¿Se
puede eliminar el racismo israelí por medio de la ley, el juicio y
castigo, o ya forma parte de la identidad israelí? ¿EL
JUDAISMO ES UNA RAZA? PREGUNTE A LOS ISRAELÍES por
Zvi Bar’el "Deberían
ser procesados. La incitación es un delito. Si los rabinos que reclamaron
el asesinato de Rabin hubieran sido procesados, no estaríamos hoy en esta
situación”, dijo el profesor de derecho, un hombre agradable que alguna
vez tuvo un alto cargo en el Cuerpo de la Auditoria Militar del ejército
israelí. Su posición es lógica y bien argumentada. Esa tarde, después
de nuestra entrevista, me envió el enlace a un vídeo de YouTube de la
manifestación. "¿Qué piensa usted ahora?", me preguntó. Estábamos
discutiendo sobre si la ley crea normas o refleja las normas ya
establecidas. En otras palabras, ¿puede eliminarse el racismo israelí a
través de la ley, el juicio y castigo, o ya forma parte de la identidad
israelí? Las
recientes manifestaciones en Bat Yam, el barrio de Tel Aviv Hatikva y en
Zion Square, en Jerusalén, parecen una mezcla variopinta de los paradójicos
socios en las opiniones racistas: rabinos ultra-ortodoxos y
"liberales" en la misma postura contra el alquiler y venta de
apartamentos a los árabes; la clase obrera popular exigiendo que se
deporte a los extranjeros; miembros de la clase media que temen “por el
bienestar de nuestras hijas" y machistas con pancartas que dicen
mujeres judías para los hombres judíos. Esta matriz demográfica impone
una carga imposible para la ley. El uso de medios legales para frenar la
tendencia sería equivalente a poner a prueba la identidad israelí. Desde
hace algún tiempo, la ostentación de la pureza de Israel no es propiedad
exclusiva de los rabinos que sirven a la voluntad divina. Estas
manifestaciones formulan y expresan algo esencial dentro de la identidad
israelí. "Nosotros" los israelíes somos todo lo que
"ellos" no son. Ser israelí ya no es un territorio o una
definición religiosa, ni siquiera una definición nacional que se apoya
en bases religiosas. El estado de Israel podría ser más judío que
democrático, pero ser israelí determina pertenecer a una raza aparte que
además se comparte con el ser judío, pero lo que cuenta es la raza de
Israel. El
argumento económico -los extranjeros quitan el trabajo a los israelíes-
es un pretexto. Aunque no hubiera desempleo los israelíes no querrían a
los árabes, ni a los sudaneses ni a los demás extranjeros. Aunque
existiera el servicio militar voluntario y en él hubiera haredim
(judíos ortodoxos, n. de t.) se les consideraría extranjeros,
representantes de otra cultura y no de Israel. Incluso si hubiera paz
entre Israel y los estados árabes, la identidad israelí seguiría
atrapada en el miedo. La
raza israelí define su identidad como sionismo. Dentro de esa identidad,
al parecer, están la religión, el territorio, el nacionalismo y un sueño.
Todos estos componentes, sin embargo, son productos de la ideología. La
religión no es solamente la creencia en Dios, sino también en las
Escrituras, principalmente la religión definida por el Estado de Israel.
Por esa razón, el judaísmo reformista, por ejemplo, se rechaza. El
territorio tampoco es el que fue reconocido por las Naciones Unidas, ni el
que fue prometido a los judíos como un hogar nacional, ni tampoco el
santuario donde refugiarse del antisemitismo. Antes que nada
es un contexto territorial que se expande cual ameba y desde el cual lanza
satélites a la tierra de otro pueblo y se niega a limitarse a un área
definida. El territorio que se ha asignado a esta entidad israelí es
demasiado pequeño para ella. El Estado es sólo el comienzo de la era de
la redención, no su consumación.
El
nacionalismo israelí no tolera otras narrativas, y se basa en el temor a
las amenazas externas. El sueño -y ese es el engaño por el cual se
promueve la unidad- se refiere a la paz y la solidaridad nacional. Quien
no está de acuerdo con estos factores, no es israelí. Así es que quien
pueda agitar una tarjeta de identidad azul israelí y gritar "el
pueblo de Israel vive" y "no tengo otra tierra", debe pasar
una prueba de admisión. Si no pasa la prueba será considerado un
"ruso", "etíope", o, por supuesto, árabe o sudanés.
Esta
prueba de pertenencia no se codifica en una ley y los examinadores pueden
ser tanto de Bat Yam, de Safed o de Kiryat Arba. Ellos tienen el poder
para despojar de la identidad israelí incluso a aquéllos que la poseen
por lugar de nacimiento, por la Ley del Retorno, el servicio militar o la
naturalización. Ellos tienen la autoridad para decidir quién es sionista
y quién no. Están por todas partes: en la vivienda de enfrente, en el
apartamento del otro lado de la pared de la sala, en la mesa de trabajo
contigua, en el supermercado o sentados en el gabinete gubernamental. ¿Deberían
ser juzgados? Ellos no están incitando, están estableciendo normas,
definiendo quién es un verdadero israelí.
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