EL DRAMA DE LA HISTORIA ARGENTINA

por el Dr. Edgardo A. Moreno

No hay duda que la problematica histórica es amplia, rica y compleja; justamente por ello, numerosos historiadores, ensayistas y estudiosos, se ocuparon de abordarla desde distintos paradigmas, enfoques y perspectivas. Creemos sin embargo, que una cuestión se mantiene siempre vigente, nos referimos a la permanente tentación de construir una historia dogmática e inmutable, cual si fuera cosa juzgada.    

Parecería que en nuestro país, la vieja escuela historiográfica fundada por Mitre y López, es decir, la versión canónica y liberal de la historia argentina, se reeditará hoy bajo otro signo pero con un mismo objeto: crear una historia oficial funcional a la ideología dominante en una determinada coyuntura política.     

A nuestro juicio la historia debe ser permanentemente renovada y profundizada. Sin embargo, lejos de cualquier escepticismo o relativismo sostenemos que la verdad histórica debe perseguirse como un bien posible de alcanzar, al menos por aproximación, teniendo en cuenta además las legítimas interpretaciones que merezca el hecho histórico y los diferentes enfoques con las que se lo aborde. En este sentido es fundamental ajustarse siempre al método científico y sobre todo tener bien presente aquello que sostenían los clásicos de que " la primera ley de la historia es no atreverse a mentir "; axioma habitualmente conculcado por aquellos que falsean u ocultan hechos inconvenientes a su ideología.      

Una permanente revisión de nuestro pasado hecha con una perspectiva ciceroniana de la historia, es decir, concibiéndola como maestra de la vida, como un saber útil ligado a la política, permitiría a la sociedad en su totalidad contar con una herramienta que la dote de una mayor conciencia de su origen y de su destino histórico; y por ende que le permita superar las permanentes crisis de diversa índole que la agobian.       

Cabe aclarar aquí que reconocer a la historia su ligazón con la política, o sea su misión de contribuir al Bien Común, no es lo mismo que subordinarla a intereses ideológicos, personales o de partido.     

Ahora bien, para evitar la tendencia a reproducir permanentemente una historia oficial " políticamente correcta " consideramos de fundamental importancia crear circuitos culturales a contrapelo de aquellos que usufructúan de los apoyos oficiales, desde donde se determinan cuales son los núcleos que se deben abordar y cuales son las condiciones que se deben reunir para ser un profesional de la historia.     

Hoy tenemos la impresión de que se nos impone una nueva historia oficial, esta vez de inspiración marxista, es decir dialéctica, economicista y clasista. De modo tal que aquel que no se enrole en esta escuela no estaría haciendo ciencia y por ende su destino sería el de padecer el ostracismo y el desdén de los " historiadores consagrados ".     

Obviamente que lo arriba dicho no implica negar la importancia de abordar una temática económica y social. Lo que afirmamos aquí es que descalificar a la historia política y suponer que solo tiene valor la historia escrita en clave económica ( como si la multicausalidad no existiere ) utilizando además el concepto de clase como herramienta única para la interpretación histórica; es un obvio reduccionismo histórico a la vez que un prejuicio ideológico.     

En nuestra perspectiva lo político, lo cultural y lo religioso tienen primacía sobre lo económico; y la historia no se reduce a la economía así como lo social no se reduce a la descripción de las luchas de clases - un mal al que consideramos evitable - o a la de géneros, categoría esta que soslaya el orden natural.      

Estamos convencidos que en el devenir histórico cuentan mas los hombres ejemplares que las estructuras o las masas; las gestas nacionales que las luchas de clases; las mentalidades que la pertenencia a un estrato social ; y en definitiva, el espíritu que la materia.       

Nada más que una moda cultural, nacida al abrigo de una ideología decadente pero aun poderosa puede sostener lo contrario.