EL FIN DEL MUNDO

por Denes Martos   -  http://www.denesmartos.com.ar

 

Así como me encantan las teorías conspirativas – aunque no crea en ellas para nada – también me apasiona todo lo que tenga que ver con las predicciones sobre el fin del mundo. Por supuesto, tampoco creo en esas predicciones pero las encuentro de lo más divertidas. Al fin y al cabo no hay que creer en una fábula para disfrutar de ella y, en el caso de los mitos apocalípticos, lo realmente divertido es ver cómo hay personas que se devanan los sesos para hacerlas creíbles y luego, cuando la cosa no funciona, inventan las historias más estrambóticas para seguir haciendo creer lo increíble. Y lo más fantástico de todo es que siempre - ¡siempre! – encuentran crédulos que se tragan el cuento.

La reflexión me surgió hace cosa de cuatro días cuando, el 11 de mayo pasado, unos cuantos tanos – y créanlo o no: también un montón de chinos – salieron corriendo de Roma por la supuesta predicción de un tal Raffaele Bendandi (1893-1979) quien, hace un buen par de décadas atrás, habría predicho que el 11 de mayo de 2011 Roma sería arrasada por un terremoto. No se trataba, por supuesto, del fin del mundo pero supongo que, para el que le cae encima una torre de 10 pisos, la diferencia no debe ser mucha. Y lo de Bendandi es interesante porque, según consta, predijo el terremoto centroamericano de 1923, el balcánico de enero de 1924, el de Friuli de 1976 y varios otros más, en algún caso hasta con testimonio asentado ante escribano público varios días antes. Así y todo, el 11 de mayo de 2011 pasó y en Roma no se espantaron ni siquiera las palomas de la Plaza de San Pedro. Pero no ocurrió lo mismo en Murcia, España, que se sacudió con dos temblores – uno de 4,4 y otro de 5,2 Richter – con lo cual, Don Bendandi, que en paz descanse, se habría equivocado de lugar (por cosa de unos 1.300 Km) pero no de día.

Lo cual no dejaría de ser notable, salvo por un pequeño, minúsculo, detalle:  Raffaele Bendandi nunca predijo que habría un terremoto el 11 de mayo de 2011 en Roma. Después de su fallecimiento, varios de sus papeles fueron destruidos por un incendio y en algunos fragmentos remanentes hay, es cierto, referencias a los años 2011 y 2012 pero sin especificar fechas exactas, ni lugares precisos. Los custodios de los documentos de Bendandi incluso negaron expresamente que existiese una predicción para el 11 de mayo de 2011. De modo que lo sucedido hace unos cuatro días atrás no deja de tener cierto misterio: o bien alguien le embocó a la fecha por pura casualidad; o bien alguien tuvo acceso al método de Bendandi e hizo los cálculos adecuados.

En todo caso, lo indiscutible es que el historial de aciertos de Bendandi es estadísticamente mucho mayor que el que cabría esperar de los aciertos puramente casuales de un mero charlatán. El hombre por cierto que tenía un método y, cualquiera que éste haya sido, en mi muy humilde opinión bien valdría la pena investigarlo en serio y a fondo. Un embustero improvisado simplemente no puede tener esa cantidad de aciertos puntuales. Y la prueba de ello está en la nada pequeña colección de embusteros y charlatanes que han pronosticado – con varios que siguen pronosticando – el fin del mundo.

