ALGO
ACERCA DE LA FE
(a propósito de las próximas navidades) por
Alberto Buela (*) Hace
varios años viajando de un campo a otro por la desolada ruta 40, la que
corre a lo largo de todo el territorio argentino pegada a la cordillera de
los Andes y justo en la parte más solitaria y hostil (el paisaje lo hiere
a uno), a la altura de Puelén en el desierto de Inmediatamente
nos vino a la mente el título del libro homónimo del filósofo peruano
Wagner de Reyna en donde va a sostener que la fe siempre es poca, es
insuficiente pues lo que pone el hombre de su parte resulta diminuto en
comparación con la grandeza de la verdad vislumbrada (1) Es
sabido, que la más acabada definición del concepto de fe, desde la época
de los Padres de Esta
definición está compuesta por dos partes una primera que se mueve en el
plano ontológico y una segunda en el plano gnoseológico. Así cuando se
afirma que la fe es “la sustancia
de las cosas que esperamos” se menta al fundamento último de las
cosas por venir. Nos movemos aquí en el plano ontológico. La fe en este
aspecto nos hace presente las cosas futuras y aquí encuentra su anclaje
la esperanza, otra de las virtudes teologales, que entiende el futuro como
advenir= adventus y simple futurum al modo del hombre precristiano
que veía las cosas futuras como simple espera. (2) Mientras
que cuando se afirma que “es prueba de las realidades que no vemos” nos movemos en el plano
del conocimiento que nos aporta la certidumbre sobre aquello que no
podemos ver. Así la fe como adhesión a aquello que Dios nos ha revelado
nos otorga un conocimiento privilegiado, pues Dios no puede decir sino la
verdad y nada más que la verdad. “Pero el hilo de la fe del cual pende toda la certeza respecto del ser
trascendente-divino y su mensaje, es muy delgado, afirma con toda
propiedad el filósofo alemán Eric Voegelin (3). Es que la verdadera fe
abre la duda. Es como un faro en la niebla, no pierde su luz pero no llega
lejos. La opacidad es la esencia de las circunstancias que rodean al
creyente que tiene conciencia de sus limitaciones, de “la
poquedad de la fe”. Ahora
bien, de dónde le viene al hombre el fundamento y las pruebas de lo
invisible? Algunos como los voluntaristas dicen que de la fortaleza de su
voluntad. Lo que mueve al creyente creer, es su propio querer creer, su
propia voluntad. Pero muy bien observan, tanto y pensador pagano como
Alain de Benoist como un pensador católico como el mencionado Wagner: no
se cree porque se dice que se cree ni se tiene fe porque se afirma que se
la tiene. Lo que se cree por la fe, no depende del acto de creer sino
de aquello que éste muestra. Aquello trascendente al mundo de las cosas
que podemos experimentar y mensurar. En
el otro extremo están los fideístas, básicamente el mundo protestante,
para quienes la fe es un don sobrenatural que depende exclusivamente de la
voluntad de Dios. Si
bien la fe es un don, una gracia de Dios. Y en la fe del creyente Dios es
el responsable último, la fe se pide, es poca y flaquea casi siempre. El
hombre en un acto libre de su voluntad la tiene que solicitar y puede
aceptar o rechazar esta gracia de Dios. Hay
gente que quiere tener fe y no lo logra porque, más allá de acto debido
a la bondad de Dios de otorgarla, se necesita la fortaleza del alma para
sostenerla y no todos los hombres son capaces de ello. La mayoría
necesita ayuda institucional y busca el apoyo de A
la fortaleza de alma se llega luego de un largo ejercicio en la práctica
cotidiana de todo aquello que hace a la integridad intelectual, espiritual
y física del hombre. Hay que recordar que la esencia de la fortaleza está
más en el saber soportar= sustinere,
que en el poder agredir = agredere. Y
si bien la fe es, antes que nada, un don gratuito de Dios, que puede
otorgar aún sin que se la pida, el hombre debe preparar el recipiente de
la fe, que es él mismo. Con
razón decía Ortega que las ideas se tienen y las creencias nos tienen.
Las ideas son ferencias y las creencias preferencias. Fe
se dice en latín fides y en
griego pistis, ambas participan
de la misma raíz pith del verbo
peitho que significa escuchar,
enterar, convencer, confiar. Pisteuo
de la misma raíz significa creer, del latín credo
donde está presente la raíz do
(dar), así quien da (acreedor) cree y confía que le será devuelto
lo prestado. El
adjetivo pistos (digno de fe,
confiable) participa de la misma raíz del originario pith. Y el confidente, aquel con quien se comparte la fe es el mismo
con quien se comparte el secreto, lo que está encubierto que en griego se
dice lethes que es lo contrario
de a-lethes, (desoculto o
verdadero). Así siguiendo esta secuencia etimológica la fe se relaciona
con la verdad. En
tal sentido los viejos teólogos realizaban el siguiente silogismo: Como
la fe es la adhesión a lo enseñado por Dios a través del dato revelado
y Dios no puede decir sino la verdad; esto lo ha dicho Dios, luego es
verdadero. O
creer o reventar, diría mi abuela Así
pues, aquello que comenzó por un planteo ontológico: el fundamento de
las cosas que se esperan, y gnoseológico: la prueba de las cosas que no
se ven, pasó por la dialéctica solicitud – disposición- gracia, para
terminar en la convergencia de fe y verdad. (*)
arkegueta, eterno comenzante UTN-
Federación del Papel (1) Wagner de Reyna, Alberto: La poca fe, Ipec, Lima 1993, pp.168 a 172 (2) Es llamativa la sugerencia que nos hace la etimología. Pues futurum= lo que será, es el participio presente del verbo fuo, que a su vez viene del griego phyoo=generar, cuyo sustantivo es physis=naturaleza. Así, ese futuro del hombre anterior a Cristo se espera que ocurra dentro de un proceso físico regular más vinculado a la esperanza cotidiana y mundana de un acontecer determinado por la naturaleza. (3) Voegelin, Eric: El asesinato de Dios y otros escritos políticos, Ed. Hydra, Buenos Aires, 2009, p. 179
|