EL FORTÍN: NUESTROS PRIMEROS 25 AÑOS

por Marcos Ghio

 

El 2 de abril de 1985 un grupo de argentinos que habitábamos en ese entonces en la Patagonia inauguramos la edición del mensuario El Fortín. La elección de dicha fecha no era una circunstancia casual. Tres años antes, un glorioso 2 de abril de 1982, la Argentina había por primera vez, en todo el siglo pasado, insinuado la posibilidad de romper con una larga tradición de sometimiento al occidente moderno representado paradigmáticamente por Inglaterra, nuestro enemigo histórico, aquella nación que ya desde los orígenes mismos de nuestro período virreinal, intentara inculcarnos la concepción mercantil de la existencia que hoy nos rige. Este proceso, que fuera primeramente desbaratado en sus fallidas invasiones de 1806 y 1807, lograría un renovado impulso a partir de nuestra Revolución de Mayo, época en la cual, tras haberse logrado nuestra ‘emancipación’, comenzó a implementarse también y paulatinamente el libre comercio con Inglaterra, es decir nuestro sometimiento al consumismo patológico implementado a partir de su revolución industrial efectuada en ese mismo siglo. Tal proceso, a pesar de un breve período de 20 años de sana reacción durante el gobierno de Rosas, se consolidaría en la primera mitad del siglo pasado cuando la Argentina pasó a convertirse, según palabras de uno de sus ministros, en una de las ‘gemas más preciadas de la Corona británica’, por lo que nuestro país quedó reducido por décadas al rol de proveedor de materias primas del Primer Mundo, para recibir a cambio sus chucherías tecnológicas y su cultura decadente implementada a través de sus distintas democracias.

El golpe militar de 1976, efectuado en un momento de severa crisis, había defraudado ya desde sus mismos inicios a todos aquellos que queríamos terminar con este sistema perverso de los partidos políticos, impuesto por el liberalismo yanqui y británico, en la medida que en sus postulados había manifestado su intención no de derogarlo, tal como hubiese correspondido, sino de ‘sanearlo’, lo cual bien sabemos que es una cosa utópica e imposible. Sin embargo, a pesar de tales limitaciones, el 2 de abril de 1982, cuando repentinamente se resolvió hacerle la guerra a nuestro enemigo ancestral, se despertó una esperanza en muchos de nosotros en tanto consideramos que había comenzado la gran posibilidad de hacer la verdadera revolución que precisaba nuestra patria a través de una lucha abierta en contra de los principios por éste representados. Lamentablemente nuestras expectativas se vieron defraudadas al poco tiempo en la medida que sea el gobierno militar, como otros estamentos del país, especialmente la Iglesia católica, hicieron hasta lo imposible por coartar dicho proceso y la consecuencia de ello fue que con nuestra derrota militar sobrevino la más grave de todas que se consumó a través de esa invasión aluvional de cultura moderna decadente que hoy vivimos hasta límites de paroxismo, con su consumismo, con sus democracias, con su inmoralidad sexual y hedonista, con sus corrupciones minúsculas y profundas de todos los matices posibles. Este proceso, que hemos definido como de democracia universal y que ha sido causa de una sucesión interminable de postergaciones y desavenencias, intentó vanamente ser detenido por varios grupos de patriotas en distintos lugares de nuestra patria.

Nosotros que en ese entonces asumíamos la calificación de nacionalistas, término que luego hemos sustituido por el más preciso de evolianos para poder diferenciarnos de tantas manifestaciones caducas que produjera tal espectro, empezando por su expresión católica y güelfa, consideramos que luego de nuestra derrota del 14 junio comenzaba un acelerado movimiento de disolución nacional el cual iba a pasar por la sustitución del concepto de nación comprendido como categoría espiritual unificadora por el de la mera defensa de los intereses de las partes que la componen. Y este fenómeno se expresaba especialmente con la falaz reivindicación del federalismo el cual había dejado de ser totalmente aquel valor que existiera en la guerra civil del siglo XIX entre liberales centralistas que querían hacer su revolución desde el Estado y tradicionalistas que defendían las libertades propias de instituciones informadas en valores ancestrales. Ahora, en tanto que las mismas habían sido inficionadas al haber claudicado en sus principios, debíamos ser nosotros los ‘unitarios’ encargados de transformar la sociedad desde el Estado ante el nuevo federalismo sustentado esta vez por los propios liberales a través de su Constitución del 53’, un instrumento fabricado expresamente con la finalidad de disgregarnos como Nación y convertirnos en cambio en una factoría moderna. Fue así como en la Patagonia combatimos con vigor desde el primer número de nuestra publicación el proyecto secesionista que allí se venía implementando habiéndose expresado en primer término, a la manera de un cuento fantástico, en un matutino regional en donde se proponía abiertamente la constitución de los Estados Unidos de la Patagonia resaltándose, del mismo modo en que hoy lo hace la Liga del Norte en Italia, que si los patagones administraran para su muy escasa población la totalidad de los propios recursos se convertirían en una de las naciones más prósperas del planeta. Dicho criterio materialista no era por otra parte muy disímil del que se había sustentado en el famoso plebiscito por el Beagle en 1984 en donde se manifestara la conveniencia de desprendernos de tales islas pues carecían de valor económico, el que en cambio podíamos obtener a través de un próspero comercio con nuestro vecino. Nosotros nos considerábamos nacionalistas en ese entonces no en tanto postuláramos una mera defensa egoísta de nuestros intereses, sino en la medida que considerábamos que la nación era una entidad de carácter espiritual, un principio superior y trascendente que se erguía por encima de las partes.

