HASTA LOS EXTRANJEROS SE OCUPAN DE MOYANO

por Alberto Buela (*)

 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas, dice el tango, y con esto de Carta Abierta y lo que dijo Forster sobre Moyano, se confirma. Quien puede apellidarse Forster: un alemán, un judío o un inglés. Ningún argentino se apellida “Forster”. Al menos, los argentinos de la guía telefónica.

Pero, este carajo, afirma de Moyano, que sí es un apellido argentino o hispano criollo que: “padece un anacronismo complicado”.

Esta gente tendría que volver a su país de origen y empezar a hacer los palotes de primer grado antes que ponerse a opinar sobre lo nuestro.

No se es argentino porque lo diga el documento de identidad sino porque se forma parte de una tradición de cultura y pensamiento que desde principios del siglo veinte se denominó: el pensamiento nacional.

Veamos cuantos Forster figuran desde que Sarmiento escribió el Facundo en 1842, pieza angular de todo el pensamiento argentino posterior: Sarmiento, Alberdi, Fragueiro, Hernández, Juan Agustín García, Joaquín V. González, Quesada, Lugones, Rojas, Ugarte, Gálvez, Taborda, de Anquín, Jauretche, Astrada, Luis Juan Guerrero, Castellani, Virasoro. Cómo vemos no hay ningún Forster, ni nada que se le parezca.

El “anacronismo complicado” lo padecemos los argentinos que obedecemos y escuchamos todas las sandeces que dicen sobre nosotros los extranjeros o los que vienen del extranjero.

Porque nuestro problema ha sido y sigue siendo el ser un espejo opaco, que imita y encima imita mal, como dijo Perón.

Hoy la cultura mediática, que es la única que tiene vida propia, entronizó a una serie de personajes como este Forster, haciéndonos creer que “estos son los que piensan”, cuando, en realidad,  “estos solo piensan como se piensa”. Representan la existencia impropia de la que hablaba Heidegger. O, mejor aun, al pensamiento único que cuando está en el poder se transforma en “la policía del pensamiento”.

Flaco favor le hacen, al decir de Jauretche, “estos gringos” como Forster al gobierno kirchnerista, porque el pueblo distingue claramente entre los suyos y lo que no lo son. Se imagina alguno a Forster en una pialada o en una tabeada, estará “más perdido que turco en la neblina”. O comiendo empanadas de humita, diciéndole a la cocinera que a él no le gusta el humo. O bailando un tango con estilo mecánico como lo hace los turistas.

En algún momento el kirchnerismo, como los perros cuando salen del agua, se sacudirá y se sacará a estos personajes de encima.

Sigan los consejos de Horacio González, que aunque confuso algo barrunta: pensemos con cabeza y corazón propios.

 

(*) arkequeta, eterno comenzante

alberto.buela@gmail.com

www.disenso.org