POLÍTICOS
Y POLICÍAS DE ENTRE RÍOS. LA TRAMA OCULTA DEL SECUESTRO DE
FERNANDA AGUIRRE
por
Christian Sanz - christiansanz@hotmail.com
Ha comenzado en el día de ayer el juicio oral por la
"desaparición" de la pequeña Fernanda Aguirre, quien hoy
tendría 16 años, secuestrada hace tres años en la localidad
entrerriana de San Benito. Los sospechosos son Mirta Chávez, esposa
del presunto autor del secuestro, Miguel Angel Lencina -quien
apareció ahorcado en una comisaría tras ser detenido- y Raúl Monzón.
Recordemos que Fernanda se evaporó en Julio de 2004 y en esos
mismos días este periódico anticipó públicamente que se trataba
de un caso de "trata de menores" y "prostitución
infantil" vinculado a altos escalafones de la policía de esa
provincia protegidos a su vez por gran parte del poder político
entrerriano.
Respecto a esto último, fue el mismísimo gobernador Jorge Busti
quien señaló a Miguel Angel Lencina como autor del secuestro de
Fernanda, aportando como única evidencia una serie de antecedentes
por el delito de violaciones reiteradas cometidas por este.
Sumado a lo sospechoso del señalamiento, a poco de haber sido
detenido en la seccional 5ª de Paraná, Lencina fue hallado muerto,
supuestamente -siempre según la versión oficial- ahorcándose con
un trozo de la frazada que tenía en su cama y a la que habría
cortado con los dientes.
Ante el interminable asombro de la opinión pública, las crónicas
periodísticas dieron cuenta de que el cuerpo de Lencina había
aparecido colgado a una reja del techo del patio cerrado, a la que
habría llegado subiéndose a una silla o trepando una puerta.
En el cuello, Lencina tenía "un surco de ahorcadura"
-según dice la autopsia-, pero nunca se hicieron otros estudios
para determinar si la marca era previa o posterior a la muerte.
Amén de lo extraño de que una persona pueda cortar una frazada con
los dientes, es realmente sospechoso que Lencina aparezca suicidado
un día después de que su familia advirtiera que esto podía
suceder.
Por caso, su madre, Esther Torres, en medio de una denuncia por
golpizas contra la Policía de Investigaciones, advirtió un día
antes que si le pasaba algo a su hijo, el gobierno "va a tener
que hablar conmigo porque tengo mis abogados (...) no digo que mi
hijo no tenga nada que ver, pero que presenten pruebas".
Por lo antedicho, no cabe duda alguna de que el elemento más
valioso para encaminar la pesquisa sobre la desaparición de
Fernanda Aguirre, era garantizar la vida del principal sospechoso,
Lencina.
Según publicó el brillante periódico Análisis digital de
Entre Ríos en esos días "a Miguel Angel Lencina había que
cuidarlo hasta de un resfrío. Porque no solamente resultaba vital
para esclarecer el episodio y su autoría, sino y mucho más
importante aún, para encontrar a Fernanda sana y salva.
Hasta el más lego en materia criminalistica podría advertir este
presupuesto, porque no es lo mismo colectar pruebas para imputar con
solidez probatoria la responsabilidad de un homicida, con el cuerpo
del delito ya aparecido, que luchar denodadamente cuando ese cuerpo
se halla todavía ausente y horas, minutos y hasta segundos cuentan
en la desesperada tarea de hallar a la víctima con vida".
En concreto, si hasta entonces no se habían implementado
medidas rigurosas para cuidar la integridad de Lencina, las
revelaciones de su madre debieron tomarse como un mensaje
contundente y al que se debió prestar enorme atención.
Las sospechas de siempre
Si bien el Jefe de la Policía de Entre Ríos, Ernesto
Geuna, tuvo razón cuando sostuvo que a Lencina no se lo podía
mantener sin frazadas en invierno porque "sería una
tortura", hay un interrogante que debería ser respondido
por el mismo funcionario: ¿Por qué si tantas hipótesis indican
que sábanas y frazadas constituyen habitualmente los elementos más
utilizados en autoeliminación, no se resolvió un control especial
mediante lo que se denomina "vigilancia a la vista"?
