Este
artículo es un buen planteamiento en sí, pero se queda corto. Es parcial.
Puede servir de base para avanar en la comprensión de la realidad actual. Es
cierto que el imperialismo norteamericano vertebra la dinámica existente en
múltiples sentidos, pero no se reduce a él pues este fenomeno excede el
marco de "lo norteamericano" alcanzando una escala planetaria, de tal modo
que se ha pasado ya -cada vez más en las últimas decadas- a un
supra-imperialismo que en lo ideológico asume la forma de un discurso
mundialista (a favor de un solo mercado mundial sin fronteras ni dios ni ley
¡guachuney!) y en lo practico se impone como la globalización que todo lo
invade, que todo lo disuelve, que todo lo estandariza: es una
global-invasión del planeta.
Y a
nivel intermedio -entre el nivel del imperialismo norteamericano y el nivel
del supraimperialismo mundialista global- no se puede entender ésta dinámica
sin la cooptación de las estructuras de poder estadouniudenses por parte del
sionismo. La alianza USA-Israel es la bisagra que artícula la agresión
supraimperialista en contra de los pueblos del mundo.
PETRAS
EL
RECICLAJE DEL IMPERIO
por Maria Luisa Mendonça
En enero de 1963, uno de los principales asesores del presidente Kennedy
determinó que Estados Unidos estaría exento de cumplir la legislación
internacional para responder a cualquier desafío a su "poder, posición y
prestigio". En aquel momento, el principal foco de enfrentamiento de la
política externa estadounidense estaba dirigido contra Cuba.
El Departamento de Estado explicaba la llamada "obsesión con Cuba"
afirmando que "la propia existencia del gobierno de Fidel Castro representa
un ejemplo exitoso de reto a la política de EE .UU". Para frenar el "ejemplo
contagioso" de Cuba, el gobierno Kennedy utilizó diversas tácticas para
crear inestabilidad y crisis económica, esperando que la población cubana
se decidiera a apoyar a la contrarrevolución.
En los años 60, el presidente Kennedy utilizó la carrera armamentista para
forzar a Rusia a destinar gran parte de su presupuesto a gastos militares,
debilitando su economía. La política de Estados Unidos contra la "amenaza
comunista" condujo en ese entonces al bombardeo de Vietnam del Sur,
autorizado por Kennedy en 1962. La guerra prolongada contra Vietnam provocó
cerca de un millón de muertos.
El imperialismo, basado en la expansión territorial, fue identificado
inicialmente por José Martí, que percibió la anexión de la Florida, de
Texas y de California como una señal de una posible dominación de toda
América Latina, lo que dio origen al concepto antiimperialista de "Nuestra
América", pues Martí percibía que evitar la toma de Cuba significaría frenar
la ofensiva estadounidense en todo el Continente. Hoy, historiadores
identifican la guerra liderada por Martí como la primera ofensiva concreta
contra el imperialismo norteamericano. El propio Lenin no conocía la
experiencia revolucionaria de Martí, cuando escribió El Imperialismo, Fase
Superior del Capitalismo.
Desde entonces, la política imperial de Estados Unidos está pasando por
diversos períodos de "reciclaje". Sin embargo, la lógica central se mantiene,
tanto en gobiernos demócratas como republicanos. Durante la administración
Clinton, la doctrina del uso de poder militar unilateral fue claramente
definida con el objetivo de obtener acceso irrestricto a mercados, fuentes
de energía y recursos estratégicos.
La actual administración Bush profundizó el proyecto de control espacial
con fines militares y creó la doctrina de "obtención" del espacio, con el
objetivo de crear posibilidades de atacar cualquier región del planeta,
causando destrucción inmediata. El Pentágono define esa estrategia como "libertad
para atacar e imposibilidad de ser atacado".
No hay preocupación de proteger incluso a su propia población. La
implementación de una base espacial militar minimiza la necesidad de bases
militares terrestres, sujetas a mayor resistencia popular. Esta política
está generando el aumento de los gastos en armamento en diversos países
como China, Rusia, India, Pakistán y Corea del Norte.
Condoleezza Rice definió a esta política como de "legítima defensa
anticipada", es decir, el "derecho de Estados Unidos de atacar un país que
ellos creen que atacará primero". Esta ideología es aceptada por la Unión
Europea y por muchos otros países, lo que confiere legitimidad a las
acciones del gobierno estadounidense. Paradójicamente, las intervenciones
militares comandadas por Estados Unidos apuntan a asegurar su poder frente
a países de la propia Unión Europea, que dependen de las mismas fuentes de
energía y recursos estratégicos.
En América Latina, el "reciclaje" del imperio en el periodo pos Guerra Fría
se elaboró a partir de la propaganda de la "guerra a las drogas", que
justificó una serie de intervenciones militares, desde la invasión de Panamá
en 1989, hasta el Plan Colombia, que actualmente representa el foco central
de esa política. Otro concepto conocido para evitar la independencia
política de los países latinoamericanos es el llamado "populismo radical",
utilizado actualmente en campañas de difamación contra los gobiernos de
Venezuela y de Bolivia, algo que nos recuerda como anteriormente Estados
Unidos trató de impedir el "ejemplo contagioso" de Cuba, Chile y Nicaragua...
