LA
ESTAFA DE LOS DERECHOS HUMANOS
por
Agustín Laje Arrigoni
Si
tomáramos por válido el relato oficial de los años 70 que han pergeñado
y promovido diversos sectores interesados en deformar el pasado reciente,
entonces, Fernando Haymal sería un nombre que no tendría lugar en la
cacareada "memoria". En efecto, se trata de un caso tan
relevante como controversial, capaz de hacer tambalear la historieta
setentista y, al mismo tiempo, poner en descubierto la estafa que se ha
hecho con los derechos humanos (DD. HH.) en la Argentina.
Fernando Haymal (nombre de guerra "Valdés")
pertenecía a la organización terrorista Montoneros. Murió brutalmente
asesinado por sus propios compañeros (aplicación de torturas mediante),
a principios de septiembre de 1975, en la ciudad de Córdoba. Su muerte
fue decidida algunas semanas antes por un "tribunal
revolucionario" montonero que llevó adelante una parodia de juicio
en su ausencia y determinó que debía "ser pasado por las armas en
el lugar y momento en que se lo encuentre" (1).
Sus camaradas sospechaban, en concreto, que
una reciente caída de Haymal en manos de las fuerzas legales había
provocado el allanamiento de un local con depósito de armas, lo que luego
condujo a la ubicación y detención del jerarca terrorista Marcos
Osatinsky, miembro de la conducción nacional de la banda en cuestión. En
otras palabras, el "enjuiciado" y "condenado" había
presuntamente "cantado" lo que no debía.
A diferencia de lo que sostienen los
embusteros setentistas, siempre preocupados por ocultar el desaforado
militarismo connatural a las organizaciones armadas de los 70 (y así
negar el status de guerra interna de lo vivido por entonces), el
belicismo, verticalismo y militarismo de Montoneros explica en gran parte
el sangriento final de Fernando Haymal. Una de las principales
aspiraciones de la organización, en efecto, consistía en,
progresivamente, ir regularizando su "ejército irregular" (el
"Ejército Montonero"); esto es, ir emulando las características
propias de los ejércitos profesionales para desarrollar una guerra
"de aparato a aparato" contra las Fuerzas Armadas de nuestro país,
con el fin último de tomar el poder.
A tales efectos, se designaron grados
militares (aspirante, oficial segundo, oficial primero, oficial superior),
se diseñó un uniforme (pantalón azul marino y camisa celeste, sólo
usado en reuniones y algunos ataques como el ejecutado contra el
Regimiento de Monte 29 de Formosa) y se redactó un "Código de
Justicia Revolucionaria", donde se establecían las penas (incluida,
en todos los casos, la de muerte) para infracciones internas, como la
delación, traición y deserción, entre otras.
Estas normativas dispusieron que Fernando
Haymal fuera "pasado por las armas", como muchos otros
guerrilleros, tanto de Montoneros como del ERP, masacrados también por
sus propios compañeros.
Pero el caso Haymal tiene varias
particularidades que lo hacen especialmente peligroso para quienes
utilizan la historia (devenida en historieta) de los 70 con fines políticos
y/o rentísticos. Primeramente, su nombre fue incluido en los nuevos
listados del Nunca Más , retocados en el año 2006 por la
secretaría de Derechos Humanos que maneja Eduardo Luis Duhalde
(comprometido con Montoneros en los años 70 y con el Movimiento Todos por
la Patria del terrorista Gorriarán Merlo, en los 80).
Según el "actualizado" listado,
Fernando Haymal habría sido, entonces, víctima de las Fuerzas Armadas.
¿Cómo comprobar que esto no fue así? Pues los propios terroristas
montoneros confesaron la verdad, a modo de hazaña, en su revista "Evita
Montonera" , en octubre de 1975: "Fue ejecutado en Córdoba
el delator Fernando Haymal (Valdés), en cumplimiento de la sentencia
dictada el 26 de agosto por el Tribunal Revolucionario" (2).