Tomen, por ejemplo, el caso de un sujeto llamado William Miller. Hacia mediados del Siglo XIX y a través de un complicadísimo sistema de cálculos basados en diversos pasajes de la Biblia, este predicador anabaptista norteamericano llegó a la conclusión de que el mundo actual terminaría con la Segunda Venida de Cristo en el año 1843; específicamente “en algún momento entre” el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. Naturalmente, cuando el 21 de marzo de 1843 pasó sin pena ni gloria, se recalcularon los datos y se llegó a la conclusión que la fecha correcta sería el 18 de abril de 1844. Pero hete aquí que ese día también pasó sin novedades. Así que, vuelta a recalcular las cosas, y Samuel Snow, un discípulo de Miller, afirmó que la fecha sería el 22 de octubre de 1844. Pero Dios, aparentemente, no se dio por enterado. En consecuencia, el 23 de octubre de 1844 el sol salió como todos los días y, por suerte, desde ese día en adelante sigue saliendo en forma normal. Lo más extraordinario de todo es que, a pesar de todas estas profecías fallidas, Miller sigue siendo el inspirador de varias denominaciones protestantes tales como los Adventistas, los Testigos de Jehova, los Cristianos del Advento, o los Adventistas del Séptimo Día. Es más, el hombre hasta sigue teniendo sus propios seguidores bajo la denominación de “milleristas”.

Después de Miller, los profetas apocalípticos fueron, en general, un poco más cuidadosos en eso de fijar fechas exactas. Hacia mediados del Siglo XX, Dorothy Martin una ama de casa de Chicago que había participado de la secta de “cientología” fundada por L. Ron Hubbard, anunció que el 21 de Diciembre de 1954 el mundo terminaría en un gran diluvio, pero que los auténticos creyentes serían salvados por extraterrestres que los rescatarían en un plato volador. Cuando ese día no hubo ni diluvio, ni plato volador, la buena señora anunció que el mundo había sido salvado y Dios había cancelado el evento gracias a la fe de los que creyeron en la profecía.

De todas las profecías apocalípticas esta es una de las que siempre más me han gustado. Porque es muy ingeniosa. Imagínense: voy y les anuncio que el fin del mundo se producirá dentro de 15 días. Por supuesto, dentro de 15 días no va a pasar absolutamente nada, pero el día 16 me presento por todos los noticieros de TV anunciando: “¡No saben de la que se salvaron! ¡Nada menos que del Apocalipsis! ¡Y todo gracias a mí y a la fe de mis fieles seguidores!.” Como recurso de marketing es brillante; no me digan que no.

Sin embargo, reconozco que no todos los anuncios del fin del mundo resultan divertidos. Algunos realmente dan escalofríos y terminaron en catástrofes. En Uganda, el Movimiento de la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios anunció el fin del mundo para el 1° de enero de 2000. Cuando ese día no pasó nada, se fijó una nueva fecha para el 17 de marzo de 2001. Ese día los fieles se congregaron en su iglesia y de pronto los vecinos escucharon una tremenda explosión que destruyó el edificio e inició un incendio en dónde murieron 530 personas incluyendo docenas de niños. Las investigaciones posteriores revelaron que, aparte de esas 530 personas, en otros lugares se hallaron al menos otras 395 que fueron envenenadas o ejecutadas algunas semanas antes del incendio de la iglesia. Y, aunque el hecho no se relaciona específicamente con el fin del mundo, tampoco puedo olvidar el caso de Jim Jones y su Templo del Pueblo que el 18 de noviembre de 1978 organizó un suicidio masivo en Guyana en el cual murieron más de 900 personas, 300 de las cuales fueron niños.

Pero, aparte de estos y varios otros casos trágicos en dónde realmente no hay nada gracioso – en absoluto – también hay toda una serie de otros que son para alquilar balcones en el teatro de la estupidez humana.

¿Alguien de ustedes oyó hablar del planeta Nibiru? ¿No? Pues prepárense porque hacia 2012 probablemente escuchen algo. Según Zecharia Sitchin es un planeta que orbita el sol cada 3.600 años y que habría sido descubierto por los sumerios y eso que – ahora agárrense fuerte porque viene lo mejor – Nibiru ¡es invisible! Cómo hicieron hace cosa de 5.000 años atrás los buenos sumerios, que no tenían telescopios, ni mucho menos satélites, para descubrir un planeta invisible es una buena pregunta. La respuesta es que la existencia de Nibiru – o Planeta X como también se lo llama a veces – les fue revelada por los Anunnaki, es decir: unos extraterrestres provenientes de las profundidades del espacio.