Hay, sin embargo otros casos de intervención militar para "proteger a la
población de peligros internos" o de "intervenciones humanitarias" para
"promover la democracia", como en el caso de Haití.
A pesar de que algunos análisis señalan que América Latina es el foco de la
resistencia antiimperialista y de que realmente existe un fuerte
sentimiento antiimperialista en los pueblos latinoamericanos, no hay
actualmente cambios estructurales en gran escala, en el sentido de
romper con la dependencia política y económica a nivel regional.
Podemos identificar iniciativas en este sentido por parte de Venezuela,
como en el caso de la recuperación de la estatal petrolera PDVSA, de la
creación del Banco del Sur y de diversas iniciativas a partir de ALBA
(Alternativa Bolivariana para las Américas). En Bolivia, el gobierno también
busca reanudar el control de las fuentes de energía, redefinir su política
externa en relación a instituciones como la Organización Mundial de Comercio
(OMC) y el Banco Mundial y, a través del proceso de elaboración de una
nueva Constitución, crear condiciones de cambios más profundos. Un ejemplo
más reciente es Ecuador, donde el presidente Rafael Correa anunció medidas
como una auditoría de la deuda, la cancelación del acuerdo que permite a
Estados Unidos utilizar la base de Manta, además de una nueva Constitución.
El avance de cambios estructurales en estos países es consecuencia, en
primer lugar, del fortalecimiento de los movimientos populares, con unidad
suficiente para realizar movilizaciones masivas. La transformación política
en esos países tiene sujetos bien definidos, con estrategias claras, al
contrario de la idea de que estos procesos ocurrieron sencillamente a
consecuencia de una "crisis" institucional. El papel de líderes políticos
como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa también ha sido significativo
en el sentido de atender la demanda popular por cambios estructurales y, a
la vez, estimular la toma de conciencia política de la sociedad para
generar las condiciones para llevar a cabo tales cambios.
Está claro que cada uno de esos procesos tiene su propio ritmo, prioridades
y estrategias. Sin embargo, parecen caminar en una misma dirección, sea en
el sentido del "socialismo del siglo 21" de Chávez, del modelo del "bien
vivir" de los pueblos indígenas de Bolivia o de la "revolución ciudadana"
de Rafael Correa. Esto, sin embargo, no sucede en otros países donde había
expectativa de transformaciones estructurales, como Brasil y Uruguay, que
poseían condiciones tanto o más favorables en términos de apoyo popular a
sus actuales gobiernos para realizar cambios. El lado imperialista de la
balanza en América Latina se benefició recientemente con la victoria
electoral de la derecha en México y Perú y la reelección de Uribe en
Colombia, a pesar del debilitamiento del Plan Colombia a consecuencia de
las
denuncias de la relación del gobierno con los paramilitares.
La Campaña por la Desmilitarización de las Américas (CADA) está analizando
las principales formas de intervención de Estados Unidos en el continente,
incluyendo mecanismos tradicionales (bases militares, entrenamientos,
sistemas de vigilancia y espionaje) y también menos explícitos, como
proyectos de infraestructura (Plan Puebla Panamá y la Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, IIRSA). Todos
estos mecanismos siguen la estrategia imperialista de garantizar acceso a
mercados, recursos estratégicos y fuentes de energía.
La más reciente forma de "reciclaje" del imperio se conoció durante la
visita de Bush a América Latina en marzo de 2007, cuando el gobierno
estadounidense asumió la defensa de la producción de agroenergía. El
gobierno de Estados Unidos aspira a garantizar el monopolio de las fuentes
de energía (tradicionales o alternativas) por parte de las grandes
empresas. Aprovechándose de la legítima preocupación de la opinión pública
internacional por el calentamiento global, grandes empresas agrícolas, de
biotecnología, petroleras y automotrices perciben que los agrocombustibles
representan una fuente importante de lucro.
El efecto de la nueva ideología del "imperialismo verde" puede ser tan
devastador como las guerras. Diversos estudios demuestran que la expansión
de los monocultivos representa un riesgo mayor para el calentamiento global
que las emisiones de carbono provenientes de combustibles fósiles. Brasil
es el cuarto país del mundo que más emite gas carbónico en la atmósfera.
Esto se debe sobre todo a la destrucción de la selva amazónica, que
representa el 80% de las emisiones de carbono en el país. La expansión
de los monocultivos para la producción de agroenergía tiende a
profundizar este problema, presionando cada vez más a la frontera agrícola
de la Amazonia y del Cerrado. Brasil es prácticamente autosuficiente en
producción de energía. Por lo tanto, la expansión de la producción de
agrocombustibles tiene como objetivo central atender la demanda de otros
países.
En Estados Unidos, el gobierno difunde la producción de agroenergía como
uno "acto de patriotismo", que conducirá a "liberar a los americanos de la
dependencia del petróleo de países no confiables", además de evitar que "nuestros
jóvenes mueran en la guerra". Esta es la más reciente artimaña del
imperio: presentar un
falso sentimiento pacifista para justificar la expansión de la producción de
los agrocombustibles, a
la vez que estimula el apoyo de la opinión pública estadounidense a un
eventual bombardeo a Irán, que pueda rendir frutos en las próximas
elecciones.
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