La recepción que tuvo El Fortín en la primera etapa que duró entre su fundación y 1986 fue sumamente vasta. A lo anterior se asoció una importante tarea de denuncia de las grandes inmoralidades que se vivían en tal región, en especial en la provincia de Río Negro con su gobierno del partido radical, el que en ese entonces también gobernaba en el resto del país. Una serie de desavenencias personales entre integrantes de la organización y principalmente una tremenda persecución judicial en contra de quienes lo dirigíamos y promovíamos, contando para ello los que gobernaban con un conjunto de jueces complacientes y genuflexos (1), hizo que por un tiempo el periódico tuviese que suspender sus ediciones. Durante ese período los miembros de la organización alentamos expectativas respecto de las distintas sublevaciones militares carapintadas que se sucedieron entre los años 1987 y 1990 a través de sus dos líderes Rico y Seineldín a quienes en su momento les brindamos nuestro apoyo aunque, en especial el suscripto, al poco tiempo se sintió sumamente defraudado por la conducta de ambos quienes demostraron, el segundo de ellos especialmente por el influjo recibido por la Iglesia, ser partes integrantes del sistema y no pretender en manera alguna hacer una revolución, tal como nosotros deseábamos. Rico lo confesó de entrada en su programa cuando manifestó querer constituir un partido político sustentando un ‘nacionalismo amparado en el Mundo Uno’, es decir lo opuesto exacto de lo que nosotros sosteníamos, que era un nacionalismo enfrentado al mundo moderno con el cual no queríamos tener nada en común. Los amparos buscados por este personaje luego se hicieron muy notorios cuando, tras haber logrado un cierto consenso electoral, pactó a cambio de dinero votar por la reforma constitucional en la Provincia de Buenos Aires que le permitiera a su gobernador poder ser reelecto. Y con respecto a Seineldin la estafa fue todavía peor en tanto convocó a los nacionalistas a votar por el entregador Menem al cual definió como ‘un argentino que piensa patrióticamente’.

De todo ese primer período reivindicamos no haber seguido a esos nefastos personajes y haber advertido respecto de sus intenciones. Quizás hayamos sido tibios al no haber negado en forma absoluta la posibilidad de constituir un partido político, de lo cual nos autocriticamos. Una postura verdaderamente alternativa debe ser totalmente antidemocrática y ello debe manifestarse, tal como dijera Evola, convirtiéndose en verdaderos convidados de piedra ante este sistema en el cual no debemos participar para nada.

Y con respecto a nuestra lucha en contra de la segregación de la Patagonia, en su momento no pudimos imaginar la riqueza de posibilidades en la entrega de la que era capaz nuestra clase política depredadora. En 1994, con la excusa de que se lo quería volver a votar a Menem y aumentar la cantidad de senadores por provincia para de esta manera distribuir mejor nuestras riquezas, se modificó la Constitución introduciéndose en forma disimulada, con la transformación de su artículo 104, lo relativo a la propiedad de los recursos naturales y principalmente del petróleo, los que de allí en adelante pasaban a no ser más de la nación argentina, tal como había sido hasta ese entonces, sino de las provincias. Por lo cual se daba así la peculiaridad de que un territorio con apenas 200.000 habitantes como Santa Cruz pasaba a ser propietario del 30% del petróleo de una nación de 40 millones. De esta manera no hubo más necesidad así de independizar a la Patagonia pues ha sido la Argentina la que ha terminado convirtiéndose en una colonia de la provincia de Santa Cruz, tal como está sucediendo ahora.

