EN
TUCUMÁN NO HAY INDIOS, SÍ HAY MESTIZOS por
Ernesto Damián Sánchez Ance En
los últimos tiempos, en Tucumán, ha tomado gran impulso una corriente
pseudo indigenista que, apoyada en la reforma de la Constitución de
nuestra provincia, ha dado lugar a la legitimación de comunidades indígenas
en distintos puntos de la misma. Nuestra
constitución reconoce la existencia de pueblos indígenas. Pero esto,
bajo ningún punto de vista, significa que en nuestra provincia haya
indios, ni indígenas, ni aborígenes ni originarios, ni preexistentes. En
nuestra provincia sí hay mestizos como resultado de la mixagenación
indohispánica, pero no hay indígenas, como se pretende hacernos creer
como si fuéramos estúpidos. Así, unos se hacen llamar Diaguitas o
Calchaquíes, otros Lules y un tercer grupo Tonocotés, y usan seudónimos
con los nombres de antiguos caciques que pelearon contra los realistas en
los siglos XV y XVI, no faltando algún vivo que se autodenomina “Titaquín”.
Esto no es otra cosa que una pueril deformación de la realidad, ya que en
el caso de que los herederos de estas etnias aún existan, no es sino a
través del mestizaje. Es mas… tienen muchos de ellos más de criollos
que de indios. Así,
vemos como en distintos medios de comunicación se habla de comunidades
“indígenas” como las de Amaicha, Tafí, Lules, El Nogalito, El
Mollar, Chaquivil, etc. Esto no es otra cosa que una burda tomada de pelo.
Quines décadas atrás nada querían saber con que se los denominara
“indios”, hoy a sabiendas que esto puede traerles amplísimos
beneficios como obtener tierras o bien dinero, incluso llegan a
disfrazarse con vinchas y hasta vestimentas que se pueden asemejar a las
que usaban los antiguos y verdaderos indígenas de la región siglos atrás.
Pero su fisonomía los delata. En las fotos publicadas por EL PERIODICO de
Tucumán el sábado 5 de enero, quienes allí aparecen, evidencian ser
mestizos y en no pocos casos criollos. Al parecer no saben estos
ciudadanos argentinos que radican en Tucumán, que para ser indígena no
basta con tener la piel oscura y el cabello “quiscudo” (3), sino que
además hay que ser herederos de un bagaje cultural del que estos señores
adolecen. Son muy diferentes de los auténticos indígenas que encontramos
en nuestras hermanas repúblicas de Bolivia y Perú. Seguramente estos señores
tucumanos no hablan ni Lule, ni Kakán ni Tonocoté. Tampoco el Quechua,
ya que quienes hablan este idioma en nuestra provincia son inmigrantes de
Bolivia y Perú muy poco preocupado la generalidad de ellos en que los
llamen indios, ya que se trata de gente muy laboriosa que trabaja la
tierra o que se desenvuelve en sus profesiones, sin especular con la
obtención de beneficios que por su identidad étnica y cultural el Estado
les pudiera otorgar como consecuencia de toda esta farsa. La
excusa de toda esta movida es que todos los ¿indígenas? tucumanos
recuperen las tierras que el blanco les usurpó. Quiero dejar aclarado que
estoy en contra de que a los argentinos (sean integrantes de comunidades indígenas o simples campesinos pobres)
las empresas multinacionales les usurpen sus tierras (sean estas grandes o pequeñas extensiones, fértiles o improductivas).
