LA REVOLUCIÓN QUE ESTÁ SOLA Y ESPERA (Parte I)

por Lucas Corkelerrigaray

Una doctrina nacional para un único Frente Nacional

El marxismo se mueve y razona en base a principios que le suministra la economía liberal.

Se deriva del pensamiento materialista sentado por los Enciclopedistas del siglo XVIII, sin superar su estrechez y sus limitaciones. El ateísmo, la negación de los valores espirituales, la consideración de la religión como algo caduco y superado y de la metafísica como algo inútil y nocivo, son elementos comunes a ambos flagelos de la humanidad.

El nacionalismo rechaza, pues, el concepto materialista del hombre sustentado por el Marxismo; rechaza, asimismo, la interpretación materialista de la vida y de la Historia humanas y, por último, rechaza también el dogma de la inevitabilidad de la «lucha de clases» Es muy fácil rebatir estas pseudo-científicas previsiones de Marx. Éste se reveló tan falso y erróneo profeta en la previsión del curso de los hechos históricos, como equivocado economista en el análisis del desarrollo económico, y erróneo filósofo en la determinación de la esencia del ser humano. En efecto, según la profecía marxista, era fatal e ineludible que el proletariado tomara el poder, realizando su revolución social, en algunos de los países más desarrollados industrialmente, sea en Europa (Inglaterra, Francia o Alemania), sea en América (los Estados Unidos de América). ¿Qué ocurrió en realidad? Que la revolución comunista fracasó en Francia y en Alemania y ni siquiera se intentó en Gran Bretaña. En cambio triunfó en países industrialmente atrasados, como Rusia o China.

Además, Marx parte de un concepto absolutamente restringido y por tanto erróneo e inadecuado del trabajo. En efecto, para Marx es trabajo únicamente el manual.

Cuando habla de «trabajadores» se refiere a los proletarios, es decir, a quienes se ganan un jornal con el trabajo manual. Quedan por consiguiente, fuera del concepto del trabajo del marxismo todos aquellos que se dedican a una labor intelectual o de cualquier otra índole, pero que no encaja estrictamente en el criterio que distingue propiamente al proletario: tal es el caso del patrono que dirige una empresa o industria, del intelectual que crea una obra literaria o artística, del profesional, como el médico, el abogado, el arquitecto, etc, del militar, que atiende a la defensa de la Patria, del sacerdote, que atiende las necesidades espirituales del pueblo, del político, que cuando es digno de ese nombre cuida del bien común, y tantos otros que seguramente escapan a nuestra atención. El mismísimo Carlos Marx y su cómplice Engels no serían .trabajadores. de conformidad a la teoría estrictamente marxista. Y no hablemos de Lenin (Ulianof Blank) y de su cohorte de secuaces, ninguno de los cuales fue nunca obrero, y en consecuencia, estarían todos ellos fuera de la definición de «trabajador» marxista.

Tenemos luego el concepto marxista de la «lucha de clases» La burguesía, según Marx, provoca el desarrollo y crecimiento cada vez mayor del proletariado, y de la oposición y triunfo final de éste surgirá una sociedad sin clases. Como el Estado es un producto de esta lucha, el resultado de aquel triunfo del proletariado sobre la burguesía será la eliminación de ésta y el establecimiento de esta sociedad, no sólo sin clases, sino también sin Estado, ya que éste no tendría ya razón alguna para existir. Basta, creemos, con echar un vistazo sobre el desarrollo de la situación mundial para convencernos de la falacia que encierra este razonamiento «científico» de Marx.

Ante todo, el concepto de .clase es sumamente vago e indefinible. Ya dijimos que los hombres no son naturalmente iguales, de aquí que la posición de distintas especies de hombres no sea la misma. Unos, más talentosos o más inescrupulosos, escalarán puestos más elevados que otros menos dotados o más desgraciados. Pero dividir a toda la humanidad en dos clases perfectamente diferenciadas en sus caracteres y por añadidura antagónicas, resulta lo más anticientífico y absurdo que pueda darse.

