LOS VERDADEROS FALSIFICADORES DE FOTOS, LOS VERDADEROS CRIMENES DE GUERRA

por Jonathan Cook

Jkcook.net

Durante la guerra de Israel contra el pueblo del Líbano, nuestros medios de comunicación, nuestros políticos y nuestros diplomáticos han conspirado con los agresores distrayéndonos con irrelevancias, inventando controversias, y expresando el lenguaje de la diplomacia. En cuanto a la frágil tregua que hoy se mantiene mientras el Líbano espera que Israel se retire, simplemente conseguimos más de lo mismo.

Un ejemplo de las muchas maniobras de distracción durante la guerra que revela muy bien su verdadero objetivo es el asunto de " la fotografía adulterada de Reuters". El supuesto escándalo de un fotógrafo libanés que retoca una imagen para añadir y oscurecer el humo de un ataque de misiles israelíes - de escaso o nulo efecto, esto debería señalarse - no sólo ha sido censurado por los activistas de los sitios web sionistas, sino que ha sido amplificado por los comentaristas "profesionales" al abrir un debate sobre si podemos confiar en las imágenes de esta guerra.

¿Quién se beneficia con estas dudas? Si no podemos estar seguros si una fotografía es genuina, entonces tal vez muchas más que supuestamente muestran a algunos de los 1.000 civiles libaneses masacrados por el bombardeo de Israel también están adulteradas. Tal vez los muertos han sido pintados con aerosol. así tan fácilmente como una nube de humo. Tal vez también, si se quita el humo, nosotros hasta seríamos capaces de ver que Israel tiene " el ejército más moral en el mundo".

Mucho peor que el escándalo de la fotografía, y de lo que no se habla, es que las imágenes de la guerra que vimos durante el mes pasado en nuestros medios de comunicación occidentales eran constantemente manipuladas, día tras día. No por los fotógrafos ordinarios que arriesgan sus vidas, y esperan hacer su fortuna, transmitiendo la realidad de guerra, sino por los directivos mayores de los periódicos y de las cadenas de televisión que aseguran nunca nos enfrentamos con esa realidad.
Las imágenes eran desechadas o podadas si ellas insinuaban cómo se ven realmente el sufrimiento y la muerte. No mostraron al público occidental la fila de cadáveres carbonizados tirados en las calles, o la agonía de un hijo que presiona un trozo de paño sobre el brazo cercenado de su madre mientras ella se desangraba moribunda, o el bebé aplastado que es retirado de los escombros.

Nuestros editores de noticias y de imágenes dicen que se trata de buen gusto. Ellos justifican sus decisiones alegando que nosotros no deberíamos explotar a las víctimas de la guerra mostrando las imágenes obscenas de su muerte - una excusa como nunca antes útil ya que no podemos saber lo que los muertos habrían escogido. De modo más considerable, sin embargo, la exclusión de las imágenes significativas del coste humano de la guerra nos preserva de entender las consecuencias espantosas de las acciones militares de Israel, un ataque autorizado y apoyado por nuestros medios de comunicación occidentales, nuestros políticos y diplomáticos, e indirectamente por nuestros impuestos.

¿Cuánto tiempo más le hubieran permitido a Israel continuar con la guerra si el público estadounidense hubiese visto aquellos cuerpos carbonizados o los bebés muertos? ¿Cuánto tiempo más la mayoría de los espectadores occidentales hubieran permanecido callados si ellos hubiesen observado la clase de imágenes que se muestran diariamente en los canales satelitales árabes? ¿Podríamos entonces nosotros comenzar a entender por qué nos odian ellos - y lo que sería más beneficioso, por qué deberíamos odiarnos a nosotros mismos?

El objetivo igual ha sido alcanzado en la arena diplomática a través de los infinitos debates sobre si la ofensiva de Israel fue "desproporcionada" -una palabra que provoca un bostezo casi al segundo de que es pronunciada– en vez de si era necesaria. Y también a través de la controversia iniciada por el coordinador de ayuda humanitaria de la ONU, Jan Egeland de las Naciones Unidas, sobre los combatientes de Hizbullah " cobardemente camuflados " entre los civiles libaneses, un comentario hizo mientras en estaba en Jerusalén, no en Beirut, basado en pruebas que él nunca ha difundido. Es realmente asombroso que el representante del mundo para asuntos humanitarios provocó la mayor conmoción en esta guerra -en la que más de 1.000 libaneses fueron masacrados y en la cual otros cientos de miles perdieron sus hogares- recriminando a Hizbullah para justificar los miles de ataques aéreos israelíes sobre las áreas civiles del Líbano. Así es la sinrazón de la lógica y de la moralidad de nuestros dirigentes.

