EL
IMPERIO HACE SU JUGADA PARA APROPIARSE DE ORIENTE MEDIO
por Palestinalibre.org
El Museo Nacional de Historia Americana es parte de la
celebrada Institución Smithsoniana, en Washington, DC. Rodeado de
falsos edificios grecorromanos con sus empinadas columnas corintias,
águilas rampantes y esculpidas profundidades, está en el centro del
imperio, aunque la propia palabra no está grabada en ninguna parte.
Una de las exhibiciones del museo se llama “El precio de la libertad:
los americanos en guerra”. En el espíritu de la Gruta Mágica de Papá
Noel, esta parodia de revisionismo nos ayuda a comprender cómo el
silencio y la omisión se despliegan tan exitosamente en las sociedades
libres, saturadas de información. A las colas de gente que van pasando
por el museo, muchos de ellos niños, se les manda el mensaje
presuntuoso de que los EEUU siempre “construyeron la libertad y la
democracia”, notablemente en Hiroshima y Nagasaki donde la bomba
atómica salvó “un millón de vidas” y en Vietnam, donde los cruzados
estadounidenses estaban “determinados a parar la expansión comunista”
y en Irak, donde los mismos corazones puros “llevaron a cabo ataques
aéreos de una precisión sin precedentes”.
Las palabras “invasión” y “controvertida” son sólo fugaces apariencias;
no hay nada allí que sugiera que la “gran misión” ha supervisado,
desde 1945, el intento de derrocamiento de 50 gobiernos, muchos de
ellos democráticos, junto con el aplastamiento de los movimientos
populares que luchaban contra la tiranía y el bombardeo de 30 países,
causando una pérdida incontable de vidas. En Centroamérica, en la
década de 1980, las milicias de pistoleros que Ronald Reagan entrenó y
armó segaron 300.000 vidas; en Guatemala, lo mismo fue descrito por la
ONU como genocidio. No se pronuncia ni una palabra de todo esto en la
Gruta. En realidad, gracias a exhibiciones así, los estadounidenses
pueden venerar la guerra confortados por los crímenes ajenos y
desconociendo todo de los propios.
En la Gruta de Papá Noel no hay lugar para la honesta “People's
History of the United States” (editada en español como “La otra
historia de los Estados Unidos”. N. del T.), de Howard Zinn, ni para
la revelación de I F Stone de la verdad de lo que el museo llama “la
guerra olvidada” de Corea, ni para la definición de patriotismo de
Mark Twain como la necesidad de mantener “a alto costo, múltiples
asesinos uniformados a mano para arrebatar tajadas a los países de
otras gentes”. Más aún, en la tienda de “El precio de la libertad”,
usted puede comprar el Monopoly del Ejército de EEUU y una “manta de
la nación agradecida” por sólo 200 dólares. Los promotores
corporativos de la exhibición incluyen a Sears Roebuck, el gigantesco
minorista. La idea está clara.
Entender el poder del adoctrinamiento en las sociedades libres es
también entender el poder subversivo de la verdad que suprime. Durante
la era de Blair, en el Reino Unido, precoces revisionistas del imperio
han sido abrazados por los medios pro guerra. Inspirados en la
exigencia mesiánica norteamericana de “victoria” de la guerra fría,
sus seudohistorias han buscado no sólo lavar la sangre resbaladiza de
la esclavitud, el pillaje, el hambre y el genocidio que fue el
imperialismo británico (“el imperio fue una fuerza ejemplar por el
bien”: Andrew Roberts) sino también para rehabilitar las convicciones
gladstonianas de superioridad y promover “la imposición de los valores
occidentales”, en palabras de Niall Fergurson.
Ferguson paladea “valores”, un concepto lisonjero que abarca tanto la
barbarie del pasado imperial como la brutalidad de hoy, vestida de
mercado “libre”. El nuevo código para raza y clase es “cultura”. Así,
la campaña continuada y pirática de los ricos y poderosos contra los
pobres y débiles, especialmente aquéllos que poseen recursos naturales,
se ha transformado en un “choque de civilizaciones”. Desde que Francis
Fukuyama escribió su estupidez acerca del “fin de la historia” (de la
que luego renegó) la tarea de los revisionistas y del periodismo
predominante ha consistido en popularizar el “nuevo” imperialismo, tal
como en la serie de Ferguson War of the World, por Channel 4 y en la
frecuente repetición de sus asertos por la BBC. De esta manera, el
público es “ablandado” para la rapaz invasión de países bajo falsas
pretensiones, incluyendo un no improbable ataque nuclear a Irán y el
ascenso en Washington de una dictadura ejecutiva, tal como está
previsto por el vicepresidente Cheney. Tan inminente es esto último
que un supino Congreso dará marcha atrás, casi con certeza, a la
reciente decisión de la Suprema Corte de proscribir el tribunal
arbitrario de Guantánamo. El juez que redactó la opinión mayoritaria –
en una corte superior que Bush mismo congregó – hizo sonar su alarma a
través de esta cita fundacional de James Madison: “La acumulación de
todos los poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial en las
mismas manos, sea en las de uno, en las de unos pocos o en las de
muchos y sea por herencia, autodesignación o elección, puede con
justicia ser considerada como la verdadera definición de la tiranía.”
La catástrofe en Oriente Medio es el producto de una tiranía imperial
semejante. Está claro que el largamente planeado asalto sobre Gaza y
luego la destrucción de Líbano fueron ordenados por Washington y son
pretextos para una más amplia campaña que tiene por meta la
instalación de marionetas de EEUU en Líbano, en Siria y,
eventualmente, en Irán. “El tiempo de saldar cuentas ha llegado”,
escribió el historiador israelí Ilan Pappe; “ahora, el comisionado
tendrá que salvar al imperio de su complicada situación.”
