de los abogados? ¿Es tan difícil construir un sistema de justicia social en el cual el que trabaja pueda vivir decentemente y el que más y mejor trabaja pueda hasta vivir por encima del promedio? ¿Es tan difícil desarmar el negocio de la salud construyendo hospitales públicos bien equipados y eficientes? ¿Es tan difícil lograr un sistema educativo del cual los egresados no salgan creyendo que San Juan fue el tío de San Martín o que un kilómetro es un kilo de metros? ¿Es tan difícil aprovechar esta crisis financiera internacional para replantear todo el embrollo de nuestra deuda externa? ¿Es tan difícil dirigirse honesta y sinceramente a nuestra juventud y entusiasmarla con un buen proyecto y con cosas que realmente valen la pena en lugar de venderle escapismos que al final la terminan arruinando y hasta matando?

¿Es tan difícil construir un país?

No. Créanme. No es soplar y hacer botellas pero tampoco es tan difícil. Por supuesto, se hace bastante más difícil hacerlo en medio de la tormenta. Pero aún así, con un buen equipo de gente dotada de tan sólo dos dedos de frente y un buen par de atributos masculinos puestos dónde hay que ponerlos, no es – para nada – imposible.

Se hace imposible solamente cuando, en medio del berenjenal en el que estamos metidos, nuestros insignes politicastros, en lugar de ensayar aunque más no sea alguna respuesta al montón de preguntas tontas que acabo de hacer, se ponen a discutir el adelantamiento de unas elecciones que – adelantadas o atrasadas – no van a cambiar nada. Por lo que ahora, en lugar de soluciones concretas, lo que vamos a tener es una campaña electoral feroz.

El barco de la Argentina estaba en la tormenta y su dirigencia, en lugar de ordenar la nave y prepararla para capear el temporal, se puso a hacer olas.

Es como decía Goethe: “Contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano”.