Soy un individuo que se opone a que las empresas mineras destruyan el
ecosistema, afectando así a toda la población, en particular a los
campesinos; y también soy un convencido de que todas las familias de
Tucumán, sin distinción de color de piel, debieran tener derecho a una
parcela de tierra productiva en la cual realizar sus sembradíos y criar
sus animales. Pero bajo ninguna circunstancia se puede tolerar esta
aberración de recurrir a una falsa identidad etnocultural a los efectos
de recibir tierras. En el supuesto de que a estas falsas comunidades indígenas
les otorguen terrenos, no me extrañaría que estos fueran explotados
comunalmente unos pocos años, y que luego los parcelarían y venderían,
ya que se trata de mestizos acriollados que no manejan el principio filosófico
de que el hombre pertenece a la tierra. Por el contrario. Muchos de estos
pretendidos indígenas no buscan otra cosa que la de ser dueños de la
tierra. Muchos de estos señores que hoy dicen ser indígenas no tienen la
menor idea de lo que es un ayllu. Y si tienen idea de comunitarismo no es
por una cuestión filosófica ni ideológica ni de herencia cultural, sino
obligados por la coyuntura. Pero
sin dudas que con esto se persigue fines muchos más profundos. El
objetivo de todo esto es crear aun más división entre los argentinos. No
conformes con haber dividido a la Nación hispanoamericana en más de
veinte repúblicas dominadas por intereses exógenos; no contentos aún
con habernos fragmentado religiosa y políticamente; y no satisfechos con
haber hecho de la Argentina una Babilonia de endeble identidad, hoy vienen
a dividirnos legalmente entre indios y no indios. Con esto se proponen
seguir fragmentándonos para que nuestro país sea devorado por oscuros
intereses que desde la Batalla de Caseros esquilman a los argentinos. Y
para ello usan a muchos connacionales capacitados en las universidades de
un estado occidental como el nuestro quienes, viendo la posibilidad de
hacer negocios con todo esto, se encolumnan por detrás de estas falsas
comunidades indígenas. Se trata de asociaciones de abogados, periodistas,
gente de la cultura (entre ellos hombres de barbas tan espesas como las de Cortez y Pizarro)
y hasta empresarios que han visto en esta situación una posibilidad
de obtener réditos. Es más…cuando por los medios de comunicación
hablan ciertos referentes de pueblos indígenas del país y de las
comunidades “indígenas” de Tucumán, queda claro que tienen un nivel
de formación, en algunos casos, propio de universitarios de la cultura
occidental, y los escuchamos hablar del Capitalismo, del Comunismo, de la
sociedad de consumo, etc, con una solvencia propia de egresados
universitarios que nada tienen que ver con Wiltipoko, Juan Calchaquí,
Chelemín, Qhanamikhoq, y todos aquellos que enfrentaron al español en
los primeros siglos de la conquista. (Recomiendo
entrar a: http://www.youtube.com/watch?v=_HHihf-kCVo). La
insensatez de estos personajes llega a situaciones que a quienes alguna
idea tienen sobre estos temas los hace “agarrarse” la cabeza. Sobran
los ejemplos. He aquí algunos de ellos: 1º.
Cada “comunidad” indígena de Tucumán está dirigida por un
“cacique” electo por los supuestos indios. Pregúntome como pueden ser
tan incoherentes de elegir a sus caciques, cuando todo el mundo sabe que
al cacicazgo o curacazgo no se llegaba a través de las urnas ni de
plebiscitos ni de consensos, sino que se lo heredaba. Dicho en otras
palabras: los auténticos pueblos indígenas no eran democráticos, sino
que se regían por el linaje, y ningún indio podía ser cacique si no tenía
la sangre de la familia que gobernaba. Las prácticas democráticas están
totalmente reñidas con la auténtica cultura indígena. Cuando los
integrantes de una supuesta tribu o comunidad indígena eligen a sus
caciques, estamos hablando de un pueblo que ha dejado de lado la
idiosincrasia indígena como resultado de su inocultable e irreversible
occidentalización. 2º.
Varias veces se ha comentado que ciertos “caciques” tramitan becas
para que los niños de sus comunidades puedan seguir sus estudios en
establecimientos secundarios y hasta universitarios. Grave contradicción.
Eso debiera considerarse una contaminación cultural para las futuras
generaciones de supuestos indígenas tucumanos, toda vez que ingresarían
a un sistema educativo como el de los países occidentales, que prepara al
ciudadano para competir, alejándolo de prácticas comunitarias como el
Ayni y la Mink’a. Así, esos
pretendidos caciques solo han de lograr el vaciamiento y la destrucción
del escaso legado cultural indígena de sus bases con el fin de seguir
occidentalizándolos, lo que se traduce en transformarlos en seres
individualistas que solo se preocupan por el bienestar suyo y de su
familia, mas no en el de la comunidad a la que pertenecen. Recordemos además
que en el pasado Incaico, solo accedían a la educación los miembros de
la nobleza. No así los Hatun runa o plebeyos integrantes de la base
social. 3º.
La pretendida Comunidad Indígena de Quilmes reclama que el Estado le
“restituya” ese apetecible atractivo turístico que lleva por nombre
“Ruinas de Quilmes”, y que ellos marketineramente, han empezado a
llamar “Ciudad Sagrada”. El hecho de que esta gente viva a poca
distancia de este yacimiento arqueológico tan importante económicamente
hablando, no significa que ellos tengan derecho a explotarlo. Primero
porque es muy poco probable que esta gente descienda de los auténticos
indios quilmes, por más pruebas de ADN que quieran esgrimir, y por más cédulas
reales que los “indígenas” del Valle de Amaicha puedan presentar.