La última etapa de El Fortín, la que estamos viviendo ahora, se inaugura en 1994 cuando luego de iniciar las publicaciones de la obra de Julius Evola se constituye el Centro de Estudios Evolianos, el que a partir del pasado año, en razón del interés que tal obra suscitara en sectores de otros países de América pasó a denominarse Centro Evoliano de América. El Fortín de este modo ha sufrido una verdadera metamorfosis, de haber sido un órgano regional de denuncia y ocupado principalmente en cuestiones puntuales en un determinado lugar del país ha pasado a ser un medio abiertamente doctrinario de difusión en todo el mundo de habla hispana, siendo su meta principal la reivindicación del mundo tradicional en contraposición a su antítesis absoluta, el mundo moderno que hoy estamos viviendo.

En tal aspecto la lucha de El Fortín es hoy en día en forma total en contra del sistema democrático al que califica como el peor de todos los posibles. Reivindica pues el pasado imperial existente en nuestro suelo desde antes de la llegada de los españoles y toma como su punto de referencia más inmediato el orden que aquí existiera durante la Colonia reivindicando conjuntamente con el Imperio a la figura de los virreyes, los cuales tenían la ventaja de no ser elegidos por el pueblo, sino por el monarca luego de haber cumplido con un largo aprendizaje para el mando en su pertenencia y participación de órdenes como la de Santiago Apóstol y de Calatrava. De este modo la función de gobierno, en vez de ser concebida como la satisfacción de apetitos económicos y de poder, en donde las personas, en detrimento de cualquier principio superior, pretenden tan sólo exaltarse a sí mismas, adquiere en cambio un carácter vocacional y calificado.

Acontece así como en todas las funciones que no se encuentran determinadas esencialmente por la necesidad material. No es la muchedumbre la que elige al idóneo para gobernar una nación, sino que son sus pares los que lo hacen, del mismo modo que no son los estudiantes los que deciden quienes serán los médicos o los ingenieros, sino los calificados para hacerlo.

Este gran desafío de esclarecimiento y de retorno al sentido común que se desarrolla hoy en América en vísperas del bicentenario de su ‘independencia’ es el asumido por nuestra publicación en sus siguientes 25 años.

 

  1. Como un verdadero testimonio de la corrupción judicial y política existente en nuestro país, cuya descripción le ha hecho ganar el Oscar al realizador de la obra El secreto de sus ojos, en Río Negro tuvimos que pasar una serie de inconvenientes judiciales. El más increíble fue el suscitado por su ministro de gobierno al cual denunciamos porque para poder ser nombrado en tal cargo logró que el Supremo Tribunal de tal provincia le anulara una pena de prisión preventiva por haber emitido cheques sin fondo. Fuimos querellados por tal hecho dos directores de la publicación y el suscripto por ser considerado como su ideólogo principal. En la espectacular defensa del ministro se hizo notar que no era cierto que se lo había condenado por emitir ‘cheques’, sino por haber sido uno solo el que determinara su pena. Es decir que habíamos cometido el grave error de agregar una ‘s’ a nuestra nota. El juicio, por el que se nos solicitaba también la confiscación de nuestro patrimonio, se terminó, tras 4 años de persecuciones, en una banal absolución de posiciones cuando se le preguntó al querellante si era cierto que había sido además condenado por una quiebra fraudulenta. A lo cual se negó a contestar y resolvió entonces, para no levantar un nuevo e inesperado avispero, suspender sus actuaciones en la causa, por la que ésta terminó extinguiéndose. Se recordó más tarde que el presidente del Superior Tribunal que le anulara la condena al aludido, cuyo apellido era Machado, había sido antes de ser elegido en tal cargo, abogado defensor de un conocido violador de apellido Aikes. Es de destacar que este último, a pesar de haber violado salvajemente a una menor de edad cuando concurría a su trabajo, cuando asumió el nuevo gobernador radical le fue también anulada la condena a 10 años prisión de cumplimiento efectivo. Se supo que ello había sido porque su padre, poderoso hotelero de la ciudad de Bariloche, había hecho sustanciales aportes a la campaña electoral de tal partido. Pero lo interesante fue la defensa por la que su abogado defensor fue como premio elevado luego a presidente del Superior Tribunal. Alegó que como el hecho aconteció un 2 de abril de 1982, el día de la recuperación de nuestras Malvinas, fue el entusiasmo patriótico lo que lo llevó a violar. Una explicación ésta sumamente interesante que sirve además para explicar por qué durante tal período aumentaron tanto los nacimientos. Indudablemente si el realizador de aquella película hubiese conocido tales hechos habría encontrado un argumento de mayor entidad que le hubiera permitido también ganar el Globo de Oro.