La idea de Sitchin aparentemente le gustó un montón a una señora llamada Nancy Lieder quien también está en contacto con extraterrestres, aunque no con los Anunnaki puntualmente sino con unos vecinos de ellos que habitan un misterioso planeta en las cercanías de la estrella Zeta Reticuli. Según ella, estos muchachos le informaron que Nibiru pasaría por nuestro sistema solar y lo desordenaría por completo durante el mes de mayo de 2003. Coincidentemente, la secta japonesa Pana Wave predijo que el planeta chocaría contra la tierra el 15 de mayo de ese año. Efectivamente, ese día la ciudad de Tokio sufrió un pequeño movimiento sísmico pero, afortunadamente, la única persona afectada fue un niño que se cayó de la cama y que se quebró un brazo. Como eso no podía ser considerado una catástrofe – excepto para el pobre chico por supuesto – la secta reprogramó el fin del mundo para el 22 de mayo. Pero también ese día pasó sin choques planetarios. No sólo eso: todo el mes de mayo del 2003 pasó sin Planetas X a la vista y sin Nibiru haciendo acto de presencia por ningún lado. De modo que, al menos la señora Lieder, aplazó la catástrofe para diciembre de 2012.

Y aquí tenemos una hermosa coincidencia. Porque sucede que el 21 de diciembre de 2012, o más exactamente: el día del solsticio de invierno (hemisferio norte) o de verano (hemisferio sur) termina un ciclo en el famoso Calendario Maya. Los almanaques aparentemente han ejercido un misterioso efecto sobre los pronosticadores apocalípticos. Por ejemplo, los cambios de siglo han sido desde hace bastante tiempo ocasiones típicas para anunciar el fin del mundo. Porque el año 2000 adquirió fama de catastrófico no sólo en Uganda.

En 1981, interpretando supuestamente a Nostradamus, el francés Charles Berlitz predijo que en 1999 los polos de la tierra se invertirían y que, a partir del 5 de mayo de 2000 habría explosiones solares, enormes terremotos y hasta “explosiones sísmicas”. No sé que es una “explosión sísmica”. Lo único que sé es que la actividad solar tiene un ritmo de aproximadamente 11 años y lo ha venido teniendo desde hace unos 4.500 millones de años sin destruir la tierra. Y para los que no temen una explosión solar sino, por el contrario, un enfriamiento progresivo de nuestro sol, permítanme tranquilizarlos: están en lo cierto, el sol se va enfriando, pero para que eso nos afecte en algo faltan unos 5.000 millones de años, así que duerman tranquilos.  Por otra parte también averigüé que la inversión de la polaridad magnética de la tierra es un fenómeno que tiene lugar algo así como cada 400.000 años (en promedio) pero eso no significa que la tierra dé una vuelta campana y quede de cabeza con el polo sur apuntado para el norte. En el peor de los casos lo único que vamos a tener que hacer al respecto es ir recalibrando nuestras brújulas; y hasta eso se puede volver bastante secundario desde que tenemos los GPS.

Pero volvamos a los Mayas.

¿Dice el Calendario Maya que el mundo termina el 21 de diciembre de 2012?

No. Para nada.

Lo único cierto es que un ciclo del Calendario Maya termina en esa fecha. Pero el ciclo de mi almanaque del año pasado terminó el 31 de Diciembre de 2010 y no por eso el mundo desapareció el 1° de Enero del 2011. Al menos no que yo sepa.

Los mayas elaboraron un maravilloso y muy complicado almanaque basado en múltiples ciclos. La mayoría de estos ciclos se acumulan por múltiplos de 20. Así 7.200 días (360 x 20) forman un “katun” maya. Veinte de estos “katun” forman un “baktun”: 20 x 7.200 = 144.000 días, vale decir: algo más de 394 años nuestros. El 21/12/2012, según los Mayas, termina el “baktun” N° 13. Ahora bien, podemos hacer todo un ensayo cabalístico sobre el “21/12/2012” (que los mayas no hubieran escrito así ni siquiera en estado de ebriedad cataléptica) y hasta alimentar nuestra triscaidecafobia con eso del “baktun” N° 13, pero, ningún sacerdote maya nos ha dicho que con el decimotercer “baktun” se acaba todo. Es más: el Calendario Maya sigue corriendo: 20 “baktuns” hacen un “pictun” del mismo modo que 100 años nuestros hacen un Siglo. Y si el mundo no terminó el primer día del Siglo XIV tampoco veo por qué tiene que terminar el primer día del “baktun” N° 14, o cuando empiece el próximo “pictun”.