Es más que sospechoso que, tratándose del único detenido clave, a
Lencina no se le haya asignado una custodia personal. Recordemos
que, al momento de "suicidarse", el guardia más cercano
estaba a 15 metros de distancia y sin posibilidad de ver los
movimientos del preso.
Cuando hilamos fino, podemos percibir que la policía aparece como
uno de los sectores más sospechosos, no sólo por sus propias
inconsistencias y contradicciones, sino por sus antecedentes.
Recordemos que la Comisaría quinta es una dependencia que acumula
un número importante de denuncias por apremios ilegales, sobre todo
contra menores y donde perdura un constante estigma de metodologías
de "ablandamiento" hacia los alojados.
Tal vez en ese sentido se entiendan las palabras de la madre de
Lencina, quien había denunciado que su hijo era sometido a
tormentos por parte de la policía para que se declarara autor del
secuestro de Fernanda Aguirre. La abogada de la familia, Nora
Lanfranqui apuntó en el mismo sentido: "mi representado
siempre aseguró que era inocente y que le querían cargar algo en
lo que no tenía nada que ver".
A todo lo antedicho hay que sumarle un hecho que pasó totalmente
desapercibido y que tiene que ver con el abandono sorpresivo de la
investigación de la desaparición de Fernanda Aguirre por parte de
la Escuela Canina de Catástrofe.
Inentendiblemente y, en medio de duros cruces con los investigadores
del caso, gente de la mencionada organización denunció que no los
dejaban rastrillar zonas donde esperaban encontrar importantes
indicios. Se trata de en una zona donde apareció el cadáver de una
mujer asesinada hace diez años por Lencina, y en donde
investigadores de la brigada canina encontraron una bolsa con tiras
de tela manchadas con sangre.
"Donde fue hallada la última víctima de Miguel Lencina,
encontramos una bolsa de plástico con unas tiras de tela con
sangre", dijo Juan Carlos Lombardi, miembro de la Escuela
Canina, para luego agregar que, a pesar de ello, los investigadores
les impidieron continuar con los rastrillajes en la zona señalada.
Busti, el hombre clave
Entre Ríos es una provincia manejada más que
discrecionalmente por un personaje tenebroso llamado Jorge Busti, un
experto en codearse con el poder nacional de turno, lo cual le
permite manejar sus negocios personales con protección oficial.
Así como supo abrazar al narco Carlos Menem, Busti aprendió a aggiornarse
y hoy gusta estrechar su cuerpo con el del caprichoso presidente
Néstor Kirchner.
Mientras tanto, la provincia de Entre Ríos agoniza por el flagelo
de las drogas, la prostitución y los negociados políticos. La
policía opera protegida por el poder de turno y los corruptos se
protegen entre sí, con Busti a la cabeza.
Es dable recordar, pues, que Busti fue denunciado por el entonces
fiscal de Investigaciones Administrativas entrerriano, Oscar Rovira,
por casi 200 hechos de corrupción por un monto estimado en 180
millones de dólares.
"Paraná está conformada sobre la base de una estructura de
tipo mafioso", y "el justicialismo y el radicalismo están
de acuerdo en mantener un sistema de connivencia para seguir repartiéndose
el poder; y con el poder, la impunidad", denunció
oportunamente Rovira.
En el marco de la muerte de Lencina, el gobernador entrerriano ha
sido señalado por la Unión Cívica Radical, quien emitió
un durísimo comunicado recordando que Busti había anunciado que
iba a haber novedades. "¿Serán estas?", preguntó el
radicalismo en un comunicado de prensa, para luego advertir que
"ningún ciudadano puede entender que un reo con la importancia
pública y notoria de Lencina, condenado públicamente por el
gobernador y sospechado en el hecho deleznable de la desaparición
de una persona, pueda alguien quitarle o él mismo quitarse la
vida".
Concluyendo
No es muy difícil saber qué pasó con Fernanda
Aguirre. Sólo hay que investigar a la policía y a algunos de los
hombres más cercanos a Busti.
Quien se anime a hacerlo, se encontrará con muchas sorpresas,
incluso con el porqué de la muerte de Miguel Lencina.
Lamentablemente existen muchas "Fernandas Aguirres" en
Entre Ríos.
Chicas que, mientras Ud. lee esta nota, son explotadas sexualmente
en algún lugar de esa asolada provincia.
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