Segundo, porque como con lujos de detalles lo demuestra Alfredo Turbay en
su libro “Quilmes, la Fortaleza-Templo del Valle Calchaquí”, lo que
hoy se conoce como Ruinas de Quilmes, se trata de un yacimiento incaico y
no de ninguna antigua tribu del valle. Y tercero, porque si a la comunidad
“indígena” de Quilmes se le llegara a otorgar la concesión de este
yacimiento, esto provocaría las mas disparatadas e ilógicas ideas, como
que los vecinos de la Casa Histórica de la Independencia pretendan ser
ellos los concesionarios de esta reliquia histórica. O lo que es peor:
que las asociaciones españolas exijan ser concesionarias de todas las
construcciones coloniales que en nuestro país son explotadas turísticamente. 4º.
Existe una denominada comunidad indígena que aduce descender de los
antiguos indios Lules. En caso de que los lules sean sus auténticos
antepasados, no tendrían derecho a reclamar territorio alguno, toda vez
que esta nación ya extinguida era nómade, como lo dice Lizondo Borda en
su “Tucumán Indígena”. 5º.
Las comunidades “indígenas” de nuestra provincia se amparan en las
constituciones nacional y provincial. Otra contradicción, toda vez que
ellos mismos sostienen que el Estado Argentino realizó un cruel genocidio
indígena en la Patagonia. Recurren entonces a la constitución de un
estado que no pocos indigenistas consideran enemigo (por mas que se cuiden de decirlo explícitamente y en público) ya
que prácticamente aniquiló a sus “hermanos”. Es mas…no pocos
indigenistas sostienen que su bandera no es la de Belgrano, sino la
wiphala o la “mapuche”. 6º.
El Periódico nos informa que
en una comunidad “indígena”, asumió una ¿cacica? Se trata de una
ciudadana argentina llamada Nora Sequeiro. Otra contradicción, toda vez
que en los verdaderos pueblos indígenas, para ser cacique, no solo había
que heredarlo, sino también ser varón. La asunción de una “cacica”
es atentar contra lo que, si se me permite, podría dar en llamar el orden
natural de los pueblos originarios. 7º.
No faltan los “indígenas” mas “visionarios” en materia de
comercio, que sostienen que los artesanos y quienes hacen serigrafía en
remeras debieran ceder un porcentaje de las ganancias obtenidas por la
comercialización de sus productos a las comunidades “indígenas”, ya
que los “ancestros” de estas son los creadores de los motivos iconográficos
a los que los artesanos recurren para realizar sus obras. Es
común escuchar a estos dirigentes “indígenas” acusar a España de
todas las desgracias de nuestro continente. Ello es instalar una dialéctica
anacrónica, ya que a la Argentina no la destrozaron ni Diego de Villaroel
ni Diego de Rojas ni Fernando Mate de Luna. A nuestro país lo destruyó y
lo vendió el Liberalismo, ya sea a través de gobiernos de facto o de la
Partidocracia. ¿Porqué no dicen los señores comuneros que la reforma de
la Constitución, que a sus comunidades las legitima, fue aprobada por la
mayoría de los convencionales del partido que hace morir por desnutrición
a los niños tucumanos de los estratos mas bajos, tal como sucedió en el
2002 bajo el gobierno del “justicialista” Julio Miranda?. Dicho sea de
paso, nuestro actual gobernador durante buena parte de esa gestión fue su
Ministro de Economía. Como
admirador, mas no descendiente, de la civilización qheshwa-aymara a la
que nuestra región de una u otra forma perteneció, creo que las culturas
indígenas como la tawantinsuyana tienen mucho para aportar al nuestro, un
país a más no poder corrompido por una dirigencia política moldeada por
una formación centrífuga. De hecho, considero que entre los aportes mas
notables de esos pueblos prehispánicos podrían estar la ejecución de
los gobernantes que caigan en actos de corrupción, (como
sucedió en Ilave (Departamento Puno, Perú), cuando la comunidad ajustició
al corrupto alcalde Ciriaco Vargas en 2004), un sistema redistributivo
que permita erradicar el flagelo de la desnutrición, el cuidado del medio
ambiente, la lucha contra la sexualidad contra natura y toda una concepción
filosófica que nuestros aspirantes a indios en su mayoría desconocen. No
hay que confiarse de estos personajes. Son gente que se sirve de
instituciones de triste fama entre los argentinos, como lo hace la
Comunidad “Indígena” de Quilmes, que en 2002 recibió cierta
financiación del ¡¡¡Banco
Mundial!!! tal como informa EL PERIODICO en su edición del día Sábado
12 de Enero, en su página 6. Del mismo modo, están muy vinculados con el
poder político, al extremo que, en 1994 el pretendido cacique quilmeño
