LA IGLESIA Y LOS MI-THÉOLOGIENS por Alberto Buela (*)
Hace rato que no leía un artículo tan confuso como el de Leonardo Balderrain titulado La derecha cristiana que viene y la izquierda que se va. Lo conocí a este hombre en La Plata junto con marote Ivancich (Rip) como pastor evangélico indeterminado, donde nunca me quedó claro si era pentecostal o anglicano, trabajando para el IPAP(Instituto provincial de la Administración pública) donde dictamos unas conferencias. Incluso alguna vez publicamos algo en conjunto. Ahora firma este artículo como capellán de la unidad 32, diócesis de Quilmes. ¡Vaya uno a saber!
El artículo de marras es de una liviandad poco común al sostener frases como estas: ¿Cuál fue el protagonismo de los católicos en la lucha contra la dictadura militar? Creo que muy grande: cómo no recordar a los curas del tercer mundo...en el catolicismo argentino se realizó un milagro político: dentro de un colectivo que, salvo excepciones minoritarias, apoyó el golpe militar de 1976, surgió una fuerte energía democrática........ mucho ha ayudado la participación de la señora del presidente en la misa de recordatorio a los palotinos asesinados durante el proceso. También artistas, como León Gieco, dan una contribución inestimable............son de triple estirpe (los de la derecha católica), muy coherentes e íntegros, como la Madre Teresa, que ofrendó su vida por los pobres y siempre criticó la teología de la liberación........... es curioso ver como un obispo, para algunos conservador, como monseñor Aguer es por demás beligerante y sensible en lo social con temas como el de la deuda externa..... Y en esto consiste, desde mi punto de vista, la construcción de la nueva Patria Grande laica.... Tenemos la oportunidad histórica de construir la Argentina de la amistad cívica Cualquiera que se aproxime políticamente al tema de la Iglesia no puede hacerlo con las categorías de izquierda y derecha porque confunde de entrada todos los tantos, sea los actores sean las acciones. La Iglesia fue magistralmente definida desde el punto de vista político profano por el gran Juan Maldonado como complexio oppositorum (conjunto de opuestos) y así debe ser encarada. De modo tal que si encorcetamos a la Iglesia en categorías políticas poco y nada vamos a entender. Así limitar la oposición a la dictadura militar a los curas del tercer mundo es, para decirlo suavemente, una zoncera soberana. ¿O acaso Castellani era uno de ellos?. No fue acaso el cura Leonardo Castellani que en la jeta de Videla le reclamó por Haroldo Conti, mientras Sábato y Borges le sobaban el lomo al Proceso y sólo hablaban de sus novelas. Que la dictadura militar haya tenido por consecuencia crear una fuerte energía democrática en la Iglesia y que para consolidarla vinieron las acciones del la señora de Kirchner y León Gieco, no merece el mínimo comentario. Es una estulticia lisa y llana. Y proponer la construcción de la Patria Grande laica(¿?). O que tenemos la oportunidad histórica de construir la Argentina de la amistad cívica. Que lo califique el lector. Es gastar pólvora en chimangos. Sin embargo este hato de sin sentidos históricos y políticos es de alguna manera comprensible porque es aquello que piensan los intelectuales híbridos mi-littérateur, mi- propagandiste. Lo que no es permisible es la confusión raigal - en un hombre ocupado de los asuntos de la Iglesia o de las iglesias cristianas- entre la inconmesurable tarea católica de la Madre Teresa de Calcuta y su juicio sobre la teología de la liberación o la acción patriótica del obispo Aguer y su fortaleza teológica. El prejuicio ideológico y el reduccionismo de juicio de Balderrain y los que como él piensan es: solo la izquierda puede realizar acciones sociales en bien de los otros, los desposeídos, los marginados, los carecientes. Qué daño enorme le ha hecho este tipo de reduccionismo político a la teología popular de la liberación. Lograron malograr una oportunidad casi única en Nuestra América para instaurar una producción de sentido católico popular a partir de nosotros mismos y de nuestra vivencias, allende el eurocentrismo histórico de la Iglesia de Roma. ¿Y todo por qué? Por ese afán de figuración, de escribir por escribir, de hablar por hablar cuando no se sabe ni se estudia en profundidad. Y entonces se copia. Se copia el mundo categorial del marxismo-leninismo como lo hicieron mutatis mutandi G. Gutiérrez, H. Assmann, o R. Alves y desde la filosofía, marxistas como E. Dussel. I. Ellacuría et alii. Todo ello logró eclipsar un gran y genuino movimiento de ideas que estaba dirigido a recuperar “la religiosidad popular” que intentó plasmarse en una teología popular no marxista de la liberación en obras como las de L. Gera, J. Segundo, J. Scannone et alii. Quienes no vinieron a inventar el paraguas sino que se hundieron en una tradición de pensamiento que venía desde el fondo de nuestra historia. Es interesante observar que la recuperación de esta “religiosidad popular” nace en Argentina a principios del siglo XX través de la obra monumental del folklorista tucumano Juan Alfonso Carrizo y su Cancionero, la continua el antropólogo santiagueño Bernardo Canals Feijóo y su categoría del estar siendo, lo sigue ya próximo a nosotros el filósofo Rodolfo Kuch con su Negación en el pensamiento popular. (1) De modo tal que el pensamiento popular de la liberación no surgió como un repollo de la noche a la mañana sino que siguió un proceso de maduración de al menos tres cuartos de siglo. La paradoja ha sido que su gran enemigo resultó ser, á la limite, la filosofía y la teología marxista de la liberación que lo contrabandeó ideológicamente a partir de los años setenta. Esto mismo lo hace notar muy bien el filósofo cubano de la interculturalidad Raúl Fornet Betancourt, conspicuo miembro de la