Por otro lado, al año de haberse cometido
la torpeza de incluir a Haymal en el Nunca Más , el montonero
fusilado por sus camaradas fue conmemorado por el kirchnerismo con una
placa de homenaje en el "Monumento a las Víctimas del Terrorismo de
Estado" sito en la costanera porteña, frente al Río de la Plata,
tal y como lo anticipó oportunamente en este mismo diario quien suscribe
este artículo.
Lo repetimos: Fernando Haymal fue víctima
no de las Fuerzas Armadas, sino del propio terror que utilizaba como método
de lucha revolucionaria la organización en la que él participaba. ¿Cómo
seguir comprobándolo? Pues el diario cordobés "La Voz del
Interior" cubrió la noticia de su muerte informando que:
"Alrededor de las 18.30, se detuvo (...) un automóvil Peugeot color
blanco, ocupado por varios sujetos. Los desconocidos llevaban secuestrado
a un hombre joven a quien, tras detener la marcha del coche, lo hirieron
de dos balazos en el tórax. Luego, los criminales abrieron una de las
puertas y procedieron a arrastrar al herido con el automóvil en marcha,
reteniéndolo por las extremidades inferiores (...) Entre sus ropas, se
encontró un documento de identidad a nombre de Fernando Haymal" (3).
Las irregularidades no terminan aquí; más
grave aun, además de figurar en engañosos monumentos y oprobiosos
listados oficiales, el nombre de Haymal también engrosa el registro de
fallecidos de la ley 24.411 (Redefa), con lo cual todo indicaría que su
familia percibió la abultada indemnización estatal prevista por esa
normativa para "toda persona que hubiese fallecido como consecuencia
del accionar de las Fuerzas Armadas (o) de seguridad (...) con
anterioridad al 10 de diciembre de 1983".
En marzo de este año, el dinero que se
otorgaba a los familiares de los guerrilleros caídos en la guerra a causa
del accionar antiterrorista de las FF. AA. asciende a $ 620.919. El
problema es que Fernando Haymal, insistimos a riesgo caer en la
redundancia, no fue abatido por las fuerzas legales, sino ejecutado a
sangre fría por sus propios compañeros. ¿Alguna otra prueba de ello?
Pues su caso fue, inclusive, tratado en el juicio a las juntas militares
en el marco de la causa 13, mencionándose la "condena y ejecución
de una persona identificada como Fernando Haymal, a quien --sus compañeros--
consideraban traidor y delator" (4).
Las pruebas resultan contundentes: no sólo
los propios terroristas reconocieron el hecho, sino que la prensa, a la
sazón, lo cubrió, y la justicia, más tarde, lo trató. Cabría, luego,
interrogarse: La secretaría de Derechos Humanos, los organizadores del
"Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado" y quienes
administran las bonificaciones de la ley 24.411, ¿no conocían los
documentos que aquí exponemos? ¿O acaso prefirieron deliberadamente
negar la verdad?
Comoquiera que sea, lo relevante es que el
caso Haymal viene a poner de manifiesto una realidad cada vez más
tangible para los argentinos: los derechos humanos, en nuestro país, no sólo
son una poderosa arma política para oportunistas en campaña o demagogos
sin escrúpulos, sino, también, una jugosa alternativa para aquellos que
no encuentran nada de malo en lucrar con la muerte y el dolor que la
guerra interna de los años 70 dejó como secuela aún presente en nuestra
sociedad.
(1)
Comunicado de Montoneros a oficiales y aspirantes titulado "Juicio
revolucionario a Fernando Haymal". Copia en poder del autor.
(2) Revista "Evita Montonera",
Nº 8, Pág. 21, octubre de 1975. Copia en poder del autor.
(3) Diario "La Voz del
Interior", Córdoba, 3 de septiembre de 1975. Copia en poder del
autor.
(4) Causa 13/84. Capítulo III (Cuestiones
de hecho Nº 7, 9, 10, 11, 13, 19 y 25).
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