Francisco Solano Chaile, participó de la Comisión Redactora en la
reforma de la Constitución Nacional. Estoy
convencido que, si los gobiernos liberales no hubieran generado en un país
rico como el nuestro desnutrición infantil, precariedad laboral,
desocupación, analfabetismo y otros flagelos, a nadie se le hubiera
ocurrido inventarse una identidad indígena, y hoy nadie en nuestra
provincia andaría haciendo flamear wiphalas en la Plaza Independencia, ni
en festivales como los que el chanta de León Gieco dio en Amaicha del
Valle en Enero de 2006. Las wiphalas, señores indigenistas, sin dudas que
son muy bonitas y llamativas, pero que en Tucumán su uso no tiene más
sentido que el estrictamente estético. Tendrán sobradas razones para
hacerlas flamear los auténticos indígenas de Ecuador, Bolivia, Perú y,
siendo un poco generoso, hasta los de la Puna jujeña, pero no los falsos
indios de nuestro Tucumán, tierra que no es ni indígena ni española,
sino mestiza e indohispana (4). Con
todo esto, el ciudadano común, tiene todo el derecho del mundo a suponer
que todo este auge de falso indigenismo, persigue un
objetivo muy peligroso: la creación de microestados en lugares
estratégicos geopolíticamente hablando y muy ricos en materia de turismo
y recursos naturales. Esto se lograría mediante el apoyo económico que
el Imperialismo Internacional del Dinero daría a grupos de sachaindígenas
(5) apoyados y asesorados por elementos de raza blanca al servicio de
intereses foráneos. San
Miguel de Tucumán, 23 de Enero de 2008 (1)
El día 19 de Enero de 2008, El Periódico de Tucumán, publicó
una nota de Ernesto Damián Sánchez Ance con este título. La misma, por
una cuestión de espacio no pudo ser publicada íntegramente, siendo la
base de este artículo al que el autor ha agregado datos que le dan más
profundidad y contundencia. (2)
TITAQUIN: voz que, se supone, tiene origen Kakán y que significaría
“Cacique”. No se puede aseverar que esta sea la traducción exacta, ya
que el Kakán es un idioma que se extinguió siglos atrás, al igual que
la nación que lo hablaba: los diaguitas, que en caso de sobrevivir es
mediante el mestizaje. Además, ni siquiera se dispone de un glosario de
idioma Kakán. (3)
QUISCUDO: término de limitado uso en el Noroeste Argentino. Es
principalmente empleado entre la gente mayor y de zonas rurales. Se
origina este término en la voz quechua K’ISKA (espina, en Castellano).
En la región NOA, se califica de “quiscudo” a todo aquel individuo
cuyo cabello es grueso y por lo general negro, como resultado de su
descendencia indígena. (4) El término indohispánico generó que en ciertas oportunidades el autor de este artículo sea criticado de querer imponer esta categorización poco común y antipática tanto para hispanistas como para indigenistas. Sin embargo, el autor considera que no existe término más exacto y apropiado para referirse a la identidad cultural surgida como resultado del contacto entre indígenas y españoles, y que forma lo más genuino de la cultura de nuestro continente. Así también, cuando habla de Hispanoamérica se refiere al conjunto de países que han sido colonizados por España, estado que impuso el Castellano y el Catolicismo. La cultura hispanoamericana, sobre todo en ámbitos rurales y en los estratos sociales mas bajos, tiene la inocultable impronta de los pueblos indígenas, generándose así una riquísima identidad cultural como resultado de esta mixtura. (5)
SACHA: prefijo que en el Castellano popular del Noroeste argentino
se emplea para calificar a aquellas personas que quieren dar la imagen de
dominar tal o cual tema, cuando en realidad no están correctamente
capacitados para desenvolverse en el área que dicen conocer. Ejemplos:
sachamédico: persona que sin tener estudios muy adelantados en Medicina,
intenta impresionar a quienes lo rodean, pero llegado el momento de curar
a un enfermo que presente cierta complejidad, difícilmente su intervención
sea garantía de éxito; sachaperiodista: persona con conocimientos en
Comunicación Social, pero que no tiene la idoneidad ni los estudios
suficientes para desarrollarse como periodista, limitándose a realizar
notas sin un contenido muy profundo, o entrevistando a gente de poca
relevancia. El término sachaindígenas es empleado por el autor de la
nota para dar a entender al lector que quienes se hacen llamar indígenas
en Tucumán no son tan indios como estos pretenden hacer creer debido a su
acentuado mestizaje que en muchos casos los convierte en criollos.
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