filosofía “latinoamericana” de la liberación. En este sentido el notorio marxista nicaragüense A. Serrano Caldera pudo afirmar que la influencia del pensamiento cristiano sobre el marxismo ha sido casi nula, no así la del pensamiento marxista sobre el pensamiento religioso. A confesión de parte relevo de prueba, diría un abogado. Así, criticas progresistas a la Iglesia conservadora como la que estamos comentando van, en definitiva, contra aquello que dicen o quieren defender. Porque si algo intentó la teología popular de la liberación en Suramérica fue profundizar el fenómeno de la religiosidad popular para recién a partir de allí, poder profundizar el diálogo interreligioso siempre bueno y necesario. De lo contrario el proclamado y ponderado ecumenismo se transforma en lo que ha sido hasta hoy día, una cháchara insustancial en donde se busca un mínimo común que a nadie conforma. Fíjese por ejemplo, el programa de una ética mundial llevado adelante por el teólogo Hans Küng en donde luego de una década no se han podido poner de acuerdo ni siquiera en el término Dios. Es que el verdadero ecumenismo se dará cuando cada religión profundice lo suyo en lo más genuino y propio que tenga, cuando se pueda coincidir en lo profundo. Así pudo afirmar hace poco Jon Sobrino: El ecumenismo que el mundo necesita no es simplemente que todos nos encontremos en algún lugar, sino que nos encontremos haciendo, esperando y rezando por la salvación, la redención y la humanización que el mundo necesita. Y esto se logra cuando la religión es una religión con vigor. (2) ¿Y quién le da vigor al catolicismo?. Los pseudo teólogos como el mi-littérateur que comentamos o la Madre Teresa?. Sin lugar a dudas, la Madre Teresa. ¿Quién le da vigor al catolicismo argentino?. El obispo Aguer con su lucha contra la fraudulenta deuda externa, con su banco de los pobres siguiendo el modelo hindú, con la creación de escuelas agropecuarias en la Provincia de Buenos Aires o monseñor Casarettto con sus mesas de consenso político. Sin lugar a dudas el obispo Aguer. En la cabecita del mi-théologien que criticamos no entra otro tipo de distinción que derecha e izquierda, sin darse cuenta que en la Iglesia las categorías de análisis son, mas bien, culturales que políticas y así se puede hablar de conservadores, progresistas y tradicionalistas. Y tanto Aguer como la Madre Teresa son conservadores sino más bien tradicionalistas. Y esto es lo que la Iglesia viene intentando recuperar desde el papado de Juan Pablo II: ortodoxia en la doctrina y eficacia en lo pastoral. Por otra parte, (y esta es una opinión mía discutible) de alguna manera, tiene que sacarse el lastre del fiasco que fue el Vaticano II que se presentó como concilio pastoral y terminó en la práctica proponiendo cambios doctrinarios incontrolados, por influencia del marxismo que penetró a la Iglesia, mientras estuvo geográficamente activo. Es por eso que no debe llamar la atención que en estos días al predicarle los ejercicios espirituales a Benedicto XVI el cardenal Biffi siguiendo al filósofo ruso Vladimir Soloviev, le dijera: “que el cristianismo no puede ser reducido a un conjunto de valores. En el centro de ser cristianos está, de hecho, el encuentro personal con Jesucristo».Y si los cristianos se limitaran a hablar de valores compartibles serían mejor aceptados en los programas de televisión y en los grupos sociales. Pero de esta manera habrían renunciado a Jesús, a la realidad sobrecogedora de la Resurrección. El Hijo de Dios no puede ser reducido a una serie de buenos proyectos homologables con la mentalidad mundana dominante. Hay valores relativos, como la solidaridad, el amor por la paz y el respeto por la naturaleza. Si estos se convierten en absolutos, desarraigando o incluso oponiéndose al anuncio del hecho de la salvación, entonces estos valores se convierten en instigación a la idolatría y en obstáculos en el camino de la salvación”. (3) Vemos en la Iglesia, a contrario sensu que el artículo comentado, no un escándalo, porque entra la derecha y se va la izquierda sino una profundización. Y esta profundización está propuesta tanto desde el progresismo de un Jon Sobrino como de un tradicionalismo del cardenal Biffi según mostramos en las citas. Es que la oprimente y forzada globalización, el reinado del dios monoteísta del libre mercado, el gerenciamiento del mundo por los poderes indirectos a través de sus diferentes lobbies, están obligando a la Iglesia para seguir existiendo y tener alguna eficacia en la acción evangelizadora, a definirse y distinguirse del discurso homogenizador del pensamiento ilustrado y del liberalismo político que presenta a todas las religiones por igual, en donde, en definitiva, nadie vale nada. Es que la Iglesia misma tiene que liberarse de este discurso de dominación que busca embretarla desde, al menos, hace medio siglo. Si la estrategia futura de la Iglesia es la re-evangelización de América como lo propondrá el próximo CELAM en Brasil, la evangelización de los países de la ex Unión Soviética y la penetración en China a largo plazo, la Iglesia tiene, forzosamente, que presentarse como una, santa, católica y apostólica. Y acá no hay vuelta de hoja.
(1) Tiene razón el filósofo santafecino Máximo Chaparro cuando nos observa que: Nimio de Anquín, con portentosos argumentos, puede considerarse, uno de los grandes de la filosofía de la liberación.(carta 8-3-07). Nosotros mismos así lo hemos sostenido en el trabajo colectivo Dios en el pensamiento hispano del siglo XX, Salamanca, Sígeme, 2002. Esta vez se nos pasó por alto la mención tan merecida. (2) Sobrino, Jon: Eclesalia, 15-02-07 en internet (3) Agencia Zenit en internet, 28-2-07
(*) CEES – Federación del Papel email: alberto.buela@gmail.com
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