Hemos desmenuzado y deshecho los con ceptos «clave» de la elucubración de Marx. Nos queda por examinar su idea de la evolución final de la humanidad, que conducirá inevitablemente a esa sociedad sin clases y sin Estado, verdadero «paraíso terrenal» predicho por el marxismo. Nos basta con examinar la situación de los países en que esta teoría utópica ha querido ser llevada a la práctica para comprobar el carácter totalmente falso y anticientífico de la misma. En efecto, tanto en la URSS como en los demás países autoproclamados marxistas-leninistas lo que cabe apreciar en la realidad es un Estado absolutamente omnipotente, dirigido por una «clase dirigente» que forma una verdadera oligarquía privilegiada que reina sobre una masa amorfa y esclavizada, reducida a trabajar para el Estado que, lejos de encaminarse a su desaparición, es cada vez más todopoderoso. Esta es la triste pero real situación de los países autodenominados «socialistas» y «marxistas».

Carlos Marx, por lo tanto, partió de bases absolutamente falsas y anticientíficas para llegar a un fracaso total de sus previsiones. Es por todo esto y por el peligro inmenso que el poderío mundial que esta utópica doctrina representa, que el nacionalismo se opuso siempre y se opondrá siempre con la máxima energía a ella.

1) El Capitalismo. Es indispensable afinar los conceptos para evitar equívocos y malentendidos. Existen varias clases de capitalismo. Tenemos en primer lugar el que surge de los capitales estrictamente nacionales que se dedican al desarrollo de nuestro poderío industrial y la explotación de nuestras riquezas. El capital de este tipo propende a ayudar a nuestra independencia económica, y el nacionalismo de ninguna manera es su enemigo. Por el contrario, lo reconoce como un factor importantísimo de nuestro desarrollo como nación libre y propugna su protección y fomento. Pero, por otra parte, encontramos otras clases de capitalismos que nos son franca o encubiertamente hostiles: nos referimos al capitalismo cuando adopta el sistema de .trust o monopolio, a los «capitales golondrina».

2) El nacionalismo es antidemagógico. Esto equivale a decir que es enemigo de la política profesional y de sus personeros. Aspiración sana y noble del nacionalismo es terminar con la baja política para suplantarla por una verdadera y real representación popular. Tanta es la importancia que damos a este principio, que sin vacilar afirmamos que todo nuestro ideario caería por su base, convertido en deleznable hipocresía, si la nobleza de sus afirmaciones no se viera acompañado por nuestra perfecta fidelidad cotidiana al ideario que proclamamos. Como corolario de todo lo que aquí hemos dicho acerca de las tendencias contra las que se opone el nacionalismo, sólo nos resta por declarar con toda claridad que, además, el nacionalismo se opone radicalmente al llamado socialismo de Estado.

Y somos contrarios al socialismo de Estado porque conduce a una hipertrofia estatal que provoca una proliferación burocrática que asfixia a las clases productoras y conduce, a corto o largo plazo, al comunismo desembozado, ya que el socialismo de Estado no es en último término sino un estado de transición hacia el comunismo.

En el momento actual el nacionalismo está jaqueado por un programa de globalización. cuyo verdadero nombre es Tiranía Mundial, del que uno de sus agentes, el usurero cosmopolita Warburg, dijo: .Tendremos un Gobierno Mundial; lo único que está por verse es si se establecerá voluntariamente o por la fuerza.. Pero estamos plenamente convencidos de que el ideal Nacionalista es, en realidad, invencible, ya que el patriotismo es innato en todo hombre normal. Por eso, el nacionalismo renace de todos los contratiempos y catástrofes y su esencia está hoy, más que nunca, afincada en lo más íntimo del hombre.

Podemos aportar tres pruebas históricas irrebatibles de esta vigencia: 1) en la Unión Soviética, luego de más de treinta años de dominio rojo, se debió recurrir por parte de Stalin y sus secuaces, al ideal patriótico del pueblo ruso para hacer frente a la invasión de los ejércitos alemanes; es así como se denominó en la Unión Soviética esta guerra: la .Gran Guerra Patria.; 2) habiendo ocupado los rusos toda Europa oriental, debieron respetar las nacionalidades tradicionales y, en lugar de borrarlas, como lo preconiza el credo marxista- leninista, mantuvieron las fronteras entre Yugoslavia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, etc, y, aun así, debieron apelar varias veces a la fuerza bruta de los tanques y los cañones para aplastar las ansias de independencia patriótica de los pueblos del Este de Europa, y 3) en nuestra Hispanoamérica, en Cuba, Fidel Castro adoptó una máscara nacionalista antiyanqui para tocar la fibra patriótica del pueblo cubano, y conducirlo así a la tiranía roja que hoy soporta.

El nacionalismo, por su carácter netamente realista y práctico, debe enfrentar otra tendencia poderosa: el utopismo.

(continuará)