México, domingo 23 de junio de 2006
por José Luis Ontiveros Yukio Mishima, el gran escritor japonés, que con su sepuku suicidio ritual reprochó al Japón contemporáneo la negación del espíritu samurai, me ha remitido al Hagakure de Yosho Yamamoto, Breviario del samurai, del hombre que sirve hasta la muerte a su Shogún, a su clan y al código de centralidad resplandeciente que se desprende del Bushido o camino de la caballería, tan semejante tanto al Orden de Caballería medieval de Raimundo Lulio como al sentido de ascesis y purificación que une en un mismo haz de flechas, la voluntad imperial azteca como la heroica concepción de la mitología nórdica y la conquista del Walhalla. Hay almas pequeñas que son subsumidas por la época, atrapadas por la inmediatez y la ambición, sujetas a la tiranía de los criterios mediáticos, y en ello sólo hay miseria y oprobio. Por eso es tan importante romper dentro de uno mismo con la época oscura que nos ha tocado vivir para mirar en el cielo, una vida marcada como quería el Che Guevara por el heroismo cotidiano. El Hagakure, cuyo nombre significa oculto detrás de las hojas, es de palpitante actualidad, una guía de conducta y un sentido distante de la vana existencia que nos impone una civilización sin alma. Su autor fue un guerrero, que a los 42 años se retiró a vivir en una ermita, donde asentó enseñanzas que en un principio eran secretas y escritas en particular para el clan Nabeshima al que pertenecía en el siglo XVI. ¿Qué nos muestra el Hagakure…? La belleza de la flor del cerezo, sakura,
que
es también símbolo del Sol Naciente. Saber vivir y saber morir en el
momento
justo. Una disciplina superior que nos hace vivir incluso cuando ya no lo
queramos, perseverar en los principios, conocer la intensidad y el fulgor
de
la espada del espíritu que se convierte en el alma del guerrero. Alejémonos
de la taberna sucia, Cara al Sol y preparando la mortaja, la incorruptible
bandera de la muerte. |