LA IGNORANCIA DE LOS SABIOS

 

por Carlos M. Duré

 

cmd@cartaargentina.com.ar

 

Resumen de las dos cartas anteriores (noviembre de 2005)

En las dos cartas precedentes (Ver), CA ha presentado unos ejemplos de la importancia capital que empresas y potencias preponderantes dan a la producción de conocimiento, o, cuando menos, a la propiedad rentística del mismo.

También se ha hablado de la sumisión consciente del gobierno a ese destino manifiesto de los productores activos y apropiadores del conocimiento y al de los consumidores – países, empresas y personas – finales del conocimiento de otro.

De manera que, en el ámbito político nacional, la ignorancia y el oportunismo (unívocos en la baja política) sobre el asunto no son inocentes aunque en las bancas legislativas y en el escalafón burocrático tome la forma más rutinaria de la estupidez. (ver "O se produce conocimiento o se lo compra hecho" y "No existe el conocimiento universal para el registro de patentes").

El conocimiento enclaustrado

Una concepción elitista - y por supuesto falsa – de la producción de conocimiento lo enclaustra en la universidad y en el ámbito científico. Esto sucede en todo el mundo y con mas ganas en la Argentina.

¿Escapan los más calificados productores de conocimiento al oportunismo o a la estupidez que distinguen a los políticos y a los burócratas? No.

Limitación deliberada del conocimiento

El mismo presidente de la CNEA, Dr Pablo Abrieta, en un parco discurso ante la OIEA (organismo nuclear internacional) en el 2004, hacía un elogio de la nueva tecnología nuclear argentina que abandonaba la producción de uranio 235 (reserva estratégica de defensa) por el mobdieno 99 para sus reactores. Más allá de las bondades técnicas de esa transfiguración, su alegre anuncio encubría el acatamiento de la política de desnuclearización de EE UU. El Dr Abrieta, sin duda estaría haciendo un poco más decorosa una decisión presidencial.

La soberanía sobre el conocimiento

Contemporánea con ésta y otras notas de CA sobre el tema nuclear, el diario Le Trait d’Union del 26 de agosto de 2005 destacaba que la Argentina es el único país de Latinoamérica autosuficiente en el ciclo de producción de conocimiento nuclear (crea sus propios científicos y técnicos) lo que le da independencia de USA o la UE.

¿Cooperación científica o subordinación política?

Y también es contemporánea una información del diario Río Negro del 27/9/05 donde se recoge una denuncia de la diputada radical Lilia Puig de Stubrin sobre una cooperación científica entre la marina de USA y expertos argentinos para la detección de actividades terroristas en redes informáticas, entre otras cosas.

El cientificismo no produce conocimientos sino información

Uno de esos expertos es la Dra Lidia Braunstein, especialista en redes complejas de la universidad de Mar del Plata. Consultada sobre los aspectos éticos (el eventual uso en guerra) de su colaboración con USA , Braunstein dijo: "Mi problema ético se acaba cuando no tengo dinero para investigar".

La frase es irreflexiva o mercenaria. En cualquier caso, es la síntesis de la ignorancia de los sabios.

El conocimiento, además de ser científico es moral, ético, tiene identidad individual y colectiva a un tiempo: tiene identidad y vocación nacional e historia, tiene un contexto social, lealtad, altruismo, etc. Si carece de esas cualidades, el conocimiento se reduce a una información, un conjunto de datos aprovechados por otro, que sí se las conferirá para su propio beneficio. El productor de conocimiento despojado de otros valores que los de su ciencia, deja de ser un sujeto y se convierte en un recipiente con el que cualquiera puede llevar agua para su molino.