EN TORNO A LA IDENTIDAD

 

por el Prof. Pedro Godoy P.

 

Centro de Estudios Chilenos CEDECH  -  director@cedech.cl 

 

 

No es fácil definirla. Lo cierto es que no se nace con ella, sino se asume a través de un proceso educativo. La identidad individual comienza por asimilar el nombre. Otra familiar: supone incorporar apellidos y conocer y reconocer a los progenitores. Existe la identidad parental que induce a reconocer como "nosotros" a los "otros" que son consanguíneos o afines. La sexual de raíz genética la acentúa el entorno suprimiendo ambigüedades. Si tales identidades son de naturaleza distinta suelen complementarse. No obstante,  si son de la misma estirpe se repelen o colisionan. La identidad nacional es la que ahora interesa. Hay modalidades de ignorarla o estrategias de negarla, minimizarla u olvidarla. Se propone un debate sobre la materia recurriendo a manifestaciones de allá y de aquí, del ahora y del ayer reciente o remoto. Pareciera urgente encenderlo para captar -en su exacta dimensión- la crisis de identidad que afecta lo que denominamos ugartianamente (1) Patria Grande.

 

Fuimos testigos de cómo muere la identidad soviética. Varias decenios son insuficientes para internalizar en el alma de millones de habitantes del gigantesco Estado -fundado por Lenín sobre los escombros del Imperio de los Zares- aquella identidad cuya raíz no es territorial ni étnica, sino política. Apenas nace la Mancomunidad de Estados Independientes MEI rebrotan las identidades de tipo nacional. Incluso el núcleo de aquella macropotencia vuelve a denominarse Rusia y como tal es conocida hoy y sus habitantes retornan a la arcaica toponimia, al himno tradicional y a la vieja bandera así como al gentilicio raigal. Ni que referirse a los “países bálticos” o a las nacionalidades del Asia céntrica. Ayer Croacia repudia la identidad yugoslava. Los croatas no quieren ser yugoslavos. Belgrado no intentó privarlos de tal condición, sino sobreponer a ella otra de mayor envergadura. Sin embargo, de la repulsa pasan al quiebre.

 

Los hispanoamericanos -por 300 años- somos españoles. Hubo españoles metropolitanos y españoles americanos. Estos -o sus líderes- aprovechan la ocupación de la Península por Bonaparte y la acefalía del Imperio para precipitar la ruptura. Entonces viene el rechazo a la identidad de origen. Peor aun, para legitimar la fragmentación, se levantan las esclusas dándose rienda suelta a la leyenda negra lascasiana (2) que inocula complejo de inferioridad a Nuestramérica. Se trata del síndrome de la autodenigración. La Independencia se afirma entonces en un indigenismo que  -a todas luces- es palabrero porque los arquitectos de la emancipación son nietos o bisnietos de conquistadores y encomenderos, es decir, españoles. A fin de acentuar aun más el divorcio crean gentilicios nuevos que borran el antiguo. Así OHiggins  -por decreto- establece que los habitantes de su país son "chilenos". Al otro lado de la Cordillera de lo bonaerense se pasa a lo platense hasta que el Virreinato de la Plata se convierte en Argentina. Entonces los oriundos son argentinos. Es una identidad que se sobrepone a las provinciales.

 

La identidad que perece es la de españoles americanos. Se suplanta por esa de "americanos" a secas que nos empalma con EEUU. La manía del aislamiento se impone. La fomenta cada oligarquía lugareña. Una identidad por cada república y con olvido o rechazo de aquella otra que fuera tricentenariamente envolvente y aglutinante. Se acentúa la balcanización al asignar a cada jirón el rango de nación y al comarcalismo se le sinonimiza como "nacionalismo".  En la Colombia santanderina  escindida de la Gran Colombia de Bolívar surge -en el siglo XX- otro brote separatista que genera a Panamá. Allí la "panameñización" supone descolombianizar  esa república nacida bajo protección de la US Navy. Con apoyo de Washington se expande el sistema escolar y si bien no se impone el idioma inglés como en Filipinas o Puerto Rico, se enseñará Historia del bisoño Estado acentuándose las diferencias con el país del cual se secesiona. A ello se une pabellón, escudo, himno patrio, poemas, campañas de prensa y signo monetario.  

 

Ahora mismo Taipé busca generar la identidad taiwanesa  antagónica a la china. Pekín protesta, pero plasmar un pseudonacionalismo no es dificil. Se trata de una herramienta clave para legitimar el desmenuzamiento. Opera en el ámbito psicocultural. Implica el cultivo de la adhesión al entorno inmediato y el desprecio por el tronco originario. Timor -una esquirla de Indonesia-con apoyo de Occidente se independiza de Djakarta en función de estimarse "distinta" a sus compatriotas. Histerias de este tipo sacuden a Vasconia y Cataluña. Comienzan demandando autonomía cultural y finaliza con terrorismo tipo ETA. En la Edad Antigua hubo quienes, en Atenas, se sienten más áticos que griegos. Tal polis se divide entre adversarios y adherentes al proyecto integrador de Filipo presentado por la publicidad como  "invasor bárbaro" y por ende no helénico. La Persia imperial alienta a los aislacionistas.

 

Hoy quienes promovemos el unionismo, el integracionismo o el latinoamericanismo. Podemos usar estos y otros "ismos", en el fondo estamos en la brega por rescatar una identidad evaporada o pisoteada. Es una identidad meganacional. Se estima palanca de liberación y desarrollo. En 200 años -desde aquel parto prematuro que es la Independencia y con el consiguiente fracaso de militares como Bolívar, OHiggins, San Martín o Morazán y de intelectuales -Alamán, Bilbao, Vicuña Mackenna o Ugarte- el operativo logra éxitos sólo parciales. Ello, sin embargo, no invalida la bandera que para no pocos es divisa que conduce a suprimir el vasallaje y la pobreza. Al menos así lo sostienen quienes hoy se proclaman bolivarianos. Poseen vigencia -vale la pena advertirlo- antes del comandante Chávez. Lo ocurrido es que el Presidente de Venezuela lo reflota ahora como Perón en la década del 50.

 

La identidad nacional –según la escuela de Bolívar que también es la de Joaquín Edwards Bello y Felipe Herrera- sería aura que proporciona a un conglomerado convencimiento de origen común, motivación de pertenencia a un terruño no restringido por los hitos fronterizos y ánimo de conservar o reintentar el aglutinamiento. Los elementos estáticos de la identidad –acorde con Renan- son la raza –por cierto no concebida sólo como factor somático-, la lengua y la fe. El factor dinámico es la voluntad colectiva. Es un principio espiritual que supone comunidad de éxitos y de sufrimientos. Siempre siguiendo al mismo autor manifestemos que la identidad es un plebiscito  cotidiano así como la existencia del individuo es una afirmación de vida (3). Se somete a referéndum, según Ortega  un “proyecto sugestivo de vida en común”. En tal comicio –al menos hasta hoy- triunfan los centrifugadores. No obstante, es posible, en el siglo XXI, que Bolívar,como Teseo, supere el laberinto y aniquile al minotauro. La empresa no es fácil, pero si posible.

 

  

(1)  se alude a Manuel B. Ugarte quien, a comienzo del XX, rescata la noción bolivariana de una Latinoamérica reintegrada.

(2)  referencia al P. Bartolomé de las Casas quien, en el XVI, inicia campaña de defensa del pueblo indígena.

(3)    “¿Qué es una nación?”

(4)    “España invertebrada”