La propaganda de acompañamiento – el abuso del lenguaje y la eterna
hipocresía – ha alcanzado su nadir en las últimas semanas. Un soldado
israelí perteneciente a una fuerza invasora fue capturado y retenido,
legítimamente, como prisionero de guerra. Dando parte de ello como de
un “secuestro”, se activó aún más la carnicería de civiles palestinos.
El apresamiento de dos de ellos dos días antes de la captura del
soldado no fue tema de interés. Ni lo fue el confinamiento de miles de
palestinos secuestrados en las prisiones israelíes ni la tortura de
muchos de ellos, tal como fue documentado por Amnistía Internacional.
La historia del soldado raptado canceló cualquier investigación seria
de los planes de Israel de reinvadir Gaza, de la que había puesto en
escena una falsa retirada. El hecho y la significación del alto el
fuego de 16 meses que Hamás se autoimpuso se perdieron en tonterías
acerca del “reconocimiento de Israel” junto con el estado de terror
impuesto por Israel en Gaza – el lanzamiento de una bomba de más de
200 kilogramos sobre un bloque residencial, el disparo de hasta 9.000
obuses de artillería pesada sobre uno de los lugares más densamente
poblados de la tierra y el terror nocturno provocado por el estruendo
ultrasónico. “No quiero que nadie duerma por la noche en Gaza,”
declaró el primer ministro israelí Ehud Olmert mientras los niños se
volvían locos. En su defensa, los palestinos dispararon un puñado de
misiles Qassam y mataron a ocho israelíes: lo suficiente para asegurar
el victimismo de Israel en la BBC; hasta Jeremy Bowen arremetió con
una bochornosa “ecuanimidad” al referirse a las “dos narrativas”. El
equivalente histórico no está lejos del bombardeo y sometimiento a la
hambruna del gueto judío de Varsovia por los nazis. Trate usted de
imaginar esto descrito como “dos narrativas”.
Observando cómo se desarrolla todo esto en Washington – estoy
residiendo en un hotel acaparado por evangélicos “Cristianos por
Israel”, que aparentemente buscan el éxtasis – sólo he oído los más
crudos estribillos coloniales y ninguna verdad. Hezbolá, según
canturrean las caricaturas periodísticas norteamericanas, está “armado
y financiado por Siria e Irán”, y entonces hacen señas sobre un ataque
a esos países mientras guardan silencio acerca de los 3.000 millones
de dólares diarios como obsequio en aviones, armas cortas y bombas a
un estado cuya violación de la ley internacional es un récord mundial
registrado.
Nunca se menciona
que, tal como el auge de Hamás fue una respuesta a las atrocidades y
humillaciones que los palestinos han sufrido durante medio siglo, así
Hezbolá se formó sólo como una defensa contra la asesina invasión de
Líbano por Ariel Sharon en 1982, que dejó 22.000 muertos.
Nunca se menciona que Israel interviene a voluntad, ilegal y
brutalmente, en el restante 22 por ciento de la histórica Palestina,
habiendo demolido 11.000 hogares y separado con un muro a la población
de sus tierras de labranza, familias, hospitales y escuelas. Nunca se
menciona que la amenaza a la existencia de Israel es un bulo ni que el
verdadero enemigo de su pueblo no son los árabes sino el sionismo y
unos EEUU imperiales que garantizan un estado de Israel como la
antítesis del judaísmo humano. La extraordinaria injusticia hecha a
los palestinos es el meollo del asunto. Mientras los gobiernos
europeos (con la honorable excepción de Suiza) se han mostrado sin
agallas, es sólo Hezbolá quien acude en auxilio de los palestinos. Qué
sonrojante, de veras. No existe una “narrativa” mediática de la
heroica resistencia palestina durante dos alzamientos, y con hondas y
piedras la mayor parte del tiempo. Los asesinatos, por parte de
Israel, de Rachel Corrie y de Tom Hurndall les han dejado
completamente solos. Sumado al silencio de los gobiernos, todo esto es
consternante. En un programa central de la BBC, a Maureen Lipman, una
judía y promotora de buenas causas selectivas, se le permite decir,
sin que se la cuestione seriamente, que la “vida humana no es barata
para los israelíes, y la vida humana en el otro bando está
completamente devaluada, de hecho...”
Dejemos que Lipman vea los funerales de los niños de Gaza después de
una misión de bombardeo israelí, a sus padres petrificados por la
aflicción. Dejemos que observe a una joven mujer palestina – y ha
habido muchas de ellas – gritar de dolor mientras da a luz en el
asiento trasero de un coche, por la noche, en un control de carretera
israelí, después de haberle sido intencionadamente negado el derecho
de ingreso a un hospital. Luego dejemos que Lipman contemple al padre
del niño cargando a su recién nacido a través de campos helados hasta
que se pone azul y muere.
Creo que Orwell tenía razón en este pasaje de 1984, un relato del
imperio total:
“Y en el endurecimiento general de la actitud que dio lugar... a
prácticas que habían sido abandonadas desde hacía mucho tiempo -
encarcelamientos sin juicio, empleo de los prisioneros de guerra como
esclavos, ejecuciones públicas, tortura para extraer confesiones... y
la deportación de poblaciones enteras – no sólo llegaron a ser comunes
otra vez, sino toleradas y hasta defendidas por gente que se
consideraba a sí misma ilustrada y progresista.”
El nuevo libro de John Pilger, “Freedom Next Time”, fue publicado por
Bantam Press
(*)Traducido por Mirta López y revisado por Alfred Sola