Pero claro, si el Calendario Maya falla, siempre nos queda Nibiru como consuelo. La única macana con Nibiru es que ningún astrónomo serio, ni profesional ni amateur, lo ha visto jamás. Y eso que, si fuese del tamaño que dicen que tiene y estuviese a la distancia que se alega, no sólo debería ser visible a simple vista sino que, a esta altura del partido, faltando apenas unos meses para su irrupción fatal, tendría que ser el astro más brillante de todo el cielo. Los que dicen saberlo todo afirman que no lo vemos porque se esconde detrás del sol. Pero, si se esconde detrás del sol, ¿cómo es que tiene una órbita que lo hace aparecer cada 3.600 años? ¡Misterio! Tendré que preguntárselo a cierto amigo mío que vive en Alfa Centauri. Porque yo también tengo mis contactos; no vayan a creer que no.

Por supuesto, están las fotografías que, según otra de las hermosas teorías conspirativas, la NASA esconde y no quiere mostrar. Pero las fotografías que andan dando vueltas por Internet son tan obviamente productos de Photoshop que hasta me animaría a hacer una yo mismo. Aunque llegaría tarde: ya son varios los estudiantes de computación y de diseño gráfico que han armado unos hermosos “Nibirus” y “Planetas X” con software de diseño. Ni hablemos de Hollywood y sus películas de cine-catástrofe. Tengo un hijo que es del oficio y les apuesto lo que quieran a que, si se sienta a la Mac, les arma un Nibiru con todos los chiches en menos de media hora.

 ¿Se terminará el mundo? Seguramente. Algún día. Pero exactamente cuando, eso es algo que, según San Mateo (24:36), ni Jesucristo pudo decir: “En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.

De modo que no se preocupen por los mayas, por Nibiru, por los terremotos, por los sumerios, por los extraterrestres ni mucho menos por los “visionarios” que, en el mejor de los casos, hacen un fenomenal negocio con su literatura chatarra y, en el peor de los casos, llevan la gente al suicidio o a la locura.

En 1969, en su quinta conferencia sobre el Apocalipsis, el padre Leonardo Castellani decía refiriéndose a los Últimos Tiempos y al Anticristo que es su protagonista central: “El Anticristo representa la condensación de la maldad en un hombre. Las religiones antiguas tenían también esa idea, por lo menos la Hindú y la Persa y, si la maldad tiene que ir creciendo hasta el Fin – como dicen Daniel, Cristo y San Juan – hasta llegar a la Gran Apostasía y el crimen de la adoración del hombre; entonces tiene que ser así, es la ley de la historia (. . .) “

En algún momento Renán llegó a decir: "El Anticristo ya ha cesado de atemorizarnos". Pero – señala Castellani – cuando apareció Hitler, los franceses, los ingleses y los demás salieron corrieron a llamarlo “Anticristo”. Y hoy, cada vez que se pegan un buen julepe, corren a anunciar que ha aparecido un “nuevo Hitler”. O sea: la misma pavura pero por interpósito personaje.

Sin embargo, a los que tienen sus valores bien afirmados y están dispuestos a hacerle frente, esa “condensación de la maldad” – el Anticristo – no los asusta en absoluto porque, como termina diciendo Castellani: “A nosotros ya cesó de atemorizarnos porque sabemos de seguro que »va muerto« como dicen los porteños. Pero antes de morir va a dar grandes estornudos, pues aún no nació y ya estornudó. . . ”

Por eso, olvídense de las fechas, de los Niburu y de los calendarios.

Préstenle atención a esos estornudos.

Sobre todo a los de nuestros políticos y a los de ciertos intelectuales que parecen haber nacido resfriados.