Y estamos otra vez en el mismo lugar con las actuales discusiones sobre cómo serán reconstruidos el Líbano e Israel después de la lucha. La reconstrucción - otra palabra que provoca el inmediato aburrimiento - llena los requisitos perfectamente: ambas naciones, nos dicen, necesitarán mil millones de dólares para reparar el daño hecho a sus infraestructuras. El cuento de las pérdidas astronómicas nos trasmite a nosotros de un modo tranquilizador la sensación de que los problemas técnicos tarde o temprano serán solucionados y de la absoluta simetría y justicia para aliviar el sufrimiento de estas dos naciones. Ambos pueblos afrontan una carga terrible financiera impuesta por la guerra, ambos igualmente merecen nuestra compasión.

Pero vamos a detenernos aquí. ¿Cómo exactamente son equivalentes las pérdidas materiales de estas dos naciones? Las de Israel provienen sobre todo de los enormes gastos de sus ataques sobre el Líbano, de las decenas de miles de misiles arrojados sobre sus ciudades y pueblos, que masacraron sobre todo a civiles, y del daño a los tanques, helicópteros y buques de guerra que eran parte de la maquinaria que necesitó para invadir a otro país soberano. La mayor parte del resto del coste derivará de las pérdidas de ingresos por turismo e inversión como consecuencia de una caída en la confianza causada por Israel, que emprende una guerra innecesaria para la vuelta de dos soldados capturados por Hizbullah en vez de entablar negociaciones. Una ínfima parte de los mil millones de pérdidas de Israel ha sido infligida por la agresión de Hizbullah.

El daño material causado al Líbano entra en una categoría completamente diferente. Los caminos y puentes bombardeados, las decenas de miles de casas en ruinas, las centrales eléctricas , fábricas y estaciones de servicio destruidas, la marea negra que cubre la mayor parte de la costa libanesa son el resultado directo de la campaña de bombardeo de precisión de Israel de la infraestructura civil libanesa.

Piense cómo podría considerar su tribunal local las respectivas reclamaciones de estas dos naciones si esto fuera una discusión doméstica entre vecinos. ¿Vería un juez con un poco de comprensión la demanda de un hombre que exige una compensación de su vecino por el daño causado a su costosa maza después de haberse comportado como un loco destruyendo la casa del vecino, así como por la pérdida de su reputación a consecuencia del ataque, cuando él se encontró catalogado como el paria de la vecindad? ¿Habría alguna diferencia si pudiera demostrar que su vecino lo había insultado provocativamente antes de que él continuara con sus destrozos?

Increíblemente, una reclamación similar aún puede ser escuchada - y posiblemente con comprensión - por los tribunales civiles de los EE.UU. si los abogados israelíes tienen éxito en presentar un caso por daños contra el gobierno libanés.

Pero todo esto, como "el asunto de la fotografía falsificada", es otra maniobra de distracción. La verdadera cuestión que debería ser el tema más apremiante ubicado a la cabeza de la agenda del mundo no es una evaluación de los crímenes mutuos contra la propiedad, sino de los crímenes en su mayoría unilaterales contra los seres humanos; los masivos crímenes de guerra israelíes que han sido cometidos durante todo el mes pasado en el Líbano y cuyos efectos seguirán cuando las bombas de racimo destrocen a los refugiados que regresan (muchas de las bombas menores permanecen en el suelo sin estallar y luego pueden causar heridas a los civiles, como si fueran minas terrestres), y que todavía están siendo cometidos todos los días contra los palestinos de la Franja de Gaza y la Ribera Occidental.

Este urgente caso moral está siendo pasado por alto en forma disimulada dándole prioridad a la historia de los daños y perjuicios materiales, y por motivos no difíciles de percibir. Porque si nos concentramos en el cálculo de los crímenes de guerra, Israel sería el indudable ganador, tanto en el Líbano como en la Franja de Gaza.

Jonatán Cook es escritor y periodista con domicilio en Nazareth, Israel. Él es autor del libro próximo a publicarse " La Sangre y la Religión: El desenmascaramiento del Estado judío y Democrático " editado por Pluto Press, y disponible en los Estados Unidos a travésde la Universidad de Prensa de Michigan. Su sitio web es www.jkcook.net