LA
INFAMIA DE CASEROS
El
3 de febrero de 1852 Aquella
tragedia, que marcó a fuego nuestro destino nacional, fue el fruto de una
trama perversa comenzada varios años atrás. En
efecto, nuestro enemigo histórico en la región, el Imperio del Brasil,
hacia tiempo que estaba preocupado por que el gobierno de Rosas se había
convertido en un escollo insalvable para sus ambiciones expansionistas, de
modo tal que ordenó a su hábil diplomacia que encontrase la forma de
derrocar al Ilustre Restaurador de las Leyes y el Orden. En
esto los brasileños coincidieron con los intereses económicos y geopolíticos
de los ingleses, los cuales no cejaban en su intento por imponer la libre
navegación de nuestros ríos interiores y el sistema de librecambio. Para
tales fines, los imperiales comprendieron que debían ganarse el apoyo de
los enemigos internos de Rosas. Su presa mas codiciada fue el general
Justo José de Urquiza, a la sazón gobernador de la provincia de Entre Ríos
y a cargo del ejercito mas poderoso que disponía Con
ese afán ya en 1850 habían tentado al caudillo entrerriano solicitándole
su neutralidad ante una eventual invasión al territorio argentino;
oportunidad en la cual Urquiza supo contestar que no podía tomar tal
actitud sin traicionar a su Patria. Sin
embargo, poco tiempo después, su forma de ver las cosas cambiaria.
Razones de peso -o mejor dicho de pesos- influirían en ello. Y es que don
Juan Manuel había resuelto poner fin al comercio espurio que había
enriquecido al entrerriano. Como
bien lo explica el historiador José María Rosa, la política económica
proteccionista que impulsó don Juan Manuel -instrumentalizada
principalmente con Y
aunque todos los gobernadores conservaron el derecho de adoptar las
medidas económicas que deseen para sus provincias, siempre y cuando no
perjudicaran a Su
mismo secretario personal, Nicanor Molina reconoció que “Al
pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por
Entre Ríos”. Claro que Urquiza debió encubrir esas motivaciones y
alegó que se pronunciaba en contra de Rosas para dar al país una
Constitución y terminar con la tiranía. Cuestiones que nunca antes le
habían interesado y que tampoco podían justificar que un general de Así
fue que, con ese pecado original –crimen de lesa patria-, se llegó al
oprobioso 3 de febrero de 1852 y a la derrota inevitable de La
ola de crímenes que se desató inmediatamente después de esta batalla
fue otro baldón en dicho proceso, y fue un ejemplo más del proceder
consuetudinario de unitarios y liberales en nuestra Patria. Más de 600
asesinatos en la ciudad de Buenos Aires, acompañados de toda clase de vejámenes
a la población civil. Miles de ejecuciones en la campaña; toda una
división del ejercito federal –la división Aquino- pasada por las
armas; el coronel Chilavert y cientos de los héroes que lucharon en El
proceder de estos “iluminados”, que decían luchar contra la tiranía
y el terror, y que prometían traernos los beneficios de la civilización;
así como todo lo que vino después de Caseros, justificaría aun más
todo lo hecho por don Juan Manuel de Rosas. Las
consecuencias de tal ignominia serian tristes, gravísimas y perdurables. Por
lo pronto, con la batalla de Caseros, Brasil salvó su destino y lavó sus
afrentas. El hecho de que si bien la misma tuvo lugar el día 3 de febrero
y que sus tropas esperaran hasta el día 20 de ese mes –aniversario de
nuestra victoria en Ituzaingo- para recién entrar desfilando victoriosas
en Bs As., lo dice todo. Pero
lo más grave fue que para A
partir de entonces se comenzó a inventar un nuevo país, una
antiargentina, de espaldas a El
país que nació de aquel oprobio se edificaría conforme a los dictados
de la masonería internacional y respondería a los intereses del
imperialismo anglosajón. El
Estado que se organizará será la base del actual sistema de dominación
que asegura el gobierno de los peores y la sumisión de nuestra Patria al
capital financiero internacional. El
modelo económico a implantarse de aquí en más se encargará de
transferir nuestras riquezas al extranjero; y nuestra cultura hispano católica
y criolla sufrirá el embate de la cosmovisión materialista, laicista y
liberal que transmiten las logias masónicas. Incluso
el repudio a lo autóctono llegó a tal punto que se intentó implementar
un verdadero genocidio con nuestro pueblo criollo a los efectos de
reemplazarlo por una inmigración anglosajona y protestante que gracias a
Dios no arribó a estas tierras. De todos modos, aquellas matanzas sistemáticas
de gauchos habrían de afectar la sicología del arquetipo del hombre
argentino, contribuyendo a la perdida de nuestro antiguo espíritu heroico
y digno. Ese
espíritu fundacional perdido -pero materialmente vivo-, justamente es lo
que los nacionalistas debemos recuperar para que volvamos a tener una Nación
grande, fuerte e independiente, como la de los tiempos de don Juan Manuel;
y para que los felones de hoy –del mismo linaje de los de Caseros-
tengan su merecido.
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